miércoles, octubre 31, 2007

The irresponsible Wood


James Wood en su imprescindible The irresponsible self comete dos errores que no me sorprenden. En su crítica a Tom Wolfe fracasa, como es propio en él: no hace una crítica, hace periodismo de declaraciones. Se queja el crítico Wood de la incoherencia existente entre el Wolfe ensayista (sobre) la novela y su ficción. Supongo que el crítico Wood no sabrá de las obras periodísticas de Wolfe sobre el LSD. Yo sí y por eso al leer la realidad distorsionada, excesiva y altanera de I am Charlotte Simmons las pegas son otras.

Cosa parecidísima le pasa con Jonathan Franzen. Lo que me resulta sorprendente es que Harold Bloom ( a quién frecuentemente malinterpreta Wood, y es que no cuesta imaginarse al joven JW compungido ante Foucault, lloroso ante el maldito Lyotard o el idiota Derrida o el cerdo Baudrillard, gente impura para el finísimo crítico de Nueva Inglaterra, I suppose) sea capaz de tenerlo más claro que el crítico del New Yorker. Y es que Wood construye una buena idea (Las Correcciones como el triunfo de la novela en los medios para ser gran novela) para luego desperdiciarlo con el dichoso periodismo de declaraciones. Extractos de ensayos de aquí y allá, como quién coge extractos de entrevistas. Wood es incapaz (en un sentido literal) de afrontar la novela del siglo XX: no tiene las armas para estructurar bien su pensamiento respecto al motivo claro de los errores de Las correcciones. Pertenecen más bien al salto normalizador que hace Franzen respecto a las novelas anteriores y lo poco conjuntada que resulta su revisitación (reconocida incluso) hacia terrenos de amigos como el de Foster Wallace. La crónica social de Franzen es light en todos sus aspectos, no hay otra traba.

Si se fijan los mejores momentos de Wood son cuando habla y compara y relaciona a genios del humor como Bellow, Babel o Shakespeare. No debería sorprendernos pues que la magnitud de sus errores tenga un marco histórico tan claro: nunca el gusto prejuicioso había evidenciado la carencia de un crítico. Bloom, por otra parte, cree que Pynchon, McCarthy, Roth y DeLillo ya están en el Canon Occidental. El padre de estos críticos vuelve a ser el más revolucionario por desprejuiciado.

domingo, octubre 28, 2007

Stylish

John Tones dijo a propósito de Transformers que “era una película muy de Michael Bay pero en este caso funcionaba”. Lo que decía Tones, más de lo que vieron nuestros ojos frente al blockbuster, es que estilo no significa nada más que eso: estilo. Lo que hace que una obra funcione es su calidad y valores, a los que debemos enfrentarnos teniendo en cuenta la obra anterior del director pero también si la película per se es capaz de resultar fascinante o generar al menos interrogantes y sugestiones sobre el espectador.

Vamos que el mayor argumento crítico para defender La novia cadáver es que es una película burtoniana. El tema de como el lenguaje popular ha adoptado el estilo como virtud da para un post aparte y se ocupa más de la sociología. El tema de como La novia cadáver, repetición si alma de todos los esquemas de Pesadilla antes de navidad (¡si es que hasta hay el mismo momento de jazz a la mitad de la cinta!), es básicamente crítico: mi queja es que en la repetición de este esquema Burton ha perdido cualquier norte creador para centrarse en el markéting. Y no ha fallado en ninguno de esos aspectos, porqué su enésima reedición de Edward Gorey para idiotas no tiene nada de novedoso para los que han visto su filmografía y mucho de satisfactorio para los que la conocen. En realidad, Burton está en una fase de juego total que muchos críticos quieren confundir o subvalorar en la estética postmoderna: el recognize+enjoy es algo universal no postmoderno, se llama acomodamiento intelectual/artístico y es lo que le ocurre al director de planeta de los simios desde el 2001 (o 1999 si queremos ponernos serios y creer que Mars Attakcs! Ha sido lo último de interés hecho por el cineasta).

Joss Whedon logró con Serenity un ejemplo contrario al recognize+enjoy y posiblemente es un ejemplo representativo de como no venderse y tener todos los motivos para ello: me explico, como ya saben Serenity es el testamento de la serie fracasada Firefly y resucitada por los fans, si a ello le sumamos la resaca de Buffy ya terminada en el audiovisual, Serenity podía conformarse con ser Whedon 2. Pero ocurre algo distinto y es que Whedon no se limita a tejer una trama sobre la nostalgia, sino a bombardearla: ahora nuestros personajes que reconocimos antes mueren. Y la trama se dedica a mezclar los habitualmente deslumbrantes diálogos a los que el creador tiene acostumbrados a sus fans con una relectura política nada obvia, más acorde con los tiempos postRomero y mezclada tranquilamente con un homenaje a la noche de los muertos vivientes original. Serenity funciona porqué el estilo de Whedon no es un argumento, sino un añadido pero...

Sería hipócrita sino sacase a colación Takeshi's o Inland Empire. Ninguna de las dos está gustando a los fans de las culminaciones estilísticas de ambos creadores ¿Por qué? Porque llevan al límite sus propuestas y proponen hasta una superación hasta entrar en otro terreno. Respecto a la última cinta de Lynch no me sabe mal recordar que muchos amantes de Blue Velvet despotricaron en su día de Lost Highway y si nos lanzamos a la recepción de Mullholland Drive parecidos debates se reabrieron. El radicalismo de Kitano coincide con el de una historia crítica del cineasta amparada en una parte muy concreta de su filmografía (en particular la que comprende cintas como Violent Cop o Hana Bi) y se ignora que esta búsqueda empezó por otros caminos. ¿No es El verano de Kikujiro un acercamiento a su universo por el código del cuento de hadas? ¿No es Dolls otra jugarreta suicida?

sábado, octubre 27, 2007

Las 8 mejores canciones que Bob Dylan nunca escribió

1.Antichrist Television Blues de The Arcade Fire.

