viernes, agosto 31, 2007

Hallowen H07

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Le daba la murga a Vigalounge con mis temores teenagers acerca de la carrera de Rob Zombie: le decía que no quería que fuera frívolo. No me refería a una frivolidad inferior, todo lo contrario: me refería a que Zombie se desviara de la via que abre su obra maestra The Devil's Rejects ya presente en su necesaria The House of 1000 Corpses, pero que se convierte en toda una película. The Devil's Rejects inicia un estudio de la moral prodigioso, acerca del Mal y acerca de nuestra posición presuntamente democrática ante las situaciones violentas. Zombie no quiere el nihilismo, sino nos presenta una suerte de fábula fatídica y trágica siempre desde la empatía (como decía, con santa razón, Vigalounge).

Cuanto mas opiniones negativas leo de Halloween 07 mas me convence: que si gore porn o sobretodo que el prólogo ocupa 50 minutos, Laurie no tiene protagonismo y el final es distinto. Bien, me resulta curioso que siendo una película TAN diferente la gente se queja de que NO SE PARECE A LA ORIGINAL ni por asomo lo que me deja más convencido acerca de la célebre sentencia tonesiana que reza que la gente es gilipollas. Y más allá, diría porqué algun reproche dice que “No da miedo” ¡como si el final de la saga (la divertidísima Halloween H20 que tiene ya la vocación de homenaje pero no de reescritura personal y Halloween Resurrection, por no remontarme a las magnificas cuartas, quinta y sexta) lo diera! ¡Como si desde las dos primeras, alguna de ellas mantuviera ese grandioso suspense! Lo que les quiero decir es que Rob Zombie no debe ser un elogio de la estética como si lo es el brillante Quentin Tarantino (aunque eso es otra historia) sino debe, a mi juicio, ser la voz de la moral (que no de la moralina ni del moralismo). Su horror, por llamarlo de algun modo, recupera más bien las reflexiones que le llevan a estar más cerca de Henry James y Todd Solondz, capaz de asumir el rol de los slasher como vehículo para la reflexión sin coartadas pedantes pero tampoco sin edulcorantes genéricos (el género es Zombie y su amor). Quiero decir: en términos conceptuales Zombie y James llevan a cabo parecidos relatos. No quiero decir que Zombie se muestra insatsfecho con el género: a su primera película me remito que no es una historia de terror sino una historia acerca de los valores de la historia de las horror movies contemporáneas y que da un crédito a Zombie como un esteta extremo con un sentido del humor negrísimo. Pero yendo un paso más allá como artista, Halloween solo puede ser estratosférica en ese término: debe continuar su búsqueda acerca del Mal, alejada de tópicos psicoanalíticos y psicosociales y sugiriéndoles de forma esquiva en algún que otro momento.

Y si lo pienso mejor, Rob Zombie lo tiene a favor todo: la Noche de Halloween es un mito y nació como homenaje por activa y por pasiva Psicosis ; y el Rob Zombie's Halloween nace como homenaje con conocimiento de causa a Carpenter. Y ambos supieron distanciarse de esa intención para reafirmar la visión única de sus realizadores. Zombie ha firmado para dos películas más con Dimension Films: si hiciese Werewolf Women of the SS (su fake trailer grinjauser tal como se rumorea) ejercitaría de nuevo su poderío como esteta inteliguente (En ocasiones aventajado al mismo QT) pero, hey, nos guste o no Zombie, uno de los mejroes directores de la actualidad, no esta hecho para los divertimentos: cada proyecto suyo es un reto suicida y aunque no estaria de mas ver una película tan estratosférica, el cineasta necesita seguir avanzando en su obra con esa ambición que le caracteriza en su estudio de las zonas oscuras humanas.

lunes, agosto 27, 2007

Deconstructing Quentin: 1997-2007

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Resulta más casual que cósmico que Death Proof se estrene diez años después de Deconstructing Harry. Lo interesante, también, es que Death Proof se estrena en un año en que la expresión ejercicio de estilo queda inmediatamente caducada: ¿Cómo calificar a los retos suicidas estilistas de David Lynch, David Fincher y Quentin Tarantino? Mucho me temo que su reto, tanto como los de antaño fueron los de Brian DePalma, pueden quedar sepultados tras esta expresión y el gesto decepcionado de un fandom que nunca parece estar entendiendo a Tarantino, justo cuando todos creíamos que lo tenían clarísimo.

Death Proof , para empezar, tiene un hype más que justificado: el resultado me encanta, pero no creo que sea una película defendible más allá del crimen que es VERLA DOBLADA, sobretodo teniendo en cuenta que Tarantino, again, ha logrado uno de sus guiones más melódicos y armoniosos: todas esas bromas y juegos de palabras están pensadas y escritas en inglés. Doblajes aparte, creo que la película se situa en la línea de piruetas kamikaze como Lady in the Water (o incluso una improbable versión completa de Storytelling de Solondz) estas películas exhiben orgullosamente su condición y la incomprensión general no debe ser motivo de gesto de hastío y depresión general. Siempre, absolutamente siempre parecen lanzadas al necesario estrelle público y al posterior rescate, reconvertidas en señal de culto. En tiempos del interneteo, Death Proof ya tiene su merecida cool-cultmovie place en su lugar, así que por eso tampoco cabe preocuparse.

