sábado, noviembre 29, 2008

Un espejo sin filo

Los muchachos de Electronic Arts han dado un pasito más en la promoción de juego usando versiones flash: su fusión con la exquisita Borne Games, célebre por sus plataformas plagados de síntesis gráfica y buen gusto, nos ofrece ahora una versión riquísima en dos dimensiones del Mirror's Edge, un juego que parece llamado a ser una sensación por su atrevimiento conceptual, poniendo en evidencia que el panorama independiente es capaz de sacar auténtico partido a las posibilidades expresivas de las Dos Dimensiones y que las Plataformas sólo han muerto en una parte de la Industria.

viernes, noviembre 28, 2008

Las Iniciativas de la Intolerancia, cada cierto estreno

¡Vuelven los Intolerantes del siglo XXI! Son fanboys y no parecen dispuestos a que te atrevas, osado guionista y necio ignorante, a que toques su material partida. Son el material favorito de este weblog porque aumentan sus gestas a cada paso. ¿Por qué este genio bocazas? ¿¡Es Culpa de la Interné?! ¿Es cuestión de la alabanza, sintomática, a Sin City y Watchmen?

Bien, aquí tenemos otras dos.

La Plataforma Anti Fox's Dragon Ball Movie.

¿Qué mejor inciativa que la de las películas que no se ha visto? ¿Qué mejor seguridad y valor intelectual que el del prejuicio? Armados con su DNI, correo electrónico, ocasional weblog y comentario ocasional escrito con una prosa inenanarrable, ahora ya sabemos de qué se enteraron los fans de Dragon Ball cuando vieron la serie: de absolutamente nada. La inciativa, podemos llorar, sirve para demostrar que la obra de Toriyama es una de las menos entendidas de todos los tiempos ¿Será por eso que les aplauden hasta los bises de siempre?

Highlights Intelectuales: "los fanaticos de Dragon Ball deveriamos voicotear la entrada a los cines donde exivan la pelicula y hacer pintadas o cualquier cosa para joder y que la gente no valla verla empezar tambien a subir la pelicula a internet con buena calidad y cagarles el negocio." (Anarcosindicalismo Otaku), "Si querian hacer algo para que cuatro wapetes de hollywood se lucieran podrian destripar sus propias series americanas,no un mito en el mundo entero." (¡Toriyama, y no Homero, es un Mito del Mundo Entero!), "Si su hijo o hermanito quiere juguetes de dragonball, compren los de la serie original y no esta basura americanizada!!!" (El Nacionalismo Japonés explicado a los Niños), "Jojo, vaya basura están haciendo con la licencia de Dragon Ball, si me dieran a mi toda esa pasta para hacer la peli se cagarían, fidelidad al manga original 100%." (Eso, y la Composición de Planos la Dejamos para otra película)

Trekkies Against Torture.

¿Sospechó que Star Trek era una serie demasiado colorista, demasiado pacifista y para públicos ahora indudablemente canosos y melenudos? ¿En el trabajo le llamaron malpensado por creer que Star Trek era la scifi explicada en la época de la lisergia? ¡No se equivocó! ¡Esos sucios hippies se han reunido en Internet dispuestos a que la violencia no asesine Star Trek. No resulta sorprendente porque, recordemos, que el trekkie es el Fan Fundacional, el primero que se aceptó. Su tiranía es pionera: los gruñidos para el estreno de The Next Generation (¡No Roddenberry! ¡No Kirk! ¡No Spock!) fueron sospechosamente parecidos. Trekkies Against Torture tiene una sofisticación mayor: a sus tesis, rarísimas, les incorpora vídeos en delicioso formato QuickTime. ¡Esto es el New York Times de las páginas de fans!

Higlights Intelectuales: "Worst of all, J.J. Abrams major projects have ALL portrayed heroic characters using and often justifying the use of torture. In addition to growing up a lifelong Trekkie, I have also spent more than half of my life fighting to end torture. My uncle was tortured for several years in the "Hanoi Hilton" as a POW in Vietnam, and I grew up very aware of the prevalence of torture. I have worked as a human rights activist since the early 1990s and often work with survivors of torture. Torture is ALWAYS wrong, it does NOT "work" and it has no place in a civilized society." (Yo estuve en Vietnam, MUCHACHOS)

"Today the US is in a human rights crisis. The public knowledge of torture by US agents and the curtailing of fundamental rights cloaked under the guise of the "war on terror" is frankly a nightmare. The use of torture by those working for the US government is not new. But the public acceptance of it is shocking! Sadly, popular culture and the media have not confronted the crisis and instead shows like 24 and ALIAS have used the "War on Terror" as a backdrop for their stories. And instead of confronting the disgusting behavior of an Administration defending its use of torture and ignoring the Geneva Conventions, these TV shows generate fear, anger, feelings of revenge and righteousness. That is NOT Star Trek." (Observen la asociación: Jack Bauer, Sidney Bristow, George Bush, JJ Abrams, Guantánamo. ¿Dónde están los de ficción y los de verdad?)

"Star Trek has inspired many people in its 41 years of existence. Its impact can never be completely measured. Some of us became scientists, doctors, and engineers. Others worked to defend the rights of everyone and strive to bring about a more peaceful future as Gene envisioned. Together as fans of the vision and ideal of Star Trek, we must ensure that J.J. Abrams and CBS recognize the importance of Star Trek's ongoing message and do NOT tarnish it by employing methods like those in the clips you can find on this site." (Que Obama sea un fan declarado no es casualidad: esto está sacado de algún discurso prepresidencial)

jueves, noviembre 27, 2008

Algunas Herramientas para Discutir a James Wood

Conversational Reading es el blog literario que usté deseo leer: habla, sin ningún tipo de remordimientos protomarxistas oiga u orgullos (no tan) neoliberales, de la actualidad del Mercado y hace de la relectura y la recepción una parte esencial de su crítica literaria, siempre en construcción.

Sospecho que parte de la naturalidad de Scott Esposito procede de su, evidente, condición norteamericana: en USA el conflicto del best seller se soluciona y se sella con una tranquilidad y amor que aquí serían tachadas de malsanas. Lo cual no evita que Esposito sea uno de los mejores críticos en activo y uno de los más comprometidos puesto que en su interés figuran las literaturas extranjeras, un tema harto olvidado en la Capital del Imperio.

Esposito ha escrito la mejor refutación del envidiable, pero tramposo sistema de análisis de James Wood. Incluso ha ido más allá y ha ofrecido alternativas críticas al ensayista-referente de la crítica norteamericana. Aquí tienen una lectura para entender el conflicto de Wood con DeLillo o dicho de un modo menos sutil, la incapacidad (de herramientas fundamentalmente) del crítico frente a un novelista.

