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lunes, junio 02, 2008

Speed Racer y el lenguaje de videojuego

Ya es definitivo: Speed Racer, basada en un legendario anime, es una película con lenguaje de videojuego. Tonio L. Alarcón así lo asegura en su crítica de Imágenes, bastante dura (y si se fijan parecida a alguna de las impresiones que manifesté yo mismo). Aunque yo propongo la reseña del visionario maestro Don Lindyhomer para ir abriendo frentes en una revisión cuidadosa de la película. Especialmente interesantes me han parecido dos minijuegos(al margen de sus videojuegos oficiosos para plataformas, en este caso, para las dos consolas de Nintendo) surgidos a costa de la serie y de la película. El de la película reproduce desde una perspectiva sencilla alguna de las carreras con una dificultad pasmosa para el jugador. Pero se me ha antojado interesantísimo uno hecho a partir del cartoon primigenio. Al margen de lo divertido/extraño que se hace ver juegos en tres dimensiones emulando la imagineria estética del cartoon sin la envidiable potencia del cell shading, observen las relaciones de la película de los Wachowski con su fuente original. El ersultado, más allá de las diferencias mediáticas y tecnológicas, no se me ha antojado tan distinto. Piensen sobre ello.

viernes, mayo 09, 2008

Go Go!


Uno de los mejores momentos de esta película ofrece a una camionera malvada presentada como símil de Edward G. Robinson a la velocidad de un rescate que también es persecución: hablar de superficialidad en Speed Racer es casi un insulto, porque su estética, arrolladora y su poderosísimo lenguaje arrollan a cualquier especialista que le hace ascos al reto Wachowski y cae rendido ante cierto aburrimiento revestido de riesgo, o de un mainstream más apagado.

Pero otra cosa es cierta, y es que la película de los Wachowski no sobrepasa los momentos en los que Geoff Darrow ilustra las jóvenes fantasías del pequeño coprotagonista y lucha contra un mono (¡sí, el mono más desternillante de todos los tiempos!) o convierte una pelea de kungfu en un regreso a la onomatopeya para que todo termine en un, aparente, mexican standoff. Y así, como cuando figuran sus autores que los travelling laterales son formas de emular la lectura de cualquier manga y de lograr reproducir viñetas con cierta imaginación o cuando sus planos secuencias (a-lu-ci-nan-tes en sus primeros veinte minutos o en cierta carrera) alcanzan el virtuosismo exquisitamente técnico, digital, inimaginable.

Pero aún así las tres mejores películas de acción contemporáneas, las muy distintas y orgullosas Crank, La prueba del crimen y Shoot'em'up no tienen problemas en imaginar un lenguaje tan caníbal como un interés en la emoción pura y dura, por explorar. Y por irónico que parezca los Wachowski no tienen el brío de la trilogía citada ahí arriba o el motivo por el que Brian DePalma convertía su virtuosismo, y John Woo sus hipérboles, en una traducción casi pura de la textura cinematográfica como vehículo imparable de emociones para el espectador.

Speed Racer no debería despistar a cualquier interesado en el rumbo del cine digital, igual que Sin City, pero carece de alma o vida, de interés verdadero sobre lo que sucede en la pantalla, tanto que sus carreras, irresistibles y muy bien rodadas, no tienen un frenesí compartido. Es un viaje imprescindible, claro, en los tiempos que corren pero sus directores han perdido la capacidad para mezclar el jolgorio de antaño con sus ideas del mañana. Speed Racer es un espectáculo inteligente pero apático.

Addenda: ¿Y qué espera de un chiste posmoderno? ¿Pasión? (John Tones)