Inland Empire también parece haber nacido para llevar al límite al hiperbolizador de Lynch más paicente: nada más adecuada para definir una película (poscine, aparte) basada en llevar hasta el límite todo los modos anteriores a modo de autoconfesión: ya había mucho de eso en Mullholland Drive pero Lynch ha convertido su nueva y excepcional película en otra suerte de Deconstructing Lynch ¿Hasta qué punto se sostiene su cine? Sus excesos no son, para nada, gratuitos: la labor de Lynch de hinchar hasta lo fascinante sus elementos no es muy consciente de ser un punto y aparte.

Lady in the Water también es un tour por todo Shyamalan pero también mulitplica sus superhéroes en “recipientes”: el cineasta indio se cuestiona asimismo pero dejando fuera a los generadores de prejuicios (la figura del crítico, que no (todos) los críticos de cine, puede que sólo la mayoría) y explora a modo de summum todos esos temas: el resultado es espectacular pero porqué el espectador siente que no sólo hay búsqueda por parte del aritsta, se siente parte activa de la búsqueda (y puede que ahí resida su principal diferencia junto a todo al Godard de los ochenta, cuyo experimentalismo tenía un inmediatez efímera y plúmbea).

Deconstructing Harry es una autoconfesión revestida, una metarreflexión sobre las relaciones del artista y su obra que es incapaz de violar los parametros más básicos de su obra: el guión repleto de gags y la imaginación como arma infinita. De hecho para contar un tema tan aparotoso y pretencioso, de fondo, todo el aparato formal son una serie de gags que se multiplican y no parecen tener fin. A ese nivel catártico y reflexivo respecto a todo lo demás funciona Death Proof: Tarantino pone a prueba a sus conocedores para que entiendan hasta dónde puede llegar. El resultado es que QT todavía no ha tocado techo y muy posiblemente Inglorious Bastards (como también The Happening de Shyamalan) sea el inicio de este algo que ya se germinó aquí.

Recuerdo que tras Deconstructing Harry vino Celebrity: una de las obras más subestimadas de toda la obra Alleniana pero también la más pura, ácida, divertida y radical. Una suerte de versión desesperada de Manhattan que conectaba todo el imaginario alleniano a terrenos no muy explorados: el alter ego ya no era simpático, no neceseriamente era ÉL y la infelicidad no neceseriamente era la escasa gloria con la que Isaac Davis se despedía de su trabajo.

Sea como sea queda en nuestra mente una película capaz de re-recrear un estado mental a través de canciones (concretamente el del director en nosotros), y cuyos diálogos nos siguen resultando igual de alucinantes que Zoe Bell. Resulta, pues, injusto basar en detalles superficiales una critica negativa a un cine cuyos detalles multiplican las posibilidades de su engranaje narrativo.

sábado, agosto 25, 2007

Vankinízese: Conspiracionismo cool y alrededores

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El resurgir de la cultura conspirativa en los noventa no fue gracias a nuestras novelas favoritas de Don DeLillo: lo siento (si, es así) pero fue gracias a Jonathan Vankin. Me entero de la presencia de este clásico multimedia gracias a Miguel Ibáñez (el mayor y mejor distribuidor del discurso alternativo en España desde ya, creando una biblia prodigiosa en datos e ideas) en Pop Control: el apóstol Vankin acuñó la profecía “Conspiracy Theories are American History” ¿Hace falta que añada algo más?

Lo que diferencia a Vankin del resto de nuestros paranoicos conspiradores es que el gurú RAW le respetaba, tanto Conspiracy Theory de Donner como todo el imaginario de Chris Carter de The X-Files (fan confeso) parten de su obra y es también un periodista respetado (con artículos para The New York Times o The LA Weekly), algo inaudito y además escribe tebeos (The Vertigo Pop entre los que he leído) y ahí estuvo tres añazos como redactor del Metro. Sus dos manuales de referencia son el cultbook Conspiracies, Cover-ups and Crimes y el célebre (50,60, 70) 80 Greatest Conspiracies of All Time (escrito a medias John Whalen). En su site oficial encontramos material interesante: desde una entrevista a Grant Morrison hasta mi favorito, su articulazo de Top Secrets para el citado NYT, sin duda alguna el repaso obligatorio para cualquiera que se quiera hacer llamar conspiranoide.

