miércoles, septiembre 16, 2009

Un poco de canon animado


Rosenbaum insiste en Screwball Squirrell como obra total de Tex Avery. No es mala idea, pero me decanto por Who Killed Who (1943) en la que reune algunas de sus mejores características, desde su estilo con perros con tendencia a ser aterrados hasta su única ceremonia de deconstrucción respecto a fórmulas ajenas. Aquí es el cine negro, por supuesto. No desaprovecha ni un fotograma para destruir el género. Las reglas espaciales del género pasna a ser motivo de mofa y observación inteligentísima, hasta el punto de que el protagonista lee la novela del cartoon que protagoniza y el detective 'descubre' que el narrador es nuestro asesino, una vuelta de tuerca casi Lerouxiana al asunto, en la que hay una persecución reconvertida en dos huidas hacia adelante y unos usos desternillantes de la pistola como gag (todos formulados a través del agotamiento, ya sea el cansancio o la falta de una presunta batería). Para Avery la figura del fabulador es la del criminal, puesto que ambos 'crean' las escenas perfectas. Una idea atractivísima y digna del mejor folletín francés, pero explicada con velocidad: la esencia de la animación, lo ha explicado mejor John Kricfalusi. Seguramente esta pieza sea la definición de tour de force.


El huesdo cuckoo de este cortometraje bien feliz sería bailando en The Skeleton Dance (1929, Disney/Iwerks) otro cortometraje excepcional. Carl Stalling, luego famoso por sus composiciones para los Looney Tunes, relee a Grieg y Disney cuenta con la complicidad de Iwerks para el cortometraje que inauguró las Silly Symphonies, una de las cumbres creativas de Disney, y convierte al cementerio en toda una fiesta vital. El esqueleto se adapta perfectamente a la animación porque sus movimientos son elásticos, pero su expresividad parece limitada. Sin subrayados y sin apenas dotar de ironía la pirueta, Disney tiene al musical como norma de expresión básica en su universo y aquí tenemos una de sus modulaciones más singulares, con el día siendo el fin para la fiesta nocturna de sus protagonistas y los habitualmentes atmosféricos gatos negros sirviendo como instrumento (musical y de ensayo terrorífico). Una maravilla.

1 comentario:

aleXz dijo...

Es casi increíble lo q se adelantó Avery al metacine de la edad posmoderna; más de una década respecto a la nouvelle vague, por ejemplo. Después, sólo los Zucker se han atrevido a despedazar así los géneros.