Que Alexandre Aja es francés, en un sentido cultural, no lo duda nadie. Pero que también se ha empeñado en tener modales demasiado americanos no parece verlo nadie, tampoco. Es Aja hombre de gran debut tempranamente estropeado por un giro final, muy existencialista y llenito de amor fou como dictaba Tones, llamado Alta Tensión y de remake, me temo, encumbrado por gente ajena a la primerísimo etapa de Wes Craven, realizador aficionado a la relectura salvaje del cine de Ingmar Bergman. Su remake está hecho, como no, desde la escasa vergüenza de lo clónico pero con cierta efectividad y poder de entretenimiento, con la música de Tomandandy sustituyendo el detalle brutal de Craven, del que Aja era un alumno más suavizado, guste o no. Pero también decidió incluir un fascinante poblado desértico, lleno de evocadores maniquíes, y una divertida, por francesa que no por subversiva, apología del chiste político en forma de resurrección justiciera.
Uno no lamenta pues la ausencia de Alexandre Aja en esta secuela del remake, y celebra el regreso de Wes Craven, acompañado de su retoño, que sirve para que el viejo maestro se redima de esa secuela de su obra original (que narrativamente tiene una serie de flashbacks que a mi me parecen involuntariamente delirantes y predecesores de ciertas tácticas de Lost), que dirigó en uno de sus intermezzos creativos. De entrada, el score de Tomandandy se mantiene pero la sutileza política mejora. No es mal destino para Craven el intentar dignificar sus remakes, y ahora que se acercan The Last House on the Left y Shocker (¡!) al cineasta se le abren algunas posibilidades de supervivencia. Weisz no tiene la gracia visual de Aja pero sabe darle un par de codas, centrando toda la acción en minas y colinas, convirtiéndose la película en una sensible heredera del verdadero legado de los setenta, en términos de american gothic y western cafre. Y eso, sí que merece muchísimo interés.
La trama es magnífica: ese grupo de soldados paletos de la guardia Nacional (atención al sarcástico Kandahar simulado en el que se presenta la acción) representan perfectamente a una América con ganas de lucha pero menos. Pero en 14 minutos la película ya está encargada de saber que el chiste político (que Aja tomaba como punto y final) es para Craven sólo un punto de partida para hablarnos de algo todavía más cafre: nuestros encantadores reversos deformes. Y así no faltan pegas, como la inclusión de Napoleón, sin embargo es un personaje excesivamente paródico: un soldado de ideales pacifistas, que cree que toda guerra no es “legal”. Es decir, lo políticamente correcto. Pero más allá de eso, El retorno de los malditos es una película veloz, llena de caníbales, concisa y verdaderamente cafre y digna como horror post setentero, superior al remake en prácticamente todo lo esencial.
Uno no lamenta pues la ausencia de Alexandre Aja en esta secuela del remake, y celebra el regreso de Wes Craven, acompañado de su retoño, que sirve para que el viejo maestro se redima de esa secuela de su obra original (que narrativamente tiene una serie de flashbacks que a mi me parecen involuntariamente delirantes y predecesores de ciertas tácticas de Lost), que dirigó en uno de sus intermezzos creativos. De entrada, el score de Tomandandy se mantiene pero la sutileza política mejora. No es mal destino para Craven el intentar dignificar sus remakes, y ahora que se acercan The Last House on the Left y Shocker (¡!) al cineasta se le abren algunas posibilidades de supervivencia. Weisz no tiene la gracia visual de Aja pero sabe darle un par de codas, centrando toda la acción en minas y colinas, convirtiéndose la película en una sensible heredera del verdadero legado de los setenta, en términos de american gothic y western cafre. Y eso, sí que merece muchísimo interés.
