lunes, octubre 13, 2008

El niño del pijama de Rayas o la contaminación nazi después de Steiner

El Niño con el Pijama de Rayas (John Boyne, Ed. Salamandra, Febrero 2007)

The boy with the Stripped Pyjamas (2008, Mark Herman)

Revisionismo mágico. Dijo Adorno en su día que tras Auschwitz no podría existir la poesía. Seguramente el legado del nazismo es la exigencia de una ficción responsable y una de las más peligrosas es esta dupla en forma de libro y película. Y veamos lo que dice George Steiner a propósito de la lengua alemana en Un milagro hueco (dentro de Lenguaje y Silencio):

El idioma no sólo fue infectado por estas bestialidades sin cuento. Fue impelido también a fortalecer innumerables falsías, a convencer a los alemanes de que la guerra era justa y victoriosa en todas partes

El libro de Boyne, escrito en inglés, usa un narrador omnisciente que sin embargo juega a explicarlo todo como el niño lo siente. En el libro hay escenas bastante vergonzosas en el hecho de que había alemanes inocentes en Alemania. Y no formaban parte de la resistencia, sino del silencio. Del silencio necio y cómplice, del que Boyne los exime de culpa. Así Bruno, un joven alemán sorprendentemente alejado de las Milicias Hitlerianas a las que eran sometidas los niños de la época (¡!), es el protagonista de una fábula en la que no toca tambores de hojalata pero si gusta mucho de las Artes (¡!) algo que a sus profesores, aburridos obsesionados con materias belicistas no es de su agrado.

Sigamos con los errores, esta vez compartidos con la película: la Madre, que ignora cualquier tipo de actividad del padre y que es muy feliz en su barrio burgués berlinés, es un personaje sorprendentemente plano. No sólo se elige para ella una construcción digna de culebrón (oh, tiene aventuras con otros oficiales) sino que su ausencia del conflicto hace más sospechoso a esta ficción: ¿Qué está tratando de decir Boyne? ¿Qué los cómpices y cobardes no eran eso, sólo acomodados que nunca oían la radio o cualquiera de los medios que usó Goebbels? Hablan Boyne y la película funcional de Herman de un silencio, que no fue tal y volvemos a Steiner:

Que Hitler, Goebbels y Himmler hablaran alemán no fue mera casualidad. El nazismo encontró en el idioma alemán exactamente lo que necesitaba para articualr su salvajismo. Hitler escuchaba en su lengua vernácula la histeria latente, la confusión y el trance hipnótica. [….] (¿Cómo podría recuperar un significado sano la palabra spritzen después de haber significado para millones el "chorrear" de la sangre judía que brota del lugar de las cuchilladas?)

Pues esto es lo que ocurrió bajo la bota del Reich. No silencio ni evasión, sino inmerso farfullar de palabras precisas y utilizables. Uno de los horrores peculiares de la era nazi fue que todo lo que ocurría era registrado, catalogado, historiado archivado; que las palabras fueron forzadas a que dijeran lo que ninguna boca humana habría debido decir nunca y con las que ningún papel fabricado por el hombre debería haberse manchado jamás. Es nauseabundo y casi intolerable recordar lo que fue hecho y hablado, pero es necesario hacerlo


Esta ficción es igualmente perniciosa. Muestra en el centro dramático a un buen alemán niño, símbolo de inocencia que termina muriendo con los judíos (casi siempre estereotipados como médicos o simpáticos violinistas) como colofón moral a la mala acción del padre, uno de esos (escasos según la película puesto que en Berlín el niño es feliz) militares malvados. No existe la propaganda, ni Hitler. Sólo hay nazis, como esa opción que se escoge. El niño del pijama de rayas es un film lamentable porque no sólo niega el Holocausto (no fue una vergüenza nacional, sino cosa de sádicos militares al margen del pueblo) sino también el totalitarismo nazi (que no fue tal, sino cuatro militares…). Ficciones como esta, con un uso ramplón de las imágenes del horror, no deberían conmovernos. Deberían provocar el rechazo y la repulsa de una sociedad que exige valentía en sus ficciones, más cuando estas tienen una relación con la realidad.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Uf, ha tocado usted un interruptor que no sé cómo apagar. Sobre el nazismo, el fascismo italiano y la rusia stalinista se han dicho memeces monumentales, lacra que ha traspasado la ignorancia del Pueblo hasta instalarse en el discurso de literatos y cineastas. Rechazar el nazismo ignorándolo o simplificando sus orígenes, cúpula y motivaciones es tan malo como el propio nazismo; y eso es lo que da pie a moralinas de monaguillo como ésta. Curiosa, y lógicamente además, son los judíos quienes, a través del humor y su talento para la sátira, han sabido señalar lo peor de cada casa en su justa medida.

