La crítica ha señalado que Tarantino lleva ya un tiempo ocupado en historias de venganza. Es cierto que las tres últimas películas de este cineasta comparten este hilo temático. Pero no es menos cierto que no podían ser revanchas más distintas. Kill Bill (2003-04) empezaba como un film de una belleza admirable, toda ella construida en un ejercicio estilístico que adelgazaba todo el relato y lo reducía a forma, a emoción. Pero su final desarrollado en el volumen dos, con un inolvidable monólogo de Superman mediante, obligaba a los personajes a desarrollar alma, a la venganza a ser antes una historia dolorosa y melancólica de dos tipos que se aman y que son incapaces de no hacerse daño y a tener el final más conmovedor que ha rodado Tarantino con permiso de la despedida entre Robert Forster y Pam Grier en su Jackie Brown. Death Proof (2007), por otra parte, no podía ser una película más estimulante. Jordi Costa escribió que era una película sobre el erotismo, lectura muy adecuada dado el festival de pies- el fetiche femenino tarantinesco- con el que se abre la película. Yo creo que se trata de una película que fue potenciada por su montaje europeo y en ella pudimos apreciar su trabajo especulativo desarrollado en los márgenes (Estructurales, gramáticos) en los que la misma Psycho hitchcockiana o el trabajo de Monte Hellman eran parte del trabajo desarrollado.
Inglourious Basterds tiene un título tan sonoro como tuerto. Jim Hoberman ha señalado que esta película amoral es más honesta que Schindler's List (1993) y que contiene toda la cosmovisión de Tarantino. Hay muchos temas que discutir. Coincido con Hoberman en que como entretenimiento amoral es una película perfecta, enérgica: antes de batear, Brad Pitt asegura que torturar a los nazis es "lo más cercano a ir al cine". Pero ¿qué tiene de nuevo o de sugerente esta reflexión metalingüística? Nadie duda de que el juego metalingüístico es algo personal, pero pocos se preguntan si hay algo en su juego o sencillamente es una forma recreativa menor fácilmente digerible. Creo lo segundo, pero me gustaría discutir primero la noción de violencia y su uso en el film.
¿Qué hay de estético en esta escena, en este mismo plano? No hay demasiado, se apuesta por el hiperrealismo y el feísmo. Los nazis grababan estrellas de David en los rabinos antes de matarlos, así que descartando el plano moral y asumiendo la dialéctica de Hoberman/Tarantino de que solamente es una película, de que se apuesta por una diversión amoral (construid como reverso, como farsa, de hechos acontecidos durante el Holocausto), sigue siendo una escena estéticamente aburrida y fea. Como método de resaltar, a modo de shock, el carácter sucio de la guerra no funciona a los niveles de Zwartboek (2006, Paul Verhoeven) una película cuya coherencia es mayor que la que nos ocupa en todos los aspectos: ¿acaso no es la película el triunfo de la reescritura? Con esta esvástica que Aldo Raine pretende hacer justicia. Es puro shock, no existe un plano estético.
Volviendo al asunto del gran homenaje al cine. Es cierto que lo es. Pero la película alude a su condición de película para convertir la sala en un homenaje en llamas.
Hay algo fantasmagórico y fascinante en la imagen de Shosanna en el humo del cine. Pero el papel de la sala, cerrada, ha generado no pocos dilemas.
Sin embargo, el homenaje funciona en unos niveles no intencionales. Por comparativa negativa: Sherlock Jr., Hellzapoppin', Le Mépris, All About Eve (o su variante directa, The barefoot Countess), Otto e Mezzo, Takeshis o incluso la reciente Los abrazos rotos parecen tener algo más interesante que la coartada de que el cine puede reescribir la Historia. Incluso la mayor de las atrocidades dice Tarantino, pero este homenaje al cine usa como recurso formal y emocional la venganza. No hay nada más, no hay mayor especulación que la victoria del cine sobre la Historia, una celebración intensa, pero exenta de toda poesía (que queda banalizada por lo histérico de la propuesta) más allá del citado plano y exenta de toda reflexión más allá de su propio alcance.
