viernes, octubre 31, 2008

El Terror, El Terror


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Shadowplay.

I Miss You.

Sympathy for the devil

¡Hey!

Halloween.

Red Right Hand.

In Heaven everything's fine.

Sympathy for the devil.

Con la blogoesfera el Halloween es Feliz. ¿Han visto lo que han hecho Noel "Don't Call Me Emperor Because I ate him" Ceballos y el Chupacintas? Algo que nunca harán las carteleras y television españoles: dar Amor a cambio de nada. Leánlo antes de irse a hacer cosas, preferiblemente, paganas y satánicas. Yo ya recomendé una Doble Feature.

miércoles, octubre 29, 2008

Más Poética de Fotolog

Achúchame, pero con la boina puesta o el triunfo del Otro Landismo.

Escribe Walter Benjamin que "En la fotografía, el valor exhibitivo comienza a reprimir en toda la línea al valor cultural", pero añade que "éste no cede sin resistencia". Sitúa como ejemplo Benjamin el retrato:

El valor cultural de la imagen tiene su último refugio en el culto al recuerdo de los seres queridos, lejanos o desaparecidos. En las primeras fotografías vibra por vez postrera el aura en la expresión fugaz de una cara humana. Y esto es lo que constituye su belleza melancólica e incomparable. Pero cuando el hombre se retira de la fotografía, se opone entonces, superándolo, el valor exhibitivo al cultural.

No sabemos cómo reaccionaría el pensador ante un retrato en un lavabo, modelado a partir del Photoshop. Pero las herramientas del fotolog simulan o ejecutan las mismas que las fotografías de revistas de Moda. Pero, poniéndome elitista les hablaría del Vogue, aunque no estaríamos tan lejos de Maxim.

Sin embargo la poética de fotolog es capaz de reproducir ese recuerdo de seres queridos y lejanos. Esa belleza incomparable por melancólica surge, aunque muchas veces en el mismo relato, cuando se descubre la combinatoria imposible entre pose y color, el código para descifrar esos labios machotes con los colores saltones de unos ojos (ay) ya nunca más marrones.

También es capaz de generar películas-estrella, auténticos emblemas generacionales. El ejemplo es El Diario de Noah, de repente, ideal del cine romántico. Una historia más bien lánguida sobre el Alzheimer, con su mayor clímax en el baile que tienen en una ciudad solitaria a ritmo de Billie Holiday. Dicho así, suena raro. Pero también es una historia de un guapo hombre, de hábitos cercanos a los del Carpintero Jesús, perteneciente a las clases bajas y una mujer dispuesta (a huir, claro, de esos aburridos salones de té, de esa clase social que le oprime y de esas novelas de Jane Austen que configuraron su dramaturgia). La poética de Fotolog (igualitaria, que se sueña siempre feliz) adopta pues una historia de amor imposible y con el romanticismo de clase que tanto gusta al gran público. Y la otra adopción, Moulin Rouge, es también intachable: la historia de un escritor-impostor y una prostituta, llamada Satine, aquejada de una tuberculosis que oculta y marcados por un villano lleno de crueldad y maldad. No es casualidad que que el tema central de la poética del Fotolog sea la impostura porque ese es el sueño mismo que mueve sus versos/imágenes en progreso: el de la suplantación, pero que al ser mayoritaria se rompe. El diario de Noa enseña que los pobres molan si están guapos (y se dejan barba), pero Moulin Rouge va más allá: expulsa una serie de canciones pop de las generaciones anteriores y las convierte en sinceridad ¡en una Francia deliberadamente inexistente! Moulin Rouge es perfecta para la apología de la poética del fotolog porque es algo más que el simulacro de lo auténtico, es la validación y legitimación de que simulacro es la palabra que usan ¡los malpensados!

Un ejemplo muy claro para entender la Poética de Fotolog y Moulin Rouge es la estupenda canción "Ella nace y se apaga" del grupo de hip-pop Dolce Rotta. Como predijo Kanye West en su fundacional Late Registration, Dolce Rotta adopta como sampler la canción soulpop y lleva su remix, no a la descontextualización inicial, sino a la continuación y a la evocación nostálgica. La letra no es más que una descripción veloz de una serie de imágenes de la cultura pop del último medio siglo en clave idealizada. También esos cadillacs, esos bailes nos llevan a Dirty Dancing, simulacro ochentero de romance prohibido ambietnado en los cincuenta en el que el baile ejercía de liberación ¡en una década! Su mejor heredera, en conservadurismo y falsas revoluciones, es Moulin Rouge: todo lo que tuvo que hacer Bazz Luhrmann es sobrecagar, con extrema torpeza y gustosa estridencia, los movimientos de cámara, pero la táctica era la misma, acentuada con más clichés (si cabe) melodrmáticos, socabados por salida de tonos que denotaban un rechazo frontal a la intensidad, sólo entendible a través de la interpretación (hetero) de Your Song. Dirty Dancing trató de sexualizar los inocentes oldies, Patrick Swayze mediante, obviando la fuerza bruta de la música negra y destinándola al baile, ergo, al reconocimiento social. Moulin Rouge va más allá: un director de marcada sensibilida gay se presta a cantar Your Song con, por y para los heteros y disponer que el cine nuevo, el que rompe tabúes y hace pensar a als nuevas generaciones, sea una reconciliación: entre los nostálgicos de Elton John y sus hijitos. Una reafirmación en la que padres e hijos confirman nada ha cambiado, pero al menos lo parece.

