miércoles, marzo 11, 2009

Profundo mar azul

The Abyss (1989, James Cameron)
James Cameron parece sostener en esta película que sus anteriores proyectos como cineasta eran puro y duro aprendizaje. Abyss es una película ambiciosa que mezcla la premisa de Alien: El Octavo pasajero (una nave que debe ir al rescate de otra abandonada) con el espectáculo a escala espacial y metafísica de Encuentros en la tercera fase. Cameron sustituye el espacio que fascinaba, en su impenetrabilidad, en la cinta de Scott por su obsesión marítima y allí desarrolla el descubrimiento de una fuerza extraterrestre. Parecía opositar a ello porque había dirigido la secuela de la película de Scott, Aliens, en la que consiguió crear una secuela espectacular y furiosa capaz de acallar las desconfianzas, aunque perdiendo todo el terror de la primera parte.

Cameron demuestra una destreza impecable en Terminator donde agarra el futuro posapocalíptico a la Mad Max y lo lleva al pasado, cubriéndolo de tintes religiosos y de genuino cine negro contemporáneo, urbano e imparable. También en una versión cibernética de una monster movie perfectamente enmarcada en lo que luego se bautizó Technoir, el club nocturno que acoge a la protagonista en su huída. Es interesante, y algo que comparten muchos cineastas de la posmodernidad ochentera, como Cameron revienta y juega con los géneros, siendo Terminator un film dónde encajan los ecos tempranos de éxitos como la citada película de Miller con el del mismo Ridley Scott (el clímax final, esencialmente) y dándole un empaque visual fuera de duda (ahí sale ganando la magnífica persecución) para una película de un presupuesto menor.

Abyss marca el cambio en su carrera, pero también es un film fallido. Lo protagoniza Bud (perfecto Ed Harris), un héroe vulnerable a la manera de su Kyle Reese (memorable la escena de Bud enfrentado a Coffy dónde Cameron se permite el lujo de recordarnos que Bud necesita ayuda y que su/el heroísmo reside más en la fuerza de su sacrificio que en su poder), cuya reconciliación con Lindsay (Mary Elizabeth Mastarantonio encarnando a la mujer independiente y luchadora made in Cameron) sostiene toda la historia y se convierte en el centro emocional que gravita en el contacto (positivo) alienígena. En esta película sólo sale ganando Cameron cuando hace, precisamente, aquello por lo que fue reconocido como director de culto: mezclar géneros, darle un frenesí imparable. Esto ocurre cuando el Teniente Coffy (un estupendo Michael Biehn que parece recién salido de un casting fallido de Full Metal Jacket) pierde la cabeza y se revela que en el plan de rescate había intenciones militares y guerreras (justo como en Alien): interesan ahora unas cabezas nucleares que el enloquecido Coffy quiere hacer estallar. Hay una imposible y maravillosa persecución entre vehículos submarinos en el que Cameron se siente a gusto, retratando el duelo imposible entre dos máquinas, algo que ya hizo con fortuna en Aliens.

En este caso los militares no superan a la camaradería de un viejo grupo de trabajadores y hay algo de romanticismo post-industrial en el asunto. Todo queda desperdiciado en su aburrido tramo final, en el que la bondadosa raza de alienígenas salva al protagonista, le dan aire y emergen a la superficíe. Es una forma muy poco interesante de repetir el clímax de Encuentros porque en aquella el viaje tenía mucho de metafísico: toda la filmografía de Spielberg viener ecorrida por un contacto con lo sobrenatural que al final es con lo divino, y en Richard Dreyfuss había un viajero bíblico que, al fin, había encontrado algo. En Cameron sólo son una excusa para seguir creyendo en la bondad de lo foráneo y en la posibilidad, irredenta, de las felices reconciliaciones en horas de trabajo. Algo que responde más a un cliché que a una búsqueda personal, todavía por configurar y por ensanchar.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Despues de los documentales biblicos que se ha marcado, las tendencias religiosas de Cameron se han hecho ya insoportables.
Los alien molan tanto mas cuando son malos...

Anónimo dijo...

Hola Alvy, hablando de technoirs,aunque se trata de un trabajo más Bigelow que Cameron, ¿Tienes alguna opinión -buena, mala, regular- sobre Strange Days?

Y ya puestos, preguntarte por tus technoirs de temporada o de toda la vida. Un saludo

El Miope Muñoz dijo...

Crítica la semana que viene. Vamos que SÍ. Juliette Lewis de cantante y Angela Basset de prota: feminismo Cameron mezclado con feminismo furioso Bigelow. Estuvieron casados, y se nota. Menudo estilazo tienen los dos ¿eh?

Mis technoirs favoritos de toda la vida son los dos Ghost in the Shell, por no salir de la Cameron-esque (apadrinó el primero en su distribución en USA).