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lunes, septiembre 14, 2009

Bajo el cielo de Tezuka

Bajo el aire de Osamu Tezuka tiene una cualidad que la hace importante, más allá de ser una perfecta introducción: resume la visión de mundo de un creador y sintetiza algunas de las obsesiones que darían paso a sus obras más complejas y sofisticadas con las que fue reinventándose.

Se abre la colección con 'La ejecución terminó a las tres', un relato sobre un condenado a muerte que logra paralizar su ejecución. En 'El Milagro secreto' de Jorge Luis Borges, otro reo paralizaba temporalmente su ejecución también por motivos casi divinos: una víctima del nazismo que quería terminar su obra y consigue hacerlo, para luego morir. Tezuka nos presenta a un criminal nazi que en el ocaso de la Segunda Guerra Mundial escapa y se intuye un hombre libre, pero Tezuka nos dice que si bien Dios no concede milagros, algún tipo de orden tampoco impide calamidades.


En 'La nueva virgen' se acentúa esta idea y el abordaje y pillaje de una nave espacial sirve para alumbrar a un mesías, cuyo nacimiento supondrá una revelación importante para una suerte de Virgen del Futuro que no lo sabe: Tezuka se entronca con Metrópolis y con sus historias de robots humanos cuyo destino da un giro cuasi mesiánico. Y eso cuando no son ellos que emprenden tareas casi místicas de arreglo, como en 'Un hombre llamado Joe' que entronca con el espíritu de Black Jack, esa otra obra en la que Tezuka se dibujó como un alter ego destinado a enseñar humanidad como un científico resistente.


En Nuestro Mundo, la violencia y las paradojas de la existencia dan paso a una de sus amadas historias protagonizadas ya directamente por animales, reduciendo al mínimo el esquema de personajes.


Como demuestran historias como 'El rufián y los acantilados' o 'catástrofe en la oscuridad' no importa cuan sórdida sea la gente y sus acciones que cometan, siempre hay una visión profundamente moral y espiritual recorriendo sus relatos, escritos y dibujados por un autor que dio múltiples giros a su discurso, ampliándolo pasado, presente y futuro y sin renunciar a una mirada humanista y distanciada, llena de ambición.

sábado, abril 25, 2009

Tezuka experimental (I)

Los 13 cortometrajes recogidos en Animación Experimental de Osamu Tezuka son una maravilla para el coleccionista exigente y el saboreador de formas polimorfas de animación. No sólo ponen de manifiesto ese provincialismo extendido de (inexistentes) oposiciones entre maestros orientales y occidentales, o de causas-efecto rarísimas: el referente de Tezuka en estos trece preciosos cortos es el maestro Walt Disney, del que aprendió muchísimo para fundar la animación de su país. También son un ejemplo de la incansable imaginación y evolución de un artista que no cedió a repetirse a sí mismo y que fue muy exigente y complejo en sus registros y además polifacético: fundando su Mushi Productions, desarrolló distintas tareas en muchos cortometrajes y no se limitó a ser un artista y aniamdor, sino que también tuvo carrera como guionista o incluso mero catalizador de la premisa o a veces, director, pero cediendo las labores de animación y diseño a otros.


Macho, el primer cortometraje y datado en 1962, se narra a oscuras, prácticamente, comparando el comportamiento animal con el dos gatos parlantes. La progresiva locura del protagonista no se percibe hasta su agotador final dónde Tezuka saca rendimiento a lo que se revela como una inesperada crónica de una locura.

En Historia de una calle
(1962), al más puro estilo Fantasía, se propone un film únicamente musical, sin apenas diálogo, que narra los conflictos de los carteles publicitarios en una calle con un ratón como testigo de los memorables sucesos. Un tour de force que combina felicidad cotidiana con un triste final, al ritmo del totalitarismo y la guerra que deja paso, no obstante, a una cierta esperanza concedida por la naturaleza. Yusaku Samamoto y Eiichi Yamamoto orquestan una poética historia que brilla en la inigualable comunicación entre carteles y conmueve con su ejército de ratas uspervivientes y mariposas cobardes. Incluso tras su pesimista tramo final, se atreven a sugerir cierto renacimiento tras la destrucción.

Sirena (1964)insiste en el poder demoledor de los totalitarismos: un hombre va a enamorarse de una sirena, en realidad un mero pez, en una sociedad dónde está prohibida la imaginación. Pese a sus torturas, el hobmre termina liberado en la mar: la sencillez ultraexpresiva de su trazo es la clave de esta bellísima historia del amor como liberación.

Recuerdos (1964) es un onírico e irónico paseo por la sociedad actual que lega imágenes inolvidables: el ejército de retretes boladores, los alienígenas que tienen en los cajones sus bocas, la explosión nuclear con textura de nube que deviene cuerpo femenino y finalmente rostro femenino. Muchas metáforas y ecos psicoanalíticos para una exploración del inconsciente colectivo demoledora, surreal y reflexiva gracias a su potente sátira.

La gota (1965) es un corto cien por cien Tezuka (se ocupa del argumento, la dirección, la animación): a través de una situación cómica y desesperante, un náufrago que se está muriendo de sed, descubrimos un final desoladoramente divertido: no parece que haya mejor medio que los dibujos animados para describir la falta de perspectiva de un hombre y su ignorancia de dónde se encuentra realmente.

Cuadros de una exposición
(1966) es el segundo tour de force de la colección, el primero cuya autoría total también corresponde a Tezuka. Concebida como homenaje a Mussorgsky, se propone repasar en clave contemporánea los estereotipos de hoy. Durante treinta minutos Tezuka desmenuza a gusto los "héroes del hoy" en un paseo inolvidable y brutal, con ciertos altibajos, pero aciertos irresistibles en sus potentísimas metáforas (el crítico que anda con las manos después de tantos halagos).