Yo ando más que harto de tanta ficción histórica o hecho real tamizados por la antes mencionada moralina de monaguillo. Signo de que la memoria histórica es y será siempre incómoda para aquellos que buscan redención a través del flashback hipócrita.

Anónimo dijo...

Bravo. Totalmente de acuerdo con el post.

Anónimo dijo...

Felicidades Alvy. Posts como estos son NECESARIOS. Es increíble que cuando todo el mundo se ahorra el deber de recordar con psicopatología falsa y humanismo barato nadie ponga el dedo en la herida para señalar el horror (que tiene que ver más con el silencio, la ausencia de porqués y los medios, que con la carne). Exagerando sólo un poco, Shoa se debería ver en las escuelas.

Otra cosa: ¿sabes si alguien ha clasificado la exploitation en hard y soft? Entendiendo por hard aquella que va al bajo vientre y soft la que apela a la ternura y la lagrimilla. Quiero decir ¿no es El niño del pijama de rayas tan exploitation como Love camp 6? ¿Acaso no es más peligrosa la exploitation para marujas que el porno nazi?

Paolo2000 dijo...

Antes de nada, decir que sobre su critica de "El niño del pijama de Rayas" no tengo mucho que decir porque ni la he visto ni la voy a ver. Su critica lo dice todo.

No obstante, si me permite, me interesa mucho su vision sobre el simbolismo de la pelicula que recuerda a las tesis de Daniel j. Goldhagen y su libro "Los verdugos voluntarios de Hitler" en la que acusa a la sociedad alemana de complicidad, participacion e implicacion en el exterminio de los judios.

Yo comparto esa vision pero que para mi tiene un problema a veces en querer focalizar y satanizar al pueblo aleman que evidentemente es culpable y en la que muchos ven en su naturaleza y su cultura los germenes del totalitarismo mas feroz. Parafraseando a Allen: "No me gusta Wagner, me entran ganas de invadir Polonia"

Alemania fue capaz de lo peor pero no es el unico pueblo genocida, podriamos hablar de la Conquista Española de America, de la expansion de las colonias en Norteamerica, las purgas sovieticas, rwanda etc...

Nadie es responsable del exterminio judio mas que los alemanes y sus aliados, pero de ahi a extraer conclusiones sobre su intrinseca maldad tampoco me parece justo.

Mi conclusion es que el hombre es un lobo para el hombre independientemente de nuestras tribus, razas o banderas...

Anónimo dijo...

Es un tema complicado, sin duda, el de la responsabilidad histórica. ¿Quizás sea la única censura asumible? ¿Cuántos años tienen que pasar para que un gran dama pueda ser distorsionado a libre voluntad del creador? Cuando historias tan recientes y dramáticas como la del Holocausto funcionan como telón de fondo a la ficción se le niega su habitual derecho a la libre interpretación de lo real. Es como si lo real se volviera más real, como si esa categoría tan discutida -lo real- de pronto se volviera indiscutible. Para ciertos temas se supende el relativismo epistemológico; la tragedia es un límite para la deconstrucción. Sin determinadas certezas, se pone en peligro nuestra supervivencia, y en nuestro sistema, la única certeza a lo interpretable la marca la ley, la institución que genera certezas coactivas sobre lo interpretable. Quizás no haya un crimen tan incontestable y probado como el Holocausto, pero sin embargo sí es discutible la extensión de la culpa. Si como dice, Pablo, la película es tan tendenciosa y manida, no merece mucho la pena discutir sobre ella. Pero es curioso que hable de un niño cuando hace poco Gunter Grass ha revelado que a los 15 pidió su ingreso en la división de submarinos del ejercito alemán y posteriormente fue miembro de las SS. En este caso, los alemanes han tenido que decidir (y no está resuelto) si la mayor personalidad literaria de su país es culpable o no de haber querido ser nazi en su adolescencia. Copio un pedazo de un artículo de Telegraph:

Grass said in the interview that he wanted to dispel the notion that Germans were unwilling victims of Hitler. Germans, he said, were enthusiastic supporters of the Nazi regime. "Of course they were seduced as well, but many were involved with enthusiasm.