La más interesante es naturalmente Coetzee. Su excelente reseña de The Castle in the Forest (obra póstuma de Mailer) es capaz de analizar con precisión milimétrica y sin caer nunca en el chiste la obsesión, última, de su autor y también la de su investigación, en este caso Mr. Hitler. Uno de los elementos más afortunados de Coetzee es el rescatar que la anterior obra (de ficción) suya estaba protagonizada por, atención, Dios. Y cuestionar entonces el tono. Tan interesante como innovador, Coetzee es uno de los pocos críticos capaces de hablar también tras la novela, habilidad rara. Fijaos (me adjudico las negritas):

If one takes seriously Mailer's reading of world history as a war between good and evil in which human beings act as proxies for supernatural agents—that is to say, if one takes this reading at face value rather than as an extended and not very original metaphor for unresolved and irresoluble conflict within individual human psyches—then the principle that human beings are responsible for their actions is subverted, and with that the ambition of the novel to search out and speak the truth of our moral life.

Un superhéroe más grande que la vida

¿Saben por qué Flash se ha convertido en mi superhéroe favorito?

Porque es el primero que lleva el concepto generacional, ahora tan re(s)catado por culpa de Heroes que toma su eco de Watchmen, hasta límites insospechados. Jay Garrick, Wally West, Barry Allen y ahora Bart Allen han notado la presión de ser el corredor siempre. Seguramente por el maravilloso The Flash of Two Worlds que abrió, de forma natural, una dimensión temporal al mejor corredor.

Otro concepto que me vuelve LOQUISÍMO de la serie es la Speed Force. Señores, señoras, sé que creerán que no hay nada más de metafísica de andar por casa que la cosa esa de George Lucas, mitad misticismo, mitad superpoder molón. La speed force está por encima de ese tipo de fuerza: es una mezcla de esa energía que es sólo posible a los hiper corredores y es también un espacio físico en el que los superveloces viajan.

El tercer motivo es sencillo ya que Flash alberga al modelo ideal de creador en los tebeos: aquel que sólo quiere ser recordado asociado siempre al personaje. Lejos de las válidas y admiradas por todos nosotros labores de los autores, irreductibles y propios de sellos personales, todo en la serie de cómics para DC está condenado para llenar de nuevas y cada vez mejores posibilidades a un personaje impreisonante.

Dicho esto, no será difícil imaginar que la tercera razón puede ser una consecuencia de las dos primeras. No se equivocan: el primer número de Flash: The Fastest Man Alive tiene esos elementos mezclados y AGITADOS.

Para que se hagan una idea:

El tebeo se abre con la aparición de Jay Garrick.

Luego viene la consabida y cada vez más rica (recuerden: ya llevamos CUATRO Flashes) reflexión sobre la importancia de sentirse rápido y escarlata. Al contrario que muchas otras series, en Flash los aciertos y los mitos son portales de investigación, no corrientes de las que deshacerse cada cierto tiempo.

Y termina con una viñeta final casi insuperable, con Bart Allen literalmente convertido en la citada speed force.

Atentos a los nombres: Danny Bilson y Paul DeMeo son dos de los creadores más estimulantes de estas últimas décadas. Empezaron justamente escribiendo la maravillosa The Rocketeer, adaptando en serie la imprescindible The Flash, creando la divertida The Sentinel y estando detrás de dos de los videojuegos imprescindibles de los noventa y más allá, o sea, Medal Of Honor y Los Sims. Y en estos tiempos bondianos no está de más recordar su guión para otro videojuego de prestigio, el 007 Everything or Nothing.

Y su labor en el tebeo no desmerece nada, más bien parecen adelantarse a un nuevo paradigma de creador que, ya verán, se alargará si las operaciones de name dropping no lo impide: el que es transmedia por naturaleza.

La historia de James Bond esa contada por los envidiosos

Your evil

El mito de Bond no tiene tanto que ver con la masculinidad de su héroe como la que se ve cuestionada, la del villano: todos nosotros somos ese villano que, en mayor o menor medida, se ve literalmente jodido por Bond.

Por eso el test loco de Swatch, cuya campaña de relojes Bondianos no podía ser más oportuna, que he encontrado en el siempre elegante Bertrand Russell y su conjunto tropical me parece obligatorio.

Shonen Jump Memories


Una serie que ha hecho de la referencialidad una auténtica base narrativa y del kamikaze toda una seña de sus principios es capaz de defraudar cuando, inevitablemente, cae en la mera repetición de sus rasgos de identidad más elementales.

Es cierto que este revival efímero de Dragon Ball tiene muchas cosas interesantes, aunque no estaría de más advertir que todas provienen de su jugada con la nostalgia. Las reapariciones de Gotrunks, el kame hame final de Gokuh, la aparición de un hermano perdido y oprimido por una raza, los innecesarios cameos de Yamcha y Krilín, todo responde a una construcción de la memoria que ha obviado sus peores momentos (en todo caso, GT) y ha esquivado esa parte del canon que lo hacía feo e innoble.

Una serie que destaca siempre por su capacidad para autodestruirse y expandirse, debería, al menos, ofrecer algo más que dos tímidos apuntes en su retorno. El primer apunte es que los villanos son ya absolutamente vehículos cómicos, al más puro estilo Neko Majin, sin apenas otra consistencia que la de la derivación extrema.

El segundo es la confusión: reproducir unos retales no significa reproducir todos los logros de una serie, sobretodo una tan mastodóntica, ni tan siquiera aproximarse al concepto de greatest hits. Es un episodio desangelado, pero no conviene perderlo de vista: el despiste al que somete al fandom es muy significativo. Este mejungue glaciar y pálido, casi cosido a esbozos de ideas, tiene más de tejido sentimental, de forma de recordar una narrativa que de celebración. Dragon Ball es, desde hace muchos años, una interminable y estupenda franquicia de merchandising, tan fructífera como alejada de cualquier presunto final. Y este es un epsiodio más, por supuesto.

Los fans no se pueden quejar: ya han encontrado al equivalente animado de los Rolling Stones.

miércoles, noviembre 26, 2008

Dragon Ball XY


El nuevo episodio (¿el motivo? el 40 aniversario de Shonen Jump) de Dragon Ball es… en fin, ESO, otra patada a GT y un baño calentito para los desprevenidos como yo. EN unas horas les escribo algo. Denle las gracias al maravilloso Henrique Lage, autor del imprescindible Cabeza de Pescado, una revisión elegíaca de aquel Come y Calla que marcó muchas generaciones.

sábado, noviembre 22, 2008

Cuanta Solaera (y 2)

Tratar de pronunciar Olga Kurylenko mientras se mira la foto es toda una aventura.

El éxito renovado de las series televisivas es un codazo inmenso a la ficción cinematográfica: si, recordaba Jordi Costa en la antigua Dirigido Por (número 176, enero de 1990), The Time Out Film Guide sostenía que El Imperio Contrataaca era un producto para la generación televisiva, nadie dudara en situar este díptico Casino Royale-Quantum Of Solace como un equivalente para estos renovados consumidores de ficciones que, como señala el excelente La Caja Lista, están acostumbrados a productos audiovisuales de unas inusuales y logradas ambiciones estructurales y narrativas.

Recordaba Nacho Vigalondo que la estupenda trilogía de Jason Bourne se caracterizaba por los guiones de cada entrega se pliegan sobre los otros con una naturalidad casi imperceptible (los villanos de la tercera se anuncian en la primera, por ejemplo). Y la solidez del tono hace que el "Más de lo mismo" sea celebrado, como en nuestras series favoritas. Esta película de Bond parece conformar con la primera un equivalente a un episodio piloto y a una aparatosa season finale. Tal es la conexión entre las dos películas que comparten los mismos personajes secundarios y uno intuye que ninguno de los que aquí aparecen, volverán, más allá de esa renovada Quantum.