Y por si esto fuera poco corazones, en tiempos de revivals princeseros lo más interesante que podemos: The Great Princess Diana Conspiracy en el que también está Whalen su socio habitual. Así que parafraseando a este nuevo maestro: la década de los 90 fue la década de las conspiraciones. ¿Qué paso después? Posiblemente como narra esa crónica al pie de página de resaca paranoica que es Zodiac (a pesar de estar centrada en un asesino/star de los mass media setentero, fue rodada en esta década) luego todo se vino abajo, porqué todo fue por pura y dura confusión.

viernes, agosto 24, 2007

Que es más de lo que puedo decir de ciertos críticos

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Parece que Lorrie Moore está destinada a ser leída mal toda su vida. Me molesta sobretodo la insistencia de compararla con otros autores anteriores a los que ella continua y supera (Carver, si, Carver) y con los que no cabe otra comparación que no sea la de agradecer a Moore el hecho de que se situe tan por encima del gastado esquema del dirty realism.

Diego Doncel dice que se situa en un terreno similar al de Saul Bellow y no podíamos estar más de acuerdo, sin embargo, difiero con que el relato corto de Moore vaya en contra del experimentalismo de Foster Wallace (Moody no me parece ninguna referencia en lo que a relato experimental se refiere: en timos de ese ámbito sí) sino que se acercan de una forma inusitadamente certera. Pero tampoco atribuyo a Doncel un error, al fin y al cabo él es uno de los mejores críticos del Cultural, sino esto a una visión bastante mía de la cercanía de Moore-Wallace. Ambos retratan con sus peculiaridades narrativas el retrato de personajes hastiados, desesperados y su relación con la sociedad, con su status.

Que es más de lo que puedo decir de muchas personas utiliza una narrativa perfecta, combina diálogos directos con indirectos, incorpora la influencia de los medios a la narración misma (el inicio no debería llevarnos al engaño)

“Era un miedo mayor que el que se tiene a la muerte, según las revistas. La muerte ocupaba el cuarto lugar. Después de la mutilación, que era el tercero, y el divorcio, el segundo. El número uno, el verdadero miedo al cual la muerte no se podia ni aproximar, era a hablar en público”

e incluye muchas metáforas utilizando un lenguaje propio no ya de los libros de autoayuda (Moore ya dedicó toda una obra) sino también de todo tipo de revistas o de registros y disciplinas.

“Cuando lo hizo pasar y él le dio la flor, y se sentó para denunciar el florecimiento y condenación de todas las cosas, para denunciar su propia inmortalidad inmerecida, que todas las cosas se precipitaban en el olvido, menos las palabras, que se acumulaban a lo largo del tiempo como las moléculas en el espacio, porque Dios era un acto (¡un acto!) de lenguaje, a ella no le pareció un argumento estúpido, bueno, por lo menos no muy estúpido.”

THE FANTASTIC FOUR VS. THE FLYING GUILLOTINE

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-Spoilers included-

Rise of the Silver Surfer

Ese título, tan subestimado y tan mal leído, que anuncia un Star Wars cachondo, introduciendo superhéroes a granel, es el de una de las mejores secuelas de una de las mejores películas de superhéroes. Si lo pienso en frío, me gusta mucho más la primera: tiene el mérito del workingclass hero en un mundo de superproducciones oscuras y lloricas, mucho más ampulosas y con más fe, esta segunda ya tiene la batalla ganada de entrada. Y tiene a Jessica Alba.

Y quien lo iba a decir: ella es lo peor, sin dudarlo, de esta segunda entrega. Su artificiosidad hunde toda su sensualidad latina exhibida en la primera entrega. Pero eso tampoco importa demasiado Fantastic Four 2 es lo más cercano a un buen tebeo espectacular de supertipos que habremos visto nunca en una pantalla de cine: hay un montón de localizaciones (no nos importa si es un estudio o no, hay letreritos de localizones, I mean), hay un montón de momentos espectaculares propios de este supergrupo (la noria londinense, por ejemplo) y ellos, aumentando el sentido del delirio ya presente en la primera parte, intercambian poderes y el Doctor Doom (lástima que no se llame Van Damme como en la versión Ultiamte) le toma la tabla al Silver Surfer. No tiene la emoción desgranada de otros blockbusters de este verano (o sea, la nostalgia hipervitaminada de Rodríguez o el clímax de emoción PURA de Bourne) pero derrocha una fidelidad al alma de los tebeos que es imposible que yo me niegue a esta perfecta peliculita, 50% comedia de situacion en Nueva York y 50% aventura postbondiana anclada en viñetas y logros ochenteros.: además asistimos al acto de fe de los productores en Reed Richards como un auténtico líder setciencies y capaz de dar el discurso pajero de la década. Sí, no podia ser otro.

