Estimado Lector.
Los últimos años no han sido nada buenos para las peripecias siderales, en eso coincidirá conmigo. El final de Serenity, una aventura que tenía su corazón en cosas que nada tenían que ver con las aventuras desarrolladas más allá de Orion, prometía que las cosas iban a cambiar, aunque fuera forzosamente y con pérdidas importantes. Pero desde aquella película que redimió a Jack N. Green de mostrar la belleza del vacío como dios manda (piensen que el anterior fue Space Cowboys, que comprenderán no ess demasiado... ) o sea como filmaba la noche en Unforgiven. Stanislaw Lem parecía una cura, pero fue una enfermedad: ya he olvidado todo lo que tenía que olvidar del último Solaris, sobretodo su timidez patológica a la hora de mirar a los astros con la fuerza que lo hacía el autor ruso en su novela.
En una entrevista concedida en AICN, además de yeahs y motherfuckers, David Fincher asegura que su adaptación de Rendezvous with Rama de Arthur C. Clarke (el título sin traducir queda con un acento bonito) ya ha sido saqueada previamente por Star Trek (la película) y Aliens. Razón no le falta. La cuestión es que el director Fincher sepa saquear sólo las películas que menos hemos recordado en estos años.
En dos extremos naturalmente opuestos están Stardust y Sunshine. La primera, sosa fábula con un cometa que provoca milagros, poco ha hecho por la nobleza estelar, la segunda, se la ha devuelto, precisamente, arrebatándosela toda. Y nos ha recordado lo importante que va a ser Alien para todas nuestras vidas. De hecho, el mejor eslogan, el de Emmanuelle in Space nace también de la película de Scott: En el espacio nadie puede oír tus gemidos.
Han tenido que pasar los años para que la gente empiece a darse cuenta que en las galaxias más lejanas lo único que hay son quimeras de productos de juguetes, como rezaba John Landis. Nadie tuvo un problema que el viaje se hiciera a modo de superación amigable de la resaca de los setenta, pero la palestra de hoy en día bebe del reconocimeinto. Mi revisión del Episodio III, en su momento mi episodio favorito de los nuevos, fue un espejo que me dibujó más cansado y aburrido que en las otras veces. Los jedis me importaban un comino porque en sus duelos no había la misma fuerza que la del acontecimiento per se (es la última película que verás de Star Wars, al menos en diez años) y la ampliación del universo star wars me sonaba a exotismo. Una extraña modalidad de la agencia de viajes si lo piensan.: ahí dónde Alfred Bester construye novelones sobre el nacimiento de las civilizaciones, George Lucas dibuja postales de Halcones Milenarios. La última película de Patrick Read Johnson, 5-25-77 define lo que es Star Wars para su creador: una película que sólo sirve para que él vuelva a dirigir sobre lo que supuso en su día la cinta de George Lucas para una juventud setentera, con sueños. Read Johnson no ha hecho, ni en la película ni en la realidad, la cinta loca que sueña que rueda y que le es fallida. Sólo ha explicado que hacía películas malas: 5-25-77 es un Amarcord prematuro de un creador que no existe. La venidera Fanboys podria argumentar nuestro pesimismo: la cinta de Lucas es sólo una excusa integradora que sólo sirve para hablar de la grandeza de esta excusa integradora, algo que ya está en las cintas de Smith.
Y en un rincón, bastante minúsculo alejado de cualquier tipo de brillo de las estrellas, está la nueva Galáctica. Una serie que parece ser el caldo de cultivo para un nuevo viaje a lo alto, dónde los creadores más terrenales (el JJ Abrams de Perdidos, que ha auspiciado la misma Cloverfield) han decidido rescatar la tripulación del Enterprise para ver si queda algo. Lo cierto es que es más interesante la ingenería y la arquitectura que la sociología y el turismo para fanboys.
Siga mirando hacia arriba.
1 comentario:
Aunque no me cuento entre las filas de los fanboys actuales, uno de los recuerdos más claros y que mejor he conservado de mi niñez (9 años!) es verme saliendo del cine Nuevo en el Paralelo (Barcelona) después de haber visto La Guerra de las Galaxias! Recuerdo que la luz en las escenas finales (en Yavin 4, joder, lo he tenido que buscar...), una luz de atardecer en un planeta selvático, era exactamente igual que la luz de la calle al salir del cine. Es una tontería, pero me reforzó la sensación de haber visto algo "real".
Yo "soy" de Blade Runner... a esa fui al estreno y todo.
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