Tengo una duda: Si Consideramos Cine de Barrio como una basura nada representativa y algo realmente negativo. ¿Por qué lo que NO sale en Cine de Barrio no existe (es decir: se omite, no se valora, se incluye en las generalizaciones) en la filmografía nacional?
Ha muerto Fernando Fernán Gómez y el otro día asistí a lo que, sin duda, es una de sus mejores interpretaciones. Igual que con Umbral, el temperamento del personaje público corre en riesgo de tapar al actor tan absolutamente prolífico que todo lo abarca. ¿Hubo Otro Cine? Desde luego en los años setenta sí y nadie parece querer verlo. La historiografía del cine de los setenta siempre se dibuja así: el aperturismo, la tercera vía, Pajares+Esteso y finalmente, en un rincón, Arrebato y Pepi, Luci, Bom y otras chicas del Montón (¿qué diantres sería de Almódovar, tanto Fassbinder de los cojones, sin Un hombre llamado flor de otoño?)
Carlos Saura, Gonzalo Suárez, Eloy de la Iglesia o Vicente Aranda son, qué duda cabe, algunos de los directores más sobrevalorados debido a sus últimas y peores películas. Pero oigan, un poco de humildad: también Truffaut se masturbaba en los setenta (¿o es qué creen que hay vida más allá Tirez sur le pianiste o la noche americana?) y no pasa nada, por no hablar de las salpicaduras godardianas (¿o es que week-end no es otra vuelta de tuerca, a la vuelta del cine esa de la que tanto se habla hoy?). Pues eso: hicieron grandiosas películas todos ellos y no son ni Deprisa, Deprisa ni El Pico (aunque tiene uno de los carteles más poéticos ever) ni El Portero ni la célebre Juani.
Rafael Azcona llegó en los setenta a una fase loca antes de revolverse en el humor berlanguiano sin fronteras mal entendido. De la interpretación de la que os hablaba antes es de Ana y los Lobos, escrita por Azcona y dirigida por un Saura convencido de que es el nuevo Godard y nos va a salvar a golpe de zoom. El personaje de Fernán Gómez es algo que sólo puede darse en nuestra tradición cultural: una mezcla despiadada y loca de artista nietzscheano y rebelde profundamente religioso. La versión desamparada del místico de toda la vida, una especie de niño salvaje rousseano entrado en plena madurez. Si a eso le suman unos cambios de tono absolutamente experimentales (el momento de la guardia civil, en el que la misma comedia del asunto parece superar al tema de la censura y la alegoría: es un radicalismo exclusivamente estético a mis ojos) y una Geraldine Chaplin arrebatadora, flirteando con absolutamente todos los hombres sin perder ápice de inocencia el resultado es una cinta de horror simbólico completamente alucinogéna.
El Otro Fernán Gómez por excelencia es el del Anacoreta, también escrita por Azcona. Una cinta de la soledad planteada a su servicio, en el que de nuevo, el inesperado desarrollo argumental impide que el tema (¡la SOLEDAD!) se nos haga petulante o pesado. El Anacoreta parece pensada como la decisión de su personaje: una valentía atroz que no debe cesar en su empeño y no caer en las bobadas.
Si a estas alturas, tiene que venir Tarantino a decir lo grande que es La novia ensangrentada algo no funciona. Es una de las cintas del género más absolutamente extrañas e hipnóticas jamás rodadas, pero también hay más que deberían ser redescubiertas ya: El Techo de Cristal (1971) y La semana del asesino (1972) son de los spanish giallos más extraños y retorcidos que puede echarse a la cara el detractor más despiadado de Eloy de la Iglesia. Y mientras trato de conseguir por todos los medios la recomendada Morbo (1972) les recomiendo el Suárez justamente anterior: Aoom un precedente extrañísimo de Child's Play en clave metafísica. Un actor cansado de la vida se va de su cuerpo, sin más excusas narrativas. Y su película inmediatamente anterior, El extraño caso del Doctor Fausto podría ser la tercera adaptación apócrifa más fiel de todos los tiempos, conformando con The Piano Tuner of Earthquakes y El año pasado en Marienbad, una trilogía sobre la Existencia y sus recovecos del todo esencial.
Ha muerto Fernando Fernán Gómez y el otro día asistí a lo que, sin duda, es una de sus mejores interpretaciones. Igual que con Umbral, el temperamento del personaje público corre en riesgo de tapar al actor tan absolutamente prolífico que todo lo abarca. ¿Hubo Otro Cine? Desde luego en los años setenta sí y nadie parece querer verlo. La historiografía del cine de los setenta siempre se dibuja así: el aperturismo, la tercera vía, Pajares+Esteso y finalmente, en un rincón, Arrebato y Pepi, Luci, Bom y otras chicas del Montón (¿qué diantres sería de Almódovar, tanto Fassbinder de los cojones, sin Un hombre llamado flor de otoño?)