La trama es magnífica: ese grupo de soldados paletos de la guardia Nacional (atención al sarcástico Kandahar simulado en el que se presenta la acción) representan perfectamente a una América con ganas de lucha pero menos. Pero en 14 minutos la película ya está encargada de saber que el chiste político (que Aja tomaba como punto y final) es para Craven sólo un punto de partida para hablarnos de algo todavía más cafre: nuestros encantadores reversos deformes. Y así no faltan pegas, como la inclusión de Napoleón, sin embargo es un personaje excesivamente paródico: un soldado de ideales pacifistas, que cree que toda guerra no es “legal”. Es decir, lo políticamente correcto. Pero más allá de eso, El retorno de los malditos es una película veloz, llena de caníbales, concisa y verdaderamente cafre y digna como horror post setentero, superior al remake en prácticamente todo lo esencial.
6 comentarios:
¿Por qué os ha dado ahora por machacar a Aja? ¿ Será porque es el tipo más dotado actualmente para la puesta en escena del horror? el final de "Alta tensión" es posiblemente lo que dota de sentido a la película, no solo como film de terror (que no), sino como inscripción puramente francesa en el marco de la contemporaneidad.
Y Craven, bueno, aparte de rodar imposturas como "La última casa a la izquierda", poco puede decirse de la secuela de "Las colinas tienen ojos", que no sé ni como la salvas.
Tampoco puede esperarse demasiado de esta secuela, que sí, que para cafres como nosotros es una piruleta que se degusta y se tira. Y sí, no podemos esperar mucho del tipo que rodó "El caníbal de Rohtenburg"(además, paradoja, entronca con el Sr. Slade), y de una película en la que un tipo sale de un retrete lleno de mierda. Busque por ahí lo que Aja y Levasseur habían planteado para la secuela, y entonces pensemos en el guión de Craven e hijo, gracioso, y poco más.
Saludos
Gracias, Roberto, es un placer tenerle por ahí. Menudo textaco sobre el incidente se han currado ¿eh?
Bueno al grano: la secuela de las colinas, en fin, la considero eso un disparate. Un disparate con flashbacks de perro. Insisto: el PERRO TIENE UN FLASHBACK. Ahí lo dejo, el valor está y creo que hasta Craven himself está arrepentido.
A mi me chifla La última casa a la izquierda, vale, no es Day of the Woman, pero como perversión americana de Bergman funciona la mar de bien y también como historia de venganza con un look salvaje (insisto, es más algo de la puesta en escena que el contenido per se) que parece inigualable hoy en día. Cierto que sus sucesores le ganan, por ejemplo los Night Train Muders de Aldo Lado están mucho mejor o Las colinas original, pero tampoco la veo una impostura. Aunque no me desagrada la definición, me parece una impostura muy de Craven.
Supongo que la habrán visto, pero si no es así no se pierdan Me bebo tu sangre. ESO es delirio disparatado GRANDE
Las segundas colinas de Craven son insoportables, como una colección de descartes y material rodado meses antes, no tiene perdón. Y la primera, la original, era "más aburrida" que el remake de Aja (del que se ha colgado el trailer de Mirrors, que no parece muy "Aja") Lla original estaba editada en dvd como El otro lado del espejo y estuvo en Sitges 03 y era un pelín "típica"
La última casa a la izquierda tiene una panda de malos antológica y Shocker a día de hoy se aguanta de milagro.
Saludos!
Para mi Craven siempre ha sido un cineasta tan medido y con tanta conciencia del usufructo, que cuando pretende ser visceral, lo único que hace es quedarse en evidencia. Yo veo mucha farsa en "La última casa a la izquierda", en su montaje, en su subrayado musical, en su estética forzadísima....por eso reniego absolutamente de la visión que da Desiree de Fez de Craven en el libro "American Gothic".
En fin, que el buen Craven (para mí, o al menos el que me interesa) es el de "La pesadilla de Freddy", "Scream", y "La maldición". Como bien dices, tenemos el film de Zachi, este sí, muchísimo más radical y directo.
Saludos
Estoy en todo con Roberto (bueno, en casi todo: lo de salvar La maldición nomelojplico). No puedo opinar, pues no he visto la película en cuestión, pero sí debo decir que Las colinas tienen ojos de Craven me parece un esperpento soporífero. Cuando va de arty le sale tan mal como cuando se pasa de camp. El término medio de sus Pesadillas y Screams es lo único que le puede salvar.
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