viernes, junio 20, 2014


"I do not believe a word of it, my dear. If he had been so very agreeable he would have talked to Mrs. Long. But I can guess how it was; every body says that he is ate up with pride, and I dare say he had heard somehow that Mrs. Long does not keep a carriage, and had come to the ball in a hack chaise."

"I do not mind his not talking to Mrs. Long," said Miss Lucas, "but I wish he had danced with Eliza."

"Another time, Lizzy," said her mother, "I would not dance with him, if I were you."

"I believe, Ma'am, I may safely promise you never to dance with him."

"His pride," said Miss Lucas, "does not offend me so much as pride often does, because there is an excuse for it. One cannot wonder that so very fine a young man, with family, fortune, every thing in his favour, should think highly of himself. If I may so express it, he has a right to be proud."

"That is very true," replied Elizabeth, "and I could easily forgive his pride, if he had not mortified mine."

"Pride," observed Mary, who piqued herself upon the solidity of her reflections, "is a very common failing I believe. By all that I have ever read, I am convinced that it is very common indeed, that human nature is particularly prone to it, and that there are very few of us who do not cherish a feeling of self-complacency on the score of some quality or other, real or imaginary. Vanity and pride are different things, though the words are often used synonimously. A person may be proud without being vain. Pride relates more to our opinion of ourselves, vanity to what we would have others think of us."

"If I were as rich as Mr. Darcy," cried a young Lucas who came with his sisters, "I should not care how proud I was. I would keep a pack of foxhounds, and drink a bottle of wine every day."

"Then you would drink a great deal more than you ought," said Mrs. Bennet; "and if I were to see you at it I should take away your bottle directly."

The boy protested that she should not; she continued to declare that she would, and the argument ended only with the visit.

Jane Austen, Pride and Prejudice.

miércoles, junio 18, 2014


-No sé qué tal saldrá. Es uno de esos directores ultramodernos. Es...es gay, de hecho. Dice que va a hacer una lectura deconstructivista de la obra. A mi no me molesta, por supuesto, porque ya he hecho deconstrucción; pero a mis padrés quizá no les guste.
-No puedes preocuparte de lo que piensen tus padres - dijo Nick.
-Tienes razón - dijo Toby-. De todos modos, tu madre es muy abierta. Siempre va a conciertos y a cosas a la última.
-No, con ella no habrá problema.
Toby se río.
-Claro que el comentario más famoso de tu padre es que ojalá Shakespeare no hubiese nacido.
-No sé si ése es su comentario más famoso - dijo Sophie, con un tono de pique. De hecho, si Maurice Tipper hubiera hecho un comentario célebre seguramente habría sido sobre el margen de beneficios y unos buenos dividendos para accionistas-. Sólo lo dijo después de que los mosquitos le comieran vivo en la función de Pericles, en los jardines del Worcester College.
-Ah...-murmuró Nick, que de la obra sólo recordaba la tímida jactancia de Toby como un Lord de Tyre, cuando Sophie hizo de Marina.

Alan Hollinghurst, La línea de la belleza. Traducción de Jaime Zulaika.

El umbral y la chimenea son espacios míticos. Ambos tienen aspectos sagrados y ceremoniales en la historia de nuestro mito. Cruzar el umbral es entrar en otro mundo - el del interior o el del exterior - y nunca podemos estar realmente seguros de que hay al otro lado de la puerta hasta que la abrimos.

Todo el mundo ha soñado alguna vez con puertas familiares y habitaciones desconocidas. A Narnia se llega cruzando una puerta en un armario. En Barba Azul hay una puerta que no se debe abrir. Un vampiro no puede cruzal un umbral protegido con ajos. Abre la puerta de la pequeña Tardis y dentro hay un espacio enorme y cambiante.

La tradición de entrar en la nueva casa con la novia en brazos es un rito de paso; se deja atrás un mundo, se entra en otro. Cuando abandonamos el hogar paterno, incluso hoy en día, hacemos algo más que salir de casa con una maleta.

La puerta de nuestra casa puede ser una cosa maravillosa, o una visión aterradora; pero raras veces es solo una puerta.

El cruzar hacia dentro y hacia fuera, los distintos mundos, los espacios significativos, son coordenadas privadas que en mi ficción he intentado convertir en paradigmáticas.

Las historias personales funcionan para los demás cuando esas historias se convierten en paraidgmas y parábolas. La intensidad de una historia - por ejemplo, la historia de Fruta prohibida - se librera en un ámbito mayor del que una vez ocupó en el tiempo y en el espacio. La historia cruzal el umbral desde mi mundo al vuestro. Nos encontramos en los peldaños de la historia.

Los libros, para mí, son un hogar. Los libros no hacen un hogar, son un hogar, en el sentido de que hacemos como con una puerta, abrimos un libro y entramos. En su interior hay un espacio diferente y un tiempo diferente.

También hay un calor: una chimenea. Me siento con un libro y tengo calor. Lo sé desde las gélidas noches en el peldaño de casa.

Jeanette Winterson, ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? Traducción de Álvaro Abella Villar.