"I wanted to trace the origins of this enthusiasm and the reasons behind it. I did this in The Tin Drum and again, half a century later, that's what my new book is also about." He said his writing was a way for him to deal with his personal guilt."

Parece que hay una diferencia sustancial de actitud con la obra que tú comentas. No dejó de impresionarme, cuando visité la Casa de la Conferencia en Berlín (el lugar donde se planificó el holocausto con mentalidad científica)que allí todavía hoy llevaran a los niños de secundaria, sin excepción, en visita obligada, desde todos los puntos de Alemania, para que vieran, con sus propios ojos, los documentos del infierno que generaron sus abuelos. No sé cómo será esa película, pero acciones políticas como esa de obligar a todos los niños alemanes a contemplar la atrocidad que perpetraron sus abuelos, revela un sentimiento de culpa que alcanza, no solo a una generación del pueblo alemán (la avergonzada, aquella que sufrió las consecuencias) sino a sus vástagos. En este caso, la culpa se hereda de sangre, y aún los nietos de quienes masacraron deben sentirse verdugos, al menos por un día, durante su visita a la casa de la conferencia, en un bonito paraje, junto a un lago de Brandemburgo. No sé la película, ni lo que pensará de Gunter Grass pero en la realidad, la ley que se aplica a los niños alemanes es muy clara: todos siguen siendo culpables.

Anónimo dijo...

Estremecedoras las palabras de Steiner, que tienen una vigencia brutal, el lenguaje como arma, como medio para someter la realidad al antojo del poder. El lenguaje de los políticos actuales resulta igualmente terrorífico en sus intenciones.
Cito del comentario de Paolo2000":
"Alemania fue capaz de lo peor pero no es el unico pueblo genocida, podriamos hablar de la Conquista Española de America, de la expansion de las colonias en Norteamerica, las purgas sovieticas, rwanda etc...".
Sigue estando de moda incluir la Conquista de América por parte de España entre los casos históricos de genocidio, y me resulta una forma retorcer el concepto del genocidio tal como lo conocemos hoy día muy peligrosa. Todos estamos de acuerdo en que la Conquista fue brutal, salvaje y sangrienta, pero no fué ni más ni menos que cualquier expansión imperialista de sus contemporaneos y anteriores. En la Conquista se buscó el saqueo, el sometimiento y explotación de multitud de culturas americanas, pero no su exterminio sistemático, aunque sí tuviera consecuencias semejantes.
Han habido multitud guerras que han desembocado en la extinción de un pueblo o una cultura, pero no por eso se les califica de genocidios. El Genocidio implica un plan y una intencionalidad manifiestos de borrar de la faz de la tierra a un grupo o grupos claramente identificados, algo que sí llevaron a cabo con los pueblos indígenas norteamericanos.

Paolo2000 dijo...

Cabren, si se fija el sentido de mi post va exactamente en la futilidad de cargar las tintas en una nacionalidad o etnia, que en el caso de su post seria la apologia de la Conquista de Iberoamerica. Yo, repito, prefiero hablar del hombre en un sentido general antropologico aunque eso no quita que el exterminio nazi tenga unos rasgos unicos: organizacion, industrializacion, burocratizacion, etc...

Creo que estaremos de acuerdo que no tiene sentido establecer que significa tecnicamente un genocidio y si la conquista española lo fue, si en el fondo, y le cito, "tuvo consecuencias semejantes".

Y que conste que sostengo la vision que muchos de los pueblos sudamericanos eran igual o mas barbaros y expansionistas que sus supuestos civilizadores (Vease Apocalypto como referencia cultural popular) Al final, volvemos a lo mismo: "el hombre, un lobo para el hombre"

Balaguera dijo...

Bastante ya tuvimos con La vida es Bella, que acababa más o menos así:

-Hijo, hijo, van a fusilarme. Pero da igual, estás a punto de ganar. ¡Corre a esconderte!
-gime ich Papiere, Jude! ¡QUIERO MI TANQUE!

