lunes, diciembre 21, 2009

Deseo de realidad

Dónde viven los monstruos (Where the wild things are, 2009, Spike Jonze)

Grandes expectativas con Where The Wild Things are hasta el punto que entré a la sala vendido, enamorado desde el primer minuto. A Spike Jonze le ha bendecido/maldecido la presencia fuerte e ineludible de Charlie Kaufmann que ha hecho pensar en sus logros como en los de un buen cineasta antes que un maestro con voz propia. Con esta película ha contado también con un nombre célebre, el talentoso Dave Eggers, que ha firmado dos guiones un tanto decepcionantes para esta película y la última dirigida por Sam Mendes, aunque de los dos este sea el más sensible y el más logrado.

Jonze toma como base una obra maestra de Maurice Sendak hecha con unos textos brevísimos, ligeramente narrativos, y unas ilustraciones deliciosas. Se trata de un libro que habla del vínculo sutil entre el final del juego y la comida caliente. Le bastan esos dos elementos para hablar, primero, de la necesidad del niño para jugar y decidir cuando termina su partido y luego del reality hunger que puede representar un elemento tan cotidiano como el plato caliente de la madre. Jonze y Eggers fuerzan la máquina y crean vida interior. El precusor evidente es la suprema E.T.: un padre ausente, un aislamiento casi total. Hay una escena soberbia en la que la madre tropieza con su hijo mientras este espiaba su coqueteo y la naturalidad de ella es devastadora tanto para el espectador como para el protagonista. Pero después Eggers y Jonze recurren con un tópico bastante irritante a justificar toda la vida interior del protagonista, toda su ira en su soledad y su abandono familiar. ¡Yo soy rebelde porque el abandono me ha hecho así! Lamentable a estas alturas no sacar ambigüedad a la fórmula y no esquivar ese lamentable plano de detalle con la palabra Dad en un recuerdo.

Una vez llegan a la isla, Jonze despliega sus poderes, repite con habilidad poética los mismos planos y matiza la desnudez y virulencia documental de su apuesta estética que viene dulcificada y coreografiada por la música de la cantante de los Yeah Yeah Yeahs, Karen O. Los monstruos son un triunfo, tanto técnico porque combinan todos los métodos sin que el espectador lo perciba, como de carácter porque cada uno de ellos representa una faceta de un infante, un problema del niño o de los niños y sus juegos.

La idea de un niño incapaz de asumir sus errores se ve algo suavizada al final, se ve interrumpida levemente por un regreso que no indica sabiduría o arrepentemiento o desmoronamiento. Todos están tranquilos. De nuevo en casa. Sendak sacó una idea de la realidad relacionada con la energía, con la furia y con los elementos familiares, cercanos. Jonze quiere ahondar en el dolor de un infante, pero todo lo que sabemos de él son pretextos para su actitud, no orígenes, no consecuencias. Ése es el mayor error de esta película admirable.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

"Maldito" es adjetivo, el participio de "maldecir" es "maldecido".

El Miope Muñoz dijo...

VOY.

observer dijo...

Buen post... la verdad es que la peli, siendo buenísima, tiene su halo de decepción, pq seguramente esperábamos otra historia (al menos en mi caso). A mí sí que me gusta el planteamiento que elude explicaciones etiológicas , pero el uso de cancioncillas pop del momento en lugar de algo más bastracto y menos generacional, creo que le hacen un daño horroroso al film.

Anónimo dijo...

Un videoclip cursi a toda leche,con momentos de belleza plástica pero efímeros,no deja respirar las escenas que podían ser grandes y para nada arriesga con un material que podría haber sido mucho más impactante,le falta radicalidad.