miércoles, abril 09, 2008

El riesgo de lo light

Bobby Darin será recordado siempre como un tipo más versátil que verdaderamente icónico: sus hits oscilan entre el hábil y temprano pop adolescente (Splish Splash) y una serie de versión liviana de Frank Sinatra y Dean Martin sin la voz o el aura de lo cool que lo arrope, hecho que queda patente en que la mayoría de sus éxitos sean standards (Lazy River), canciones adaptadas ya anteriormente (Mack The Knife, rehecha por el genio de Louis Armstrong que desveló una suerte de crooner mucho más competitivo d elo esperable) y versiones un tanto menores al lado de su procedencia, su mítico Beyond The Sea, que no era más que un cover inglés de la mítica La Mer de Charles Trenet.

Puede que con Steve Carell ocurra lo mismo, porque el actor nacido en 1962 empezó revelándose como el corresponsal robaescenas de Jon Stewart y últimamente su carrera se ha tomado un riesgo nunca señalado lo suficientemente y es el de lo light. Ahí está el Carell que saca su reconocida vena católica para todos los públicos en Evan Almighty (cuya primera parte le reserva la mejor escena y el díptico de Tom Shadyac simboliza el destrono de Carrey por el mismo Carell y dos tipos de humor muy distintos), el que se hace pasar por un Luke Wilson en películas para todos los públicos revestidas de alternativas (Little Miss Sunshine), la eficaz voz rescatadora y elevadora de producciones animadas (desde Over the Hedge hasta su secundario de lujo en Horton) y, puede que el peor, el cómico ya directamente entregado a una comedia tremendamente conservadora, capriana y de superficie amable y rabiosamente bien ejecutada (Dan In The Real Life). Carell solo ha tenido oportunidad de lucimiento total en The 40 Year Old Virgin, entretenida comedia que inauguró la moda Apattow (ya sea como productor o director, todo un autor de la sombra, autor de éxitos de cierta vocación generacional), y su futuro pasa por seguir encabezando la Office norteamericana, que le hace palidecer en demasía al lado del talento de Ricky Gervais, y rivalizar al mismísimo Don Adams en el venidero (y prometedor de no ser por la incómoda carrera de su director, Peter Segal) remake cinematográfico de Get Smart.

Pasa por Carell tratar de convertir sus dotes característicos como ese rasgo de humor de expresión minimalista y a la vez sufridora heredado del mejor Griffin Dune, y esa innegable versatilidad que le demuestra perfecto de un salto a otro para no terminar tempranamente enterrado como le pasó a Darin. Pese haber dejado atrás a Carrey, Carell carece de la genialidad absoluta de Bill Murray (con una etapa cómica con resultados superiores y nunca suficientemente recordados) y de la fuerza de los vehículos de Jim Carrey (que encadenó, recordemos, La Máscara, dos Tontos Muy Tontos y Ace Ventura).

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