One Armed Boxer 2

El Luchador Manco 2 es una absoluta joya en la que hay otro Reed Richards: esta vez este superpoder corresponde a un luchador arábigo llamado YOGA. O al menos ese es su nickname para el torneo: un torneo de artes marciales situado en un mundo apasionante, homenajeado en la hiperaventura definitiva The Heroic Trio (codirigida con man o maestra por Johnnie To) con Michelle Yeoh, la artista antes conocida como Michelle Khan, y un derroche de imaginación nunca visto desde justo esta proeza escrita, dirigida y protagonizada por Jimmy Wang Yu (cahieristas y auteuristas, manos a la obra) cuya parte central es precisamente un torneo.

Uno de los logros de Dragon Ball (la primera etapa y también muchos de los momentos de Z) que muchos de los fans de Toriyama no alcanzan a comprender – otro ejemplo de ello es Quentin Tarantino: ¿qué fan es tan modélico como para comprender aquello a lo qué admira? Encuéntrenme el target, digamos, pajero de Kill Bill y veremos si su reacción ante la película es el del entusiasmo exacerbado, esto da para otro debate ¿parte Tarantino de materiales puramente zetosos como apunta algun intelectual ignorante? - es la incorproación de todos los elementos maravillosos, delirantes y extremos de todas las películas de la Shaw Brothers. Toriyama es también un artista postmoderno similar a Tarantino pero aún más loco: su Kill Bill es un serial inabarcable.

El luchador manco 2 es perfecta: sus flashbacks cromáticos son absolutamente superiores a cualquier wuxia elegante, refinado y gay (mal que me pese porqué amo La casa de las dagas voladoras, pero that's a fact) y la incorporación de unos efectos de sonido claramente prevideojuego de lucha la hacen irremediablemente moderna y experimental. La parte del torneo, una serie de duelos independientes por luchadores con poderes a cada cual mejor (De Cuchillo Tornado a mi favorito, el ya citado Yoga), es en realidad una excusa para una doble historia de venganza contada con una trampa parecida (para los que no vimos la primera entrega) al sentido de la venganza de la trilogía de Park-Chan Wook: al principio, creemos que nuestro maestro ciego de la Guillotina Voladora merece su venganza (¡el luchador manco le mató a dos de sus pupilos!) luego descubrimos que ellos querían matar antes al Luchador Manco y le jodieron el brazo. Y el duelo final entre el manco y el maestro GV, dividido en tres partes (la mejor es la segunda: hace creer que todo terminará cuando el luchador manco aprovecha la ceguera del maestro) hasta llegar a un final apoteósico dónde nos demuestran la capacidad absoluta de Wang Yu para rodar cintas perfectas: toda la cinta esta llena de peleas, magníficamente coreografiadas, y zooms desbocados (e invertidos) pero también de un sense of wonder nunca visto antes. El mundo que recrea (de Dinastías, único) no tiene otra poesía que la de la imaginación y la hostia sin coartadas poéticas para públicos refinados. Pero Wang Yu rodaba obras maestras hechas para destilar en tiempos postgrinjausers.

Highway to Hell: Un trayecto por autoestopistas y coches

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Well Abe says, "Where do you want this killin' done?"
God says, "Out on Highway 61."
Bob Dylan, Highway 61

Routine

Michael Bay ya puede vivir de la renta con sus Transformers porqué su faceta de productormolón me está empezando a sacar el talibán que todos los amantes del género llevamos dentro: tiene el crédito de su Matanza de Texas de Nispel pero creo que se le empieza a terminar. La nueva versión de The Hitcher, además de indigna, devalúa todos los elementos que hicieron de la original una indiscutible obra de culto.

Así como el presumible acierto de la nueva es tener a Eric Red de su parte y a un Sean Bean perfecto, esto se diluye ante la vulgaridad reinante. La elección de la scream queen resulta completmente ineficaz y Bean no puede igualar la performance estratosférica de Rutger Hauer con unos guionistas que le joden: John Ryder es ahora, un asesino en serie al uso, un tipo del que lo sabemos todo. Todo. Todo lo fascinante de la original de Harmon, pues, desaparece y no se ve sustituido: Ryder no puede sobrevivir pese al carisma de Bean, al Closer de NIN y al uso de buenas canciones en su soundtrack (yo me quedo con convertir Don't give up on us en todo un tema de supervivencia).

Stairway to Heaven

Casi a modo de interferencia, Cars pilla toda la imaginería de la América abandonada, desaforada, desierta y la reviste de odisea expresiva. Cars es la versión feliz de Carretera al infierno pero protagonizada por un ganador que aprender a ser un perdedor. Hay que agradecerle a Lasseter que se esfuerze en dividir la tarea de maestro en más de un personaje, se agradece. Excepto el horroroso (bendita razón tenía Noel) momento musical que me devuelve a los sueños Disney (para mí, siempre pesadillas) estamos ante una veloz historia que no cede nunca al final. Esto, en los tiempos de victorias fugaces o batallas épicas, es un logro increíble. El juez de Cars es el peculiar iniciador y el autoestopista a quién recoge el veloz Rayo McQueen en su estrellada carrera.