Basement Tapes: Don't wanna work in a building downtown /No, I don't wanna work in a building downtown / I don't know what I'm gonna do /Cause the planes keep crashing always two by two.
Dylarama: Mezcla perversa entre el sonido demente de Series of Dreams y la letra de resucitación repentina del Time Out of Mind.

2. Come Pick Me Up de Ryan Adams.
Basenent Tapes:
When they call your name /Will you walk right up /With a smile on your face /Or will you cower in fear /In your favorite sweater.
Dylarama: Un disco (el Heartbreaker) como la mimésis Dylaniana más enferma que jamás he oído: esta canción es una versión punk, a través de compases desesperados y country, de cualquiera de las incluídas en Blood on the Tracks.

3.The Whole of the Moon de The Waterboys.
Basement Tapes:
You held in your hands /I had flashes /But you saw then plan /I wondered out in the world for years /While you just stayed in your room.
Dylarama: Recordada por Pepo, que señala el mítico alago del bardo judío, The whole of the moon es poisblemente la mejor canción de Dylan de los 80 si descontamos Series of Dreams como un tesoro. Y es además, su mejor canción de amor que recupera el halito de I want you.

4.The Leading Guy de Micah P. Hinson
Basement Tapes:
So the crowd spit him out / And they shot him through the skies / They crucified rock and rolls worst leading guy
Dylarama: Siendo más Dylan que el de Love and Theft, más Cash que el Dylan desengañado con su sombrero de Time Out Of Mind, Micah P. Hinson es, por encima de todas las cosas, un milagro.

5.Loser de Beck.
Basement Tapes: Someone came in sayin Im insane to complain / About a shotgun wedding and a stain on my shirt /Dont believe everything that you breathe /You get a parking violation and a maggot on your sleeve.
Dylarama: Ya lo dijo Rodrigo Fresán que el mejor sucesor de Dylan era Beck. Y Loser, blues eléctrico, tiene esa misma capacidad vanguardista que tuvo el sonido de Blonde on Blonde y una letra disparatada que hubiera entusiasmado a cualqueir lector de Tarántula.


6.A great big sled de The Killers.
Basement Tapes:
The robots awake to find that they've been taped down / wondering then / they break through these chains / but little boys have action boys for brains.
Dylarama: A saber: la ironía interminable de Dylan enfrentándose a un cover, la reunión multirreferencial y loca de las lyrics de Empire Burlesque. Esta es la summa y el resultado: The Killers tocando con sus compases la más espeluznante canción de navidad que he oído. Y sí, es preciosa.

7.To be young (is to be sad, is to be high) de Ryan Adams.
Basement Tapes: Now you got a bone to pick with me but I wish you'd let me be / Oh one day when you're looking back /You were young and man you were sad.
Dylarama: La particularísima relectura que hace Ryan otra vez, claro: esta vez interpretar al Dylan desbocado de Highway 61 (sobretodo su alternative take incluída en el No direction Home de Scorsese) convertida en canción DEFINITIVA adolescente.

8.Shooting Star de Elliott Smith.
Basement Tapes:
square to will be where I can deal with the shit you've just done /It won't be soon
to say the least it's gonna be hard / so bad, so far. your love is sad, shooting star.

Dylarama: El sónido eléctrico, la casualidad (Oh Mercy el álbum del Dylan más muerto), el desfase y la despedida. Elliott Smith cantó la vida de una estrella fugaz mientras se cantaba a sí mismo. No se olvidó nunca de Dylan ni de su Pat Garret and Billy The Kid.

El último tren de la inocencia

-Spoileracos Included -
Que Hostel 2 sea la mejor película de Eli Roth junto a Thankgsiving (que es básicamente un resumen de una educación sentimental filtrado con sus gags alargados que en cabin fever dieron un mal resultado) no debería llevarnos al engaño, si tenemos en cuenta que su primera película está ya en los clásicos del género. Hostel 2 está en ese tipo de secuelas que casi todos identificamos como el padrino 2 (y porqué no, viernes 13 2 TAMBIÉN): versiones ampliadas del original pero también autoparódicas y ultraexpansivas. Así Hostel 2 no funciona (solametne) como ese revival necesario de la Condesa Bathory y el eurotrash como erudita (¡bendita!) forma de gore elegantísimo, y el reverencial trato a maestros como Hooper o Fulci, sino también a cosas tan bellas como L'ultimo trenno della notte (mítica exploit, en realidad relectura renacentista parafreseando al Hijo Tonto de La última casa la izquierda) o relanzar su estética de la violencia con un momentum precioso (sí, la castración) que pide a gritos una competición con I spit on your grave en diferenciaciones estéticas.

Aunque sería pecar de reduccionismo si creemos que Roth en Hostel 2 sólo ha ampliado el radio de su campo en ese aspecto: de lo que más ha aprendido de I spit on your grave, casi funcionando como virulenta y necesaria respuesta a esa recepción crítica tan generosa ante la notable una historia de violencia de cronenberg, es en el uso de la violencia y como buen aprendiz propone cambios estéticos sustanciales. Atención por ejemplo a la muerte, deliciosa, de Heather Matarazzo con Edwige Fenech dándolo todo y al asesinato elíptico del chaval. Dos ejemplos de maestría, tratamiento y sensibilidad que ¡ay! Han quedado en el olvido.

Pero la cosa no termina ahí, en un acto de madurez nada redentora (la primera parte ya funcionaba en su terreno), esta pasa de la poética de fotolog a la lírica del suburbio. Y no hablo por la obvia adopción de un actor de mujeres desesperadas, en realidad menos inocente de lo que creemos, sino de la subtrama que les rodea, que se permite demostrar al espectador que no las tenemos todas con la obviedad de nuestro sentido común. Tanto Roger Bart como Richard Burgi funcionan como la más perfecta encarnación del homo cheeverianus explorado por Solondz en el cine de Eli Roth: sí, ¿creían que la elección de Heather Matarazzo era en vano? Maldita sea ¡no!

