viernes, septiembre 14, 2007
We are not two, we are one
Hasta ahora The Darjeeling Limited no está gustando nada al público, al Times y demás gente de bien. Lo curioso es que su Banda Sonora incluye Strangers de The Kinks (y dos temás más del Lola vs. Powerman: This time Tomorrow y Powerman). Y lo es porqué ya se hizo un montaje con esta canción y los Tenenbaums de fondo. No deja de ser maravilloso que, a veces, el fandom pueda ser a la par inteligente y profético.
Acerca de las críticas al film hay poco comentar, por un lado, yo todavía no he visto la película y por el otro, el llamado exceso de estilo me parece otro encantador eufemismo ante la perplejidad e incomprensión que les provoca alguna obra. Nótese que cuando este exceso de estilo del que hablan todos (es la expresión de moda, ahora, ya verán por los foros) puede ser ejercicio de estilo o virtuosismo. O en su summa máxima: virtuoso ejercicio de estilo. Cuando tenía doce años, no sabía de qué me hablaban los críticos con esas expresiones: el verdadero significado lo aprendí viendo Vestida para Matar y Doble Cuerpo. Pero esos no eran ya ejercicios de estilo, eran vulgares pastiches para la limpia y casta cinefilia.
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8 comentarios:
Acuérdese que esa expresión se aplicó, mutada, a una de las mejores películas de Jackie Chan, Gángster para un pequeño milagro: se dijo que estaba "sobrecoreografiada". Nada más leerlo, empecé a salivar...
Yo tengo 14 años y no entiendo lo que es. Como tampoco entiendo cientos de textos de Cahiers(De Dirigido los entiendo en su mayoría) y, pese a todo, me la sigo comprando...y yo me pregunto ¿Debería ,a mi edad, saberlo?(sobre el exceso de estilo hablo).
El video amateur estaba hecho con mucho amor, y creo que es posible que Wes Anderson lo viera y se percatara de ello.
La canción es fantástica, una de las pocas en que Dave Davies le pasa por encima a su hermano Ray.
¿Y qué te parece, no ha habido comentarios en casi ningún blog, la andanada de Javier Calvo en Culturas de La Vanguardia -miércoles pasado- contra "la generación Nocilla"?
Sonaba raro, raro, raro, desmarcándose y luego diciendo esto y lo otro, lo cierto es que bastantes verdades, pero como se citaba a sí mismo, y salvaba su propio "Pellejo", quedaba feo, ¿no?
Tones, cualquiera que diga eso de Gángster para un pequeño milagro es que no tiene ni zorra idea de CINE. Pero así en mayúsculas. Estos gilipollas parece que no hayan vido It happened one night de Capra: si vieran la cantidad de disparates que le gustaria hacer ahi a Capra (pero no pudo, se nota la falta de medios) sabrian que Gángster es una pelicula Capriana mucho mejor que toda la filmografia del famoso señor.
Salanova, es que no hace falta que lo entienda, porqué no existe. Es un grado moral: una obra personal (eso es que si esta bien que tenga estilo) y un "exceso de estilo" son lo mismo. Son evaluaciones que distan de cualquier análisis serio.
Sin duda, Mycroft, si Wes ha visto ese video (a ver como incorpora la canción: creo que lo sabremos) está dando una colleja a la contemporánea era del tutubo bien bella.
Y Luismikado no he leído el articulo, cuando lo lea le digo algo.
Acabo de aterrizar aquí desde can Bassas. Como no he sido conocedor de este Blog, antes?.
Te Felicito. Me agrego ahora mismo tu Blog. He estado viendo algunas cosas por encima, y me interesan.
Lo dicho, me quedaré por aquí. Iré opinado si se me permite.
Felicidades.
Sacado del blog de Vicente Luis Mora:
"La historia de la nocilla"
JAVIER CALVO, LA VANGUARDIA
A principios de la década de 1920, el poeta escocés Hugh MacDiarmid reaccionó con aplomo a la indiferencia con que eran recibidos sus libros de poemas. Desde las páginas de varias revistas editadas por él mismo, y usando incontables pseudónimos en la prensa, se dedicó a reseñar docenas de veces sus propios libros, lamentando una y otra vez el despiste de los lectores y explicándoles por qué su obra tenía que liderar el modernismo internacional. Su deliciosa histeria didáctica es un prototipo no sólo de lo que medio siglo más tarde se llamaría Cultura DIY (Do It Yourself),sino también de las disfunciones del escritor moderno frente al patio de butacas vacío: coprolalia, infantilismo, síndrome de Napoleón y esa cosa negra que los franceses llaman le cafard.
Asociada en sus inicios con el punk y con la ética anticonsumista, la Cultura DIY se vigoriza, como es natural, en los momentos de mayor ostracismo de la escena cultural. O sea, cuando productores, editores y agentes no encuentran posibilidad de beneficio material en la creación emergente. La Cassete Culture de los ochenta, el movimiento Guerrilla Girls o Bomb The Music Industry son algunos casos clásicos. En la escena literaria española, donde casi hay que remontarse a la antología de los Novísimos para encontrar un programa literario colectivo que no se apoye en insulsas proclamas de diversidad, resulta asombroso ver aparecer un foco de energía y de actitud allí donde parecía imposible que brotara algo. El grupo literario bautizado este año como Generación Nocilla por las periodistas Nuria Azancot y Elena Hevia puede carecer de impulso punk (y a veces dar cierta impresión de reunión de empollones), pero está claro que esa energía y esa actitud son reales.