América

China Lake (1983) es una declaración de intenciones: Charles Napier encarna al policía de tráfico más diabólico jamás visto. Con este currículum llega Robert Harmon. Se le suma Eric Red en su mejor momento (un año después escribiría Near Dark o Los viajeros de la noche, el Peckimpah vampírico) o justo a punto de iniciar su mejor momento. El resultado es atronador: una América desierta, llena de policías ineptos, elipsis Lynchianas (En todo momento The Hitcher es un precedente sin etiquetar de Lost Highway.: Jim Halsey y su vigilia, su sueño en la prisión están filmados con un pulso absolutamente cercano al universo de gifford/lynch) y sobretodo JOHN RYDER. Es un personaje construido en la actuación (Hauer inmenso), en el conocimiento de los mitos (no sabemos nada de él ¿acaso hace falta?) y en el esquivo de los tópicos pero no de las buenas fábulas morales, que también son de horror.: Ryder no quiere matar a Halsey, quiere que Halsey sea un asesino. Esta forma de trasladar el MAL queda patente en su final, con un plano sequísimo: The Hitcher no es una historia de huida de un diabólico autoestopista, se convierte en un encuentro entre dos personas conectadas de una forma nunca explicada, sobrenatural y, SÍ, sugerente.

El segundo viernes de cada mes

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Y llegué un viernes a Crystal Lake.
Jugábamos y te reias en el lago
¿quién iba a suponer que un niño se había ahogado?
Y ha aparecido, y las va a pagar conmigo
Si lo se no hubiera venido...
Airbag, Crystal Lake.


La primera vez que vi Viernes 13 sufrí una decepción icónica o algo así: fue, además, cuando descubrí esta expresión. La vi esperando EL INICIO DE JASON. Tenía trece años y recién comprado el Goremania (el libro, el momento merecen un amarcord aparte, pero dejémoslo en ello) de Jesús Palacios: no lo había leido entero y había visto ya Pesadilla en Elm Street: lo que quiero decirles es que, como en el clásico de Wes Craven, yo esperaba EL INICIO DE JASON, la máscara de hockey, todo eso.

Viernes 13, la saga de películas, tiene un halo de melancolía en todo ello: toda su fuerza icónica reside en pequeñas casualidades aisladas. El lugar mítico, Crystal Lake, aparece con toda su fuerza en sus primeras entregas pero la máscara de hockey no aparece hasta la tercera, una comedia casi involuntaria de la primera entrega y el mito no llega en todo su esplendor hasta la cuarta (y para mi, el mejor Jason Voorhees: ¡su rival era Corey Feldman! ¡al fin!). En todo caso Viernes 13 me parece una película irremediablemente simpática, sobretodo en su revisión: su condición de exploit descarado de Halloween con una acelerada muerte de los adolescentes, uno a uno, con la magia de Tom Savini al servicio de ella, hacen tener un valor que no tienen otras contemporáneas, aunque si es cierto que tenga consecuencias mucho mejores: The Burning es una de ellas (Tones lo sabe mejor que yo).

Viendo ayer Viernes 13 no puedo evitar sonreir cómplice ante el vértigo de muertes y aplaudir su clímax final, un Psycho invertido, digno de soap opera y sobretodo la decisión de Cunningham (una locura maravillosa) de introducir el personaje de la Mamá Voorhees.... ¡al final! El esquema de whodunit de la cinta de Cunningham es único. La aparición de Jason es memorable pero las escenas más fascinantes me siguen pareciendo las de Jason niño ahogándose en el lago, es un flashback con un look visual increíble, inquietante y poderosísimo.

jueves, agosto 23, 2007

Ain't no mountain high enough

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Ayer, Lily y yo nos fundamos las botas de montañeses ingenuos y vimos con ojito entusiasta y esperando buenos sustos y carnicería la infravalorada (como siempre sólo unos pocos la supieron ver bien) Wrong Turn (que promete más atrevimiento en su secuela) estrenada aquí como Km. 666 en un momento cósmico: La Matanza de Texas y La casa de los mil cadáveres como compañeros de generación (comparte con la primera los títulos de crédito bellos que heredaría el remake de Aja ; y el conocimiento de causa como leit-motiv de la segunda pero en dosis sustancialmente menores: el resultado es droga light).

A Rob Schmidit hay que agradecerle una cosa: que prefiere el reconocimiento cómplice (La Gasolinería; La Avería; La Casa) al plagio sonriente del dj Aja. Sin duda prefiere elaborar su revestimiento de la clásica Las colinas tienen ojos en los bosques de Virginia (si y todo el american gothic) con más amor que falsedad. El principal problema es que en todo este disfrute, Schmidt parece no querer aprovecharse del todo del paso del tiempo: Eliza Dushku, pura sensualidad guerrera, podría haber sido una Ripley vs. Rednecks maravillosa en un clímax final soso por visto y antes y mejor. Lo que nos hace pensar que pocos artistas (pensar en el remake de Nispel o en el dios Zombie) son capaces de remodelar y mejorar los modelos: Wrong Turn es un festival de amor, con uno de los mejores prólogos que he visto en el género (¡casi como parodia del inicio de M:I2!) que no está a la altura. Por supuesto Schmidt sabe que un buen epílogo puede arreglarlo todo o... casi.