Entra en Los Ochenta / Es la Época de épocas cantan la Dolce Rotta. Y termina la canción porque ella nace y se apaga a la vez: el tema secreto de esta canción, cuya base era uno de los temas-estrella del soundtrack de Dirty Dancing, es el del bucle que empezaron los noventa, que nunca existieron hasta la llegada del 11S. Pero, más allá de esa tensión evidente, las nuevas generaciones reclaman la historia a golpe de síntesis totalizadora. Steven Soderbergh estrena películas del Che que no molestan y Mao anuncia KTFC. La canción lo responde casi en clave sociológica y lingüística, cuando dice que Hoy Marilyn ha Muerto / Y Martin y Kennedy / Por Eso Fumas Yerba. Así, la Dolce Rotta llama Classics a su disco y nos recuerdan que aún corre por nuestras venas toda la droga de Woodstock. Por Google Video, eso sí.

La última búsqueda de la Dolce Rotta estará en el futuro, claro, cuando la poética de fotolog será antigua.

lunes, octubre 27, 2008

El Prejuicio toma el Mercado


El Hay que ser Fan Bien Entendido. Como la reflexión escéptica del conocedor de la obra y su valor.

Querido Lector.

Expreso mi desdicha y mi tristeza. Quieren mejorar una película que no existe. Los hechos: que el trailer de Dragon Ball no es fiel a la película y que el público de hoy en día no son individuos, sino gentío, masa uniforme, fanboys furiosmos, talibanes intolerantes amigotes del prejuicio. Son tiempos de crisis, que los fracasos achuchan, y Fox, gastándose 100 millones de dólares en el capricho, no quiere perder a los talibanes toriyamescos. Lo mejor de todo: que la película no ha tenido lugar. No se ha distribuido todavía (su estreno está programado para Marzo del 2009) y su fracaso ha sido… obra del prejuicio, de la suposición, de la furia incontenida de personas que, seguramente, no tienen ni idea de si les gusta la serie realmente o si les recuerda a su más tierna infancia, o sea, a una transferencia emocional que hicieron al verla cuando eran tiernos infantes. No tengo nada yo contra los niños, los defiendo como cierta actitud vital, pero estos no deben tomar la Razón. Un niño es capaz de entender las lógicas que escapan al adulto, lo sabía Carroll. Pero, y aquí me voy a Dickens si hace falta, un niño es también caprichoso y cruel, intransigente con lo que no es según su parecer, su vaga impresión. Bienvenido sea el prejuicio al Mercado. ¿En qué momento tomaron los fans el Mercado? ¿Cómo dejamos que eso sucediera?

Recomiendo decirle a todo fanboy cómplice de este disparate esto:

Muchachos, acabáis de luciros. Gracias a vosotros el mundo está ahora más podrido y más sujeto a convenciones estúpidas generadas por una mente poco dispuesta a traiciones a su obra. El día que aprendáis que Toriyama vendió los derechos a Fox y que no hay traición posible en vuestra pseudorreligión infantiloide, hablamos.

jueves, octubre 23, 2008

La muerte de la blogoesfera (I)

Señores, señoras, La Blogoesfera Ha Muerto. Lo dice Wired, revista que limita el auge de la blogoesfera a una cosa del 2004. Atribuye el homicidio a Flickr, Twitter o Facebook. La blogoesfera ya no ad nuevas informaciones, asegura Wired y se ha vuelto en pasto de los Trolls y los Wikipédicos, además de caldo de cultivo de la Publicidad. Todo esto ya lo decía el Doctor Zito, que para algo es un hombre de ciencias.

Celebro la muerte del medio y la entiendo. Todo gran blog ya ha nacido y es imposible que gane más lectores. Habrá excepciones, todas temáticas, recurso para el que parece estar inventado decía Tones. Se pierden y cada día más. Este blog va a seguir siendo una historia de lecturas, pero quiere sumarse al entierro con clase y alevosía. Y les avanzo que me voy a dedicar a recopilar textos demasiado indignos de una sola idea de hemeroteca. Y, por supuesto, alejados de beneficio personal y mucho menos autoría. Divulgar la lectura, proporcionar otra biblioteca, distinta, también es una idea de blogoesfera y sirve para ampliar nuevos horizontes. Y por supuesto uno no va a negar la inspiración. El medio parece agotado y ya no basta con dar una visión de las cosas porque la visibilidad es escasa. Y es positivo: significa que la blogoesfera ya no es el centro de la sabiduría en Internet. El bloguero, ahora mismo, ya ha dado el otro gran salto. Así que muerta la blogocosa, sólo nos queda tomarla de una vez por todas y convertirla en ese espacio dónde reformar la opinión generalizada con conocimiento de causa.