Igual que Ultimate X-Men o cualquier otra variante de ultimatera de Marvel, este Bond ya tiene a su peculiar revisión de la clásica SMERSH/SPECTRA, pero, tal y como señalaba Roberto Alcover Oti a propósito de Misión Imposible 3, los tiempos han cambiado y ahora héroes y villanos siempre tienen una sensación de pérdida aún mayor. De hecho, tanto Dominic Greene como Le Chiffre no son esos habituales villanos y esto encaja mucho, puesto que este Bond que ha perdido ya su condición de comedia privilegiada en la Guerra Fría, no es más que ahora que un MI6 desencajado ante un nuevo mapa mundial post11S. En cierto sentido, puede interpretarse este díptico casi como una reconstrucción identitaria de lo British, a través de un hombre tan rebelde, como en el fondo, satisfactorio. Ayudan a dar buenas sensaciones una estupenda Olga Kurylenko, hipnótica en su papel de muñequita herida y vengativa, el siempre atronador Amalric y una elegante Gemma Arterton.

El verdadero compromiso intelectual de nuestros días: publicar dos fotos de Olga Kurylenko en un post y pretender lectores.

La contratación de Dan Bradley, habitual coordinador de las escenas de acción de Bourne, evidencia que la saga tiene un par de detalles desagradablemente bournizados: una pelea cuerpo a cuerpo y una persecución inicial inneceseriamente clónicas, que evidencian cierto deje que no hacía demasiada falta. Tampoco el hecho de que esta sea una pérdida parece muy casual, revisando El Mito de Bourne, otra película que abría una herida emocional en el protagonista y que concluía en el Ultimatum.

En Devil May Care de Sebastien Faulks, novelista respetado por sus pastiches hemingwayanos, 007 se encuentra con los Rolling Stones, igual que James Bond se topa aquí con una agente llamada Strawberry Fields. Toby Litt bucea en su mejor, con diferencia, momento:

"Bond and Scarlett went into a spacious air-conditioned room that was painted crimson: floor, ceiling, walls - there was nothing in the room that wasn't poppy-red. Behind a desk stood an old-fashioned swivel chair with a maroon leather seat, and in it sat a man with an outsize gloved left hand."

Lo mismo ocurre con esta Solaera. El mejor momento ocurre cuando la agente Strawberry Fields, que va vestida con una sola gabardina (y nada debajo de ella) y da un toque puramente Bondesque como señala Zito, pasa a recoger a nuestro agente al aeropuerto de Bolivia y trata de infiltrarle en un hotel de Mala Muerte con una excusa convincente (dos profesores con un año sabático). Bond cambia de opinión y usa esa excusa convincente con un motivo casual para irse a un hotel de lujo (a esos maestros que se inventan les ha tocado la lotería).

Igual que Faulks, Forster entiende entonces a la perfección lo mejor de Bond: funciona mejor cuando menos se lo plantea. Las novelas de Fleming y las mejores películas de Bond quedan ejemplarmente representadas en la escena de la Ópera, una versión loquísima de cualquier set piece típicamente Coppoliana, en la que se borra el sonido y sólo quedan encuentros imposibles entre héroes y villanos de forma perpetua y a ratos endiabladamente trágica: Bond carece del pathos de la tragedia, pero está condenado a revivir una y otra vez en las representaciones de las mismas estructuras. Por eso cuando Forster deja hablar sólo a la música le elimina esa gravedad que luego crece, hasta llegar a un plano final casi insatisfactorio, pese a esconder una buena idea respecto a Lynd.

Quantum of Solace deja la sensación de que hay Bond para rato, pero Forster y el equipo de guionistas de Purvis-Wade-Haggis no parecen entender que una película de este superhéroe glamouroso funciona mejor cuanto más rápido va. Esa obsesión de rompecabezas (el desenlace de Lynd, la subtrama boliviana) le quita una velocidad que la película parece tener ganada en sus más genuinas set pieces (la montesa saltando submarinos, Bond y un esbirro peleándose en los extremos de una cuerda que sujeta una campana, la huida del avión).

viernes, noviembre 21, 2008

Un post Bondiano

Escribe Borges que la verosimilitud es un invento de la novela para estropear a los héroes, a los que se desentierra de la épica (y con ello Borges habla del verso) y se condena a recursos absurdos que entorpecen su esencia, la del héroe. Se quejaba el New York Times de esto: ¿por qué los héroes de hoy en día sólo pueden actuar movidos por la venganza y la tristeza? ¿Acaso ya no hay héroes cool, me decía Noel citando como ejemplo a Iron Man?

Bien, creo que debemos releer todos los post llamados Vuelvo a Tener Pesadillas. Aquí se hace un análisis bastante clarividente a las fórmulas, al asunto este de las esencias y a su conflicto con lo que resulta realmente interesante: la tan cacareada reinvención, la pérdida de alma o el mantenimiento inmóvil. En una saga tan heterodoxa como la iniciada por Wes Craven hay tiempo para todo y no resulta nada casual que sea una saga que haya abierto y cerrado el mismo creador, contando eso sí ese epílogo monstruoso y épico que es Freddy Vs. Jason. Una de las partes más interesantes de las comentadas por Tones es que el esquema Elm Street lo establece la primera entrega no es más que un diseño fundacional, destinado a tener continuidad.

Y vayamos por partes. Hay Dos Bonds, por supuesto. El novelesco, creado por Ian Fleming y ya asentado como una herencia sofisticada, no deja de ser, al fin y al cabo es británica, de esos héroes hard-boiled que, curiosamente, sirvieron como último aliento evolutivo de los atormentados trágicos del folletín (naturalmente europeo) y dieron vida nueva a la novela negra. Tan grande fue el impacto (literario) de este indiscutible icono pop que a las adaptaciones radiofónicas, le siguió el reconocimiento mayor: un escritor de la Izquierda y en general de esos de lectura obligatoria, el entonces star Kingsley Amis, escribió con seudónimo Colonel Sun y demostró que Fleming era, efectivamente, un escritor bueno de cuyo talento no quería quedarse sin beber. Su herencia es justa: suya es la mejor obra no flemngiana. El Bond literario sigue siempre un esquema, casi como una versión acelerada de cierto Spillane inicial: hay un villano, habitualmente SMERSH, un par de chicas y una que está destinada a terminar con una frase inequívoca (y con un nombre cachondón como Pussy Galore, Holy Goodnight). Para mí, dejando de lado la clásica por inaugural Casino Royale, mi novela bondiana favorita podría ser Goldfinger
puesto que tiene esos momentos en los que Fleming juega hábilmente con la ironía que se esconde tras el arquetipo. Tiene mi inicio favorito:

Reflections In A Double Bourbon

James Bond, with two double bourbons inside him, sat in the final departure lounge of Miami Airport and thought about life and death.


