domingo, mayo 24, 2015


Bajo una pequeña estrella

Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado
por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo
el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco
de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño
a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas
respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos,
cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica
porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas
y que me esfuerce después para que parezcan ligeras.

Wislawa Szymbroska. Versión de Abel A. Murcia.

jueves, mayo 14, 2015


-Nunca tomes una decisión - prosiguió tía Marton-. Prométeme que nunca lo harás. Yo sigo con tu tío porque tomé una decisión....y porque no he conseguido desprenderme de este absurdo sentimiento de fidelidad a mí misma. He tenido que capitular en muchas cosas y al menos en una de ellas no puedo dejar de serme fiel. Tan sólo necesito, de vez en cuando, airearme un poco...aunque sea con aire viciado. Necesito engañarme, como todo el mundo: ¡que el aire al menos sea otro! Tu tío es completamente irrespirable. Todo el mundo me lo decía...y es tanhorrible cuando todo el mundo tiene razón. No sabes lo pronto que desistí, lo rápida que fue mi renuncia, con qué claridad vi, tras la euforia de los primeros momentos, en qué iba a quedar mi tremendo acto de voluntad: en una pura labor de protección. He tenido, desde entonces, que proteger a tu tío, de mi elección, de mi fracaso. Tampoco creo que eso me haya salido muy bien. Sigo viéndolo inseguro, pendiente, cobarde; acude a mí con la tristísima conciencia de que yo no le basto. Y es muy posible que ni siquiera yo sea suficiente para él...pero me tiene ahí. Eso es lo que queda de mi gran decisión: estar ahí. Y ahí me matengo, porque, si me apartara, si diera el meno paso para alejarme..., ¿de quien me estaria alejando? Firmé un compromiso, y a fuerza de componendas lo cumplo. No es así como se cumplen los compromisos? ¡Si no quieres trampear, no te comprometas! ¡ Te pasará  la vida poniendo y quitando parches! No, prométemelo. Prométeme que nunca tomarás una decisión.

Luis Magrinyà, Los dos Luises.

lunes, mayo 11, 2015


Al hundirnos en esa cueva de temblores y susurros de la intimidad, entendía muy bien que esas teorías sobre la fugacidad del amor, sobre el tedio o la aridez de las relaciones que perseveran, eran mitos elaborados por los perdedores. Un cuento de fracasados que al imponer sus consuelos como verdades universales habían camuflado la pulpa blanda de su experiencia bajo la coraza de lo inevitable. Quizás era una reacción legítima contra los excesos románticos, contra esos poetas que escribían sobre amoríos que discurrían sin obstáculos hasta la muerte. ¡E incluso más allá! Así los disculparba. ¿Quien querría narrar un amor satisfecho? ¿Qué interés dramático podía desprenderse del relato de una cotidianidad serena? De manera que el retrato artístico del amor oscilaba entre dos polos funestos: o bien se prestaba pomposo y huero, al modo de una fuerza nacida al amparo del destino, o cobraba el tono desapegado de los vencidos. Entre ambos se infiltraba la vía intermedia de nuestro enlace, y me preguntaba, bajo los frescos y húmedos favores que nos dispensábamos, si una felicidad así podía durar para siempre, si tenía derecho a agotarse.

Gonzalo Torné, "Dos lecciones de amor", Lo inhóspito.


-La gente, o al menos así lo veo yo, prefiere casi siempre que se hable mal de ella a que no se hable en absoluto: cada vez que los pones a prueba (por los menos, cuando yo lo intento) te reafirmas en tu opinión. No es sólo que con ofrecerles para que se suban se te echan encima como peces hambrientos; es que se salen del agua, saltan por millares y corren brincado y boqueando con ojos desorbitados hasta la puerta de tu casa. Ya conoces la expresión francesa, tener des yeux de carpe: expresa de manera muy gráfica las miradas que rodean al joven periodista, y te aseguro que a veces tengo la impresi´n de que si me atreviera a no cerrar los ojos ante el espectáculo, perdería brillo el oropel de las primeras ilusiones. They all do it, ya lo dice la canción, y es una de las sorpresas más elocuentes. Uno pensaba que quedaban espíritus egregios que no sucumbirían a ello, es decir, que no harían el menor gesto para cortejar al oráculo. Pero, válgame Dios, les brindas la oportunidad y son los peores, los más ávidos. Te lo digo en serio, no me resta ni una pizca de fe en ningún ser humano. Salvo, desde luego - contiuó el joven-, con dos excepciones: ese ser extraordinario que tengo ante mí, y ese otro frío, calmado y comprensivo al que distingues con tu confianza. Pero nosotros vamos a contracorriente. Vemos, comprendemos; sabemos que tener que vivir, y cómo vivimos. Al menos lo hacemos así, los dos solos, nos tomamos nuestra revancha intelectual, nos libramos de la indignidad de hacer el necio tratando con necios. Lo cual no quiere decir que no disfrutáramos más si lo fuéramos. Pero es algo que no se puede evitar. Carecemos del don, del don de... de no ver. Lo hacemos lo peor que podemos para lo que nos pagan.

Henry James, Los periódicos. Traducción de Guillermo Lorenzo.

El ceño de la incomprensión - decía Mairena, gran observador de fisonomías - es, muchas veces, el signo de la inteligencia, propio de quien piensa algo en contra de lo que se dice, que es, casi siempre, la única manera de pensar algo.

Antonio Machado, Juan de Mairena.

miércoles, mayo 06, 2015


Tener esperanza es saber que la esencial del tiempo es promesa. Es decir, que lo intemporal es la esencia del tiempo. O mejor dicho, la esencia de la realidad y de la llenazón del tiempo. Aceptar plenamente en esta tierra una promesa es tener esperanza. Aceptamos plenamente una promesa cuando no dudamos, puesto que no la comparamos con su cumplimiento,, y cuando no la transformamos en ninguna medida en una deuda.

Tomás Segovia, El tiempo en los brazos. Cuadernos de notas (1950-1983)