
La Huérfana (Orphan, 2009, Jaume Collet-Serra)
Que tras la imagen cándida de los niños se esconden almas cargadas de Mal Puro ya lo sabían Quim Monzó e Ian McEwan, que no solo escribió una novela dedicada a la edad adulta como método (improbable y perverso) de Expiación, sino que también fue el guionista tras El Buen Hijo (1993), dirigida por Joseph Ruben, otro amante de las famílias con asesino dentro tal y como se vio en El Padrastro (1987).
Jaume Collet-Serra ha dirigido La Casa de Cera (2005), excelente slasher modelado tras el artificio y que funcionaba como espectáculo intertextual de grandguignol con una ironía irresistible y ciertas imágenes perdurables. Aquí da muestras de (pretendida) solidez con una primera hora que nos muestra a un matrimonio resquebrajado y al borde del abismo, para el cual enterrar el dolor parece casi imposible. La película no profundiza demasiado y enseguida se convierte en una variante infantil de La mano que mece la cuna, con un suspense interesante hasta llegar al clímax, enésima repetición del psychokiller invencible y que se cierra con un guiño a The Ring 2 (2005), con el personaje de Vera Farmiga diciéndole a la diabólica retoña eso de “No soy tu jodida madre” (la misma frase que usaba la periodista interpretada por Naomi Watts para despedir a la peluda Samara).
La película tiene aciertos propios de Collet-Serra, como ese momento digno de Dario Argento en el que la faceta artística y cándida de la niña protagonista deviene capilla sixtina de la Muerte y la frustración sexual, con el reverso cromático ejerciendo como puente. Pero esto es un momento puntual porque el clímax usa un giro de guión ultraconservador y tranquilizante para que el espectador bienpensante no se asuste ante una niña que sea puro mal y promiscuidad sexual y cae en la inverosimilitud más elemental con el personaje de Peter Sarsgaard cuya miopía ante la actitud de terror y sospecha de su inocente hija pequeña es motivo cuasi cómico.
Como el remake de La última casa a la izquierda (2009), es una película que suaviza sus modelos para la sobremesa familiar y no toma riesgos. Una película similar es Mikey (1992) de Dennis Dimster, que toma el mismo punto de partida (un niño que asesina famílias y continua su tour en adopciones) y no aporta nada al canon de muchachos diabólico, que todavía preside El Otro (1972) de Robert Mulligan y las citadas cintas de Ruben y Hanson, y que, de no ser por su giro final, esta podría haber sido una valiosa aportación.