sábado, octubre 10, 2009

Una diversión a la manera ochentera

[Rec] 2 (2009, Jaume Balagueró y Paco Plaza)

Estamos lejos de la primera entrega. De hecho, salvo puntuales y estupendas referencias a los primeros Resident Evil, los multijugadores de videojuegos á la Halo/CounterStrike filtrados a través de la influencia de James Cameron y la subtrama teenager como respuesta a la superior Cloverfield, esta es una película tan conformista como Dead Snow, fácil y reconocible colección de referencias y desmadres armados con los años ochenta, quizá en el caso de la historia del cine español, con una sensibilidad que se forzaba a los primeros cineastas de los noventa, a los que se suponía versión española de los Movie Brats por su indudable educación fanzinera y contemporánea a los primeros textos sobre cultura pop y cine de género que escribieron Pedro Calleja y Jesús Palacios en Fotogramas, introduciendo, de paso, la idea de una cierta postmodernidad artística (pero una más cercana a las ideas de Camille Paglia que a las de Lyotard, Baudrillard, Jameson o Derrida).

Y lo entiendo. Es cierto que la sensibilidad berlanguiana del primer De La Iglesia, con logros singularísimos en sus dos primeras películas, se intentó confirmar como la llegada de esa generación. Creo que [Rec] 2 es la película juvenil que cierta generación esperaba: es una fácil colección de guiños que pasa por la italianada de Lucio Fulci, modelo zombie demoníaco como los que jalonan todo el metraje de El Más Allá, por El Exorcista y sus delirantes exploits (incluyendo la delirante El ser, con un inolvidable parapsicólogo encarnado por Narciso Ibáñez Menta), por Posesión Infernal y su revisión unplugged del film de terror, por Aliens de James Cameron y la idea de una secuela con facción militar yendo al mismo nido y transformando el terror angustiante por tensión cuasi bélica, por El Príncipe de las Tinieblas de John Carpenter y esos expertos convocados para retener al Mal con remedio seudocientífico.

En los años ochenta, cintas como El regreso de los muertos vivientes resultaban increíblemente novedosas. En realidad, eran exploits a costa de la fundacional La noche de los muertos vivientes original de George A. Romero como lo fueron las películas italianas de Fulci y Lenzi (y en algunos casos con una capacidad de expandir la metáfora original hacia otros territorios sociales inexplorados por Romero, como en el caso de Nueva York bajo el terror de los zombie de Fulci), pero tenían una coartada autorreflexiva que invitaba al replanteamiento de la continuidad y la fiabilidad en una época en la que la generación de directores crecía con una memoria nueva, una hecha de películas. La cima de ese discurso fue Night of the Creeps dirigida por Fred Dekker en 1986, con toda la tradición y todos los postmodernos citados y confluyendo en una fiesta en la que, literalmente, no faltaba nadie.

Los logros de esta película pasan por una ingeniosa reutilización de la cámara nocturna, ahora desvelada como esencial vehículo de replanteamiento espacial (y que ayuda a su tensión), y su descripción de un pozo como ruda y sencilla puerta al infierno. No hay mucho más, y yo me pregunto qué mérito tiene celebrar con extrema ilusión películas que entre sus autores tienen dos cineastas capaces de mayores y más singulares logros. Tenemos la obra maestra-miniatura Cuento de Navidad de Paco Plaza y los dos cortometrajes de Balagueró, Alicia y Días sin luz, infinitamente más arriesgados y sugerentes.

No niego que esta no sea una película juerguista y muy divertida, pero ahora ya sabemos que Ghostbusters (otra película con divertidísimas posesiones y con el bloque de pisos como centro de portales dimensionales) es una obra maestra. Los nuevos talentos indomables del fantástico no deben limitarse a conocer sus logros, sino a superarlos, y esta es una película divertidísima con puntuales momentos contemporáneos, pero en general, a la manera ochentera norteamericana y/o noventera española. O sea que nada nuevo bajo el sol.

1 comentario:

Ubeinn dijo...

No había visto Alicia y Días sin Luz. Eternamente ¿agradecido? Dicen que el mejor arte nace de la mente perturbada, pero la obsesión por la nueva carne a lo Cronenberg y esa aversión al sexo me parecen casi patológicas... Llámeme poco cultivado pero estoy en un punto incierto entre la perturbación y la repulsión ahora mismo.

Nos leemos.