Más tarde, el padre muere y los tanques aparecen:

-¡USA, USA, USA!

Fin.

LadyM dijo...

Jajaja! este último comentario sobre "La vida es bella" es para enmarcarlo!. Totalmente de acuerdo con Balaguera.

Totalmente de acuerdo tb con la crítica del libro. La peli no pienso ir a verla, así q hablo sólo del libro, q es malo, muy muy malo, flojísimo.

Nos han engañado otra vez y punto.

Unknown dijo...

alvy, voy a contarte una pequeña historia intrascendente. tiempo ha, cuando el e-mail no era lo que es, servidor tenía varias penpals desperdigadas por el mundo. sí, se trataba principalmente de féminas, mitad porque siempre se me dio mejor la charla con ellas, mitad porque qué demonios, soñar es gratis pero los puentes de la fantasía, erótica o no, hay que tenderlos. a lo que iba: una de mis corresponsales era una muchacha argentina que deseaba ser actriz. y tanto lo deseaba que consiguió un papel protagonista en una película sobre la dictadura de su país (que casi fue el mío), con sus torturas y violaciones y demás. y, mientras ella preparaba su actuación, se me ocurrió preguntarle (aunque con el tono retórico y de duda propia de todo texto escrito) hasta qué punto se debía mandar hoy a la cárcel a los octogenarios criminales dirigentes de entonces. bien, antonella costa no me volvió a escribir, pero recibió muy notables críticas por aquel GARAJE OLIMPO que protagonizó. se me ocurre el ejemplo a cuento de esta crítica. partiendo de que no tengo nada a favor, tampoco nada en contra, del amigo boyne; admitiendo que el libro me cansó y la película no me atrae en lo más mínimo, permíteme de nuevo la duda. ¿debemos juzgarlo todo desde la apisonadora de la VERDAD? ¿no admiten ciertas obras, especialmente aquellas que admiten de buenas a primeras su ingenuidad (pues EL NIÑO... es claramente una narración destinada al público juvenil, y que llegue y fascine al adulto es otra cuestión), una cierta condescendencia? ¿no existe por ahí una periferia creativa que admita la fábula después de auschwitz? y sí, también me cabrea el abuso sentimentalista, pero no descartaría esta obra para la clase de ESO, ámbito al que en justicia pertenece. un saludo.

El Miope Muñoz dijo...

Hola Milo, ante todo muchísimas gracias por su comentario y la anécdota. Bajo mi punta de vista, no importa a quien se destine la obra. Pero vayamos a lo que apuntas: hace unos años el banco Santander editó unas fábulas bellísimas. Al mismo tiempo una editorial catalana de cuyo nombre quiero acordarme (ya) y en tiempos de CiU editó otras fábulas, en el mismo editorial blanco y no sé si bilingüe. Las del Santander, casualidades de la vida, eran fábulas de Woolf, Hemingway et al. Las otras, de autores no tan célebres, eran un retelling de la historia de Jesús en "pequeñas aventuras" y milagros. Mientras que las primeras no renunciaban a una moral altísima, deliciosa, siendo cuentos infantiles que me marcaron, las segundas necesitaban tomar un referente "religioso".

Después, el Holocausto. También Günter Grass debería leerse en las escuelas, pero no Boyne. En su fábula hay decisiones moralmente discutibles que llevan al chaval a la confusión. No le hablo de La Vida es Bella que, me guste o no, es una historia de un hombre que quiere evitar que su hijo pierda la infancia y la convierte en "juego". Ni de la (seguramente) obra maestra "desaparecida" de Jerry Lewis. Mejor aún: el público juvenil debe saber (y ser) consciente de la complicidad. No por duro, debe obviarlo. Puede hacerlo. Fantasear sobre Lo Real tiene riesgos. Dick y Vonnegut llevaron su relación a un extremo metafórico, pero Boyne la lleva a un extremo banal: ¿no pueden los niños de hoy en día ignorar que las esposas, felices en Berlín, estaban contentas por el "treball fet" querido Milo? ¿Acaso no deben aprender, me pongo viejuno a mis veinteeeeeeerl, en época de violencia en móbiles, que el silencio ante la barbarie y la felicidad son (una parte más) del nazismo? Creo que a todos nos iría mejor.