La mejor secuencia de esta película, la que es puramente memorable es la del Capítulo Uno: Érase una vez en una Francia ocupada por los nazis. Es en esta escena donde el genio de Tarantino brilla. Voy a intentar explicarlo. La escena es un reworking del principio (y también del final) de The Searchers (1958) el clásico de John Ford. Pero no es solamente eso. Atendamos al guiño al clásico protagonziado por John Ford.
La película de Ford se abre y se cierra con dos planos simétricos, perfecto espejo de lo que veremos y de lo que hemos visto.
En Kill Bill vol. 2 (2004) Tarantino ya ensaya este homenaje.
Y aquí lo perfecciona.
Este es un plano memorable a la manera de Tarantino porque su conexión no es meramente intertextual: evoca y especula los usos tensos y simétricos que se destilaron en una película y también los que hizo él mismo en otra. Los incluye en un largo plano para sustituirlos, para igualarlos a ellos: se trata de un mecanismo ambicioso e interesantísimo cuyo alcance parece más completo que el mero uso paródico (véase la coda visual de Hugo Stiglitz rememorando la tortura, hecha a la manera del Wild Bunch de Peckimpah).
Pero la tensión de esta escena no se construye solamente a partir de Ford, del que hereda espacio, sino también con Leone, en la distribución de los primeros planos obsesiva y delatora. Pero otro referente que me parece interesantísimo es Monte Hellman, en particular su olvidada Ride in the Whirlwind (1965).:
Tarantino lo relee con un plano general evocadoramente fordiano.
Pero la situación es la misma. Hasta el punto que Tarantino juega a la simetría, al orden, a un cierto tipo de belleza en su memoria cinéfila.:
Pero la premisa es, esencialmente, la misma:
Pese a este gran capítulo, creo que estamos ante un importante fracaso artístico en el que podemos ver todas y cada una de las debilidades del cine de Quentin Tarantino. Como estudio de la tensión, la comentada primera escena parece ser la más interesante con diferencia: es el verbo el que enmascara la verdad y esto se intentará repetir en la escena de la taberna. Pero aquí lo que empieza como un cambio de idioma que sirve para demostrar el talento de Tarantino con el inglés (donde tiene una prosodia y un talento excepcional) forma parte de la estrategia de captura de Landa. "Facts can be so misleading, where rumors, true or false, are often revealing".
La película, como ha explicado Adrian Martin en su artículo La venganza es inútil, usa siempre la misma explosión de violencia dilatada. En este procedimiento la película parece enérgica porque se potencian el mismo tipo de estructuras, de diálogos amenazantes que se dilatan y se interrumpen con una epxlosión de violencia. Reduciendo su ultraviolencia a una estética hiperrealista y feísta y borrando toda elaboración narrativa, el film tiene interés en menos aspectos de lo habitual: la love story entre Zoller y Shosanna se presentaba en el guión original como una reescritura visual de la Nouvelle Vague. El juego de citas visuales se reduce a las interrupciones de la voz en off encarnada por Samuel L. Jackson y al juego habitual con las tipografías para presentar a los personajes. Hay una coda, por supuesto, a Woo. Y al slow motion de Castellari. La estética de la cita, la que presupone al cine como memoria, es muy interesante como procedimiento estructural pero es un recurso puramente emocional antes que una dosis de sofisticación.
Por supuesto, en los diálogos los chistes son continuados: las referencias a King Kong, Antonio Margheriti, Wilhem Pabst, Riefenstahl y en frases más autconscientes como "en Francia respetamos a los directores". Pero estos chistes son recreativos: repiten la misma idea de (ir)realidad del film una y otra vez, nunca añaden otro nivel de lectura.
Pero siempre hay espacio para la composición tarantinesca y el uso de wide angles. Sobre esto ha hablado el operador Robert Richardson en la revista American Cinematographer. Particularmente gracioso me parece esta composición.
Pero incluso el clímax funciona como algo menor, como un DePalma de segundo grado en la introducción. Tarantino parece haber dejado demasiado poco en esta película, apenas un entretenimiento apreciable, con una escena imprescindible y un desarrollo esquemático, muchísimo más pueril de lo que él admitiría porque la última palabra que se oye en esta odisea es masterpiece.
*Agradecimientos: Este post no se hubiera razonado del mismo modo sin las valiosas observaciones de Henrique Lage, John Tones y Vicente Luis Mora.