Esta es la historia moderna: cambiar al Ché por “Ché el musical”. El suplantar a los personajes por sus equivalentes-espectáculo.
Esto aseguraba Raúl Minchinela en ‘La reescritura del pasado’ y esto acomete Marcos Badosa, el ingenioso y autista protagonista de Stradivarius Rex de Román Piña. La ironía está en que esta reescritura se convertirá en vanguardia literaria, y el autor de la idea se verá suplantado por un amigo envidioso.
Tanto El Cultural como Narrativas están ciertamente encantados y reconocen la capacidad cómica de Piña. Ahora, habiendo leído Gólgota, la obra anterior de su autor, se puede decir que esta obra supone una evolución, o al menos un cambio en su estilo, mucho más indignado y grotesco en su novela anterior. Aquí lo grotesco da paso a una ternura inesperada, a una triste y patética historia costumbrista contada con una excusa Palahniukiana. Stradivarius Rex es la historia de una obra maestra porque, al fin, toma en cuenta que los equivalentes-espectáculo están suplantando la Historia. Esto nos lleva al tebeo The Ultimates, en el que Mark Millar propone suplantar a los superhéroes por estrellas de cine.
Sabiéndose vencido para apagar el tono poderoso y maestro de Jack Kirby, Mark Millar escoge el camino de la suplantación, de la sensibilidad mediática. Como Piña, que imagina un Aquiles encarnado por un reparto hollywoodiense y en medio de los últimos éxitos de Spielberg. ¿La diferencia? La mitología pop siempre jugará con ventaja, pero Kirby es una excepción. Nunca reconstruyó su personaje a partir de una sensibilidad pulp (como en el caso de los héroes de DC, Green Lantern y Batman, por citar algunos) sino que lo resucitó de la propaganda. El gesto de Millar es similar al de Badosa: está escogiendo a un personaje que no estaba muerto. Lo sobrecargan. Lo elevan de un modo equivocado, lo distorsionan. Consiguen algo plenamente sensible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario