sábado, octubre 22, 2016

Una historia personal


Se ha muerto Steve Dillon. A los 54 años, en Nueva York. Los detalles concretos son pocos. El dibujante inglés transformó por completo mi relación con los tebeos. Probablemente, de maneras más sutiles de las que pueda enumerar ahora. Haremos una primera tentativa.

La relación y la experiencia como lector es siempre delicada (casi tanto como otras). La del lector de tebeos, los tebeos semanales de grapa, también tiene sus peculiaridades. Una de las peculiaridades es que las personas crecen y de repente, el adolescente busca otros lugares, otros mitos. Las historias de superhéroes dejaron de ser tan interesantes para mi durante gran parte de mi adolescencia.

La razón puede resumirse en términos simples, sin que lo sea por ello necesariamente: algo prohibido, algo distinto. El adolescente busca en lo oscuro, y ¿qué mejor lugar para empezar que los tebeos de Garth Ennis dibujados por Steve Dillon?

Predicador era perfecta cuando la encontré una tarde tonta en Mataró en el verano de 2001. Había chistes contra la iglesia - lo que a un chico de clase obrera de educación ligeramente católica de Mataró le sonaba muy subversivo -  y había un enfrentamiento contra El Mal entendido como los tacos.

Estaba Abierto hasta el Amanecer, es decir, estaba Tarantino y estaba Ennis. Formaban parte de la misma tradición, aunque tradición significara (también o básicamente) moda. Leí el tebeo como vi aquellas películas.

Esta paradoja más que ser explorada en sí, era una excusa para hacer un tebeo de ultraviolencia de parte del bien. Que no envejeciera bien parece ahora casi una parte de su encanto, una pequeña modestía contractual.

Claro que también estaba el Hellblazer donde John Constantine y su habilidad para fumar se convertían en una trampa. Este tebeo era más que subversivo, hábil: Dillon sobresalía también por su capacidad de recuperar lo que se supone que había sido siempre Hellblazer.

Dillon era, en buena medida, el protagonista de los hallazgos de Ennis. No podían explicarse por separado. Dillon daba a los diálogos - chabacanos, llenos de chascarrillos, con ingenios ocasionales - una cierta suciedad y una expresividad insólita.

Para cuando cumplí los diecisiete años, ya no tenía demasiado sentido fingir que no amaba el género superheroico. Todo esto cambió en gran medida gracias a Frank Miller, Warren Ellis, Joss Whedon Jason Aaron (para el que también Dillon dibujó tebeos gloriosos), Mark Millar y etcétera.

Hubo un tebeo a los veinte que lo cambió todo, por supuesto. Decían que allí Ennis y Dillon habían estado mejores que nunca. Había leído críticas online, pero las rebajas y la segunda mano ayudan. El Punisher de Ennis y Dillon era casi todo lo que yo necesitaba para borrar el edificio (igualmente frágil) de preconcepciones.

i había rémoras de sospecha en mí acerca de Punisher - no deja de ser el prototipo de justiciero ochentero con una anarquía de derechas modelada en pleno conflicto social de las reaganomics - quedaron borradas.

Lo cierto es que Bienvenido a casa, Frank es uno de mis tebeos favoritos. Actualizando la premisa del western, adaptándose bien a lo que hacia las mafias a la gente corriente y currante, Punisher se lee como una irónica fábula de robo a los extorsionadores con sangre e ironías respecto al sistema: el escepticismo sin exceso, donde la institución y la comunidad se hacen necesarias delatan la inteligencia de un Ennis inspirado y un Dillon fuera de lugar.

Este tebeo me acompaña, y merece la pena releerlo cada cierto tiempo. Dillon estaba en sus mejores momentos. Los tebeos tienen también memoria individual y experiencia conocible; en este caso, Dillon y sus dibujos eran parte de un paisaje y de su renovación.

Cuantas veces nos sucede eso.


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