Mark Millar, John Romita Jr., Klaus Janson.
Traducción de Santiago García.
Panini, 2009, Toroella de Montgrí.
La etapa del guionista escocés Mark Millar de Lobezno, publicada originalmente en 2005, ve ahora la oportunidad de ser leída recopilada por Panini en lujosos volúmenes. Disfruté más de la primera entrega, seguramente porque era una diversión adolescente que se permitía interludios lapidarios para reafirmarse en su discurso. La construcción dramática aquí es prometedora, presentando un villano invencible que destaca siendo un niño como pintor, compositor de óperas, suicida frustrado, hasta que prueba la existencia de Dios mediante las matemáticas y se decide por convertirse en el villano de comicbook. Singular trayectoria que se lee como una broma del autor a costa de su nihilismo, definido por la Estrella del Norte como una cosa "natural" ya que "todos somos animales".
El villano de la función es japonés y la evocación es clara: las viejas historias de Chris Claremont y Frank Miller dedicadas al personaje. Una de las mayores influencias de Millar es el citado Miller, al que imita en su retórica intensa y emocional y en su planificación visual, sin embargo Millar es infinitamente más enfático y parece usar uno o dos recursos para cada escena, no demasiado más. Romita Jr., un seguidor del autor de Sin City en clave amerimanga, parece pues el dibujante ideal para esta aventura.
Mis problemas con el tebeo vienen con el postergado duelo final, más previsible y menos sincero que el de su entrega anterior. Lobezno dice contrariar a Estrella del Norte y cree que "somos animales con conciencia" y esto parece probarnos Millar con su clímax final, con el antihéroe de Marvel yendo a la tumba de una víctima humana, un niño (fan de Shonen Jump y de Gundam se nos describe) hijo de una pareja amiga. "¿Es aquí dónde está enterrado nuestro hijo? ¿En medio de la Nada?" Hay culpa y dolor, pero Lobezno parece seguro de haber dejado al mundo libre de una amenaza menos.
No es la primera vez que Millar aplica el contraste entre víctimas, inocentes, y superhéroes, caricaturescos y por tanto sujetos al duelo extremo, en un tebeo. Sin ir más lejos, su Civil War empezaba de ese modo.: con un salvaje atentado que abría un debate. Pero era el contraste y los matices entre sus superhéroes lo que provocaba en el conflicto una profundidad mayor. En su serie de la Civil War, Lobezno era un descarnado vengador, dispuesto a aniquilar a los líderes del atentado. Irónicas citas sobre la venganza, algunas en un tono crítico que sugerían una mirada vagamente existencial sobre el protagonista, abrían cada número escrito por Davis Guggenheim. Era la rabia lo que movía al tebeo y a su personaje y era la furia el único tema posible, antes que cualquier otro cuestionamiento.
Millar habla de víctimas humanas, pero el conflicto entre sus superhéroes es elemental, adolescente, hiperbólico y por lo tanto, simple. La (mala) conciencia del protagonista no se vive como una bienvenida dosis de madurez Millar, sino como un apaño ingenioso para preservar la emoción de la historia, su instinto de shock. El autor ha demostrado su valía como narrador experto en clímax basados en espectacularidad a gran escala, pero sus recursos emotivos desvelan una profunda incoherencia sobre su último trabajo: mientras que en el tomo anterior celebraba el simulacro y el formato (el comic book de superhéroes extravagantes), aquí se da paso al alma de un modo menos verosímil: su Lobezno está construido a través de otras representaciones del mismo, no de una recontextualización. Esta es la diferencia entre este (flojo y entretenido) tebeo y su Civil War o sus Ultimates: los desvelos no pueden estar en el shock (niños, mujeres aterrorizadas) sino en el mismo pathos de los superhéroes.
2 comentarios:
Me encanta que se haya aficionado a las obras de Millar, aparte de por su calidad, porque cuando me llame "rolero" yo le podré llamar "marvel zombie" ¡Y quedarme tan a gusto!
Por otra parte, Millar está confirmado ya como un gran guionista, yo estoy revisitando su Red Son y la tremenda Kick-Ass, que conseguí hace poco en papel por cuatro ochavos. Estoy disfrutándolos como un enano. Nos vamos leyendo, jefe.
Gracias por el comentario Ubeinn. Ya verá que llevo años escribiendo las bondades de Millar y hoy tocaba sacar (un poquito) las limitaciones (que las tiene). Afortunadamente, su obra tiene muchas y variadas virtudes.
Creo que mi discreción ha impedido que se note que soy un marvel zombie desde....desde....siempre. Es cierto que no volví con pasión a la casa de las ideas hasta 2005, cuando Warren Ellis, Mark Millar, Brian K. Vaughan y otros llegaron a mis manos y me confirmaron que esto es inevitable.
Por cierto, gran mote ya que Millar inventó en los Ultimate Fantastic Four a los marvel zombies.
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