Sí a la boutade de la trama de los amigos suburbiales, le sumamos un final deliciosamente inteligente la cosa funciona ya en niveles díficiles de superar: Hostel 2 funciona en los mismos bosques de Cabin Fever y en la exploración de distintas estéticas que esta propnía con una armonía de la que esta, debut atrevido pero también patán, no era capaz de mesurar. EL referencialismo de Hostel 2 responde al encadenado de su narrativa: por eso, ese final con Beth ( una colosal y ambigua Lauren German) convertida en negruzco Peter Pan vengándose de su diablesa junto a los Niños Perdidos tiene DEMASIADO sentido. Como ese prólogo, en el que la pesadilla cumplida de Paxton adquiere una textura verdaremente LYNCHIANA, y ese final con la fantasmagórica protagonista levantando el hacha, una película que, al fin y al cabo, desmenuza con ironía solondziana la oscura trama de la primera entrega, tenga ese halo, tan misteriosamente y valga la redundancia, sobrenatural.

viernes, octubre 26, 2007

La imaginación de los demás: Una metacrítica penitente

La crítica bloguera ha enterrado (no en dignidad, digamos) a la crítica cinematográfica de toda la vida. Tampoco me malinterpreten antes de tiempo: hay extaordinarios críticos de cine en la blogoesfera, y hay extraordinarios patanes, de toda la vida supongo, en la crítica oficiosa. La crítica de las bitácoras parte de la noción de lo alternativo o de muchas veces la sensación del ajenidad total a los intereses empreseriales o a los criterios desgastados.

El caso de Los Cronocrímenes es particularmente alarmante por la forma en que se han abordado las críticas. Coincidirán conmigo en que nunca está de más lanzar algún puyazo sobre las directrices de una película (yo mismo encomendé a Bryan Singer a leer a Umberto Eco por su lectura de Superman harto previsible) pero nunca había visto un caso tan claro de, digamos, intrusión creativa. La imaginación de los demás, al parecer, es mucho mejor que la del creador: no
hay crítica, por ejemplo en este párrafo.

"Me imagino la entidad distinta que podría haber alcanzado este producto ofreciendo el mismo papel, sin ir más lejos, a un Manuel Alexandre en plan mad doctor y con un pequeño toque a lo Berlanga. Y es que, precisamente, en sus tímidos acercamientos a la comedia, es en donde mejor funciona Los Cronocrímenes. "

Está sugiriendo una directriz ideológica que debe tomar una película para ser buena. Está pues, con la mediocridad abierta del espectador, insinuando que él hubiera sido mejor creador. La sensación de ausencia de intermediación verdadera (no hay en Spaulding voluntad alguna de analizar por qué corrientes literarias, estéticas o argumentales o incluso de tempo se mueve los Cronocrímenes) es alarmante. Otro párrafo particularmente interesante de su review, breve y sintética:

"A pesar del cariño con el que ha afrontado su puesta en escena (y eso se nota), la previsibilidad que se desprende de algunas escenas (como ocurre, por ejemplo, con la de la primera llamada telefónica) o las ansias por rizar el rizo en su parte final, lastran, en parte, las buenas intenciones de un film que, pese a sus irregularidades, se merecería una pronta distribución por estos lares. "

La peor condena que puede recibir una película, en eso estaremos todos de acuerdo, es la de la normalidad. Lo peor es que la normalidad se incorpore a una película completamente distinta: "las ansias de rizar el rizo lastran las buenas intenciones" dice el crítico Spaulding. Es especialmente extraño el comentario porqué tiene más de diagnóstico que de metafórico, de doctor que de crítico: se detecta una patología (ansias) y se habla de que tiene buenas intenciones. Parecidos comentarios pueden oírse en el despacho del director o en, precisamente, la opinión popular que se caracteriza por su falta de criterio.

Por supuesto, Spaulding no tiene ningún problema (moral) en hablar de valentía a la hora de criticar una película tan previsible como Promesas del Este (la valentía de Cronenberg supongo que está en el acto de prostituir su talento a cambio de dos actores mediáticos, una amplia campaña de prestigio sólo rebatida por Noel Ceballos y un argumento mucho tan previsible como el de cualquier thriller de inmigrantes al uso, variante antena 3). Queda claro pues lo que es ansioso para Spaulding y lo que es valiente.

Ivan Sáinz-Pardo dice que la película podría haber sido más subversiva, luego aclara: más gamberra, más sangrienta, más divertida, más aterradora. Luego se queja: los personajes son esquemáticos, a pesar de ser una película de género. Antes dice que es una versión acomplejada y contenida de la imaginación de Vigalondo. No entiendo, de hecho nunca entenderé, las reviews que proponen síntomas médicos sin mayor explicación. Resulta que los Cronocrímenes (resulta, digo) no es que no quiera ser más gamberra sino que bajo las propuestas que resumen su inicio, no quiere ser más gamberra. La crítica de cine no debe ser, jamás, una intrusión descarada en la imaginación de los demás: es un ejercicio mediocre cuando juzgamos obras cuyas propuestas escapan al canon, a lo previsible y a los dogmas impuestos por Hollywood.

Que la opinión de estos señores es muy respetable, no seré yo quien lo discuta, pero que ofrecen más dudas que conclusiones, esto ya va siendo hora de decirlo. Y bien altito.

sábado, octubre 20, 2007

Gente que sabe

El lunes estaré en una mesa redonda llamada "A vueltas con la generación Nocilla" en el FNAC de plaza Cataluña junto a titanes de la categoría de Vicente Luis Mora, Eloy Fernández AfterPorta y Myriam Reyes. O sea verán a la gente que sabe y a mí. Yo seré el hombre nervioso dispuesto a deletrear y/o firmar autógrafos falsos con caligrafía mexicana a los amantes resignados de Against the day. No se lo pierdan. Si quieren ser cool del todo deberían ir a la inmediatamente anterior:

Mesa redonda: “Nuevas tendencias narrativas”presentación de los libros La grieta, de Javier Fernández y Circular 07. Las afueras, de Vicente Luis Mora. Presenta el profesor y escritor Eloy Fernández Porta.Universidad Pompeu FabraC/ Ramón Trias Farga, 23-25(Villa Olímpica, metro cintadilla).

