Mostrando entradas con la etiqueta Wolverine. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Wolverine. Mostrar todas las entradas

lunes, julio 19, 2010

Las garras y la furia

Lobezno: Agente de Shield.

Mark Millar, John Romita Jr., Klaus Janson.

Traducción de Santiago García.

Panini, 2009, Toroella de Montgrí.

La etapa del guionista escocés Mark Millar de Lobezno, publicada originalmente en 2005, ve ahora la oportunidad de ser leída recopilada por Panini en lujosos volúmenes. Disfruté más de la primera entrega, seguramente porque era una diversión adolescente que se permitía interludios lapidarios para reafirmarse en su discurso. La construcción dramática aquí es prometedora, presentando un villano invencible que destaca siendo un niño como pintor, compositor de óperas, suicida frustrado, hasta que prueba la existencia de Dios mediante las matemáticas y se decide por convertirse en el villano de comicbook. Singular trayectoria que se lee como una broma del autor a costa de su nihilismo, definido por la Estrella del Norte como una cosa "natural" ya que "todos somos animales".

El villano de la función es japonés y la evocación es clara: las viejas historias de Chris Claremont y Frank Miller dedicadas al personaje. Una de las mayores influencias de Millar es el citado Miller, al que imita en su retórica intensa y emocional y en su planificación visual, sin embargo Millar es infinitamente más enfático y parece usar uno o dos recursos para cada escena, no demasiado más. Romita Jr., un seguidor del autor de Sin City en clave amerimanga, parece pues el dibujante ideal para esta aventura.

Mis problemas con el tebeo vienen con el postergado duelo final, más previsible y menos sincero que el de su entrega anterior. Lobezno dice contrariar a Estrella del Norte y cree que "somos animales con conciencia" y esto parece probarnos Millar con su clímax final, con el antihéroe de Marvel yendo a la tumba de una víctima humana, un niño (fan de Shonen Jump y de Gundam se nos describe) hijo de una pareja amiga. "¿Es aquí dónde está enterrado nuestro hijo? ¿En medio de la Nada?" Hay culpa y dolor, pero Lobezno parece seguro de haber dejado al mundo libre de una amenaza menos.

No es la primera vez que Millar aplica el contraste entre víctimas, inocentes, y superhéroes, caricaturescos y por tanto sujetos al duelo extremo, en un tebeo. Sin ir más lejos, su Civil War empezaba de ese modo.: con un salvaje atentado que abría un debate. Pero era el contraste y los matices entre sus superhéroes lo que provocaba en el conflicto una profundidad mayor. En su serie de la Civil War, Lobezno era un descarnado vengador, dispuesto a aniquilar a los líderes del atentado. Irónicas citas sobre la venganza, algunas en un tono crítico que sugerían una mirada vagamente existencial sobre el protagonista, abrían cada número escrito por Davis Guggenheim. Era la rabia lo que movía al tebeo y a su personaje y era la furia el único tema posible, antes que cualquier otro cuestionamiento.

Millar habla de víctimas humanas, pero el conflicto entre sus superhéroes es elemental, adolescente, hiperbólico y por lo tanto, simple. La (mala) conciencia del protagonista no se vive como una bienvenida dosis de madurez Millar, sino como un apaño ingenioso para preservar la emoción de la historia, su instinto de shock. El autor ha demostrado su valía como narrador experto en clímax basados en espectacularidad a gran escala, pero sus recursos emotivos desvelan una profunda incoherencia sobre su último trabajo: mientras que en el tomo anterior celebraba el simulacro y el formato (el comic book de superhéroes extravagantes), aquí se da paso al alma de un modo menos verosímil: su Lobezno está construido a través de otras representaciones del mismo, no de una recontextualización. Esta es la diferencia entre este (flojo y entretenido) tebeo y su Civil War o sus Ultimates: los desvelos no pueden estar en el shock (niños, mujeres aterrorizadas) sino en el mismo pathos de los superhéroes.

miércoles, septiembre 03, 2008

Nihei o El maquinista mutante

Mientras Naruto conquista los corazones nuevos y prematuramente crecidos mediante el recognize + enjoy de toda la vida, al que se decida adentrarse en el manga le quedan pocas opciones, puesto que se habla poco y siempre se asocia a una serie de productos del mainstream que aquí se han impuesto como subcultura, con fenómenos asociados porque comparten creadores, como el eterno rpg nipón y la estética del shonen/yaoi/shojo/hentai et al. Del libérrimo primer contacto, rompedor por planificaciones y estéticas uno pasa al aburrimiento, a cierto (y no carente de valor, claro) chiste de trazo grueso y tosco y a indistinguibles clásicos.

En medio de ese panorma está Blame! de Tsutomu Nihei. Descubrí al autor con Lobezno: Snikt, excelente revisión del personaje de la Marvel Cómics, ahora convertido en un héroe mutante en un nuevo sentido, el que da su autor a sus personajes siempre ligados al arma. En este sentido no se sabe apreciar en un primer contacto hasta qué punto supo Nihei no sólo escoger a su personaje, sino también hacerlo perversamente familiar.

No llega el creador al radicalismo de Katsuhiro Otomo, que desafió el formato del manga y también sus limitaciones industriales, pero si que diseña la historia frente a detalladas imágenes del apocalipsis que contrastan con las líneas cinéticas de las agresivas (y escasas, pero precisamente por eso destacadas) secuencias de acción.

Hay en Nihei algunas de las ideas más atractivas que he visto en mucho tiempo en el cyberpunk, como esa pistola que permite subir de niveles de asesinato, idea tan metafísica como perfecta para el violento imaginario de las máquinas en el que se mueve su autor. También es cierto que la concepción del horror de su autor siempre ha sido casi lovecraftiana: ahí está esa ciudad desolada, presentada sólo en interiores y sin nombre., igual que los otros espacios (La Red o La Megaestructura) siempre infinitos, complejos y de concepción casi primitiva, incidiendo en el lado metafísico de la historia. La historia luego se magnifica, se alarga y empieza a volverse casi entrópica en su guerra interminable entre humanos, cyborgs y terribles Corporaciones.

Violento, oscuro y visceral, Nihei es un autor capaz de sugerir y hallar en el cyberpunk una cuna de horror contemporáneo y estremecedor, de llevar esa visión de futuro imaginaria ideada por William Gibson a una nueva dimensión, tan japonesa, muchísimo más terrible porque se acerca a los claroscuros del alma y usa su adscripción como auténtico vehículo poético.