Ciudad de Dios.
(Cidade de Deus, 2002)
D.: Fernando Meirelles.
G.: Bráulio Mantovani según la novela de Paulo Lins.
I.: Alexandre Rodrigues, Matheus Nacthergaele, Seu Jorge, Leandro Firmino da Hora, Phellipe Haagensen, Douglas Silva, Roberta Rodríguez Silvia, Jonathan Haagensen, Gero Camilo, Graziela Moretto, Renato de Souza.
Duración.: 130 minutos. Color.
- CON SPOILERS -
Si de verdad quieren viajar al ídlico Brasil de los futbolistas y de los carnavales, de Rio de Janeiro, la verdad es que Ciudad de Dios no va a estar entre sus destinos turísticos precisamente. El nombre tan cristiano, es el que bautiza a una favela donde la vida no es sagrada, y lo único que parece sagrado es la posibilidad de terminar engrosando un clima de violencia que se extiende entre los niños.
Tras una experiencia viendo como niños le atracaban, el director Fernando Meirelles tomó conciencia social del asunto, y rápidamente llega a sus manos la novela de Paulo Lins, una crónica de trescientas vidas que se cruzan en la favela de Ciudad de Dios, de corte autobiográfico. La historia rápidamente le obsesiona, y auspiciado por Walter Salles, Meirelles se busca el asesoramiento de la excelente documentalista Katia Lund, y realiza uno de los films claves dentro de la cinematografía latinoamericana, que ha supuesto la revelación de otro de los tantos directores latinos que durante los últimos años han venido ha configurar el cine, en su vertiente narrativa y estética.
Éste es uno de los films más brillantes y compactos de los últimos años, tremendamente comprometido y magnífico en la exposición de su denuncia, como en la de una historia que no cae en los excesos desmedidos, sino que es la historia del exceso de sangre que por desgracia abunda en las zonas donde la desesperación es un síntoma diario (que es diferente).
Para narrarnos la historia de Ciudad de Dios, Meirelles escoge a un protagonista muy acertado, con el que rápidamente todos los cinéfilos puedan sentirse identificados. Buscapé, el amante de las cámaras, va a ser el testigo del horror, el ojo que mira, la evolución de la favela durante los años 60, 70, y 80. Paralelamente a Buscapé pasan muchas historias, pero el otro personaje que mueve el eje aparte del narrador, es Dadinho un niño que tiene ambición de poder, y que se convertirá en Ze Pequenho el mafioso mas peligroso durante su ascenso, y también el mas implacable y sangirento.
Fernando Meirelles tiene una de las direcciones mas sorprendentes y vibrantes que se han visto en el cine de los últimos años, que le mereció en su día una justa nominación al Oscar, y donde es capaz de combinar una deslumbrante estética sin perder de vista su intención, su fondo, y la capacidad narrativa de la historia. El film es un ejemplo muy claro del cine del siglo XXI y su juego con las imagénes. Pero lo que hace Meirelles es realmente excelente, aunque no exactamente oiriginal, ni mucho menos. Experto publicista, canibaliza todos los recursos narrativos del formato y los incorpora al film , además codifica todo el estilo frenético y vertiginoso del maestro Scorsese (con esas sucesiones de fondos sonores e imagénes tan implacables) logrando así una mezcla explosiva y efectiva, y con un vértigo narrativo muy similar al citado maestro de Goodfellas. En su estética combina estilo documental, sabios matices y contrastes en el color, y cámara en mano, logrando una mezcla muy ecléctica y eléctrica.
Pero Ciudad de Dios no es sólo una magnífica crónica criminal de las últimas décadas en un desesperado Rio de Janeiro, también contiene unas cuantas reflexiones que no vienen reñidas con su pericia narrativa (cosa que parece que deba estarlo en la moderna concepción del cine). Igual que Coppola o Scorsese diseccionaban con sus cintas de mafiosos el sistema capitalista americano, explicaban sus verdaderas bases y lanzaban una aguda crítica al sistema, Meirelles precisamente no se queda atrás. Muestra el mundo de las favelas como un mundo ahogado por la abstinencia de la clase alta brasileña a mirar más allá de las postales paisajísticas, y carcomido por el negocio de la droga y el odio. Sólo Buscapé, el hombre que retrata el horror de las favelas y lo denuncia sólo con su cámara, es uno entre mil, el único que puede escapar de esta espiral de odio que es infinita. Hay una secuencia obligatoria, que muestra el horror de los niños criminales, en ese ambiente. Ze Pequenho se enfada, porque los Raterillos (una banda de niños delincuentes) hacen la zona de Ciudad de Dios que gobierna, un lugar inseguro (y eso debilita la fuerza de sus extorsiones), y coge a tres de ellos. Uno será el que presencie como les dispara a los dos, en la mano y en el pie, respectivamente, y para el que no recibe balas, será el encargado de dar la última. Ze Pequenho le obliga a escoger entre los dos y matarle. Después de la ejecución, la cámara de Meirelles filma con un desgarro absoluto las lágrimas del niño que ha visto morir a otro. Al final Ze Pequenho será devorado por esa infancia, la misma infancia que ha perdido.
Porque Ciudad de Dios parece una tierra de eternos niños perdidos, un lugar donde la corrupción capitalista e hipócrita de la era globalizada ha asesinado sin piedad a Peter Pan.
Puntuacíón.: 9.
3 comentarios:
dacuerdo con la puntuación!
Totalmente de acuerdo. Gran peli. Fundamental verla en versión original (pese a no hablar portugues)... sin duda ayuda a empaparse mejor del entorno.
Felicidades por el blog.
Una buena pelicula, de ritmo frenetico ayudado por un montaje muy currado, además de bastante dura.
No he visto El jardinero fiel aunque me da que espara por debajo de este Ciudad de Dios.
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