El tiempo castiga y la nostalgia obliga, o al menos, eso ocurre cuando el videoclub que prometió cerrar con dos epílogos se los salta con descaro y la educación sentimental, tan necesaria en mi generación de desviados que empezara obligatoriamente en la interacción simbólica con ese recinto y esas carátulas, que ahora termina como mucho, y con fortuna singular, podrida y friolera o calurosa buscando en listas de clasificados el film que se va a llevar. Y encima sin portada alguna que adorne el asuntejo del alquiler. El caso es que a Ursula K. Le Guin le ha gustado el último de Salman Rushdie, que tiene como título algo de Encantos y de Florencia, y eso es cualquier cosa menos, bonito palabro catalán, encisador, o al menos acogedor ,que hasta un cierto sentido antagónico (en todo caso siempre subordinado) deben ser eso todos los títulos. También E.L. Doctorrow ha sacado novelización, que no novela, esta vez sobre los comunistas, tema delicado ahora que la nobleza ya no obliga. Otra reseña más de la primera novela de Junot Díaz que parece ser no tanto un fenómeno de culto a gritos, como una cosa culta a ahíncos. Y para terminar bien el día uso de forma indiscriminada la reconciliación, que menos que James Wood nos proporcione aciertos demasiado citables, a que otro me tilde de elitista citando a Baudrillard y Pynchon. Que por cierto, en el fondo se trataba del regreso de Richard Price.
1 comentario:
Sí, desgraciadamente los videoclubs están destinados, más tarde o más temprano, a la cruda extinción. La eterna sensación de la carátula en mano quedará reducida a una simple transacción virtual que, si bien será más cómoda, también le robará toda la magia al simple y cotidiano alquiler de un film.
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