Sus señas de identidad como grupo pueden parecer confusas a tenor de lo escrito sobre ellos, pero en realidad son bastante claras. Su asociación con editoriales minúsculas (aunque en muchos casos después de intentar publicar en editoriales más grandes, lo cual contradice su pathos anticomercial); el blog como forma de comunicación interna; la reivindicación del experimentalismo español de los setenta y del americano de las últimas décadas; y la influencia de la teoría literaria, así como la conexión con el mundo académico y su afición por celebrar congresos para discutir sus teorías. Puede que estos cuatro elementos sean revulsivos o puede que no, pero está claro que suponen una ruptura con el panorama literario existente. ¿De dónde ha salido la Generación Nocilla, entonces? La respuesta requiere un poco de historia reciente.
Cierto afán maximalista, a menudo promovido por sus propios integrantes, ha construido una nómina desproporcionada de integrantes de la Generación Nocilla. Pese a su nombre, el grupo tiene poco de generacional: al fin y al cabo, gente tan dispar como Espido Freire o Nicolás Casariego también nacieron en los 70, mientras que otros como Kiko Amat, Lolita Bosch, Isaac Rosa o yo mismo no compartimos realmente la mayoría de sus preceptos, aunque a veces la Generación Nocilla haya buscado la fuerza en los números. En su origen, el grupo se aglutina en torno a la publicación de La fiesta del asno (2005) de Juan Francisco Ferré, continúa con Proust Fiction (2005) de Robert Juan Cantavella y Subterráneos (2006) de Vicente Luis Mora, y tiene sus obras más representativas en Nocilla Dream (2006) de Agustín Fernández Mallo y Afterpop (2007) de Eloy Fernández Porta, cerebro indiscutible del grupo. La rabiosa anticomercialidad del quinteto es a la vez la causa de la escasa circulación de su obra y el resultado de la indiferencia editorial y mediática durante los años larvarios del grupo. Es en esa indiferencia donde encontramos la verdadera génesis y razón de ser de la Generación Nocilla.
Cuesta encontrar un momento más deprimente para iniciarse como escritor en España que los últimos cinco años: las ventas bajan todos los años, el thriller histórico devora el mercado y el establishment cultural cierra filas en torno a lo consolidado y en contra de cualquier cosa que huela a nuevo. Editores como Jorge Herralde proclaman a los cuatro vientos que no hay autores jóvenes interesantes. En este entorno, los proto-integrantes de la GN, liderados por Fernández Porta, desarrollan las bases de su beligerancia. Las puertas cerradas de las editoriales los llevan a la autogestión, a través de internet, de sellos como Berenice, Plurabelle y DVD y de órganos como la revista LateralydespuésQuimera.A la desatención responden con endogamia orgullosa y con aridez: el desapego por la narración y por los personajes es una de sus señas de identidad, incluso en Nocilla Dream,la obra más leída del grupo. Su entramado de blogs teje densos argumentos de teoría literaria en torno al tema favorito, y a veces obsesivo, del grupo: la diferencia con las generaciones precedentes, así como sus propios rasgos de identidad como grupo. Es cierto que los artículos de Hevia y Azancot son miradas desde fuera, pero solamente hace falta rascar un poco para ver que no se apoyan tanto en análisis propios como en las premisas propuestas por la propia gente Nocilla.
¿Y en qué se cimenta esa diferencia con los predecesores? Ahí radica paradójicamente uno de los puntos flacos del ataque Nocilla.El problema está en que, mientras que casi toda vindicación histórica del experimentalismo suele ser la reacción a una generación previa anquilosada, esto dista mucho de ser cierto en el caso de los Nocillas. Autores como Ray Loriga, Rodrigo Fresán, Francisco Casavella o Luis Magrinyá son de todo menos conservadores, y es evidente que han asimilado en su obra a Ballard, Burroughs, los posmodernos americanos y otros muchos referentes reivindicados por Fernández Porta y compañía. Resulta difícil defender que la GN esté introduciendo en la literatura española, tal como se puede leer en alguna parte, cosas como la fragmentariedad, la influencia americana, la cultura pop o la mezcla de géneros, que ya hace tiempo que estaban por aquí. Por otra parte, la idea de que la literatura considerada seria en realidad es pop y que la literatura poppy es la verdadera crítica cultural, presente en el ensayo Afterpop,el principal documento teórico del grupo, es tan compleja que requiere un libro entero para ser explicada, y tampoco ayuda mucho a entender el grado de innovación de las obras del grupo. En última instancia, el hincapié continuo en la teoría parece indicar incluso que dichas obras no consiguen transmitir por sí solas el mensaje que el grupo se ha propuesto transmitir.
He dicho antes que la Generación Nocilla es una energía y una actitud, y también un insulto al sistema. Esa es la verdadera diferencia con proyectos literarios anteriores, y es bajo ese prisma que tiene valor su peculiar mezcla de ética DoIt Yourself,desprecio al mercado, histeria teorizante, provocación, histrionismo y amor por la controversia. Como MacDiarmid inundando la prensa de reseñas de sí mismo, la Generación Nocilla reinvindica el síndrome de Napoleón (verte a ti mismo mucho más grande de lo que te ven los demás) y no duda en autopromocionarse en términos mesiánicos. Los cinco libros que he mencionado antes, mi canon nocillero personal, son el inicio de algo probablemente efímero, en la medida en que probablemente sus autores irán pasando de forma gradual al mainstream (el primero Fernández Mallo, que ya ha fichado por Alfaguara). Sin embargo, hasta que eso pase, vale la pena disfrutar del momento de forma de estos angry youngmen,ya un poco creciditos pero todavía dispuestos a dar mordiscos y patadas.
11:01 AM
Bueno, la critica a la suyo.
Pero de todas maneras es Wes Anderson.
¿Quién -en el último tiempo- ha podido mezclar Salinger con Fitzgerald, Bill Murray, buenos soundtrack, Bowie en clave Bossa y sacar una película?
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