Gonçalo M. Tavares 'La máquina de Joseph Walser' (Trad. De Rita Da Costa, Mondadori, 2007, 150 páginas)
Fernando Pessoa escribía sobre la importancia de Poe que "lo más destacable de su compleja personalidad es la yuxtapostición – más que la fusión – de una imaginación rayana en la locura y de un raciocinio frío y lúcido". Puede que tengamos que hacer caso a Pessoa para comprender la estructura de esta novela, que yuxtapone episodios de locura, referencia clara a la vida de Robert Walser (genial escritor que fue encontrado en la nieve de esta guisa) y otros de raciocinio, que observa el devenir de un pueblo durante la guerra y la transformación política del líder de una fábrica. Esta constante que Pessoa está en Poe, la sintetiza Tavares al principio de su novela, en la que hay una cita de Maria Filomena Molder (una prestigiosa profesora universitaria de Lisboa que ha participado en libros de filosofía del arte contemporánea) una analítica y de Hans Christian Andersen, un conocido fabulista.
El lugar en el que estamos se nos describe así (pág. 80):
Ninguna interrupción estaba permitida. Ni en el individuo ni en el continente entero había permiso para el descanso; no hay escondrijo para lae xistencia; los verdaderos intervalos no han sido inventados
Es el lugar que tan bien describe Klober, el hipócrita y tronchante solemne que cree conocer a fondo el mundo en el que habita.
Ser feliz ya no depende de cosas que normalmente asociamos a la palabra "espíritu". Depende de materias concretas. La felicidad humana es un mecanismo
O
Es el odio la gran marca del hombre, de su particularidad propia, de su exhibición de la diferencia, de su separación respecto a las demás cosas. Es tu odio lo que te da nombre. Solo por tu odio serás reconocido por tu madre, por tu padre, por aquellos que te ofrecieron el cuerpo
Y Joseph Walser, entendido como una suerte de versión superviviente y casi beckettiana del paseante imaginado por el autor de Jakov Von Gunten es reivindicado de este modo (pág. 110):
En efecto, él era un hombre interminable, un hombre común; pero ¿cuántos grandes hombres existirían? En aquel siglo que terminaba ¿cuántos grandes hombres habían existido? ¿Ya sabríamos contarlos? ¿¿Tendríamos aritmética suficiente para detectar la grandeza y cuantificarla? ¿Serían todos ellos hombres públicos, hombres cuyos actos individuales habían evitado catástrofes, o por el contrario las habían creado y acelerado? ¿Podría un gran hombre no ser reconocido como tal por su vecino más cercano? ¿Un gran hombre incógnito, anónimo. ¿Un gran hombre jardinero
Porque para Tavares la Historia es, desde luego, algo que solo se entiende desde la perplejidad temporal y en esto, quizá, es donde más cerca esté de Enrique Vila Matas:
Los cimientos de cualquier acontecimiento son frágiles, incluso los de la guerra. Ningún hecho es tan puro que sea definido o que encierre la historia: lo indefinido avanza ya sobre lo parece finalmente fijo
Tavares en su carrera ha sido Klober y Joseph Walser, José Saramago (no olvidemos la herencia del Doble en Saramago y su obra clave, El año de la muerte de Ricardo Reis) y Enrique Vila-Matas, Arte Elefante y Arte Termita. En Jerusalén, este humor negrísimo y humanista, walseriano primero y solo luego kafkiano, se filtra desde estructuras más ambiciosas y previsibles, desde una mecánica de la metaficción del todo anacrónica. También el resto de entregas, dedicadas a Valéry y Brecht son menores al lado de la insolente y fundacional Historia de la literatura portátil de Vila-Matas , En La máquina de Joseph Walser se encierra en un pequeño relato, toda una reivindicación de una tradición literaria perdida, de un modo de percibir la historia y de una forma de arte imprevisible: en ese desconcertante final, Tavares quizá puede ganarse el adjetivo (injusto) de incompleto, pero ha logrado lo que todo escritor debería: desconcertar primero, para ofrecernos la crónica de un héroe incógnito y de un ser humano y gris inevitablemente monstruoso.
La biografía de un hombre es, en el fondo, lo que sus músculos habían hecho
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