martes, enero 12, 2010

Rohmer en el periódico, en el recuerdo


Parece claro que echaremos de menos al filósofo y retórico de lo joven y lo sensual. El obituario más exacto ha sido el de Dave Kehr para el New York Times. Rosenbaum ha rescatado un texto conmovedor, dedicado al Conte d'Automne. En esa crítica, recuerda Rosenbaum que Chabrol y el maestro escribieron el primer libro dedicado a Alfred Hitchcock. También es particularmente memorable su ensayo sobre Mozart y Beethoven. Y es una oportunidad para los lectores leer la recopilación de todo su trabajo, titulada The taste of beauty. Los grandes hallazgos de muchos cineastas suelen estar en inspiradas entrevistas. Rohmer, decidió, organizar la teoría de todas sus películas. Pocos lo han hecho que no sean de su generación, ni sus contemporáneos. Menos, si excluimos de la ecuación lo francés. Rohmer deja un legado de obras inmensas, tal vez pesimistas o irónicas, tal vez perfectamente alegres. También deja algo más: pensamiento. Organizado y editado. Es un lujo que, me temo, tardaremos en encontrar en un cineasta. Tal vez la blogoesfera. Quién sabe.

Han producido sus películas unas cuantas meditaciones hermosas. La exaltada, pero certera, definición de una cierta estética de White. Y la complicidad analítica de Jones.

1 comentario:

Pancho Ortuño dijo...

Manda cojones, que decía mi pariente obispo. La saga se perpetúa con quien llamaremos Guillermo García. Le quitamos ese apellido que ni siquiera es el primer apellido del padre.
Cuando el padre no ha hecho toda su vida más que cagarse a la violeta en las dinastías artísticas, ahora van sus hijos y le salen artistas.
No hay peor cuña que la de la propia madera y G. es un dibujante atascado, de trazos deshilachados, que se pajillea con el rotulador. Empero, también lleva consigo el jesuitismo del padre y después de haberse pasado por la piedra a la poetisa E. M. ya dibuja para una editorial.
Un amigo me dice por correo privado que a cambio la poetisa se ha ganado dos páginas en el libro-comida de polla que próximamente publicará la editorial judía Pre-textos, en honor del diarista que más entradas tiene en su catálogo.
El otro muchacho, R., no sabía tocar la guitarra ni cantar, pero se decía músico, como su padre se dice poeta. Bochornoso.
Quédense con sus nombres.
Pronto los contrataría como monaguillos el pollicorto Eureka Espada, si como me han transmitido fuentes bien informadas su engendro no fuera a desaparecer esta primavera.
El diarista miente hasta en la altura de sus hijos. Los míos les sacan tres palmos a los suyos, quizá gracias a mi sangre vasca. X es el hijo de un tendero y siempre se ha alimentado mal, mientras que en mi caserío se comía carne todos los días.
Un día hablaremos de toda esa familia. Se lo prometo a ustedes. Les contaré lo que hubo entre Q. R. y la mujer de X. Ni el memo de X lo sabe.
Antes tengo que hacerle una visita a X y decirle algunas cosas cara a cara.