sábado, enero 30, 2016
El consuelo de Henry era que al menos él la había conocido como el mundo no lo habría hecho, y el dolor de vivir sin ella no era más que el precio que debía pagar por el privilegio de haber sido joven al mismo tiempo que ella. Pensó que lo que una vez fue vida es siempre vida, y sabía que su imagen tendría un lugar preeminente en su intelecto, como una especie de medida y estándar de resplandor y reposo.
No sería del todo cierto decir que el espíritu de Minny Temple lo persiguió en los años que siguieron a su muerte; más bien era él quien la perseguía a ella. Evocaba su presencia en todas partes; cuando volvió a casa de sus padres y, más adelante, cuando viajó por Francia e Italia. La veía surgir entre las sombras de las grandes catedrales, delicada, elegante y extremadamente curiosa, dispuesta a sumirse en el silencio ante todas las obras de arte que veía, tratando de encontrar las palabras adecuadas y permitiendo que su nueva vida llena de sensualidad tomara cuerpo.
Colm Toíbin, The Master: Retrato del novelista adulto. Traducción de Maria Isabel Butler de Foley.
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viernes, enero 29, 2016
¿Por qué me imagino que tenía en la boca un anillo de oro? No puedo remediarlo, me lo imagino así. Y de repente recuerdo una frase: un tono callado, claro, metálico; como cuando un anillo de oro cae sobre una bandeja de plata.
Cuando Thomas Mann era aún muy joven escribió un cuento ingenuamente fascinante sobre la muerte: en ese cuento la muerte es hermosa, como lo es para todos los que sueñan con ella cuando son muy jóvenes y la muerte es aún irreal y encantadora, como la voz azulada de las distancias.
Un joven mortalmente enfermo toma un tren, se baja luego en una estación desconocida, va hasta una ciudad cuyo nombre no conoce y en cierta casa, propiedad de una anciana cuya frente está cubierta por un eccema, alquila una habitación. No, no quiero contar qué más ocurrió en ese piso alquilado, quiero solo recordar un acontecimiento insignificante: cuando aquel joven enfermo atravesaba la habitación, le pareció que entre el resonar de sus pasos venía de al lado, de las otras habitaciones, una especie de sonido, un tono callado, claro, metálico; pero es posible que no fuera más que una ocurrencia. Como cuando un anillo de oro cae sobre una bandeja de plata, pensó....
Ese pequeño acontecimiento acústico no tiene en el cuento ninguna continuación ni explicación. Desde el punto de vista de la mera trama, podría eliminarse sin consecuencias. Aquel sonido simplemente se produjo; sin ningún propósito; sin más ni más.
Pienso que Thomas Mann hizo sonar ese tono callado, claro metálico para que surgiera el silencio. Lo necesitaba para que se oyese la belleza (porque la muerte de la que hablaba era la muerte-belleza) y la belleza para poder ser apreciada necesita una proporción mínima de silencio (cuya medida es precisamente el sonido de un anillo de oro caído sobre una fuente de plata).
(Si, ya lo sé, ustedes no saben de qué estoy hablando, porque hace ya tiempo que desapareció la belleza. Desapareció bajo la superficie del ruido - el ruido de las palabras, el ruido de los coches, el ruido de la música - en el que vivimos constantemente. Está hundida como la Atlántida. No quedó más que una palabra cuyo sentido, con el paso de los años,. es cada vez menos comprensible).
Milan Kundera, El libro de la risa y el olvido. Traducción de Fernando de Valenzuela Villaverde.
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