Aquí se condensa una ironía que muchos apreciarían autoparódica. Será en todo caso temprana, esta es la séptima novela. Pero la cosa no termina ahí:

It was part of his profession to kill people. He had never liked doing it and when he had to kill he did it as well as he knew how and forgot about it. As a secret agent who held the rare double‐O prefix ‐the licence to kill in the Secret Service ‐it was his duty to be as cool about death as a surgeon. If it happened, it happened. Regret was unprofessional ‐worse, it was death‐watch beetle in the soul.

Si pasó, pasó, tú. Y aquí llega la parte deliciosa en la que Fleming está absolutamente convencido de que le gusta escenificar su ficción.

And yet there had been something curiously impressive about the death of the Mexican. It wasn't that he hadn't deserved to die. He was an evil man, a man they call in Mexico a capungo.

Y sigue:

What an extraordinary difference there was between a body full of person and a body that was empty! Now there is someone, now there is no one.

Y llegamos a mi parte favorita, la del existencialismo según Bond:

Bond looked down at the weapon that had done it. The cutting edge of his right hand was red and swollen.

Cutting Edge es una expresión casi cómica en su incorporación: el borde no es una navaja. Es de una mano. Una mano que actúa como una navaja. Y es esta la levedad perfecta de Fleming, como la de sus principios. Por si quieren pruebas, miremos los inicios de sus dos primeras novelas:

The Secret Agent

The scent and smoke and sweat of a casino are nauseating at three in the morning. Then the soul‐erosion produced by high gambling — a compost of greed and fear and nervous tension — becomes unbearable and the senses awake and revolt from it.

James Bond suddenly knew that he was tired. He always knew when his body or his mind had had enough and he always acted on the knowledge.


La primera aparición de Bond está dedicada a lo desagradable de un casino en la madrugada y de que estaba, inevitablemente, cansado.

Veamos como empieza la segunda novelita, Live and Let Die:

The Red Carpet

There are moments of great luxury in the life of a secret agent. There are assignments on which he is required to act the part of a very rich man; occasions when he takes refuge in good living to efface the memory of danger and the shadow of death; and times when, as was now the case, he is a guest in the territory of an allied Secret Service.


Todos los inicios de las novelas de James Bond muestran un aspecto cotidiano de su siempre superheroico protagonista, siempre invencible. Porque las novelas de Fleming hablan del placer: del placer de su narrador, cómodo en su papel de director orquestra, del de su protagonista y del de sus lectores. En ese sentido las novelas de Fleming son auténticas odas a lo Liviano, y por ello comedias sofisticadas a costa de una situación geopolítica mucho más inquietante, incluso conocida por el propio Fleming.

Y aquí llegamos a la traducción fílmica: si algo tenían como reto verdadero esas películas era continuar y trasponer a un personaje exquisitamente literario, imaginable como arquetipo pero sin un rostro concreto. Se constituyeron ya como sacro santoral de lo PoP.

La fórmula Bond la establece con Desde Rusia con Amor, con el primer gadget genuino de Q (aunque aparezca con el nombre de Boothyroyd en Dr. No, no da el equipamiento necesario): una cartera multiusos fue la primera delicia. Goldfinger es la primera cumbre: la clásica escena del láser, las dos chicas Bond con igual de relevancia narrativa, el villano hiper-carismático, el final espectacular y locuelo.

Tanto Operación Trueno como Sólo se vive Dos Veces son el ideal Bondiano multiplicado por Diez: si la primera compensaba la falta de un villano con un festival de gadgets (tiene la mejor secuencia pre créditos posible), la segunda tenía un guión (lo recordó Tones) de Roald Dahl y el que seguramente sea el mejor Blofeld posible: Donald Pleaseance. Recordemos que SPECTRA (en las novelas SMERSH) ha cocido su aparición tres entregas anteriores, así que me parece un error hablar siempre de esa falta de continuidad: las películas de Bond incorporan aventuras con un espíritu cercano si no al serial, sus novelas son al fin y al cabo una serie, también al de los tebeos superheroicos: esos villanos que se ocultan y colaboran con otros esbirros le es muy familiar a cualquier conaisseur de las creaciones de la edad de Plata.

A partir de aquí, Bond ya trata de reinventarse. 007 Al Servicio de su Majestad es una película con el típico momento grandioso pre-créditos y con un villano y una chica destinados a robar el show. Me parece notable señalar que Riggs y Savalas son dos presencias icónicas que permanecen incluso por encima de la intención de la película: reintroducir a un Lazenby que perdía a su chica y recibía su castigo amoroso. ¿De verdad es entonces el primer intento, fallido, de dar a Bond un trasfondo romántico?

Y permitan que me salte Diamantes para la eternidad, inferior a su novela y en general una película con todo lo mejor y lo peor de una reunión forzada: vuelven Connery & Bassey y empieza, atención, con Bond vengando a su esposa. ¿De verdad la saga se está reinventando? Bondófilo lector, hágase usted el listo y no confiese este fin de semana en que sitio lo leyó primero.

Me gustaría señalar la inmensa aportación de Roger Moore, tan grande que ni incluso su última etapa (la de parodia total que empieza con Moonraker y termina con A view to a kill) logra ensombrecer. Ni tan siquiera esas películas mortecinas y excesivamente cómicas esquivaron momentos genuinos: recordemos que el fichaje de Moore responde a una maniobra, anterior ciertamente, pero despesperada. La experiencia de un Santo daba un cierto rendimiento a la saga. Live and Let Die tiene su interés en como rompe la clásica pre-credits sequence, y tiene algo de perverso porque se trataba de Moore, un nuevo Bond: su secuencia inicial no tiene ninguna referencia explícita a Bond. Es cierto que en anteriores películas ya se había simulado la muerte de Bond por parte del villano, pero este inicio, en una época en la que la crisis achuchaba y el nacimiento de la exploitation era una evidencia, es casi un thriller alucinado: los tres asesinatos de los agentes del MI6 parecen sacados de cualquier cine de barrio. El primero bordea el thriller delirante, por ondas, el segundo ya roza lo Superfly (en pleno desfile en Nueva Orleans) y el tercero parece escrito por Larry Cohen.

En cierto sentido, la Bond-Movie termina agotada con El hombre de la pistola de Oro. La chica Bond Perfecta: Britt Ekland. El Villano Superior: Christopher Lee. El Esbirro Perfecto: Nick Nack. El Bond en plena aceptación popular. La trama clásica: la isla, el duelo y la característica disfuncional que hace a nuestro villano ideal. Igual que la presencia absolutamente desmesurada de su trama, el humor se palpa hasta en su canción, casi una deconstrucción vodevilesca de los ritmos encarnadas por la inortal dama Bassey.

Sólo Moore pudo permitirse otra incorporación de lujo: en la menor The spy who loved Me perfeccionó la siempre recurrente love story Bondiana con agente rusa incluída, y sustituyó al inevitable Lee por un esbirro capaz de rivalizar con Nick Nack: Tiburón. Y un gadget definitivo con su coche-submarino. Decía Absence que la saga de Bond terminaba en Moonraker. No es mal final para el canon, pese a que a mi juicio es antes.

