sábado, diciembre 02, 2006
DOMINIO
Antonio Trashorras sentenciaba en su crítica para la revista Fotogramas su definición de la penúltima película de Tony Scott con un sonoro y explícito cine total. No se equivocaba para nada ya que es una película en la que yo me lo pasé tan infinitamente bien como cuando vi su mucho más valorada Man On Fire, otra fábula de redención pero de un acento más puramente peckimpahiano (irresistible, por cierto).
Uno de los tópicos más dogmáticos gestados en torno a la figura de Tony Scott es su condición de cine videoclipero, etiqueta lanzada con una tranquilidad más cercana a la ignorancia que a la argumentación. Vale, Top Gun fue lo que fue: pero es de justicia sinecdótica mencionar que su supra-valorado Ridley Scott también filmó La teniente O’Neill (y-nadie-se-acuerda). La intención de Scott parte de la subversión formal para llegar a una hondura emocional: Domino es la cópula de su dirección frenética con un guión del grandioso Richard Kelly que ofrece una revisión de su genial True Romance con un acento libérrimo excepcional. Toda la película es una pirueta posmoderna enorme: un pastiche inacabable de géneros claro pero todo con la intención de que disfrutemos del cine por todos los sentidos y causar una inolvidable experiencia sensorial. Y lo consigue en plenitud.
Su juego estructural canibalizado del noir, sus antihéroes salidos del post-western peckimpahiano (again y de capitán Mickey Rourke el mejor de ellos, claro), sus múltiples personajes alucinados irresistibles (un productor de reality shows, dos actores de Sensación de Vivir caídos en desgracia, el piloto de Afganistán experto en bombas…) que reflejan una peculiar concepción del universo scottiano pasados por el tinte de la negra (ir)realidad.
Domino es una de las mejores película del año, y es un exceso milimétrico y autoconsciente en el que Scott lleva a la cima su discurso y concepción eminentemente posmoderna del cine llegando hasta la referencia a su propio cine (suena de nuevo la música de su anterior película) y jugueteando con todos los mejores recursos visuales creando un cocktail lleno de energía al que es imposible negarse si se tienen dos dedos de frente. Al final del film la esencia scottiana brilla como nunca (o como siempre): hay redención, hay salvación, hay reconciliación, pero brilla también una enorme confusión y un invariable cinismo que deja mella en el espectador más avispado que sabe disfrutar de lo que hay detrás y delante de un pirotécnico con tanta alma como velocidad (al final todos pringamos).
Otras reviews.: Refo / Noel / Javier Moreno / Jaime Lorite.
Si echa de menos su crítica y cree que no hay pluralidad de opinión deposite el link aquí abajo. Gracias por su colaboración.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Pues parece que yo tengo menos de dos dedos de frente, porque a mí no me gustó.
Excelente crítica. Estoy de acuerdo, punto por punto, en cada una de las afirmaciones. Se trata de una estupenda película, infravalorada sólo por ser de Tony Scott. Lo mejor, los detalles: el homenaje a Laurence Harvey en "El Mensajero del Miedo", justo en la primera escena, podría servir de ejemplo. Aquí dejo mi enlace:
http://sesionnocturna.blogia.com/2006/072914-la-mejor-pelicula-de-tony-scott-domino-7-25-10-.php
P.D.: ¿Ha visto alguien "Déjà vu", también de T. Scott? ¿Qué tal está?
Un saludo
Me gustó "Dominó". Aunque no logró superar a su anterior película, "Man on Fire". Veremos qué tal "Deja Vu".
Admito que es básicamente un remix de "Amor a quemarropa", pero todo el que critique a esta película-bomba porque: a) no es fiel a la realidad; b) los personajes son planos; c) su estilo visual provoca dolor de cabeza; o d) no tiene mensaje en absoluto... Pues que se vuelva a ver "Garden State". O "Lost in Translation". Y se quede calladito.
Solo un divertimento, según algunos.
Ni más ni menos que un divertimento, diría yo...Ser divertido y frívolo cuesta mucho.
Scott puede que sea videoclipero, pero en esto es el mejor. En el puro entretenimiento, y con la ironía desmelenada de kelly a la pluma...
Apostillo, que algo queda: yo sí me acordaba de que el a menudo sobrevalorado Ridley Scott hizo truñacos a mediados de los noventa, como 1492. La conquista del Paraíso, Tormenta blanca o La teniente O'Neill. Y después, en pleno siglo XXI, va y rueda El reino de los cielos, vehículo para el lucimiento de ese supuesto actor con expresividad de perchero que atiende al nombre de Orlando Bloom.
Hala, ya lo solté.
Publicar un comentario