De acuerdo: ver más de una vez Curso del 63 es un poco aburrido, porque todas sus virtudes son obvias al primer visionado y el resto es reiteración. Pero su éxito es sintomático del momento en el que vivimos: una crisis de la educación (con agradecimiento que se diría casi disculpa ) y el problema de la autoridad que quiere resolver Aguirre. El momento es perfecto, con una crisis económica y una polémica reforma educativa: curso del 63 formula un esquema perfecto. Seguramente la neoizquierda pensará complacida que, ay, el salvajismo no es la solución y algunos pensarán que la fantasía de poder, protofascista, es la solución.
Con un exquisito simulacro y con la presunta transparencia de la buena (mala) televisión, Clase del 63 es un corolario perfecto tal y como lo fue Cuéntame en el esplendor del Partido Popular.: la ilusión de que el franquismo es la respuesta, nunca el problema, y la elusión de que los padres de los presuntos teenagers ni se educaron en 1963, ni aparecen nunca acusados cuando, evidentemente, son los responsables principales y últimos de su educación. Es decir: gran televisión que amplifica los miedos y conforta la conciencia.