viernes, enero 09, 2009

You can’t buy my car

Gran Torino (2008, Clint Eastwood)

-Con spoileracos incluídos-



""Los yanquis son grandullones
parecidos a gigantes
algunos como elefantes
"pero no tienen corazones".

Los chinos son pequeñitos
son pequeñitos, SÍ,
pero con unos corazones
así de grandes, ASÍ""

Carlos Puebla, David y Goliath (Cortesías)

El siguiente paso de una canonización tan extrema como la llevada a cabo con Eastwood no podía ser otro que el encontrarse con un guión (como siempre de manos ajenas) que resumiera principalmente lo que tiene que ser un film de Eastwood. Y el de Gran Torino es un resumen modélico porque no falta nada. En su primera hora incluye una descripción de Walt Kowalski, como un heredero crepuscular de su Harry el Sucio. Viudo, veterano de la guerra como su Sargento de Hierro, y tozudamente polaco como el Nick Pulowski de El Principiante, Kowalski entabla amistad con Thao, un coreano vecino suyo que trató de robarle su coche predilecto, el Gran Torino de 1972. En su primera hora, Walt salva dos veces a su vecino, primero a Thao de una paliza segura y luego a Sue de ser violada (al más puro estilo Old Eastwood). Todo luce como una versión pochísima de sus mejores y más cómicas películas, pero a diferencia de estas, la verosimilitud se ha marchado desde que el espectador asiste impasible al chiste del iphone, en el que la hija se queja de que no hay cobertura dentro de casa del abuelo. La cosa no decrece y sigue aumentando cuando Eastwood introduce a los malvados de un tirón, y les niega esos personajes tan profundos que, al parecer, hay siempre en su cine. Los villanos no interesan, pese a ser los que hacen el mal.

Ab initio, Gran Torino pasa de ser una película interesante, modelo Poder Absoluto o Ejecución Inminente a otra mucho más vergonzosa y bastante tramposa y tosca, modelo Million Dollar Baby. Lo cierto es que las dos citadas eran cintas entretenidas marcadas por una narrativa estreñídisma, innecesariamante largas (y no me refiero a la dilatada secuencia inicial del film, sino al resto) para ser películas tan convencionales. Pero ni eso sabe hacer ya Eastwood y que la cosa sea, al menos, olvidable. Insiste en devolverle al cura cierta relevancia ética y social. También en dibujar a famílias egoístas, puro material cómico (sus descripciones son exageradas, sus gestos caricaturescos). A costa de eso, la película pierde cualquier visión social interesante (un viejo racista viviendo en un barrio de inmigrantes, un justiciero racista coronado por los mismos inmigrantes, las guerras raciales entre razas) y pasa al sentimentalismo atroz y a una pirueta que parece perfecta, en términos de Memoria Histórica: Eastwood imparte la lección de que fue un veterano de Corea (varias veces, además, situándose a la altura de otro Walt, el Schobak de El Gran Lebowski, en eso de declararse veterano) y mató, vio morir a muchachos de diecisiete años, protege a los Coreanos y finalmente muere desarmado ante los mismos, legando sus medallas y su coche a uno de ellos, el vecino.

Así la película lejos de recurrir a la Amnistía, busca el perdón a través de la Memoria Histórica, evitando así cualquier herida generacional o social, o cualquier matiz en sus personajes. Hay tomas algo largas que resaltan el manierismo, Diego Salgado dixit, de quien se pretende un clásico con el mortecino logo de la Warner Bros al inicio. También, Eastwood confesándose, otra vez, en tiempos de Oscar, dejando bienes inmobiliarios a la Iglesia y, en general, cerrando mal la que podría haber sido una de las películas más políticamente incorrectas de la década. Lo que queda es inverosímil, para quien guste, y sus evocaciones son obvias, exóticas. La idea principal de la película (hay esperanza hasta para un racista, tan pronto como se confiese, claro) es mucho menos ofensiva de lo que cree: el problema no está en que Walt es un veterano de la guerra, sino en que conserva ese odio racista todavía. Igual que Paul Haggis en Crash, Eastwood cree que el perdón racista se resuelve con la consttación y luego con la redención. Pero lo cierto es que el racismo práctico es simplemente un acto de odio, intolerancia y la muerte no borra la mancha de una conciencia, por mucho que Iglesia y "héroes" así lo crean. Year of the Dragon (1985) enfrentaba, violentamente, también a un veterano (esta vez, de Vietnam) contra una banda asiática y le recordaba a su experiencia traumática. Pese a que mantenía un romance con una asiática, el desencanto de White no venía por su lavado de conciencia y perdón sino por el descubrimiento de una tregua existente entre policías y las tríadas, algo que viola los códigos éticos de White y le somete a una situación que procesa con mayor dificultad.