Wrong Turn es una entretenidísima película en la que echamos en falta rednecks más salvajes, romper más barreras (o sea, introducir más abiertamente la historia de amor fou que queda sólo insinuada): en ese sentido Aja prendió de efectismo su manierista remake, pero puede que debamos apreciar más la intencionalidad cómplice de Schmidt. El resultado en ambos casos es muy parecido: un divertido acercamiento al género, este menos terrorífico (y truculento, en el buen sentido) pero más honesto en más de un sentido.

miércoles, agosto 22, 2007

Novellas por entregas

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Mauricio Salvador es un señor de bien. Un disidente terrorista de Rodrigo Fresán, un buen lector de James Wood y un sarcástico incomprendido en general que también ve películas de acción y las disfruta,c omo cualquier buen feligrés. Me gustan las novelas por entregas: el año pasado disfrutamos de un popnoir vampírico, este nos toca una crónica con el sabor unplugged de los mejores narradores: autenticidad, un lenguaje falsamente sencillo destinado a conmovernos, a provocarnos algo en lo más hondo. En cuanto a los álbumes de fotos, en si, siempre me han fascinado: parecen predestinados a una nostalgia desde su mismo diseño y no tienen mucho de memoria como los diarios que son unos testigos más exactos.

Álbum me ha emocionado, sí. Y no estoy lanzando hipérboles: Álbum parece tan consciente de sus limitaciones como perfecta en su transitar. Y no seré yo quien se ponga a especular con tan buen inicio. Léanla. Opinen.

First Blood

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"Nothing is over! Nothing! You just don't turn it off! It wasn't my war! You asked me, I didn't ask you! And I did what I had to do to win! But somebody wouldn't let us win! And I come back to the world and I see all those maggots at the airport, protesting me, spitting. Calling me baby killer and all kinds of vile crap! Who are they to protest me? Who are they? Unless they've been me and been there and know what the hell they're yelling about! "
JOHN RAMBO

Primero estuvo Acorrolado película con Rambo y luego, cual tormenta, las películas de Rambo, pero esa es otra historia. Y centrándome en la primera sangre de Ted Kotcheff diré que en sus virtudes de acción clásica no se encuentran ni las machadas más delirantes (los americanos no podían competir contra sus secuelas, sus series bé y contra los jodidos italianos: los ochenta están llenos de esa justicia poética) ni nada de eso que ha hecho de Rambo, RAMBO. La primera película es fundamentalmente una catarsis postVietnam que presenta como héroe una conciencia de soldado y suelta más de un par de verdades en sus frases maravillosas.

Shooter es un remake de Acorrolado en toda regla, que nos demuestra que si James Wan es un santo, los 00 podría ser esa década de oscuridad en la que los setenta (si, a pesar de 1982, Acorrolado es una película ochentera dark, una consecuencia de la década anterior) con ese Death Sentence, remake de Death Wish, profetizando el regreso de los justicieros definitivos a su terreno, volvieron para reinventarse. O sea de los superhéroes sin traje, para mejor década.

En todo caso Shooter y sus referencias a Irak demuestran algo: Irak ha calado en el imaginario popular norteamericano y ahora nuestro viejo fantasma patriota antisistema se levantará y acabará con todos ellos. Cuando el bonachón agente que le ayuda (Michael Peña en estado de gracia) que pone de relieve la condición estructuralmente setentera de la película y le pregunta a nuestro héroe, Bob Lee Swagger (Mark Wahlberg siendo EL TIRADOR, nunca menos había sido tanto, los maricones cinéfilos que se vayan con ese dignam de pacotilla a masturbarse) si los tipos a los que se enfrentan son malos, él responde: Mataron a mi perro.

Y ese final, bronsoniano total, en que el tipo se eleva desde las profundidades fantasmales y acaba con ellos, y las múltiples secuencias de asedio, nos dicen que Swagger es otra vez Rambo. Y que las próximas hazañas de Swagger deben ser DE Swagger y no CON. En todo caso Shooter es un disco de hardrock al lado de la sutilidad maravillosa de Bourne (y sin que ello impida que la saga sea lo más emocionante) y un sobrinito de los recados de Jack Bauer: es el mejor remake encubierto de esta década. No bromeo y creánme, Swagger tampoco.