Ahora que lo pienso, y sintiéndolo muy poco, no va a ser posible, que el Focoforo no tiene nada de weblog. Pero en esta casa siempre habrá sitio, oigan.

Lista de Blogs Fallecidos:

Comics Asylum.

Cataclismo y Bonhomía

miércoles, octubre 22, 2008

Un equilibrio inconstante

Karate Kid es, al margen de toda nostalgia, una película tosca. Las secuencias de acción son más bien escasas y el entrenamiento es una versión light de los Drunken Master y derivados de Jackie Chan. La película fue un éxito puramente exploit: summa perfecta del esquema de superación personal telefílmico de Rocky (repite su director) con el del exitoso cine de Hong Kong, muy receptivo al público mediante cines de barrio. La nostalgia ha convertido la vergonzosa cinta de Avildsen, con un romance veraniego con Elizabeth Shue del todo setentero, en una especie de clásico. Pat Morita, la música o la muchacha que había en segunda fila cuando pude verla son los grandes argumentos trazados por una generación que usa como opio el olor de la Mirinda.

El último gran héroe sirvió para que el guionista Shane Black disecara los restos de una era (los años ochenta) en clave metalingüística, reivindicando la necesidad del espectáculo hiperbólico como algo único, efímero y también irrepetible. Aunque fueran action movies. La película la protagonizaba un fan fatal que aportaba una nota discordante al conocer todos los mecanismos del género. El giro de la película era muy parecido al de la Rosa Púrpura del Cairo: lo Real es una ficción decididamente imprevisible por tediosa y anodina.

Golden Swallow, segundo clásico instantáneo de Chang Cheh

El Reino Prohibido es muchísimo mejor que Karate Kid, pero no parece entender el valor de la película de John McTiernan y su aportación, se situa un paso atrás. Y seguramente nadie la recordara tanto como la vergonzosa cinta de Avildsen, esquemática y carente de interés. Se abre la película con un prólogo que se revela sueño, una habitación con una decoración de ensueño y una escena de Golden Swallow. Pronto aparecen los títulos de crédito en los que los carteles de aquellas películas dibujan un mapa sentimental de la película. La cinta de Rob Minkoff no es tanto una invocación tarantiniana, sino un ejercicio más blanco, más inocente. Una auténtica cartografía pajera, una educación sentimental. Y aquí aparecen los problemas.

Minkoff y su guionista John Fruscio aman las películas de Hong Kong, aunque de un modo demasiado totalizador. Si los Wachowski sabían hilar una película perfectamente posmoderna (a Dentro de Matrix me remito), Minkoff-Fruscio suman al fundacional libro Viaje al Oeste las películas de artes marciales (remitiendo pues a los clásicos de la Shaw y a Toriyama) las historias de venganzas y las de entrenamiento. Y aquí su error: si el luchador borracho se caracteriza por hacer del desequilibrio una constante arma, la película busca un equilibrio que sólo aparece ocasionalmente. Así vienen a la mente los clásicos mayores de King Hu (uno de los personajes dice explícitamente ¡Come Drink With Me! y Peter Pau, operador de ésta, fue el cámara usado por Hu en su cuasipóstuma Swordsman), incluso algo del primer Chang Cheh, hasta películas más nuevas como La Novia del Pelo Blanco (citada explícitamente) hasta las películas de Tsui Hark, desde la mítica Zu Warriors (no su remake secuela reciente, ojo) hasta las protagonizadas por Jet Li (la citada Swordsman que produjo y codirigió en secreto el propio Hark, su secuela ya hecha completamente por Hark).

El cartel como motor de los créditos y de la memoria

Hay un momento en el que el protagonista habla a sus maestros (el doble de Jackie Chan y Jet Li) en clave sentimental: él ha aprendido todos sus trucos mediante el Virtua Fighter 2 y las primeras películas de Bruce Lee. Pero los chistes que podrían haber devenido auténtico diálogo, terminan ahí y se pierde la oportunidad de poner al fan en su lugar, como hicieran McTiernan y Black en su clásico de 1993. Se inserta entonces una dinámica Drunken Master para todos los públicos. Pero una cosa es cierta: la presencia de la venganza de Michael Arangano (a la Karate Kid) es anecdótica al lado de un inmenso Jet Li desatado interpretando al Rey Mono y al Monje del Rey Mono (en realidad…. ¡un pelo! del citado Sun Wukong) y (el Doble de) Jackie Chan cumple. El malvado es estupendo, recordando a los mejores momentos del Chiang Sheng de Los Cinco Venenos (curiosamente una base conceptual para una cinta similar a la de Minkoff: Kung Fu Panda) y hay un par de duelos memorables (todos en su primera hora, cierto). También hay que señalar que Arangano es un error de cast puesto que el doble en sus batallas entorpece la composición visual, pero no se llega nunca a la torpeza extrema de Avildsen.

