lunes, diciembre 04, 2006

KAFKA ON THE (SMOKING) ROOM

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Ahora que ambos se han pasado al solitario en esto de la autoría cinematográfica, su (¿única?) performance juntos queda como uno de los mejores recuerdos del mejor cine estatal realizado en muchos años. Y también como un testimonio inequívoco sobre que temas pertenecen a Wallowits o a Gual, y sirven de paso como un acertado prólogo para enfrentarse con La silla y Remake con toda la coherencia necesaria. Por ejemplo: el plano final de la máquina de Coca Cola es wallowitsiano totalmente y la secuencia final del partido de fútbol es fruto de Gual (y puede que esto sea una equivocación pero ya aparecen rastros de su cine que aquí logran mutar espléndidamente).

Smoking Room es una película excelente dónde la vocación cómica amarga de Gual, de desmitificar el ecosistema social de una empresa a través de una narración fragmentada, divida casi en pequeños gags inevitablemente tristes, de un sabor poderosamente avinagrado, coincide con la beckettiana y kafkiana visión que tiene Wallowits de los espacios y sus personajes en un entorno hostil y profundamente loco como es la ciudad (entendida como macrourbe que acentua la incomunicación).


Están también los excesos de los principiantes: Wallowits descompensa en ocasiones la ya de por sí estimulante sucesión de pequeños gags situados en el escenario de la máquina de refrescos (que podría entenderse, como toda la película, como la versión asqueada de Camera Café) suficientemente explícitos con la voz en off con alguna inesperada reflexión improbable (la ya citada sobre la locura de la ciudad). Pero eso apenas importa: ¿pueden haber películas que sepan captar el espíritu y desesperación de nuestras vidas con tan sólo guión y dirección de actores? Sí, y esta es un ejemplo claro: su austeridad evolucionada del neorrealismo y cierto cassevetianismo no es tan impostada como lo puede resultar en otras propuestas que pretenden hacer del silencio de un elemento metafórico ignorando que lo convierten en un cliche más bien facilón, accesible.

Todo el plantel sobresaliente, quedando como rey indiscutible Eduard Fernández encarnado a Ramírez (tal vez uno de los personajes más carismáticos y míticos de nuestro cine), un rebelde incomprendido, que recogiendo firmas para que se cree una sala para fumadoras recorre un tour por las neuras e histerias condensadas en espacios cerrados que ayudan asimismo a crear un perfecto clima de desconfianza, asco, insolidaridad entre personas. Pero sin moralinas autocomplacientes, sin heroísmos: la película termina con la tristeza de las llamas, con la seguridad que le propicia a la narrativa una adecuada elipsis.

3 comentarios:

Miguel Sanfeliu dijo...

Fantástica película.
Un saludo.

Anónimo dijo...

La verdad es que, por lo que dice, pinta muy bien. Yo estuve a punto de verla hace unos meses, pues a mi hermana se la prestaron. No sé por qué, finalmente pasé de la película.
Intentaré echarle un vistazo cuando pueda.

Un saludo

Anónimo dijo...

La he visto unas cuantas veces,me pareció buenísima y Eduard me encanta, pedazo de actor!
M.R