A night in the life: Una dedicatoria en el sepelio de Keiko Kai

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En La velocidad de las cosas, libro de vivos y muertos sin etiquetar que se mezclan y nos mezclan, Fresán teje la que tal vez sea su más sincera historia de su relación con la literatura: un nazi salva a un judío solo porque ama su arte. Éste se confiesa desgraicado y se venga de él años después. Puede que Los amantes del arte: una memoir amnésica sea el más sincero resumend el amor al arte que siente Fresán y de la visión de sus mejores antihéroes. Hay en esa historia algunas semillas que brotan en Jardines de Kensington: la historia de Peter Hook como el artista del revival más loco que (Nunca Jamás, claro) existió.

Yo odio a los prepotentes pero la presuntuosidad de Rodrigo Fresán me enamora: de hecho no me parece presuntuosidad de la ofensiva, de la hostil, está hecha del amor a los libros y a la literatura, y esta cosa no es mala si se gestiona bien (con inteligencia más que nada: Vila-Matas tiene mucho amor y no sabe dónde colocarlo).

Jardines de Kensington es una perfecta novela autonóma dentro de esa bibliografía infinita que es Canciones Tristes (o el resto de los libros fresanianos, piezas de un mapa por hacer, cartografía para lectores hardcore): su dispersión inesperada entre dos flujos funciona de una forma que da una enividia sanísima. La estructura es perfectamente confusa: de repente está Barrie. De repente sólo Hook y sus recuerdos. Y su padre Sebastían “Darjeeling” Compton-Lowe. Y su esposa. Y su hermano Baco. Y siempre Hook, mintiéndonos de la forma más bella: ahí está ese final.

Los méritos de esa rara avis de la novela que es Jardines son extraños y tal vez precisos, por eso funciona: reinventar Peter Pan a base de una reescritura deliciosamente apócrifa de la vida de Barrie y contarnos la historia que hay en el que La cuenta: Peter Hook. Toda la estructura, antinovelística, llena de dispersones, planetada como un monólogo aderezado con una velocidad anfetamínica por su narrador de una infancia POPcidental , resulta revolucionaria: a la vez no tengo al más mínima duda que Fresán interroga por su resultado y su obra sigue estando como una especie de Tarantino. Llevo días comentándoselo a Lily: Jardines de Kensington es lo que es Kill Bill vol. 2 con Sergio Leone y las películas de artes marciales, una reescritura velocísima con un retrovisor a la historia de la literatura de nuestros mitos favoritos. Fresán es un dj que recuenta sus historias: pero como dice
J. Fresán no hace juguetes accesibles, los hace para sí, pero con un amor, con un sentir lírico tan perfecto que los libros y sus lectores salen más que satisfechos.

Puede que Jardines de Kensington ya sólo sea histórica por su sangrante parodia de Harry Potter (encima Jim Yang y su cronocicleta y sus aventuras son mucho MEJORES y lo digo sin haberlas leído) con ese Peter Hook arrepentido y hastiado de que sus fans sólo esperen sus libros y al siguiente. Porqué Fresán ama a los libros en plural, los mejores y no la espera impaciente: hay algo de traición en ese lector que se despide de los Jardines de Kensington sabiendo que no quiere emprender el último vuelo y dejar para siempre atrás a Marcus Merlín, suerte de tutor crepuscular y joven a al vez, a esos The Beatens aka The Beaten Victorians aka The Victorians y sus álbumes que jamás existieron. La ventaja es que el libro existe y que nosotros esperaremos al próximo libro de su autor con una impaciencia que Peter Hook posiblemente nos reprocharía.

Cuando el lector termina, y pasan los días, tras el libro, recupera sus ganas de leer con un ansia que nada tiene de didáctica y su mucho de religiosa: podemos ver Jardines de Kensington como la historia del último vuelo que nos recuerda que no será el nuestro en muchos, muchos, muchos libros. Y a Fresán como ese autor a quien admirar por sus sinceros testamentos de amor que cose como novelas remezcladísimas y perfectas. Los Jardines de Kensington, antinovela mentirosa y declaración de amor no firmada a Nabokov, tiene a los habitantes de canciones tristes más netamente inolvidables pero no los menos perdurables. O sea la materia de un auténtico clásico.

lunes, agosto 20, 2007

Bourne 2 be alive

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El Ultimátum de Bourne es la película más disfrutable de nuestro hiperespía favorito: los motivos por los que la saga mola ya están bien enumerados, y la crítica que descodifica los méritos de una trilogía conclusa, también.

Bourne es un personaje excelente: su origen hitchockiano también nos remite a los héroes sin identidad típicamente dickianos (no por casualidad me gusta pensar en Robert Ludlum como esa Cara Bé de PKD tan necesario como Pynchon para entender a la conspiranoia DeLillo) y los más icónicos superhéroes, también amnésicos, consecuencias de experimentos del gobierno (ejército, agencias): Lobezno es nuestro favorito, está claro.