No es esta una película definitiva, ni tiene la coherencia formal del Panda, pero si es un pequeño y modesto intento de alejar el wuxia de los terrenos de la pretenciosidad de un Zhang Yimou cualquiera, un delicioso y a ratos espectacular homenaje, con la complicidad de un Peter Pau estupendo y un Yuen-Woo Ping como siempre, desbalazado como la impericia del fan (hay escenas algo torpes, un plano secuencia calcado de Kung Fu Hustle hasta en su recorrido arquitectónico), pero tan épico y exagerado como este traduce sus películas favoritas.

domingo, octubre 19, 2008

Carl Barks, tesoro recuperado

Mi próxima compra ya tiene nombre: la Biblioteca Carl Barks. Barks fue uno de los titanes que llevó a los patos de la Disney a un universo sólido y locuelo y les dedicó un poema tan bello como éste (el glory/parody lo hubiera firmado Carroll):

Ode to the Disney Ducks

They ride tall ships to the far away,
and see the long ago.
They walk where fabled people trod,
and Yetis trod the snow.

They meet the folks who live on stars,
and find them much like us,
With food and love and happiness the
things they most discuss.

The world is full of clans and cults
abuzz as angry bees,
And Junior Woodchucks snapping jeers
at Littlest Chickadees.

The ducks show us that part of life
is to forgive a slight.
That black eyes given in revenge
keep hatred burning bright.

So when our walks in sun or shade
pass graveyards filled by wars,
It's nice to stop and read of ducks
whose battles leave no scars.

To read of ducks who parody
our vain attempts at glory,
They don't exist, but somehow leave
us glad we bought their story.

Mi historia favorita de niño, encontrada en una de esas ediciones de segundísima mano que se encontraban en Rastros provincianos, era Las Siete Ciudades de Cibola. La historia en cuestión, me enteré luego, fue una inspiración clave para En busca del arca perdida. No importa, eso explicaría la confusión que todo niño ya crecido debería borrar acerca de la verdadera (doble) naturaleza de Patoaventuras. En todo caso, el joven afectado por el ahorro y bendecido por el inglés puede leer Todo Barks aquí. Y sopesar a los otros maestros (no falta ninguno, desde el contemporáneo Al Taliaferro hasta el alumno aventajado Don Rosa y demás).

miércoles, octubre 15, 2008

Tony Takitani, de Repronto, actor del Kaiju Eiga


Como legado del fallecido Jun Ichikawa está su magnífica experimentación con el relato Tony Takitani, que interpretó con imágenes la prosa, síntetica de lo desnortado y la única heredera legítima de Kenzaburo Oe, del exitoso Haruki Murakami. Entere otros logros, los de dar a Issei Ogata la posibilidad de desdoblarse en padre e hijo en una historia típicamente de su autor: hijos putativos de la segunda guerra mundial que terminan siendo extranjeros de sí mismos. Shozaburo Takitani es un jazzman peculiar (¡toca el trombón!) salvado por su occidentalización de la ejecución y gracias a eso próspero. De cómo Japón supo (re)crear monstruos y asimilar la derrota nos habla el Doctor Repronto, cuyo regreso parece una encantadora conspiración construida para alegrarnos la semana. Y si lo piensan bien Tony Takitani es, en cierto sentido, un actor del Kaiju Eiga por otros medios: un chamán que invoca a los monstruos que se le cuelan por la colección de discos legada por su padre. Y ahora les dejo, de verdad, con el Maestro: se pasean por el episodio de hoy los suecos, el ruso Solzhenitsyn y hasta San Nicolás.

El Pais y el Cine

Muy tierna la iniciativa del País y el Cine. La polémica boyero ha terminado siendo su nombre. La obra de Álvaro Arroba al frente de Letras de Cine me ha parecido muy valiente, con un punto quimérico lleno de valentía. Arroba fue, al fin y al cabo, uno de los responsables de la inclusión de Brian DePalma en los Ochos estilos radicales de la revista y el resultado fue magnífico, uno de los mejores estudios que pueden leerse sobre el cineasta, lleno de inteligencia y radicalidad.

La tarea de agrupar intelectuales impresiona y a veces resulta loable sólo por lo curioso de la lista. Al equivocado Manifiesto de la Lengua Común se añadieron muchos nombres conocidos, pero ningun con una reflexión adecuada. Arroba es, desde luego, un intelectual combatiente. Nadie duda de eso. Pero ahora el intelectual Arroba es un quijotesco crítico. ¿Un diario, El Pais en este caso, que debería mantener una actitud seria frente a la cultura? ¡¿Habrá visto Arroba las colecciones en DVD en el País?! Se mezclaban los mejores y únicos Buñuel, Luna, Berlanga, Erice con Garci y Amenábar. El fichaje de Carlos Boyero no es una sorpresa. Es un paso más en el zumbón proceso de disidencias estrellas. Ayer Arcadi Espada, hoy Carlos Boyero. Leído el manifiesto cualquiera podría suscribirlo.

