'Equivocado sobre Japón'
Trad. De Cruz Rodríguez Juiz.
Random House Mondadori, Barcelona, 2008.
Peter Carey, el escritor australiano que tan bien conectó con Updike (un Flaubertiano sensual, esto es Nabokoviano sin mariposas ni ajedrez), se va de viaje a Japón con su hijo Charley. Es Carey un señor elegante y esquiva mencionar la ausencia de esposa (su vida privada), pero se permite alguna que otra broma viejuna sobre geishas transexuales, sin que quede en eso. Prefiere centrarse en la problemática del significado de otaku, que bien podría ser una palabra cómplice transformada en insulto (algo parecido ha pasado con freak en este país).
Empieza Carey su recorrido con su hijo Charley, con Akira y con la certidumbre de que la respuesta cultural de Japón a la bomba atómica es un centro temático. Termina con un testimonio, en uno de los episodios más conmovedores, que explica lo que hay de verdad en algunas escenas de La Tumba de las Luciérnagas (1988, Isao Takahata) y la vida en los bombardeos. Entonces Carey hace una réplica juguetona: "Recuerdo jugar con los soldados japoneses en Australia'. Más que recorrer, Carey profundiza. Pasa de la cultura pop hinchada, que tanto le fascina por combinar escenarios inusualmente detallados con gráficos de línea clara y exagerada, al testimonio directo, a la memoria.
La experiencia más conmovedora la proporciona el estudio Ghibli y el encuentro inesperado con Miyazaki, gracias a que uno del os animadores conoce Óscar y Lucinda y se da cuenta de la relevancia del autor, doble ganador del Booker (récord que únicamente ha sido igualado por Coetzee como nos recuerda la biografía). Carey hace un viaje aburguesado por esa parte de la cultura japonesa, contacta con los animadores y creadores más importantes, pero saca provecho intelectual a sus encuentros. No oculta que es así como logra que su hijo soporte su investigación, pero esquiva la literatura japonesa, esquiva un diagnóstico sobre ella. Todas las referencias son pasadas, más allá de una cita a una escritora de ciencia ficción, y todas se resumen en Tanizaki o Mishima. No hay más. Un país sin letras, con otros representantes. En la visita a Ghibli y a Miyazaki se percibe la admiración a un artista, igual que en la revisión que precede a este encuentro, un visionado detalladísimo de Totoro.
En cambio, en la página 129-130 se encuentra el diagnóstico más interesante del viaje a Japón: tras Mobile Suite Gundam no se oculta una sensación de poder, como atisba un feliz Carey, sino una necesidad mercantil: vender juguetes. Así es como este extranjero da con el Kamishibai, unas narraciones laminadas ambulantes que son el precedente más desconocido del manga.
También era una excusa, dice Carey. Para vender caramelos. Así que la tradición fabulística de un país que se nos antoja súbitamente mercantilizado se resume en caramelos y juguetes, nada mejor para los niños.
3 comentarios:
Estimado Alvy,
Tengo este libro en mi mesa de las lecturas, aunque mi tiempo es poco y mis ganas muchas. En mi horizonte hay un viaje a Japón, ojalá sea posible, pero no es seguro, nada es seguro. Ay. Respecto a cultura japonesa, he estado leyendo a Kawabata, la novela "El rumor de la montaña", supongo que ya la conocerás, pero en el caso de que no sea así, te la recomiendo fervientemente, y también el resto de sus libros. También los cómics, que no dudo ya habrás leído, pues por lo que veo aquí, sabes del tema, de Jiro Taniguchi, en especial "Barrio lejano", "El almanaque de mi padre" y "El paseante", claves, en mi modesta oponión, para comprender el alma japonesa, si es que algo de eso existe. Ojalá tenga tiempo en breve para leerme este libro del que nos hablas. Ojalá tenga tiempo para viajar a Japón. Ojalá. De momento veo pelis de Mizoguchi, que no está nada mal. Y eso.
Leo tu blog en silencio y en la sombra, desde hace tiempo, con interés y fascinado por tu capacidad de análisis.
Un disparo de Dillinger.
Disculpa, escribí mál mi enlace a mi blog. Espero que este sea el bueno.
Lo siento.
Dillinger.
Qué ganas me han entrado de leerlo ^--^'
gracias alvy
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