viernes, junio 19, 2009

Sigue al Ratón Saltarín


Coraline (2009, Henry Selick)

El problema es lingüístico (o casi) o eso pareció ver el lógico y matemático Charles Lutwidge Dodgson cuando usó la fuerza y el torrente verbal para crear un sitio destinado a explicar la realidad y la infancia. Así descubre el lector de Alicia en el país de las maravillas que todo es caos, aunque nunca lo concluya abiertamente su autor.

John Updike escribió que Baum produjo una refrescante fantasía agnóstica en un tiempo de pútrida moralidad puritana. El Mago de Oz, historia que empieza en la aridez de la Kansas de principios del siglo XX y se concibe, como casi siempre en el esquema apadrinado por Carroll, como un viaje de ida y vuelta, sin todo ese caos rupturista de su precedente, pero con toda la sensación de descubrimiento y viaje obligatoria.

Los siguientes pasos han sido audiovisuales. Algunos más mitificados y felices que sustanciales, como la versión musical de Oz que a ritmo de Broadway legó las imágenes más identificables en el imaginario contemporáneo. Otros plenamente continuadores como El viaje de Chihiro, esa odisea en la que Hayao Miyazaki insistía en la condición lacónica del viaje y en la posibilidad de la decepción en todo descubrimiento importante hecho en la infancia.

Sorprendente es Coraline, claro. Primero porque ha ajustado cuentas ya con el periodismo y la crítica cultural y su interpretación de los procesos creativos y Henry Selick ya parece tener su mérito por el trabajo en Pesadilla antes de navidad. Tim Burton ha sido de ayuda, claro, porque La novia cadáver, lamentable y estoica, pone en evidencia hasta qué punto la marca, siempre deudora del camino abierto por Edward Gorey, ha fagocitado cualquier atisbo de interés o evolución discursiva. Después porque está basada en una novela de Neil Gaiman que ha fue ilustrada por su cómplice habitual, el antaño prestigioso y afamado Dave McKean. Late en Gaiman una decepción: la de ser primero mero autor de tebeos, después escritor de género y , finalmente, la de quedarse a medio camino en retrospectiva. Su presunta opus magna, The Sandman, tenía un gran inicio, en el que parecían coincidir muchas de las tradiciones estéticas del género y estaban adornadas con un tacto e ironía identificables, pero nunca cargantes. Updike escribió que Baum no fue consciente de la importancia de su obra maestra y así lo certifican las secuelas. Lo mismo puede decirse de Gaiman y de su Coraline, vívido, juvenil y exquisito trabajo de líneas sorprendentemente brillantes e historia exquisitamente variada.

El mejor resultado es para Selick. Henrique Lage ya ha mencionado la conexión Miyazaki-Gaiman y resulta agradecido que Selick se enfrente a la tradición y su película tenga en cuenta el espesor y la oscuridad aportada por Miyazaki y el paisaje, la rural y desértica Kansas, ideal para los contrastes que configuró Baum. También funciona como estimulante respuesta a la esterilidad banal de Burton ya que esta fábula habla de las capas de la experiencia y del reto de la realidad y procura no escatimar ningún recurso imaginativo para ello. Usa de un modo decididamente carrolliano las simetrías, al menos para componer al padre, algo que ya latía en la obra de Gaiman, y propone una estimulante historia que rescata los duelos como juegos no siempre divertidos y añade una jugosa trama en la que se incluye el canibalismo que conecta más con Henry James o incluso con muchos versos de Emily Dickinson.

El trabajo animado es exquisito y extremadamente detallista, capaz de erigirse junto a Ponyo en el acantilado en uno de los tesoros animados estrenados este año. Su torrente lírico sobrevive a la mera comparación burtoniana y se sostiene como singular paso adelante de una historia que empezó como imposibilidad esquiva de conocer (ordenar) la realidad.

4 comentarios:

Salanova dijo...

Es magistral. Lo único que puedo añadir a su excelente crítica es la referencia a La Odisea de Homero, particularmente esa escena que representa( y que es excelente porque también funciona como sensacional gag)en la que la tripulación de Odiseo se arriesgaba a escuchar y observar a las sirenas, y sufrir la ceguera. Se arriesgaban a algo demasiado bello por fuera, pero que a la larga conllevaba algo terrible.

Esa escena sirve para explicar parte del sentido de Coraline: La Simétrica realidad paralela es aparentemente perfecta, pero bajo esa misma apariencia perfecta se esconde siempre algo perverso.
Son dos preguntas: ¿Qué abandonarías por cumplir todos tus deseos en una falsa realidad? y ¿Es preferible dar una segunda oportunidad a la realidad?

Usted ya sabe qué responde la película.

Un abrazo!

Jorge Mario Sánchez dijo...

"Coraline" es estupenda. Hace pensar que tal vez el genio detrás de "Nightmare Before Christmas" fue siempre Selick y no Burton. De hecho, "Coraline" es la mejor de las tres (las otras dos son "Nightmare Before Christmas" y "El cadáver de la novia"). Es increíble la forma como Coraline va incluyendo en su sueño/realidad paralela todo lo que le ocurre durante el día, las personas que conoció, etc., y cómo tranforma esos sucesos en su inconsciente. Y, obviamente, los sueños perfectos terminan convirtiéndose en pesadillas, y en este punto me atrevo a afirmar que Selick le debe tanto al David Lynch de "Mulholland Drive" y "Lost Highway" como a Lewis Carroll.

Anónimo dijo...

Primera conclusión: Buton ya no está de moda (por fin)

Segunda conclusión: Selyck mejora mucho el texto de Gaiman, demasiado deudor de sus fuentes, como de costumbre.

Tercera: ¿realmente es necesario tan amplio número de citas bibliográficas? Huir del discurso academicista para imitarlo es un tanto paradójico.

Anónimo dijo...

Aunque visualmente sea encantadora, me temo que Coraline no contiene nada que Miyazaki-Carroll-Lynch no hayan contado mejor.