En el fondo es esta una cuestión de poder: El País es un medio relevante y, asegura Arroba, merece críticas relevantes. Estoy de acuerdo. Pero ¿está preparado el público para el Canon Cahierista (Costa, Kiarostami et al, todos ellos cineastas descubiertos primero por Rosenbaum y Sontag)? ¿Debe estarlo? El País refleja la actitud de sus lectores ante ese cine: el de una mala leche de la hostia. Boyero es el padre putativo de los que usan el gafapastismo como método de griterío en los foros de cine, sites que supongo que Arroba no debe visitar por motivos de salud.

La sociedad se hace cada vez más inculta, me temo. El crítico ya no es el divulgador necesario, el geógrafo que fue. En la blogoesfera la estrella es la reafirmación. No se puede suscribir un Manifiesto cuando el Pueblo hace parecer a Boyero un señor muy culto. El otro tema es si la Cahiers Española está preparada para el cine. Pese a algunas firmas, como el rescatador Losilla, a cada estreno de una película de Tarantino, cahieristas (entre otros) se preguntan si lo que hace el cineasta es reciclar la basura. Qué basura. ¿La de Russ Meyer y su gramática inmensa, en casi todos sus sentidos? ¿O tal vez la de películas escritas, seudónimos y todo, por Guillermo Cabrera Infante en plena era contracultural? ¿La del slasher teenager? Ah y si Arroba (y gran parte del equipo del Cahiers Español con Zunzunegui, Benavente, etc.) busca un crítico relevante, yo busco un cahierista que deje de poner bolsas negras en aquello que no se ajuste una (nueva) ortodoxia del autor. Otro día hablamos de los problemas que dan las bolsas negras, todos ellos raciales.

martes, octubre 14, 2008

Vida de Salvador Santos

Cuando Kevin Smith rodó la que tal vez sea su mejor película (sin que eso sea decir demasiado), Jay y Bob el Silencioso contrataaca, demostró toda la inoperancia de su presunto discurso: a todo lo que se reducía su fantasía presuntamente generacional era a vencer, en duelos de espada láser y de forma ridícula, a Mark Hammill. Además de ser un cineasta increiblemente poco dotado para superar una comedia de anécdotas, Smith descubriría la doble trampa de la monserga freak: la de los ingenuos que creyeron ver una autoficción a medio camino entre una lenguaraz nouvelle vague que no era y un Woody Allen imposible en un católico de Nueva Jersey, más dado al monólogo y a la anécdota que a otra cosa.

Unos años más tarde llegó Promedio Rojo debut del chileno Nicolás López, que podría ser tildado como un fenómeno a medio camino entre Kevin Smith y Cels Piñol. Lo único interesante de Promedio Rojo estaba en sus siete primeros minutos que parecían anunciar un Rushmore autista y en la historia de la chica, hija de un torero muerto en un toro eléctrico en el restaurante de su padre. Pero no hay en López una voz esperpéntica, puesto que cargó las tintas justo cuando no debía, convirtiendo su debut en una cinta irritante. Halagado por los integristas fanboys de AICN y por directores de culto (Guillermo Del Toro, Eli Roth y Quentin Tarantino), la película fue auspiciada por Santiago Segura y prometió en López una revelación que ni siquiera fue: había en esa película un estilo plano, un uso vulgarísimo de la pantalla partida (sonrojante a ratos), travellings laterales musciados sobre líneas invisibles que llevaban a nada y que apenas podían entenderse como excesos de debutantes y un uso, en general, lamentable de la fantasía. Además de un clímax final sacado de Casablanca que podría llevar a todo un estudio deductivo de cómo leyó su autor Play it Again Sam o si acaso lo hizo: la conclusión, en todo caso, es demasiado similar a la del Smith de Jay & Bob.

No desparecen estos fantasmas, estas losas molestas y machacantes de Santos, su segunda película, que termina con una colección de portadas reformuladas según la mitología de López: un ejercicio de identificación y disfrute bastante similar al de la complacencia de Piñol, otra voz generacional tempranamente llena de polvo. Hay en Santos grandes momentos (el plano secuencia del incendio, es especialmente destacable) y también decisiones pésimas (hay dos tomas de grúa casi inexplicables en su vulgaridad), magníficas actuaciones (todo el elenco masculino, la Pataky soñada y la Pataky del Karaoke) y otros momentos absolutamente descuidados (la Pataky sufriente entre dos aguas). En cuanto a su tratamiento superheroico no se le saca suficientemente partido a los poderes del Niño Bola (si al uso de las moscas, naturalmente, pero no a los escudos que dan muchísimo juego) y los poderes de Laura Luna se descubren de una forma excesivamente tardía como para ser aprovechados como requería la ocasión.

