viernes, agosto 24, 2007

Que es más de lo que puedo decir de ciertos críticos

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Parece que Lorrie Moore está destinada a ser leída mal toda su vida. Me molesta sobretodo la insistencia de compararla con otros autores anteriores a los que ella continua y supera (Carver, si, Carver) y con los que no cabe otra comparación que no sea la de agradecer a Moore el hecho de que se situe tan por encima del gastado esquema del dirty realism.

Diego Doncel dice que se situa en un terreno similar al de Saul Bellow y no podíamos estar más de acuerdo, sin embargo, difiero con que el relato corto de Moore vaya en contra del experimentalismo de Foster Wallace (Moody no me parece ninguna referencia en lo que a relato experimental se refiere: en timos de ese ámbito sí) sino que se acercan de una forma inusitadamente certera. Pero tampoco atribuyo a Doncel un error, al fin y al cabo él es uno de los mejores críticos del Cultural, sino esto a una visión bastante mía de la cercanía de Moore-Wallace. Ambos retratan con sus peculiaridades narrativas el retrato de personajes hastiados, desesperados y su relación con la sociedad, con su status.

Que es más de lo que puedo decir de muchas personas utiliza una narrativa perfecta, combina diálogos directos con indirectos, incorpora la influencia de los medios a la narración misma (el inicio no debería llevarnos al engaño)

“Era un miedo mayor que el que se tiene a la muerte, según las revistas. La muerte ocupaba el cuarto lugar. Después de la mutilación, que era el tercero, y el divorcio, el segundo. El número uno, el verdadero miedo al cual la muerte no se podia ni aproximar, era a hablar en público”

e incluye muchas metáforas utilizando un lenguaje propio no ya de los libros de autoayuda (Moore ya dedicó toda una obra) sino también de todo tipo de revistas o de registros y disciplinas.

“Cuando lo hizo pasar y él le dio la flor, y se sentó para denunciar el florecimiento y condenación de todas las cosas, para denunciar su propia inmortalidad inmerecida, que todas las cosas se precipitaban en el olvido, menos las palabras, que se acumulaban a lo largo del tiempo como las moléculas en el espacio, porque Dios era un acto (¡un acto!) de lenguaje, a ella no le pareció un argumento estúpido, bueno, por lo menos no muy estúpido.”

3 comentarios:

Miguel Ángel Muñoz dijo...

Parece inevitable que los escritores americanos se enfrenten a su propia tradición. Cansa, sí, pero pensemos la tristeza de España, donde los autores huyen como de la peste de ser comparados, o ser considerados seguidores, hijos putativos, discípulos o seguidores esporádicos de cualquier autor mayor que ellos. Eso dice mucho de las escuelas, las, sí, escuelas, sí, americanas del último medio siglo.
Saludos, Pablo.

Anónimo dijo...

Loorrie More. Aún no he leídfo nada de ella y ya muero por hacerlo.

El lector agudo y exigente, no se contenta con escrituras obvias.
Gracias.

innes dijo...

"Sobre todo" non "sobretodo".

Gracias.