Yo lo situo antes, no obstante. Compartieron mucho 007: Alta Tensión y Goldeneye esa intención de volver a la aventura total y típicamente Bondiana. Siendo la segunda mejor que la primera, Campbell procede de la serie Bé y se nota en alguna secuencia, el nivel de aceptación fue el mismo: un sí desangelado. Licencia para Matar fue (otra) película bondiana más cerca de la exploit, si antaño era lo black, ahora es la Cannon: su trama (la muerte de su mejor amigo), su villano (¡ROBERT DAVI!), sus chicas bond (¡TALISA SOTO!) piden a gritos a Mark L. Lester y a Arnold Schwarzenegger. Dalton se hundió y la saga se paralizó. De Brosnan poco que añadir: ninguna de sus películas roza lo notable, y muchas de ellas se hunden en lo insoportable. Tal vez Goldeneye comparta con Alta Tensión esa sensación de perfecta mediocridad: no hay en ella villanos sin alma (Jeroen Krabbé y Sean Bean, recién salidos de la cantera del cine europeo), chicas Bond sin presencia (Maryam D'Abó, Famke Janssen) pero lo rutinario de su propuesta, formulaico y construido en set pieces hundidas por cualquier Spielberg o Abrams las hacen prácticamente destinadas al olvido y a la polilla.

Casino Royale tuvo el deber, difícil, de devolver la saga a su lugar: nace como hermana Ultimatera y aventejada, promete casi tantas polémicas como según qué decisiones tomadas en, por ejemplo, Ultimate X-MEN (¿se acuerdan del Ultimate Cable?) pero el caso es que devuelven a Bond a su estulticia icónica: Daniel Craig parece definitivo, la película conserva una de las mejores set pieces en años (de resolución evidentemente spielbergiana es la persecución de las grúas) y un plano final memorable.

La pregunta que genero es, pues, cuando un héroe conserva su esencia: en base a su repetición, finalmente industrial y agotadora, o respecto a su evolución, dotada de variaciones que muchos convierten en un paradigma naturalmente por error.

jueves, noviembre 20, 2008

Abrams again


Tiene razón Liana cuando dice que la relación de amor/odio más notable que mantengo es con J.J. Abrams. La mayoría de días puede parecerles que estoy dispuesto a ahorcarle. Sin embargo, mataría porque alguien pudiera alcanzar los grados de locura de la primera, segunda y cuarta temporadas de Alias (serie que le redimió [casi] para siempre de haber creado Felicity) o la valentía, evidentemente, estructural de Lost. Abrams será objeto de estudio y escrutinio crítico, imagino, pero me fascina su capacidad para tejer una carrera nada Spielbergiana, pese a la tentación comparativa: a diferencia del cineasta que se creó el sello mediante el cine, el joven Abrams está más ocupado de ser un creador fructífero a un autor total. ¿Nuevos signos de autoría líquida? No estaría de más rebuscar en su currículum, con una carrera inicial de guionista en producciones post-televisivas (Forever Young o A propósito de Henry, dos ejemplos de cómo los noventa pasaron para bien), algún blockbuster sin alma pero indudable ruido (Armageddon) hasta llegar a una genuina B-Movie como Joy Ride, dirigida por el casi siempre menospreciado John Dahl.

No creo que haga falta recordar su responsabilidad evidente a la hora de alinear según que astros en Cloverfield. ¿Autoría compartida? No, cómo dijo John Tones a propósito de Alien: una reunión de talentos imposible de recontextualizar. Tampoco me olvido de su debut como director: Misión Imposible 3 es una síntesis perfecta para amar y odiar a JJ Abrams. La película es una repetición estructural del primer (y muchos, entre ellos el célebre retelling de Die Hard) episodio de Alias, pero narrado con situaciones muchísimo más grandes y espectaculares. Después de 110 minutos invencibles llega un epílogo espantoso, casi destinado a estropear el resto de la película. Y llega ahora la que posiblemente sea la única esperanza, dictamina el Focoforo oigan, del cine espectáculo: más allá de polémicas absurdas por parte de cineastas asombrosamente poco dotados para la acción y la tensión que presupone a la grandeur, llega esto. Poco que añadir al grito de guerra.

domingo, noviembre 16, 2008

Bergman para los Tontos (1)

Ingmar Bergman es, posiblemente, el cineasta peor valorado del mundo. ¡Tal como se lee, oigan! Bergman es un cineasta excesivamente dependiente de su profundidad. Pocas, raras veces (y todas ellas de gente cuya inteligencia ya no era una sorpresa) he leído lecturas de lo que potenció Bergman en sus películas: la expresividad, al límite, de las imágenes de esos rostros (una recurrencia formal que tuvo su propia película en El séptimo sello) absolutamente desolados. El otro aspecto que me parece fundamental en Bergman es su interés por hacer dialogar las estructuras más o menos literarias (teatrales, ensayísticas) con el cine. Y creo que aquí radica el error fundamental en la mayoría de críticas del cineasta: uno termina preguntándose si Bergman sabía componer un encuadre en condiciones, después de ocho comentarios desaforados sobre la evanescencia, la fugacidad, la vida y la muerte. No estoy en contra de las interpretaciones transversales de las obras (más bien todo lo contrario), ojo, sino que estoy diciendo que muchos cineastas más o menos canonizados (¡cahierizados!) son objeto de un estudio perezosísimo entre las nuevas generaciones. En pocas palabras, lector: si usted quiere saber si a alguien le gusta el cine, preguntele por Bergman. Si responde que no ha visto nada, queda disculpado. Si responde afirmativamente, cuidadín, que viene la bicha. Si le habla, enseguida y con una tranquilidad palpable, de esas películas cargadas de profundidad, de auténtico arte, desconfíe. Decía Nacho Vigalondo que a él no le gustaban los superhéroes: le gustaban los tebeos de Mark Millar. Aunque se trataba de una pirueta bastante inteligente de Vigalondo para trazar un discurso diametralmente opuesto, podemos decir que si a la gente le gusta Bergman por su profundidad, seguramente no le gusta el cine. ¿Existe algún método de comprobar, universalmente, si a nuestro interlocutor preocupado por Bergman le gusta el cine? Sí, Hitchock.Admiro profundamente la obra de Bergman, no me salten a la yugular buena gente, pero la historia del cine la ha escrito Hitchock. Si la historia del cine fuera una biblioteca de Babel tal vez el diccionario lo firmaría Welles, pero el resto serían fragmentos de 39 escalones a La trama. No hay película suya que se conforme con un plano, con una simple buena idea.

Dice Borges en Arte Poética que seguramente la trama de Psicosis es muchísimo más ingeniosa que la del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, pero que la película nunca podría tener la profundidad y perfección de la novela de Stevenson. Y no se equivoca: ninguna película resiste en comparaciones argumentales con una gran novela por una cuestión de lenguaje: la imgen sintetiza por naturaleza. La canonización temprana de absolutamente todo Bergman viene a cubrir esa necesidad de que los literatos pueden ser mejores cinéfilos si tienen películas menos cinematográficas. Si encuentran otra respuesta a la inmediata glorificación de una película tan patosa como Fanny y Alexander, lo agradecería.