Vota mi Vacío: Apuntes a la poética de fotolog

El joven Salanova (¡merci!) acaba de completar (o ampliar) con la fantástica web Vota mi Cuerpo mis delirantes e impensables teorías sobre la Poética de Fotolog (y 2) en forma de crítica cinematográfica. Les explico: el título de la web es preclaro, se trata de ir buscando cuerpos (de tener la ilusión de ser “El cuerpo del día” y todo eso) y votarlos en una escala numérica de 0 a 10. Hay momentos especialmente delirantes de poesía subpop, que dejan cualquier párrafo salvaje de cualquier novela de Easton Ellis (anterior a la estupenda Lunar Park) a la caducidad más absoluta, como un collage de un tipo mezclando su cuerpo con las marcas Vans y Hilfiger.

En nuestro imperio de emular de forma masiva la forma de las imágenes (el fotolog como sentimiento de importancia y valorización y estandarte de la vida social activa) Vota Mi Cuerpo es ya la explosión de lo explícito: somos directamente objetos, ya puntuables sin concesiones. Resulta díficil resistirse a un montón de historias llenas de una poética abiertamente deforme y solondziana cuyo final es facilísimo imaginar fuera de campo.

jueves, octubre 18, 2007

Estamos en el aire

En la vida de todo bloguero subcultural llega un momento en el que, por la justicia pajera (ajena a la divina y muy loca ella), te sientes importante. Sí, sí, como lo leen. Uno está leyendo una obra teatral de Harold Pinter y le dan la noticia: Estamos en el aire.

En el principio hubo una conversación colectiva del messenger. Tones lo explica mejor que yo, con ese aire de historia legendaria que debe tener todo relato contado por (y sobre) un mito. Y desde aquí fuimos reclutando, desde el secretismo y las esotéricas listas de correo, lo que sin duda sería bautizado con suma verdad como La Liga de los Blogueros Extraordinarios. No hizo falta ninguno más y los que hicieron ya los reinventamos por el camino.

Y desde la idea, desde el aluvión de locuras con el que, todos escritores, inventamos nuestro particular Babel llega Eunice. Ella ha diseñado y ha convertido en realidad el sueño entrópico de miles de mails. Miento: ha creado una capilla sixtina pajera. La ha repintado, le ha dado un aire de justa y retroalucinante revista tipo TP o TeleIndiscreta para la ocasión. Ha hecho del caos y el desorden, unas ideas ordenas y preclaras. Dedicarle un párrafo es tacañería preconcebida, pero cuando visiten la web ustedes entenderán porqué lo digo y porqué no sé que más añadir, apenas un Oh... G-g-racias.

Y ahora sí, se abre el telón y ustedes leen Elitevisión. Una obra colectiva destinada al análisis pormenorizado y minucioso de las series. Una locura imposible ahora ya probable. Un nuevo testamento destinado a que las series más intrínsecamente molonas perduren para siempre. Y yo, estaré ahí dándolo todo con Batman: The Animated Series y Pinky y Cerebro. El resto, es cosa vuestra, señores invisibles tras la pantalla.

miércoles, octubre 17, 2007

Sleuth

La Huella es una película de Joseph L. Mankiewicz tan incomprendida como juguetona a día de hoy. La obra de Anthony Shaffer (adaptada por él mismo) era una parodia de Agatha Christie bastante hábil y no deja de resultar tan injusto como lógico que Shaffer (que escribió también cosas tan maravillosas como Frenzy o The Wicker Man durante los setenta) terminara escribiendo adaptaciones al cine de Agatha Christie, autora que precisamente superó con su obra teatral.

La Huella es una parodia del mecanismo general de las novelas de Christie que es el de reunir una serie de sospechosos y terminar delatando al culpable de la forma más inesperada posible. En este esquema Christie alcanzó la genialidad, cualquiera que haya leído El asesinato de Roger Ackroyd sabe que es imposible resistirse al grado de delirio de la autora respecto a sus mecanismos. Shaffer ejecuta una parodia al presentar dos sospechosos como protagonistas del juego: Sleuth es un intercambio constante y juguetón (infinito, tal vez) entre criminal y detective que usa sólo la inteligencia (del espectador y de sus personajes) como única herramienta del espectáculo, como hacían el Leroux del Misterio del Cuarto Amarillo o el Bioy Casares de los misterios de Isidro Parodi.

Precisamente Sleuth se llama mi nuevo juego detectivesco favorito: te creas un usuario y escoges que tipo de detective quieres ser. Con esta broma referencial Sleuth resume además las distintas fases de la novela negra con más preclaridad de la aparente: tal vez mi favorito sea el que se dedica a interrogar y a observar. Una de las virtudes más ignoradas de los videojuegos son su capacidad para sintetizar y releer géneros clásicos, y en este caso a través del guiño tejer una suerte de deconstrucción del género al poner en evidencia todos sus engranajes pero también tienen una capacidad de reinventarlos jugando desde el conocimiento de causa.

De venganzas y postmostrenquidades

Impresionante (por representativa, claro) la crítica de The Brave One de Antonio Peris Grao para Miradas de Cine. “No hay innovación alguna sobre las tramas vistas en los 70” dice el señor Peris Grao. Lo que no dice, por pudor intelectual supongo, es que tampoco hay diferencia alguna de su crítica con las de este tipo de filmes en los 70. Es exactamente igual de rancio, cambia quizá la furia: “no tiene siquiera el valor de reivindicar abiertamente el fascismo que defiende, camuflándolo para quedar bien entre republicanos y demócratas”. Toda la ficción vengativa se reduce a eso: fachas, republicanos y demócratas. Atención también al “de ahí a las peripecias de Seagal o Van Damme no hay más que un aumento de presupuesto y destrozo”. Y remata con un paréntesis “(de coches, de decorados, de argumento)”. Es significativa la mención (final, porqué es un chiste pero termina en delación) del argumento porqué sigue el crítico en su disyuntiva (política, tal vez moral) pero esta vez aumentada: el cine va de fachas y buenos argumentos. La cinefilia, a diferencia de los aumentos de Van Damme, no cambia muchachos.