Es la autoficción de López, insistente como pocas, lo más molesto del asunto, pero hay algo que lo diferencia, esta vez, de Smith y de Piñol: ha encontrado un alter ego muchísimo más expresivo de lo habitual (Javier Gutiérrez que está literalmente ENORME: ni tan siquiera la decisión, decididamente abstracta, de ser gordo ha borrado su carisma invencible) y ha facturado un final incómodo, casi perfecta metáfora de las dolencias de la película: López ha terminado, como su demiurgo y dibujante de tebeos Salvador Santos, echado de la película por su propia lógica. Porque Santos, en el fondo y gracias a sus texturas (cortesía de Nelson Daniel) que dan mucha vida a un cocktail tan imperfecto como raramente bello, es la historia de un chico guapo trágico, Arturo Antares, que pierde a su chica, a su mejor amigo y finalmente a sí mismo. Termina, literalmente, disuelto. Es la historia de un villano, Nova, que es casi una lógica metafísica que rige un universo en el que el supervillano debe ser, sorpresa, el mecenas del superhéroe. Y que el destino del dibujante de tebeos está en manos del fan, que no es otra cosa que un burgués venido a menos (o que está por venir). Escojan horrores. Y es, no por encima de esto, una historia de amor entre una (liberada y hasta muerta) Gwen Stacy/Laura Luna y un superhéroe que ya nunca más podrá serlo. Es este un remake de Spider-Man 2, película favorita de su director, en el que el personaje más tridimensional y vivo, más atormentado, es como siempre, Norman Osborn.

Así que Santos funciona cuando su ficción evita a toda costa ser una cantinela freak (¡cuántas veces se dice la palabra en su inicio! ¡al menos dos veces!) y decide construir su propia e insobornable poética: en ese inicio, arrollador, en el que Gigaman ejerce de maestro de ceremonias de la presentación y origen de los personajes, hay puritito sense of wonder. También hay algo de maravilloso sarcasmo cuando Arturo Antares, como ya he dicho el mejor personaje de esta epopeya, dice que está hasta los cojones de los freaks con camiseta negra. Lo que yo les decía: como la encantadora revista metatiempo, Santos es una película capaz de expulsar a su creador, esforzado en crear autoficciones que no parecen necesitarle. Ni tan siquiera su narrador, el Antropomosco, un maestro de ceremonias que aporta el humor zafio gracias a un inconsumerable Guillermo Toledo, parece requerir a su alumno.

En definitiva, esta es una ficción excesiva, contradictoria y, por eso mismo, fascinante.

lunes, octubre 13, 2008

El niño del pijama de Rayas o la contaminación nazi después de Steiner

El Niño con el Pijama de Rayas (John Boyne, Ed. Salamandra, Febrero 2007)

The boy with the Stripped Pyjamas (2008, Mark Herman)

Revisionismo mágico. Dijo Adorno en su día que tras Auschwitz no podría existir la poesía. Seguramente el legado del nazismo es la exigencia de una ficción responsable y una de las más peligrosas es esta dupla en forma de libro y película. Y veamos lo que dice George Steiner a propósito de la lengua alemana en Un milagro hueco (dentro de Lenguaje y Silencio):

El idioma no sólo fue infectado por estas bestialidades sin cuento. Fue impelido también a fortalecer innumerables falsías, a convencer a los alemanes de que la guerra era justa y victoriosa en todas partes

El libro de Boyne, escrito en inglés, usa un narrador omnisciente que sin embargo juega a explicarlo todo como el niño lo siente. En el libro hay escenas bastante vergonzosas en el hecho de que había alemanes inocentes en Alemania. Y no formaban parte de la resistencia, sino del silencio. Del silencio necio y cómplice, del que Boyne los exime de culpa. Así Bruno, un joven alemán sorprendentemente alejado de las Milicias Hitlerianas a las que eran sometidas los niños de la época (¡!), es el protagonista de una fábula en la que no toca tambores de hojalata pero si gusta mucho de las Artes (¡!) algo que a sus profesores, aburridos obsesionados con materias belicistas no es de su agrado.

Sigamos con los errores, esta vez compartidos con la película: la Madre, que ignora cualquier tipo de actividad del padre y que es muy feliz en su barrio burgués berlinés, es un personaje sorprendentemente plano. No sólo se elige para ella una construcción digna de culebrón (oh, tiene aventuras con otros oficiales) sino que su ausencia del conflicto hace más sospechoso a esta ficción: ¿Qué está tratando de decir Boyne? ¿Qué los cómpices y cobardes no eran eso, sólo acomodados que nunca oían la radio o cualquiera de los medios que usó Goebbels? Hablan Boyne y la película funcional de Herman de un silencio, que no fue tal y volvemos a Steiner:

Que Hitler, Goebbels y Himmler hablaran alemán no fue mera casualidad. El nazismo encontró en el idioma alemán exactamente lo que necesitaba para articualr su salvajismo. Hitler escuchaba en su lengua vernácula la histeria latente, la confusión y el trance hipnótica. [….] (¿Cómo podría recuperar un significado sano la palabra spritzen después de haber significado para millones el "chorrear" de la sangre judía que brota del lugar de las cuchilladas?)