Lo que un hombre tan sumamente libresco como Borges nunca alcanzaría a entender es todo aquello en lo que Psicosis es sublime: su estructura es imprevisible (el asesinato de la protagonista a los veinte minutos es el más recordado), juguetona y capaz de inventar muchos géneros a la vez. Pero también capaz de hacer cosas que jamás funcionarían en un libro:

El asesinato de Arbogast debería ser descrito con pereza, falsificando al sujeto u ocultándolo. ¿Lo oculta Hitchock?

Después, para los educados en la investigación más deleuziana y poética, están según que transiciones visuales, imposibles e incapaces sin recurrir al punto, a la coma, al conector.

Y luego dicen que no se sabe de dónde viene todo David Lynch.

Hay otros detalles también increíbles. Norman dialogando consigo mismo y con su propia mano ejerciendo de portal, naturalmente cerrado.

De auténtico Portal. Psicosis es, seguramente, una de las películas más inagotables jamás hechas.

miércoles, noviembre 12, 2008

Días de Radio

El pasado 15 de Septiembre hablé de los tebeos superheroicos post11S junto a un maestro como Absence. Para mí fue muy especial, señor(a), porque, además de tratarse de uno de mis blogueros favoritos ever, comprobé su esforzada y concienzuda labor en una sección maravillosa, además de comprobar la bondad de la buena gente de iCat FM. El caso es que Absence tuvo la gran idea de invitar a gente inteligente y así encubrir mi intervención: ahora las ha colgado toditas y yo hago lo mismo. Tiene usted en sus manos una forma divertida, radiofónica y al alcance de hacerse el listo en las conversaciones.

15 de septiembre: Los cómics después del 11-S, con un servidor hablándoles de DMZ, Mark Millar y otras cosas bonitas.
23 de septiembre: charla con El Torres, comiquero multitarea y responsable del Malaka Studio.
30 de septiembre: charla con Marc Pastor, muy interesante escritor (La mala dona), miembro de la policia científica de los Mossos de escuadra y fan irredento de los cómics, especialmente de Garth Ennis.
7 de octubre: Hablando de muertos vivientes con Bayarri y Llassans, los jóvenes autores de Zombiosis (Glénat).
14 de octubre: charla con el autor (y amigo) Jordi Pastor, ganador con del premio Paul Naschy al menjor cortometraje a concurso en el Brigadoon del Festival de Sitges.
21 de octubre: De palique comiquero con el insigne Raúl Minchinela, con Scott McCloud y Mauro Entrialgo como temas a tratar.
28 de octubre: previo al Saló del Manga.
4 de noviembre: reportaje y entrevistas a los asistentes al Saló del Manga.

martes, noviembre 11, 2008

Y la canción más bella del año es...


De lo que tengo miedo
es de tu miedo a que lo veas todo igual
O a que todo te sea indiferente


...Baraja de Cuchillos
de Joe Crepúsculo dentro de su maravilloso Supercrepus que se puede descargar gratuitamente. ¡Corran!

lunes, noviembre 10, 2008

Y la película más visionaria del año es…

¿Quién dijo que la Masculinidad estaba en Crisis? ¿Eh? ¿EH?

High School Musical 3, cima en una trilogía basada en el romance (imposible pero luego decimos que los americanos son racistas ¿eh?) entre una latina (¡son el nuevo target!) que siempre lleva vestiditos y un joven jugador de baloncesto en el que hay sitio para rubias malvadas, hermanos gays y todo es que Jordi Costa llama pornografía asexuada (atención a la cantidad de falditas cortitas y escotes para tratarse de una franquicia Disney Channel). En esta entrega se termina el instituto y el joven Troy Bolton tiene problemas cósmicos: no sabe si quiere ser actor en Juilliard o cumplir su destino y jugar al baloncesto. Todo esto es lo de menos porque nuestra latina va a seguir llevando florecillas y nuestro protagonista se lleva las mejores coreografías. Kenny Ortega rueda el número musical más loco de la serie (conceptualmente a la altura del momento beisbol, pero el que mejor luce) con su protagonista bailando con un mundo que, literalmente, le da vueltas.

Sin embargo lo mejor de la película está en el final. El número musical final es algo así como "High School Musical / es lo más grande / nunca lo olvidarás". La propia película advierte (¡adiestra!) al espectador de que no se engañe: está viendo un clásico que querrá volver a disfrutar una y otra vez. Pero todavía hay más: en sus créditos finales vemos un reproductor de YouTube. Y aunque al principio tenemos las manidas tomas falsas, luego aparece un fanvideo reproduciendo de forma idéntica un número musical de la primera entrega. Con felicitacion y todo. La película, toma ya, oficializa al fan, youtube mediante: ¿se imaginan todas las posibilidades (futuras, inmensas) que tiene ese discurso de la Memoria y la cultura Pop que han (re)inaugurado todas las redes sociales? ¿Se imaginan una película que te convierta a ti fan loco de Star Trek, en toma falsa y te premien con ello?

Demi Lovato rockera renegada, vale, pero esperará hasta el matrimonio.

High School Musical 3 cede el testigo ahora a las secuelas de Camp Rock: apologías del rock and roll protagonizadas por un trío de hermanos que hacen orgullo de sus anillos de castidad. Sin sexo, ni drogas, pero con rubias malvadas, ecología y aprendiendo a ser menos egoístas. Y Demi Lovato.

La Parcelita

(Cortesías)

Hay una pregunta retórica que me gustaría que alguien me contestara: ¿Por qué Pérez Reverte o Vázquez Figueroa o cualquier otro autor de éxito, digamos, por ejemplo, Muñoz Molina o ese joven de apellido sonoro De Prada, venden tanto? ¿Sólo porque son amenos y claros? ¿Sólo porque cuentan historias que mantienen al lector en vilo? ¿Nadie responde? ¿Quién es el hombre que se atreve a responder? Que nadie diga nada. Detesto que la gente pierda a sus amigos. Responderé yo. La respuesta es no. No venden sólo por eso. Venden y gozan del favor del público porque sus historias se entienden. Es decir: porque los lectores, que nunca se equivocan, no en cuanto lectores, obviamente, sino en cuanto consumidores, en este caso de libros, entienden perfectamente sus novelas o sus cuentos. El crítico Conte esto lo sabe o tal vez, porque es joven, lo intuye. El novelista Marsé, que es viejo, lo tiene bien aprendido. El público, el público, como le dijo García Lorca a un chapera mientras se escondían en un zaguán, no se equivoca nunca, nunca, nunca. ¿Y por qué no se equivoca nunca? Porque entiende.