Carlos Saura, Gonzalo Suárez, Eloy de la Iglesia o Vicente Aranda son, qué duda cabe, algunos de los directores más sobrevalorados debido a sus últimas y peores películas. Pero oigan, un poco de humildad: también Truffaut se masturbaba en los setenta (¿o es qué creen que hay vida más allá Tirez sur le pianiste o la noche americana?) y no pasa nada, por no hablar de las salpicaduras godardianas (¿o es que week-end no es otra vuelta de tuerca, a la vuelta del cine esa de la que tanto se habla hoy?). Pues eso: hicieron grandiosas películas todos ellos y no son ni Deprisa, Deprisa ni El Pico (aunque tiene uno de los carteles más poéticos ever) ni El Portero ni la célebre Juani.
Rafael Azcona llegó en los setenta a una fase loca antes de revolverse en el humor berlanguiano sin fronteras mal entendido. De la interpretación de la que os hablaba antes es de Ana y los Lobos, escrita por Azcona y dirigida por un Saura convencido de que es el nuevo Godard y nos va a salvar a golpe de zoom. El personaje de Fernán Gómez es algo que sólo puede darse en nuestra tradición cultural: una mezcla despiadada y loca de artista nietzscheano y rebelde profundamente religioso. La versión desamparada del místico de toda la vida, una especie de niño salvaje rousseano entrado en plena madurez. Si a eso le suman unos cambios de tono absolutamente experimentales (el momento de la guardia civil, en el que la misma comedia del asunto parece superar al tema de la censura y la alegoría: es un radicalismo exclusivamente estético a mis ojos) y una Geraldine Chaplin arrebatadora, flirteando con absolutamente todos los hombres sin perder ápice de inocencia el resultado es una cinta de horror simbólico completamente alucinogéna.
El Otro Fernán Gómez por excelencia es el del Anacoreta, también escrita por Azcona. Una cinta de la soledad planteada a su servicio, en el que de nuevo, el inesperado desarrollo argumental impide que el tema (¡la SOLEDAD!) se nos haga petulante o pesado. El Anacoreta parece pensada como la decisión de su personaje: una valentía atroz que no debe cesar en su empeño y no caer en las bobadas.
Si a estas alturas, tiene que venir Tarantino a decir lo grande que es La novia ensangrentada algo no funciona. Es una de las cintas del género más absolutamente extrañas e hipnóticas jamás rodadas, pero también hay más que deberían ser redescubiertas ya: El Techo de Cristal (1971) y La semana del asesino (1972) son de los spanish giallos más extraños y retorcidos que puede echarse a la cara el detractor más despiadado de Eloy de la Iglesia. Y mientras trato de conseguir por todos los medios la recomendada Morbo (1972) les recomiendo el Suárez justamente anterior: Aoom un precedente extrañísimo de Child's Play en clave metafísica. Un actor cansado de la vida se va de su cuerpo, sin más excusas narrativas. Y su película inmediatamente anterior, El extraño caso del Doctor Fausto podría ser la tercera adaptación apócrifa más fiel de todos los tiempos, conformando con The Piano Tuner of Earthquakes y El año pasado en Marienbad, una trilogía sobre la Existencia y sus recovecos del todo esencial.
5 comentarios:
Alvy, Morbo está recién recién editada por Filmax. Corra!
Usted ya sabe que, para mí, "La novia ensangrentada" es muchísimo más que una película...
No entiendo eso de Azcona y el humor berlanguiano mal entendido. ¿Es un reproche? ¿A Azcona?
Me refiero al Azcona de Moros y Cristianos o el de José Luis Garcia Sánchez, Noel. El posterior, creo que no tiene ni la sutilidad de Plácido ni la locura desgranada en la misántropa visión que le unió a Marco Ferreri.
Menuda colección de posts "PORQUE ERA NECESARIO" para esta semana, oiga!
Y es que hay de ese cine omitido también en los ochenta y noventa (coño, si a otros en los 00 ya los esconden...): me estoy viendo las primeras películas de Felipe Vega y son puro goce.
Y la comedia de "La vida por delante", inimitable pero imitadísima sin pagar royalties, o la sequedad de LA caza, o la lírica siniestra de Habla, mudita. Tenemos muchas pelis que recuperar de cuando entonces.
Morbo es más bien flojita, aunque experimentaba con la cámara en mano, casi al estilo del terror actual, según recuerdo alguna de sus escenas. Además, ahí nació forever and ever el amor entre Victor Manuel (una bestia cinematográfica...ya me entiendes) y Ana Belén.
Ahora también me vienen las primeras peliculas de Chávarri, y no sólo El desencanto, sino A un dios desconocido, con un fascinante Héctor Alterio, en una pelicula que habría que recuperar...ya.
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