*

Otra perla de Miradas de Cine: “Señor Vigalondo dirige bien y tiene una buena voz, pero hay muchos actores en paro.” Es de Manuel Ortega, en su breve review de
los Cronocrímenes en la crónica final de Sitges. El crítico Ortega tiene la gentileza de aclarar en los comentarios que el imperativo es un error: el verdadero es el optativo. Así pues queda claro que, a veces, el error tipográfico mató al listillo bloguero.

**

Noel demuestra que me equivoco otra vez (y van). Su post sobre el gran Blondini es especialmente interesante porqué confirma una suerte de discurso en todo su blog, obliga al lector a esperar que el autor lo bautize. Uso el postmostrenquidad por cortesía más que por comparativa, porqué una vez más volverá a sorprender.

martes, octubre 16, 2007

Estuvo un rato mirando el mar, como adormecida; después se levantó y fue a buscar el libro. Se movió con esa libertad que tenemos cuando estamos solos.

Por un premio Nobel de Literatura Precognitivo

Un grupo de intelectuales poco dados a estar de cháchara contra la situación intelectual (insultante, a ratos alarmante) hemos decidido enviar este manifiesto a todo aquél ser pensante que exija una reformulación en uno de los premios más nobles y en honor a la verdad: el Nobel de Literatura debería ser PreCognitivo. ¿Hay algo más sumamente justo que esto? La respuesta es que no.

Los abajo firmantes creemos, tras multitud de conversaciones acerca de las curvas de Hayden Panettiere y el alcance intelectual de los pedos de los guionistas de Lost, que deberían entergarse, desde 2008, premios a la obra posterior, porqué no hay nada más maravilloso que la seguridad del laureado. Mi propuesta para 2008 es Diego Zuñiga (uno de los firmantes, pero creemos que esto no debe importarles en la medida que no importa mucho que una feminista gane 40 años después del feminismo). El motivo para premiar a Zuñiga es claro: se trata de un amigo y de un agregado a mi messenger. Por si fuera poco, los que aquí firman, creen que va a escribir como mínimo cuatro obras maestras: Henry Miller y la Falta de Chocolate (2010), Prefiero Lorrie Moore a las poetistas chic (2012) y Ese Jabato enamorado de Bigas Luna (2014). Consideramos la labor de compromiso político de Zuñiga importante: dentro de veinte años se unirá a la revolución de los estornudos, provocación artística ampliamente opositada en Latinoamérica por la predominante corriente Tosidaria. Por lo tanto concluimos que debemos premiar a Zuñiga por lo extremadamente tierno y gracioso de sus títulos y por su compromiso con las onomatopeyas más clásicas relativas al acto de estornudar.

Y para terminar esto, saludo al vecindario y Pueblo Bloguero y os encomiendo que dejéis vuestras firmas ahí abajo, apoyando un premio que será capaz de hacer justicia a los olvidados, años antes de que triunfen. En definitiva nuestro Nobel premiará con una mirada en el futuro y con una visión iluminada de nuestros nuevos narradores, creando una nueva forma de entender el arte contemporáneo.

Con Dos Cojones

Alvy Singer

(y sus asombrosos amigos)

Pablo Toro

Diego Zuñiga


AutoBombo: Cronocrítica (SIN SPOILERS!) / Masacrando Jardines / Hostias como Bronsons (parte 3).

domingo, octubre 14, 2007

¡Love Hurts!


Rob Zombie entiende el remake como pirueta intelectual o al menos suicida de la que sólo se puede salir indemne con revisión verdadera, no con calculada reproducción. Su Halloween es capaz de ponerse al lado de Amanecer de los muertos (Zack Snyder, 2004) en otro nivel sin demasiadas preocupaciones y convertir cintas como La Niebla, en películas ya demostradamente desalmadas.
Predomina en este Halloween un cambio que pocos sabrán valorar: Myers ya no es la figura en la sombra, es el protagonista absoluto de la película. En su primera parte, Zombie ofrece una explicación completamente distinta de los primeros 5 minutos de la original de Carpenter y, de paso, (Des)dibuja al doctor Loomis como un doctor sombrío y oportunista. Myers es siempre el fracaso: el de su pesonalidad al matar siempre cuando no se siente bien, el de una família desestructurada, y el de Sam Loomis. El fracaso que vuelve para recordar que no lo hicieron bien, en forma de huracán, para... ¡buscar a su hermana! Lejos del suspense original, esta masacre desbocada presenta a un Myers que sólo quiere estar con su hermanita. Y dicho esto no estoy siendo sentimental, aclaro: Myers sólo quiere estar con su hermana pero no quiere que estén los que no son su hermana.

Zombie esquiva el psicologismo de guardería al presentar la white trash family e inunda la segunda parte de humor pajero (la muerte de Paul y el asunto de la sábana es un guiño sólo para conocedores de la original) y sexo y sangre en dosis más generosas, a pesar de que es su película más sutil. El final de la película cierra el círculo y obliga a la família Myers a terminar llenándose de sangre. Myers pierde su condición de icono (abstracto e intangible) para reconvertirse en un personaje, tan trágico y desfasado en su amor como imparable en su fuerza (un auténtico god of thunder, como prometen los acordes que abren la película). Y Zombie gana.: ha convertido su Halloween en una historia profundamente suya.

PD: Cronocrítica en ochoymedio (habrá versión extended, uncut y delirante en este blog cuando la película se estrene)

sábado, octubre 13, 2007

Breve crónica de Sitges

Viaje relámpago a Sitges con un resultado muy divertido en el que se visitaron lugares realmente oníricos y tuvimos de guest star absoluta y genial a Noel Ceballos /y más cameos!): escribo esto desde el estado zombie. Un paso emotivo fue el de los Cronocrímenes para empezar la tarde: la película, ya habaremos de ella ya, pide a gritos ser un auténtico Against The Spoiler y revela un trabajadísimo entramado de sorpresas que va más allá de deducirviajes en el tiempos e identidades de momias rosa y, sí, termina siendo una película irónica (tal vez quizá sea paradójica, dado que la ironía de Vigalondo es intransferible), indefinible pero a la vez sometible a muchas teorías. El estreno se hace casi obligatorio: es capaz de despertar sonrisas de admiración y diversión a partes iguales.

