martes, abril 07, 2009

Amor perdurable

Emily (1995, Andrés Sanz)

Marisas (2009, Nacho Vigalondo)

Emily (1995) from asv on Vimeo.

Estos dos cortos tienen el mismo punto de partida: una mujer cambiante que ya no tiene una forma física fija y cuya enfermedad no parece mejorar. Al espectáculo, indudable, asiste perplejo el narrador que llega a una conclusión porque la transformación ya ha obtenido un punto fijo. Nada más comparten. Fascinante es el corto de Sanz que llega a unas conclusiones enfermizas, pero quizá auténticas, místicas y divertidas: el amor que siente el narrador por su protagonista es puramente metafísico y no importa la forma que adquiere porque algo perdura. Su otro cortometraje, Bedford, es incluso más kafkiano, rebuscando en la estética de anuncio publicitario deliberadamente fifties y llegando al noir expresionista de Fritz Lang de un modo natural. Hay en Sanz un cineasta interesante, sensible y extrañanamente divertido. En Emily hay un uso divertido del narrador, siempre en off aunque no lo parezca, y unas transformaciones lo suficientemente estimulantes como para no desestimar su siguiente y muy recomendable trabajo.

El último cortometraje de Vigalondo es otro añadido a su ya inalcanzable filmografía llena de rarísimos ejemplares de ciencia ficción portátil, este sorprendentemente maduro y triste, como si emprenderia una tarkovskiana ruta hacia una premisa que casi podría calificarse cortazariana: a esta mujer cambiante que adquiere una forma final sólo le extraña el cambio (lento) de su protagonista que prosigue su búsqueda sabiendo que quizá ya haya terminado y no deba hacer otra cosa que emprender otra. Con la habitual mezcla de pericia, ingenio y sutilidad de su estilo visual encuentra también un punto de conexión en el enrarecido poeta Chris Marker, pero también genuinamente vigalondiano, ya que esta miniatura retrata un derrumbe y final de juego (de pareja) que tiene un precedente en la también esquiva y extrañamente vigorosa Choque.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los Cronocrímenes fue una de las mejores películas que vi el años pasado y confirmó (y superó) todas las expectativas que tenía puestas en ella y en su director.

Su estilo es depuradísimo, para alguien de su edad: Domingo es una pieza perfecta cuya efectividad radica en su sensillez radical. En mi opinión es uno de sus mejores cortos.

Por cierto: hace unos días mantuve con Usted una agradable conversación acerca de Mark Millar, a raíz de su comentario sobre 1985. Ayer terminé su lectura. He visto a un Millar más relajado y extremadamente nostálgico. Ante esto, la paciencia que conservaba por tener al Viejo Logan entre mis manos se
ha visto mermada. Salía en grapa este mes?

Mencionó también el Ultimate Wolverine vs. Hulk, firmado por Lindelof. No hay noticias de su próxima publicación en nuestro país?

Un saludo, Mr. Singer. Siempre agradecido por leer su bitácora.