miércoles, noviembre 25, 2009

‘Cast Away’ y el mejor Robert Zemeckis

Lo ha explicado ya el maestro Jordi Costa. Pero lo redundo: Cast Away (2000)(un título infinitamente más sugerente, más relacionado con la profesión del protagonista que el clarificador Náufrago de aquí) me parece la mejor de las películas más o menos serias que hizo Robert Zemeckis después del fracaso tremendo de Death Becomes her (1992). Como todo director de cine de los ochenta, decidió madurar (qué bien lo explica el gurú de este blog, Eloy Fernández Porta), término fenomenal para decir: Decidí hacer, esencialmente, películas para el Mercado. Digo, para la posteridad. Digo, para la siguiente ceremonia de los Oscars.

Forrest Gump (1994) es una película perfectamente premiable: caído el Muro de Berlín, terminada la Historia para Fukuyama, toca hacer recuento (americano) de errores (hippies) y derrotas (épicas, en Vietnam). Lo interesante de Forrest Gump, lo dolorosamente interesante es que esa visión reaganiana, simple y necia de la Historia como "ay qué panda de sidosos los hippies a los que pasaron factura sus excesos, ay madre cuánta buena gente en Vietnam" ya estaba implícita en una película (una de mis favoritas, aclaro) tan poco sospechosa como Regreso al Futuro (1985) en la que no hay problema que cumplir tus sueños (la prosperidad económica, la casa con jardín, vamos) no resuelva. Por suerte, Zemeckis sería tan astuto de dirigir una segunda entrega en la que contradeciría la moral reaganiana y daría una colleja a esa felicidad suburbial que abrazaba en la conclusión de la primera entrega.

Pero, claro, hay momentos para la duda (como la magnífica secuencia de Gump corriendo y convirtiéndose en ídolo) en los que parece que Zemeckis insinúa la posibilidad de que la mejor forma de comprender Estados Unidos sea con mirada subnormal, digo, borderline. Pero se queda eso, en insinuaciones, porque lo que firma es un pastiche tal y como lo definió Jameson, con codas visuales al ilustrador Norman Rockwell, pero no paródicas, con momentos de puntual humor pero nada vinculantes ni alarmantes con la idea de película profunda y de abordar la Historia del modo más inofensivo posible.

El siguiente paso estaba en hacer lo que hacía antes pero demostrando que la posteridad, digo, el Oscar son el único y recto camino. Contact (1997) tenía momentos de indudable potencia (el clímax), pero poca cosa más: la película funcionaba como una versión hiperbólica de Encuentros en la tercera fase con una metafísica subkubrickiana de andar por casa que no terminaba de arrancar la película de lo premiable.

Después el llamado ejercicio de estilo: What Lies Beneath (2000) era una imitación tardía de Hitchock en la que….bien, el villano se llamaba Norman, había un secreto oscuro e inconfesable y no había indicios de humor abierto en ello, ni tan siquiera la postura lógica de un Brian DePalma. De nuevo, algunos momentos memorables en una imitación banal, hiperrealista, perfecta de un maestro del cine.

Creo que Cast Away (2000) es la mejor película de esa etapa. Tiene elementos, evidentemente, detestables: Tom Hanks publicitado como el protagonista de su tour de force y sobretodo el final. El final de la película que invierte lo que era una fábula sobre la soledad en, precisamente, una historia sobre ayudas divinas es perfecto para una generación New Age dispuesta a creer en Dios o en el Destino que hay tras las pequeñas cosas.

Pero la película, pese a ese elemento, sigue siendo la más interesante. Primera: es un blockbuster que enseña sus momentos más espectaculares en los primeros veinte minutos para convertirse en un ejercicio de vaciado. La vista de una isla y un balón serán los protagonistas de los planos más importantes: no habrá un gran clímax final, ni una salvación, ni una redención, ni nada. Por esa renuncia ya es el blockbuster zemeckiano más imprevisible y, sí, radical. Sorprende reencontrarse con ella hoy en día ya que en la época de Lost (2004-) vemos que ya no podemos imaginar del mismo modo un accidente aéreo, ni tan siquiera una isla, en el contexto de sofisticación pulp que propone la serie de Abrams, Lindelof y Lieber. Pero ya en sus primeros 20 minutos encontramos una dinamita visual y humorística que parecía perdida en el primer Zemeckis.

Me explico.

La película empieza con el vaciado. El vaciado sólo será habitado por Fed-Ex en dos planos de grúa. La retórica es publicitaria (a esta retórica, la propia compañía respondió con un descacharrante spot). Zemeckis aprovecha el vaciado para cambiar a la narración subjetiva: será el paquete el que sea nuestro conductor para el viaje a Rusia.

Allí se permite un gesto memorable, en la onda de fin de la Historia, pero con un humor cuasi post-imperialista: una vez en Rusia, vemos a unos jóvenes quitando una placa de Lenin. Ciertamente, puede interpretarse como el fin de la historia (o el triunfo capitalista) o como un irónico eslogan publicitario: Fed-ex llega a todas partes. Además, el uso de Elvis Presley contrastado con el de una melodía tradicional soviética es revelador.

Pero, para mí, el momento de máximo esplendor viene en el accidente aéreo, sabiamente pospuesto tras un vuelo inofensivo en el que se juega con los expectativas. En ese accidente Zemeckis conjugará los recursos que aquí descubre con los que son propios: planos espectaculares de una ola gigante conjugados con la textura negra de una tormenta que nos impide verlo.

Es un juego con la perspectiva de herencia hitchcockiana, pero también tiene una capacidad expresiva increíble: porque todo lo que vemos en el accidente es su magnitud, pero lo que percibimos es muerte. Negrura. Desaparición.

3 comentarios:

Kelzor dijo...

Es de lo mejor de Zemeckis. Así. Sin excusas, ni contextualizaciones.

Yo no interpreto el final desde un punto de vista religioso, si no todo lo contrario: la sensación de que la gran epopeya que nos han contado no le ha importado una mierda al resto del mundo. Sin embargo, el que sí ha aprendido a valorar lo que los demás tienen (el paquete) es él.

Mierda, el protagonista es el paquete. Tom Hanks es sólo un intermediario que ralentiza la verdadera trama principal.

David Flórez dijo...

hmmm...

La placa es de Lenin, creo. Más que nada porque Lening era calvorota...

El Miope Muñoz dijo...

Hostias, lapsus linguae. Le juro que pensaba en Lenin. Corregido, gracias.