Por supuesto es aconsejable aceptar y exigir, faltaría más, el ejercicio incesante de la claridad y la amenidad en la novela, que es un arte, digamos, que discurre al margen de los movimientos que transforman la historia y la historia particular, coto exclusivo de la ciencia y de la televisión, aunque en ocasiones si uno extiende la exigencia o el dictado de lo entretenido, de lo claro, al ensayo y a la filosofía, el resultado puede ser a primera vista catastrófico sin por ello perder su potencia de promesa o dejar de ser, a medio plazo, algo providencial y deseable. Por ejemplo, el pensamiento débil. Honestamente no tengo ni idea de en qué consistió (o consiste) el pensamiento débil. Su promotor, creo recordar, fue un filósofo italiano del siglo XX. Nunca leí un libro suyo ni un libro acerca de él. Entre otras razones, y no me estoy disculpando, porque carecía de dinero para comprarlo. Así que lo cierto es que, en algún periódico, debí de enterarme de su existencia. Había un pensamiento débil. Probablemente aún esté vivo el filósofo italiano. Pero en resumidas cuentas el italiano no importa. Quizá quería decir otras cosas cuando hablaba de pensamiento débil. Es probable. Lo que importa es el título de su libro. De la misma manera que cuando nos referimos al Quijote lo que menos importa es el libro sino el título y unos cuantos molinos de viento. Y cuando nos referimos a Kafka lo que menos importa (Dios me perdone) es Kafka y el fuego, sino una señora o un señor detrás de una ventanilla. (A esto se le llama concreción, imagen retenida y metabolizada por nuestro organismo, memoria histórica, solidificación del azar y del destino.) La fuerza del pensamiento débil, lo intuí como si me hubiera mareado de repente, un mareo producido por el hambre, radicaba en que se proponía a sí mismo como método filosófico para la gente no versada en los sistemas filosóficos. Pensamiento débil para gente que pertenece a las clases débiles. Un obrero de la construcción de Gerona, que no se ha sentado jamás con su Tractatus logico-philosophicus al borde del andamio, a treinta metros de altura, ni lo ha releído mientras mastica su bocadillo de chope, podría, con una buena campaña publicitaria, leer al filósofo italiano o a alguno de sus discípulos, cuya escritura clara y amena e inteligible les llegaría al fondo del corazón.

En aquel momento, a pesar de los mareos, me sentí como Nietzsche en la epifanía del Eterno Retorno. Nanosegundos que se suceden inexorables y todos bendecidos por la eternidad.

¿Qué es el chope? ¿En qué consiste un bocadillo de chope? ¿Está el pan untado con tomate y unas gotitas de aceite de oliva o va el pan seco, envuelto en papel de aluminio, también llamado, por la marca del fabricante, papel albal? ¿Y en qué consiste el chope? ¿Es acaso mortadela? ¿Es una mezcla de jamón york y mortadela? ¿Una mezcla de salami y mortadela? ¿Hay algo de chorizo o salchichón en el chope? ¿Y por qué la marca del papel de aluminio se llama albal? ¿Es un apellido, el apellido del señor Nemesio Albal? ¿O alude a alba, al alba clara de los enamorados y de los trabajadores que antes de partir a su tarea meten en su tartera medio kilo de pan con su correspondiente ración de lonchas de chope?

Alba con un ligero fulgor metalizado. Alba clara sobre el cagadero. Así se llamaba un poema que escribí con Bruno Montané hace siglos. No hace mucho, sin embargo, leí que ese título y ese poema se lo atribuían a otro poeta. Ay, ay, ay, ay, los inconscientes, qué lejos se remonta el rastreo, la asechanza, el acoso. Y lo peor de todo es que el título es malísimo.

Pero volvamos al pensamiento débil, ese guante que se ajusta sobre el andamio. Amenidad no le falta. De claridad tampoco anda escaso. Y los así llamados débiles socialmente entienden perfectamente el mensaje. Hitler, por ejemplo, es un ensayista o un filósofo, como queráis llamarle, de pensamiento débil. ¡Se le entiende todo! Los libros de autoayuda son en realidad libros de filosofía práctica, de filosofía amena, en la calle, filosofía inteligible para la mujer y para el hombre. Ese filósofo español, que glosa y que interpreta los avatares del programa de televisión «Gran Hermano», es un filósofo legible y claro, aunque en su caso la revelación haya llegado con algunas décadas de retraso. No consigo recordar su nombre, pues este discurso, como muchos de vosotros ya habéis adivinado, lo escribo de memoria y pocos días antes de ser pronunciado. Sólo recuerdo que el filósofo pasó muchos años en un país latinoamericano, un país que imagino tropical, harto del exilio, harto de los mosquitos, harto de la atroz exuberancia de las flores del mal. Ahora el viejo filósofo vive en una ciudad española que no está en Andalucía, soportando inviernos interminables, cubierto con una bufanda y con una boina, contemplando en la tele a los concursantes de «Gran Hermano» y escribiendo sus apuntes en una libreta de hojas blancas y frías como la nieve.

Sánchez Dragó es quien escribe los mejores libros de teología. Un tipo cuyo nombre no recuerdo, especialista en ovnis, es quien escribe los mejores libros de divulgación científica. Lucía Etxebarría es quien escribe los mejores libros sobre intertextualidad. Sánchez Dragó es quien mejor escribe los libros sobre multiculturalidad. Juan Goytisolo es quien escribe los mejores libros políticos. Sánchez Dragó es quien escribe los mejores libros sobre historia y mitos. Ana Rosa Quintana, una presentadora de televisión simpatiquísima, es quien escribe el mejor libro sobre la mujer maltratada de nuestros días. Sánchez Dragó es quien escribe los mejores libros de viajes. Me encanta Sánchez Dragó. No se le notan los años. ¿Se teñirá el pelo con henna o con un tinte común y corriente de peluquería? ¿O no le salen canas? ¿Y si no le salen canas, por qué no se queda calvo, que es lo que suele pasarles a aquellos que conservan su viejo color de pelo?

Y la pregunta que de verdad me importa: ¿Qué espera Sánchez Dragó para invitarme a su programa de televisión? ¿Que me ponga de rodillas y me arrastre hacia él como el pecador hacia la zarza ardiente? ¿Que mi salud sea más mala de lo que ya es? ¿Que consiga una recomendación de Pitita Ridruejo? ¡Pues ándate con cuidado, Víctor Sánchez Dragó! ¡Mi paciencia tiene un límite y yo en otro tiempo estuve en la pesada! ¡No digas luego que nadie te lo advirtió, Gregorio Sánchez Dragó!