Pues esto es lo que ocurrió bajo la bota del Reich. No silencio ni evasión, sino inmerso farfullar de palabras precisas y utilizables. Uno de los horrores peculiares de la era nazi fue que todo lo que ocurría era registrado, catalogado, historiado archivado; que las palabras fueron forzadas a que dijeran lo que ninguna boca humana habría debido decir nunca y con las que ningún papel fabricado por el hombre debería haberse manchado jamás. Es nauseabundo y casi intolerable recordar lo que fue hecho y hablado, pero es necesario hacerlo


Esta ficción es igualmente perniciosa. Muestra en el centro dramático a un buen alemán niño, símbolo de inocencia que termina muriendo con los judíos (casi siempre estereotipados como médicos o simpáticos violinistas) como colofón moral a la mala acción del padre, uno de esos (escasos según la película puesto que en Berlín el niño es feliz) militares malvados. No existe la propaganda, ni Hitler. Sólo hay nazis, como esa opción que se escoge. El niño del pijama de rayas es un film lamentable porque no sólo niega el Holocausto (no fue una vergüenza nacional, sino cosa de sádicos militares al margen del pueblo) sino también el totalitarismo nazi (que no fue tal, sino cuatro militares…). Ficciones como esta, con un uso ramplón de las imágenes del horror, no deberían conmovernos. Deberían provocar el rechazo y la repulsa de una sociedad que exige valentía en sus ficciones, más cuando estas tienen una relación con la realidad.

viernes, octubre 10, 2008

Neo3 Returns

Vuelve el Neo3. Empezó ayer. No se lo pierdan. Organiza Eloy Fernández Porta, guest star de este Rincón por excelencia. Y este año se ha traído a Grace Morales y Miguel Ángel Martín. CORRAN.

jueves, octubre 09, 2008

Cielo Neuronal


Afilen conspiraciones o abran su manual más próximo acerca de la interactividad: NeuroSky ha conseguido que se abra ante nosotros un nuevo e inmenso horizonte de posibilidades. Inquietante, pero esto, como siempre, supone un paso (ético, tecnológico, etc.) en la forma en que jugamos. Viene siendo el gran tema de este medio en el tiempo reciente: como jugarlos. Doy con la noticia en 20 Minutos.

martes, octubre 07, 2008

Carpocalypse Now

Carmageddon, pionero de la ultraviolencia pixelada, hizo de la ironía un arma de doble filo, puesto que allí donde los polemistas veían salvajismo inmoral (sic), el juego se postulaba una legítima invocación del espíritu de Death Race 2000 (1975, Paul Bartel) joyita de culto en el que la sociedad del espectáculo era el objeto a retra(c)tar a ritmo de carreras a muerte.

No resulta nada casual que muchas de las imágenes y soluciones narrativas del remake de la excelente película de Bartel remitan a las dos primeras entregas de Carmageddon, ni tampoco que su encargado sea un recuperado (¡al fin!) Paul W.S. Anderson, que debutó con otra sátira social, Shopping, en la que hablaba en clave casi ballardiana del placer de estrellarse con coches robados.

A pesar de no contener toda la ironía y mala leche que hicieron de Bartel una justa figura de culto, esta nueva Death Race es una variante satisfactoria del cine de acción de izquierdas, en la que la conciencia de clase está presente hasta el último minuto y los empresarios malvados dominan la televisión (¡sí!) y sólo hay una forma de terminar con ellos: explotando. Así, literalmente. Lo que en la anterior era una historia, inolvidable, de amistad entre Frankeinstein y Machine Gun Joe, aquí deviene un brochazo mitológico que hará las delicias de cualquiera interesado en las leyendas: esa máscara que represennta al invencible y que deja caer una historia de varios y coaccionados pilotos parece hablar en clave secreta de una exploit que ahora es, o mejor dicho, sólo puede ser reinventada a ritmo de videojuego (y dicho sea esto como piropazo: esa distribución de los escudos y las armas controladas por la villana da una riqueza increíble).

Anderson, que ya ha producido la maravillosa DOA, recupera el pulso perdido en los Resident Evils y aunque tiene algunos abusos estilísticos (los zooms que se acercan a Henessy con steadycam son excesivamente televisivos por reiterativos, algunas tomas aéreas restan el frenesí informativo del montaje entrecortado y veloz de las carreras, otras impiden mayor profundidad espacial en la carrera) no restan mérito alguno a la película: una compañera excelente de Doomsday, con la que comparte carreras a muerte, coches bellamente retocados e islas fortificadas, pero a la que supera al ser un honesto y puro remake, casi por encima de la voluntad homenajeadora.

sábado, octubre 04, 2008

Trilogía Mostrenca

Definida por su autor como "una versión pequeñoburguesa de Vida Mostrenca", Monstruos Modernos es la entrega decididamente menor de la Trilogía Mostrenca facturada, como siempre por Jordi Costa y Darío Adanti. Ahí están los hasta ahora inexistentes improperíos estilísticos del Mostrenco Articulista (el repetido uso de Gañán que en el columnismo semanal resulta imperceptible, algunas forzadas frases entrecortadas como recursos humorísticos) como prueba casi irrefutable de ello. Pero es, también y casi por encima de todo, la consagración de un Adanti que hace del color casi un manifiesto: sus ilustraciones adquieren un tono que justifica la edición más bella que ha tenido la Trilogía y también hipnotiza a los textos desde otras galaxias.