Kowalski, tan fantasmal y marginal como su viejo coche en la antigua capital del motor norteamericana, busca ser la llama de la esperanza, un paso en esa memoria histórica que surge en el cine americano: con sus inmigrantes, con su identidad, la família, y la guerra. Todo se cae por la inverosimilitud citada, en la que Eastwood confunde, una vez más, personaje con contexto. Todo está simplificado (los primeros planos de Eastwood, la comedia luego aparcada y amplificada por un absurdo drama oscarizable) y ni siquiera se trata, de verdad, la sensación del inmigrante y su status en Estados Unidos. En la obra de Chang Rae-Lee se tratan algunos de los sugerentes temas a los que se enfrenta el coreano: En lengua materna presenta el dilema de unas elecciones locales, su papel en la democracia, y Una vida de gestos presenta la integración como una triste y sórdida inmigración metafísica, terrible. Gran Torino está muy ocupada redimiendo al racista, al odioso y necio intolerante que se nos anuncia también capaz de lo mejor (evaluación continuada pues, para la conciencia, igual que hace el cristianismo con la vida, que la sugiere eterna) para preocuparse también de sus coprotagonistas asiáticos. Eso sí, tiene canciones de Jamie Cullum y maniqueísmo al servicio de la lágrima. Estados Unidos ha encontrado a otro perfecto fabulador para sus tiempos de cambio que, como hacen los candidatos año tras año, se someten a la confesión, al examen de conciencia, por parte de la religión. La ficción, por otra parte, no tiene mucho que pintar: ni hay un lenguaje excesivamente elaborado (¡la austeridad magistral!), ni una historia que realmente sea capaz de evocar algo que no sea su diseño toscamente lacrimogeno (Eastwood nos niega el saber por qué esos coreanos violan y se obsesionan tanto con Thao y su hermana; por qué sus hijos son tan interesados, egoístas y materialistas) y redentor.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí Eastwood me gusta una vez cada diez años. Esta década fue con Mistic River. El resto me aburre soberanamente.

Libertariano dijo...

Sin embargo, MR me aburre soberanamente, como El intercambio y, en general, sus "grandes películas"

Gran Torino, sin embargo, es una película descuidada y superficial, en el mejor sentido de la expresión, tan hawksiana en el sentido que no se molesta en "comprender" nada y, mucho menos (ni que fuera Sam Mendes o Angelopoulos) a los buenos, a los malos o la madre que los parió.

Simplemente experimenta, y vaya que si lo hace, como pasar de comedia a tragedia pasando por el drama, de 0 a 100, en 5 segundos. Tan rápido que descoloca a la retaguardia tan velozmente como a la vanguardia (aquí, Alvy, te has pasado de frenada)

Eastwood, el tribuno de la plebe

Anónimo dijo...

de verdad podeis dormir tranquilos despues de escribir todo esto? verguenza ajena, y no poca, me da leer lo vuestro.

Anónimo dijo...

ja,ja,ja, esto es realmente gracioso ¿hay algo más divertido que ver un bloggero en pijama creyéndose más listo que un hombre de 80 años con 30 películas a sus espaldas? ¡la magia de internet, amigos!

El Miope Muñoz dijo...

Interesante teoría: la de los pijamas y la de las películas. ¡A tope!

Unknown dijo...