Muy interesante ha sido este Halloween: lejos de aplacarse, Zombie juega en dos ligas. En la del humor pajero de toda la vida (¡lo de la sábana!) en su segunda mitad y en la de la poesía desfigurada de la primera (¡Love Hurts!). El equilibrio es estupendo y ha hecho una película donde el protagonista es, por fin, Michael Myers. Pero es OTRO Michael Myers y las apariciones del sheriff Brackett, y de Laurie y sus amigas son más bien anecdóticas.

Y para terminar el Grindhouse: esa metapelícula que transcurre en una galaxia con anuncios de pastelería, incitaciones para ir al cine pero... ¡sorpresa! Sus dos platos me sabieron a poco dado el recorte de metraje. Igualmente, un viaje a una galaxia, literalmente irrepe

jueves, octubre 11, 2007

Blade Runner: Entre el sinsabor dickiano y el odio a Orión


John Tones decía en Público que Blade Runner quería parecerse a si misma, respecto a su remontaje. Nada más acertado: la nueva versión, o eso parece, ya está destinada a los que la reverencian e interpretan a su manera. Y pienso en que Blade Runner es una de las películas peor entendidas por la historia del cine en general. Aunque Tones lo explica mejor que yo, lo cierto es que ahora hay dos bandos (de a favor y en contra), de generaciones bien distintas: el primero, el de la cinefilia que la despreció en su día, para (Guarner mediante aquí) recuperarla en todo su esplendor y convertirla en objeto de nostalgia y de obra de arte, opinión que ha tenido un seguidismo entre las nuevas generaciones de cinéfilos, que se dedican a reproducir con esmero la ranciedad de antaño en el cine del mañana. Los detractores de la película desgranan todos ellos un conocimiento de causa ejemplar: Jordi Costa (y hay más, claro) le reprochan a la película su condición de adaptación sumamente infravalorada y de película excesivamente altarizada. No les falta a los nuevos detractores su miguita de razón: realmente lo mejor de Blade Runner no es su ambientación futurista como profecía ni ver a Rutger Hauer mojado soltando un parloteo sobre Orión elevado a poesía, en una película que tiene de todo menos metafísica.

Mi postura ante la película es distinta a los amantes y a los detractores. Yo prefiero el sexo ocasional con Blade Runner. Cuando leí la novela de Philip K. Dick en la que se basa ya me di cuenta de ello: la obra de Dick es sumamente distante, de hecho es otra obra y no tiene ninguna parafernalia del cine negro, más bien se trata de una reflexión de los límites de lo humano (y de la realidad humana) como viene siendo en la obra del norteamericano, con un futuro alucinado y más que postapocalíptico, el futuro de Dick es de una resaca postlisérgica, haciendo hincapié en Deckard como una metáfora perfecta del hombre de clase media atrapado con su esposa en un hogar, que encuentra en su trabajo una excusa para huir (y en el universo de Dick siempre hay gente que se marcha, hacia delante y por algún motivo para tratar de encontrar sentido a las cosas). Yo no tengo ningún problema con que Blade Runner no sea fiel a su material de partida: de hecho, nadie parece tener con que se convierta la fábula sociopolítica más eficaz en forma de relato de Dick en una última media hora de llantos, abrazos y Max Von Sydow haciendo de James Cromnwell. Blade Runner no juega como Minority Report al parecido para luego distanciarse: directamente empieza en un futuro en el que no hay tercera guerra mundial y si una idea del pasadomañana ciertamente anacrónica pero también preciosa: la película de Ridley Scott tiene una imaginería deudora de los tebeos de Moebius y su historia del detective espacial en ese mundo derruido es precisamente eso, un tebeo bastante divertido de Metal Hurlant llevado a cabo por un Hollywood mucho más saludable (en términos de recepción) como era el de los 80, capaz de, un año antes, adaptar Heavy Metal con un erotismo e imaginación desbordantes. Blade Runner, como es habitual en los registros hollywoodienses, fue un fracaso y también es más mojigata (y menos valiosa) que la cinta de Gerald Potterton, pero es capaz de divertirnos, lo que no es poco.

La famosa y célebre sentencia cinéfila que sella a Blade Runner como cine negro del futuro y como comentario acerca de temas profundos como lo que nos hace humano no podía ser más equivocada. Blade Runner no es cine negro del futuro, sino noir EN el futuro. No hay nada variado en el esquema de búsqueda de los culpables pero a diferencia del noir chandleriano, la cinta de Ridley Scott no consigue ni analizar la sociedad del hoy (más allá de la belleza de sus imágenes) ni trazar ningún diagnóstico propio de la ciencia-ficción. Por eso considero la película de Scott como fantástico a secas: hay en ella un detective, taciturno y perfecto en Harrison Ford, un villano poco sorprendente, y un final que, en su pretendida reflexión sobre lo humano y lo replicante, no es más que algo sumamente clásico: equiparar al criminal (los replicantes) y a sus perseguidores (blade runners) a su mismo status. Tampoco hay en ella búsquedas de estas reflexiones: en este sentido Blade Runner es una crónica de la interpretación que todavía sigue. En lo que es una sencillísima y me atrevería a decir orgullosa, historia de entretenimiento modélico, unos han visto la traición a San Dick (como si convertir a Nicolas Cage en payaso no fuera un crimen verdadero) y otros la metafísica, en todo caso el enfrentamiento de los segundos al sacro laudatorio de lo primero, tiene una desventaja: el del condicionamiento previo. Blade Runner no esconde nada tras sus luces de neón: acaso la voluntariedad de hacer una película a la vieja usanza utilizando ensamblajes poderosamente tebeísticos sin otro placer que el del artificio.

domingo, octubre 07, 2007

No os acerquéis a LO banal

The irresponsible self de James Wood es, además de un libro de ensayos sobre literatura norteamericana (por ende, occidental) maravilloso, una herramienta para determinar el diagnóstico de la falacia que se vive en ciertos ambientes (dogmas) literarios en el que lo postmoderno, mal entendido claro, se ha instalado para siempre. Wood es mucho más listo y polémico de lo que aparenta, quizá porqué él puede y nosotros somos un puñado de fans al aire. El crítico toma como ejemplo una de las novelas más horrorosas de Salman Rushdie: Furia. Wood concluye que la visión de la América corrupta de su protagonista es exactamente igual de idiota que la visión de la América gloriosa y de Mickey Mouse.