Puede que el coleccionista reproche la ausencia de los artículos escritos para ADN de Costa, extended and uncut, que incluyeran además la lectura de Adanti, bastante cercanos a este furioso acercamiento a los rincones más extraños de la vida contemporánea (pienso en La Siesta o Los Perros) tamizados por una autobiografía histérica, casi borrosa. Ya al principio de su relato incluído en Mutantes, 500% Costa, el narrador admitía que de camino a la antología no le había pasado nada divertido y se revelaba escritor demasiado inédito, incluso para sí mismo.

También es cierto que este libro contiene muchos otros, casi de posibilidades infinitas: puede ser leído como una Travesía de Madrid en clave inequívocamente Mostrenca, también preocupada por el lenguaje (atención al uso sarcástico de dar un giro a su vida) que tanto inventó y escuchó Umbral. O esta sentencia, que puede proyectar el siguiente paso de la Bibliografía Mostrenca más allá del Futurible Epílogo que recopile las tiras de Mondo Brutto:

Quizás, a este paso, la Cultura consiga, por fin, estar tan mal vista como el tabaco. ¿Por fin? ¿Acaso no lo estaba ya

Pero todo ello sin perder, por supuesto, su condición de Bestiario Contemporáneo. El resultado oscila, como en toda la obra de su autor, como un hijo mutante y descarriado de Lo Cursi y Otros Ensayos de Gómez de la Serna y las Mitologías de Roland Barthes. Tampoco esquiva Costa su prosa ágil, su divulgación de referentes heterodoxa y a veces indiscutible cuando escribe:

Quizás el universo sea finito, pero está poblado de visionarios que, con las improvisaciones de su música del azar, diseñan un mapa posible de la infinitud. La física cuántica tiene ritmo de jazz.

Este final, por ahora, del aprendizaje de lo mostrenco llega para conectar con aventajados discípulos y en un contexto muy distinto al de su primera entrega: si entonces había demostrado que no se trataba de una ampliación del campo de Mondo Bulldog, ahora encontramos a un autor que rinde tributo a sus maestros y es un cronista preferente de la periferia cinematográfica nacional.

Una buena puerta de entrada para los no iniciados para las dos entregas anteriores, con momentos de puro nihilismo:

La evolución es, en definitiva, una película aburrida que tuvo un inicio prometedor.

O auténtico, insobornable, amor al Arte (musical o no):

El problema de la fundación de toda modernidad es que uno acaba descubriendo que ya fue fundada tiempo atrás por quien, en nuestro confuso presente, consideraríamos antiguo. Y no era antiguo: era, en todo caso, Eterno, Axiomático o Primigenio. Como Lola, Lolita, Lola.

Una delicia.

Trilogía Mostrenca:

-Todd Solondz: En Los Suburbios de la Felicidad

Lecturas comparativas más que recomendables:

Jordi Labanda: el hilo musical ilustrado
(Vida Mostrenca) vs. Novelas y Niños (Mitologías, pag. 33 del link)

Los plumeros (Lo Cursi y Otros ensayos) vs.El brunch o la redención de la resaca (Monstruos Modernos)

viernes, octubre 03, 2008

La narrativa del futuro

Guerra Mundial Z de Max Brooks da algunas pistas de la narrativa del futuro: no será, desde luego, estrictamente narrativa. Si ya las novelas de Robert Ludlum incorporaban una ingente cantidad de tácticas y datos, amén de una entropía narrativa, lo que propone Max Brooks es una legítima posnarrativa: su artefacto es un conjunto de crónicas, informes y entrevistas acerca del estallido de la plaga mundial zombie y la guerra desarrollada en ella. La novela del futuro se percibe igual que la realidad, como un conjunto de artículos de información desordenados e ingentes, que justifican una percepción del mundo desincronizada, pequeña. No obstante, este recurso se usa aquí para ofrecer un informe más o menos exhaustivo de esa guerra y esto lleva a reflexionar sobre la desaparición, más aparente de la susodicha narrativa. Al menos, respecto al orden. Lo más interesante de este libro es que se revela contemporáneo a otros ejemplos mutantes y más reconocidos críticamente como Cero Absoluto de Javier Fernández o el inconcluso Proyecto Nocilla de Agustín Fernández Mallo, por citar dos de los más recientes. Sin embargo lo que hace a la obra de Brooks un legítimo best seller es su condición narrativa y como su hiperrealismo a veces no oculta una cantidad ingente de tópicos exóticos (¡ese doctor que lee fielmente a Mao! ¡Esos exotismos finlandeses!) y queda claro que en otras manos, hubiera sido un material (perfecto) para la poesía.

No obstante el libro de Brooks deja una serie de imágenes que nos llevan desde a la representación de lo nuclear en CoD 4 hasta los clásicos (cinematográficos) del género. Si en Cell, Stephen King usó a Matheson y Romero para hablarnos del terror