Sepan. A manderecha del poste rutinario, viniendo, claro está, desde el nornoroeste, allí mero donde se aburre una osamenta, se puede divisar ya Comala, la ciudad de la muerte. Hacia esa ciudad se dirige montado en un asno este discurso magistral y hacia esa ciudad me dirijo yo y todos ustedes, de una u otra manera, con mayor o menor alevosía. Pero antes de entrar en ella me gustaría contar una historia referida por Nicanor Parra, a quien consideraría mi maestro si yo tuviera suficientes méritos como para ser su discípulo, que no es el caso. Un día, no hace demasiado, a Nicanor Parra lo nombraron doctor honoris causa por la Universidad de Concepción. Lo mismo lo hubieran podido nombrar doctor honoris causa por la Universidad de Santa Bárbara o Mulchén o Coigüe, en Chile, según me cuentan, bastaba con tener la primaria terminada y una casa más o menos grande para fundar una universidad privada, beneficios del libre mercado. Lo cierto es que la Universidad de Concepción tiene cierto prestigio, es una universidad grande, hasta donde sé todavía es estatal, y allí homenajean a Nicanor Parra y lo nombran doctor honoris causa y lo invitan a pronunciar una clase magistral. Nicanor Parra acude y lo primero que explica es que cuando él era un niño o un adolescente, había ido a esa universidad, pero no a estudiar sino a vender bocadillos, que en Chile se los llama sándwich o sánguches, que los estudiantes compraban y devoraban entre clase y clase. A veces Nicanor Parra iba acompañando a su tío, otras iba acompañando a su madre y en alguna ocasión acudió solo, con la bolsa llena de sánguches cubiertos no con papel albal sino con papel de periódico o con papel de estraza, y tal vez ni siquiera con una bolsa sino con un canasto, tapado con un paño de cocina por motivos higiénicos y estéticos e incluso prácticos. Y ante la sala llena de profesores sureños que sonreían Nicanor Parra evocó la vieja Universidad de Concepción, que probablemente se está perdiendo en el vacío y que sigue, ahora, perdiéndose en la inercia del vacío o de nuestra percepción del vacío, y se recordó a sí mismo, digamos, mal vestido y con ojotas, con la ropa que no tarda en quedarles pequeña a los adolescentes pobres, y todo, hasta el olor de aquellos tiempos, que era un olor a resfriado chileno, a constipado sureño, quedó atrapado como una mariposa ante la pregunta que se plantea y nos plantea Wittgenstein, desde otro tiempo y desde la lejana Europa, y que no tiene respuesta: ¿esta mano es una mano o no es una mano?

Latinoamérica fue el manicomio de Europa así como Estados Unidos fue su fábrica. La fábrica está ahora en poder de los capataces y locos huidos son su mano de obra. El manicomio, desde hace más de sesenta años, se está quemando en su propio aceite, en su propia grasa.

Roberto Bolaño, Los mitos de Chtuluhu

Creo que para un escritor sólo tiene sentido la reclusión en el claustro sorjuanesco. Uno de los más célebres es el taller de escritores de Iowa, por ahí pasaron varios nombres mundialmente conocidos. Cada sesión del taller es una fiesta de la palabra; pura retroalimentación. Un poema o un trozo de prosa se pone al horno, con el inglés como base y opinan los escritores desde el swahilli al nipón. Y luego el traductor trabaja in situ con el traducido. Pero uno de los problemas es quién asigna esa residencia. La selección del taller de Iowa gozaba de prestigio cuando en Chile estaba en manos de la Fundación Andes; hoy, desafortunadamente, lo entrega un pequeño grupo con sede en una empresa de educación privada omnipresente y patotera, y otorgan la residencia en Iowa a su propia gente o a quien ya les devolverá el favor, lógico.

Por otro lado, con respecto a la idea de residencia o programa, está la tesis de Eliot Weinberger, según la cual, la idea de programa de escritura creativa habría nacido para domesticar y neutralizar a los focos contraculturales amenazantes que existían en las dos costas de EEUU. Según Weinberger estos programas habrían matado la literatura y uniformado las poéticas de sujetos que escribían con verdadero espíritu cuando eran un grupo de vagos que pasaban un sinfín de pellejerías. La intención de los programas de escritura tendría entonces un sesgo político: aburguesar a los escritores y dispersarlos por todos los estados para que no se convirtieran en polos de ideas desestabilizantes. Pero la pregunta es ¿qué es mejor?: (a) ¿escritores deshechos por las drogas, cesantes, con hambre y destrozados por problemas siquiátricos o directamente muertos; o (b) las mismas personas "aburguesadas" con seguro médico, tres comidas diarias, un lugar para escribir y aulas en donde pueden compartir su experiencia? Me inclino por lo segundo, lejos.

Germán Carrasco, Residencias en la Tierra

sábado, noviembre 08, 2008

Queriendo ser vuestro amigo desde hoy mismo

¡Facebook! Al final he cedido a la presión social y he comprobado una herramienta fundamental: es asombrosa, completa y chorra hasta límites espectaculares. Aquí me tienen, no sean malos y sepan que yo también quiero tenerles como amigos.

miércoles, noviembre 05, 2008


It's been a long, a long time coming
But I Know a change is gonna come.

PD: Tuvo que perderse para recapacitar, pero esperemos que Gore Vidal tenga razón en todo menos en una cosa.

lunes, noviembre 03, 2008

El Homo Sampler que hay en nosotros

Decía Mike Ibáñez en su introducción a pOp cOntrOl que su libro no era más que un docu/mental folklórico y si fuera una película se inscribiría en el subgénero del subgénero Mondo.

En uno de los momentos más memorables de Homo Sampler, Eloy Fernández Porta convierte Babel en el producto de moda en medio de un sms lleno de amor taciturno. Seguramente si existiera el subgénero del Mondo, sería justamente lo que hace Fernández Porta en ese momento: ser testigo del nacimiento de un nuevo primitivismo en la, presuntamente, muy avanzada y racional era post-industrial.

Podríamos definir Homo Sampler como un ensayo preocupado, de verdad, por el Hombre Contemporáneo. Las preguntas que se hace así lo indican. Si el humanista parece ser un hombre feliz en una Colina desde la que recitar, entre otras cosas, la Maldad de los Videojuegos, Fernández Porta parece más ocupado en demostrar que en el Strash System no media, a veces, otra cosa que la jerarquía: resulta fundamental leer como entre West, Fitzgerald y Boris Izaguirre sólo media Lana Turner.

Afterpop supuso, por encima de todo y aquí está la prueba, un explosivo que combinaba estallar. En este caso era una bomba lingüística y contextual para iniciar una investigación que llega aquí a su culmen/crimen. Porque Homo Sampler es una anatomía del hombre contemporáneo, empezando por su cerebro/actitud (el UrPop, el apartado más voluntariosamente ambiguo planteará debates acerca de cual es la postura de Fernández Porta, aunque me temo que ha querido reservar la respuesta para más adelante, pese a que ello fuerze un resultado desigual), su visión/percepción temporal y, finalmente su gusto/clase.

Es en este apartado central donde el libro brilla, sobretodo en su inicio, Swatchmen, en el que hila la publicidad de la marca de relojes, la obra maestra de Alan Moore y Dave Gibbons y un poema de Peter Handke. Sumo a la lista de referencias la maravillosa The Hudsucker Proxy, de la que señala Fernando De Felipe su paralelismo con Watchmen ya que "presente y futuro se mezclarán en caprichoso bucle, anulándose al tiempo que posibilitando ese eterno retorno a un pasado que, curiosa coincidencia, comienza (fílmicamente) en el mismo segundo en que el viejo año muere ante nuestros ojos" (Joel y Ethan Coen: El Cine Siamés, Ed. Glenat, Barcelona 1999, p. 383).

Decía Borges que la historia universal es la historia de unas cuantas metáforas, tal vez muchas de ellas estén contenidas y explicadas en este libro: "quien compra iconos sueña comunidades" (p. 20), "de lo más abyecto surge, pues, lo más selecto" (p. 278) o "Milá como lesbiana agresiva, Carlos Navarro como macho man 1.0" (p. 295).

Así que el 6 de Noviembre a darlo todo y a añadirse a las observaciones del primero que lo leyó.