Precisamente, Fantasmas (y en menor medida, la tolerable Superviviente) juega en esta liga (y también un autor tan deshonesto a ratos como es Chuck Palahniuk): la de ofrecer una visión, venga adjetivémosla compuesto (postmoderna, ultraglobal, neonihilista), tremendamente banal que se excusa en estar en contra. No, el sensacionalismo del que bebe Fantasmas no nutre un corpus ácido, capaz de sublevar sus formas, no, regodea a lo que es, sin más, un libro banal. O como diría, alguien más sabio que yo: Palahniuk ofrece su crítica de la cultura antisistema basándose en su percepción que tiene él sobre Adbusters. Lo que no deja de ser ingenuo, igual que sus lectores que ven una quimera dónde sólo hay una vulgaridad revestida de acidez. La transgresión de Palahniuk es paupérrima y eficaz, en la medida que el sensacionalismo e impacto de sus novelas nos haga creer que jugamos en otra liga. En otras palabras: Palahniuk es el artista del bestseller del siglo XXI, el creador de placeres idiotas profundos. Y ahí es dónde entra Terrorista: una novela que es capaz de defenderse como entretenimiento inteligente por un autor que no engaña a nadie desde su inicio (esa overture llena de erotismo tan propia de su universo), criticado por un escritor tan inteligente como David Foster Wallace (no tiene cojones el tipo de meterse con Moody y Palahniuk: ah, publican en McSweeney's o algo) por la de otro capaz de revender a Stephen King, Easton Ellis, Ballard, DeLillo o la pulp fiction revestida de nihilismo idiota. Porqué en Fantasmas, sólo hay una sucesión de hechos brutales justificados entre sí como postnovela y supracrítica hacia algo de lo que se
es un simple e hipócrita cómplice.

sábado, octubre 06, 2007

Cine legendario


El día de reyes de 1998, al final de un evento con mis allegados, contemplé el clímax final de Regreso al Futuro 3 (que ya había visto, a trancas y barrancas, en su estreno en televisión pública en domingo) y me obsesioné (sus precedentes más claros eran Bill y Ted y su cabina, que se había convertido en algo alucinante durante mis días de infancia más tierna gracias a los cartoons de las películas) con aquella máquina del tiempo: un coche, el Delorean. Lo tenía claro: yo quería ver la primera (y segunda) partes de aquellas películas. Era 1998 y una película en VHS del 85 era muy díficil, por no decir imposible de encontrar en mis videoclubs más habituales. Durante dos años esperé a que dieran por televisión Regreso al Futuro para poder ver la segunda y tercera. Al cabo de un año, frustrado, me grabé la tercera y la vi algo decepcionado: lo que más me gustaba era ese principio loco, luego al llegar al oeste era todo muy aburrido (a día de hoy lo sigo pensando). Al fin, a finales del 99 la dieron por televisión: aquél día tenía una comida familiar in-ex-cu-sa-ble y la grabé. Al regresar a casa, eufórico, puse mi vídeo: había tardado un maldito año en lograr la película. La cinta era de mala calidad, falló y no se grabó nada: el vídeo también estaba desprogramada. Mi desdén era innombrable: al llegar el 2000 me entero que a dos calles la película puede estar porqué hay un videoclub con una extensísima colección de VHS (a finales de ese año empezó un romance con ese videoclub bajo el que ví todo el cine fantástico). Me hice socio un viernes: pero sin el carnet no podía alquilar. Tuve que esperar, claro está, al sábado: una vez en sábado, la película Regreso al Futuro ¡estaba alquilada! No podía ser, no me lo explicaba. Pronto la cosa terminó: fingí una gripe, puse mi termómetro al lado de una lamparilla negra y calculé bien los síntomas. Aquél lunes logré que, en un acto de amor maternal, mi progenitora me trajera la dichosa Regreso al Futuro. Pero... ¡me trajo la tercera! Yo, intentando agradecerle que me había traído la película, le dije que quería la primera y la segunda. Al día siguiente, me las trajo pero no me las dió hasta la tarde: tenía 48 horas para verlas. La mañana de miércoles estaba siempre sólo, ya saben, compras y demás: aquella mañana me preparé mi desayuno, unas tostadas, cerré las persians (a oscuras, sí, sí) y me salté orgulloso la escuela (siendo yo, alumno de sexto de primaria en un Febrero bastante perezoso y tedioso por la sensación de final que tenía ese curso). Aquél pase fue maravilloso, irrepetible. Ví la primera y la segunda película, no con la victoria premeditada de su dificultad para conseguirlas (ni en los grandes recintos se podían encontrar: estaban siempre descatalogadas) sino con la sensación de que la aventura de ver la película había empezado mucho antes. Desde aquél entonces fingí y sufrí variopintas gripes, con otras películas claro, pero es inevitable que alguna noche, vuelva a viajar a través del tiempo. Un díptico que en realidad, te obliga a ver la misma película dos veces, desde el mimo y el detalle.