ganas me han dado de ir a verla al cine porque, aunque el dvdrip que me bajé coincide en duración con la ficha del imdb, estaba plagado de cortes. pequeños, deduzco ahora. pero cierto es que el cambio de ritmo de la segunda parte me llevó a preguntarme si no estaría viendo una versión alterada por algún montador maníaco-cibernético. other than that, estimado alvy, no es que difiera de tu comentario pero tampoco puedo compartirlo. lo de la memoria histórica queda desactivado en el diálogo de la furgoneta: no son coreanos sino hmong procedentes de laos, camboya y tailandia. y, de paso, lucharon a favor de estados unidos en la guerra de vietnam. ergo, el final no viene a saldar cuentas con la obviedad que le adjudicas. luego te escama el tema religioso. bien, dudo mucho que el personaje abrace la fe: cede la casa a la iglesia porque a su mujer le habría gustado y va a confesarse para que el mocetón pelirrojo se quede contento. que revele su trauma bélico ante el muchacho simplemente contrasta con las tres tonterías que suelta antes con el cura. esto es eastwood cien por cien: el valor no está en la iglesia y sí en la amistad. amistad de machos, como la que le une al peluquero, pero amistad al fin y al cabo. y el retrato de la familia no será un prodigio de sutileza (el revanchismo de la escena de lectura del testamento era plenamente evitable), pero los rostros de padre e hijo tras su última conversación telefónica son un momento álgido de la película. respecto a la falta de verosimilitud, es la misma de siempre, amigo mío. no va a cantar más ahora porque eastwood con 78 tiene más fuerza que todos los tipos de 34 que conozco juntitos. y la canción final, maravillosa. y eso, que el pero que le puedo poner es que la narración está descompensada, que a partir de cierto momento el guión recurra a tropecientas secuencias cortas en vez de condensar la información como al principio. pero es un placer ver cualquier cosa que dirija este hombre. cualquiera. ya nadie dirige así.

El Miope Muñoz dijo...

Ojo: es redención porque el personaje de Eastwood ve a los hmong (que es cierto que lo son) como un equivalente (es un racista, no entiende de matices) a los coreanos que mató en Vietnam. Lo dice en voz alta.

Y lo de la iglesia quedándose con la casa, así "suelto", no tiene nada de católico. Lo de confesarse, el último deseo de su mujer, es redención. Confesarse, eso sí, después de una ridícula escena de pandilleros y justo cuando DEBERÍA repartir estopa. Cristianamente hablando y Amén.

Gracias por su coment, Milo J.!

sesi dijo...

Hoy mismo la he visto... y ya es oficial: nunca estaremos de acuerdo con una peli del viejo...

Huelo desprecio hacia el Clint director más allá de críticas reales a sus filmes... Y curiosamente esta vez no tragas la vertiente "real" del cine más allà de "lo cinematográfico". Parafraseando a Paul Haggis: "Crees que te conoces? (o conoces a un racista) No tienes ni idea..." XDDD

Me encanta cuando te pones intransigente... XD

Haciendo Amig@s dijo...

Me enantaría ver el guión primerizo de esta película, porque realmente parece una peli hecha como despedida de Harry el Sucio. Se le ha cambiado el nombre al personaje, pero Clint interpreta a un Dirty Harry anciano y la película tiene el humor socarrón de las pelis de la saga.

Porque lo que hace la peli es resumir y poner punto y final a toda una serie de personajes de Clint rudos, conservadores, tradicionales y violentos. Y lo hace con un acto de expiación cinematográfica, tanto dentro como fuera de la pantalla. Kowalski es un justiciero que no mata a nadie ni pega un solo tiro (excepto por error). Es evidente que Clint quiso hacer esta película como colofón a todos sus personajes "hardboiled". Y me parece una muestra de valentía, porque podía hacer caso omiso de sus personajes anteriores ahora que es un director "serio". Pero ha querido despedirse de ese género y de ese tipo de cine con resultados notables.

Todas las cosas que se critican de la peli (maniquea, moralista, reaccionaria, falsa) están ahí porque recogen el testigo de esa línea de personajes reaccionarios y maniqueos de Clint y le da la vuelta. La peli no reniega de las anteriores (y en eso es iluminador la confesión de prota con el cura, donde confiesa pecados menores pero no se arrepiente de los hombres que ha matado) si no que redime al personaje de una forma tan espectacular y efectista como podía ser un tiroteo final de Harry El Sucio... pero esta vez es un climax de sacrificio, no de venganza.

Por eso creo que la peli pierde mucho si se la ve como una peli autónoma y seria sobre problemas raciales y sociales modernos. En ese aspecto es criticable. Pero como guiño emotivo y fabuloso a un tipo de cine y personajes que hicieron de Clint una estrella, la peli es una maravilla.

Es por ello una historia mucho más inteligente de lo que parece... y mucho más íntima y referencial que, por ejemplo "Sin Perdón". Aquí Clint no se ha preocupado por hacer una peli "buena de por sí" como "Sin Perdón" y lo que ha hecho es preocuparse de los guiños y de la despedida emotiva y sentimentaloide de todo un gran pedazo de su carrera.

Y eso hace la peli más atacable en un sentido narrativo estricto; pero muy fuerte y admirable en un sentido emotivo y de diversión total, sobre todo si eres fan de aquel Clint del gatillo fácil y gruñidos caricaturescos.