Una semana antes de poder ver Los Cronocrímenes, no llegué a tiempo. La película agotó sus entradas para el doce y el trece, lo que es, por encima de cualquier bobada o decepción adolescente, una noticia excelente, algo de lo que nunca sabremos estar lo suficientemente alucinados debido a la rapidez con lo que ocurre (véase la cronología: Texas-Sitges y la, ya era hora, fulgurante carrera de la película, y aún asi es poco). No deja de ser poético y me gusta pensar que mítico. Regreso al Futuro 1&2 forman parte de un cine de estirpe legendaria y la película de Vigalondo igual: cuando entre a una sala de cine, y espero que sea pronto, a ver las morelianas aventuras de Héctor sabré que ya llevaba mucho tiempo antes viéndolas, imaginándolas, suponiéndolas. Igual que cuando aparecio The power of love, el estéreo gigantesco y el áeropatín: la primera película de Vigalondo está destinada a ser leyenda. Diantres, fueron dos años de búsqueda pero valieron la pena. Y aquí igual: uno debe esperar lo que haga falta para terminar sentado en la oscuridad dispuesto a mirar un proyector que se ha convertido (como mi reproductor de vídeo en el 2000) en algo muy parecido a la máquina imaginada por Bioy capaz de capturar las almas e inventar miles de realidades hasta el infinito.

miércoles, octubre 03, 2007

Best seller Metafísico

Si algo podemos agradecer al escritor es su mirada autocrítica. John Updike, puede que por las circunstancias precipitadas de su carrera, ha sido el primero de una serie de titanes en afrontar el ocaso de su producción artística justo en el tiempo en que Philip Roth pasó de la comedia al opus máximo de la narrativa: cuando en los noventa cerró con justicia poética su magnífica saga del Conejo (consideramos Rabbit Remembered un epílogo en forma de novella, publicado en 2001 otro resumen). Y Updike asistió a su incorporación al segundo plano de una forma un tanto brusca pero no injusta: contemporáneos como Philip Roth empezaron justo en esa década a publicar obrita maestra tras otra (pensar en El teatro del Sabbath, Pastoral Americana hasta llegar a Elegía) y Richard Ford se destapó definitivamente con su otra saga paralela a los Rabbits, la de Frank Bascombe. A partir de ahí, asumiendo que sus hits estaban ya hechos, Updike ha ido siendo un magnífico crítico, cuya labor debería editarse prontito ya en castellano porqué es tan prolífica que da bastante vergüenza.

¿Qué queda entonces? Corre Conejo como esa novela-crónica con secuelas a la altura, la magnífica Parejas como una síntesis a todo lo que vendrá después y Lo que queda por vivir, libro de cuentos precioso, que a falta de leer sus early stories y demás, se revelan como un legado literario magnífico. Entonces podemos leer Terrorista en la modalidad que yo llamo best seller metafísico (estoy estudiando en incorporarla a mi currículum): un hit escrito por un autor de prestigio que tiene la misma simpatía y el mismo espíritu que Gertrudis y Claudio, el retelling Shakesperiano. Y metafísico porqué ese es el tema de Terrorista (no el 11S que se revela una circunstancia) como el resto de obra de su autor: la existencia de Dios, el sentido de las vidas y demás mandangas propias de un pope superado a caballo entre la generación New Yorker y la tradición literaria judeoamericana.

Terrorista es Harry Angstrom protagonizando un nuevo episodio de 24. Jack Levy es un trasunto de todo héroe updikeano pero en un tono crepuscular que hace parecer Sin Perdón un canto a la alegría de vivir: nunca habíamos sentido a un personaje de su autor tan envejecido, tan rodeado de asco en todos sus sentidos (físicos, existenciales) que cuando vemos a este señor TAN decrépito tener algo tan intrínseco como fe en la humanidad no nos puede parecer menos que emocionante. Ahmad, por otra parte, es la antitésis de nuestra imagen terrorista: no sólo no es el clásico yihadista, sino que es algo así como un teenager con una excentricidad llamada islamismo que le llevará a un disparate. Updike desgrana humor y sensibilidad pop: las andanzas del joven Ahmad en el instituto, saliendo con la chica del Chico Malo (jefe de una banda de latinos) y luchando contra éste es tan clara y divertida que uno no puede dejar de sonreír.


Parrafo de Spoileracos (Salténselo)

Si en El Cabo del Miedo Jordi Costa habló de la victoria de Scorsese sobre Spielberg, en Terrorista podemos hablar de la victoria de Updike sobre su género (el superventas: subderivado de la actualidad más oportunista). Cuando en Terrorista se supone que deberíamos encontrar persecuciones y tiroteos, Updike crea su tensión como en el resto de sus libros: con deliciosas escenas de sexo (bastante sorprendentes para los no iniciados en su autor, siendo el superventas un género completamente mojigato cuando no directamente naif en cuestiones de sexo) y lapsos de tiempo que le dan al libro una estructura de crónica temporal muy similar a la de los Conejos. Si nadie con dos dedos de frente protestó por el intrigante happy ending del remake de Scorsese, el de Updike no debe llevarnos al engaño: es un happy ending en la medida que sepamos discernir hasta qué punto es satisfactorio que Jack Levy logre que Ahmad no cometa el atentado. Pero su existencia, igual de nihilista, también llega a su fin. ¿Empieza la de Ahmad? Dudo mucho que tras su fortuito encuentor con Joryleen vaya a salvarla. Updike es un viejo zorro y no ha cambiado ni un ápice que antes: este es el mismo final que el de Corre Conejo. Una decisión irreversible y aparentemente feliz para el protagonista, y una elipsis en medio de la narración con un rumbo a lo desconocido.
Parrafo de Spoileracos (Termina Aquí)


El libro es honesto pero además agradablísimo: hay en él un montón de reflexiones bastante sencillas pero no por ello deshechables (sobretodo en su planteamiento del debate del relativismo postmoderno y la fe islámica, que se resuelve de forma humanística) y un entretenimiento inteligente completamente asegurado. La crítica, equivocada, parecía esperar de Updike la nueva palabra de la narrativa post11S. Esta nueva (y última) palabra del hecho que lo cambió todo es una novela que transcurre precisamente en el ruido de fondo de las torres que se mantiene en las orejas de sus víctimas tras muchos años: se llama El Hombre del Salto y la escribió, quién sino, Don DeLillo. Ésta es divertida y está facturada por un gran escritor orgulloso de que hace muchos años que no lo es, que suple su falta de ambición por una dosis inusual de inteligencia en un género que parece muerto y envuelto en conspiraciones explotadas sin gusto por el delirio o la creatividad. Y con este panorama, Terrorista es de una sofisticación inesperada y nada molesta en su estilo literario, que demuestra que seguimos estando ante un tipo insobornable.
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