A pesar de ese toque de perdón inesperado en el héroe hay algo interesantísimo en ese giro bastante molesto: la eliminación súbita del duelo de Bourne y su perfecto antagonista. Y solo con este defecto destacable el resto de la película es una obra maestra: prólogo desconcertante y desestructurado y un inicio en la estación de Waterloo que es un auténtico clímax. Así las cotas de delirio (la persecución en Nueva York o la pelea Bourne vs. Desh) de esta entrega se han elevado al máximo y con un Paul Greengras hipervitamiado y con su mejor pulso (la cámara en mano ya no es la hiperrealista cámara en mano: es una forma de hacer la experiencia más EMOCIONANTE sin concesiones) y un ambiente pseudocumentalizado setentero maravilloso.

El ultimátum de Bourne es una película fundamental en tiempos de identidad líquida (la memoria como la única información fiable en estos tiempos de comunicación y vigilantismo chungo) en la que como resultado nuestro héroe, que en las dos anteriores había aprendido a ser Jason Bourne, descubre lo que es no ser Bourne. Y todo ello enmedio de un montón de huidas, descubrimientos y duelos de despacho y de tiros por igual.

domingo, agosto 19, 2007

The Dark Knight Prestige

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Decía Noel Ceballos: “unas imágenes de Batman interrogando al Joker que harían que Adam West se sonrojara “. Amén.

Contra viento y marea, y con muchos varapalos yo defiendo Batman Begins (como una gozosa y contemporánea aventura capaz de mezclar ninjas, terroristas, batmans y detectives tristones)
pero esta foto es vergonzosa. Christopher Nolan ha olvidado lo fundamental para centrarse en LO trascendente, lo que no deja de ser curioso cuando precisamente para lograr lo segundo hay que ver, precisamente, lo primero. Me gusta imaginar The Dark Knight no como ese fracaso que será, esa forma y absurda de terminar con el género de superhéroes por los renegados que usan la palabra adulto cada dos por tres, sino como la parodia definitiva de Christopher Nolan (maravillosamente inconsciente) de si mismo, tan extrema e incontestable como debería haber sido la versión loop (también imposible, a estas alturas) de Spider-Man 3 centrada exclusivamente en el superyo de Tobey Maguire y adornada con los gags raimianos más veloces.

Me gustaría ver a este The Joker (rídiculo, despintado, resacoso, vergonzante) diciéndole a Batman: Recuerda a Joe Chill y riéndose. Y Bruce Wayne/Batman cuidando de Rachel Dawes ahora con una extraña enfermedad, inducida por The Joker claro, que hace que Batman le tenga que pegar batinyectazos. Y en todo esto, Batman se da cuenta de que lo es porqué tiene insomnio. Y al final, Batman y Joker desaparecen por las tejas de Gotham City y se encierran, casi como castigo divino, en un legendario castillo a luchar como guerreros (sí, justo como aquél one-shot del payaso escrito por James Robinson y dibujado por Christian Alamy) y puerta al futuro. Y al final, todo fue un truco de magia del Espantapájaros, y reverenciando a la serie de Dini/Timm, Batman está en una mina encerrado, enloqueciendo y esperando encontrar a Bruce Wayne. Tal vez así, Christopher Nolan, artesano maravilloso elevado a la egomanía descontrolada, se diera cuenta de hasta qué punto el delirio sublime de todas sus obras, remezclado y bien agitado, puede resultar un tebeo mucho más fiel que esa nueva aventura en la que el Joker es un payaso y no lo parece.

jueves, agosto 16, 2007

UNA DE TUBOS: "JOHN WAYNE GACY JR."


Look underneath the house there
Find the few living things
Rotting fast in their sleep of the dead
Twenty-seven people, even more
They were boys with their cars, summer jobs
Oh my God

Are you one of them?

GUIA HOLMESIANA PARA JÓVENES INVESTIGADORES: BIBLIOTECA SELECTA DE LECTURAS SECRETAS (II)

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Recomendada para:
Amantes de Michael Chabon que leyeron en su juventud a Conan Doyle y ahora prefieren olvidarlo como una lectura culposa y se sienten importantes por leer al narrador norteamericano. Quiero decir: La solución final con sus guiños deliciosos (nada gratuitos, pajeros a ratos, demasiado bien insertados como para desmerecer con ese final), con su resolución canónica (que Holmes no sea capaz de resolver el misterio) traiciona a Holmes en lo esencial: de acuerdo, se trataba de hacer una historia apócrifa. Bien, el joven detective debe saber que los problemas no van por ahí ni de lejos: el problema de Chabon es que en su intención de homenajear al relato Conandoylesco ha olvidado la pasión y lo ha usado para tejer una típica novela moral. En pocas palabras: La solución final tiene un estilo elegante y delicioso, inusual, con las metáforas más bellas que puedan ustedes imaginar en Chabon, pero no tiene alma: tiene una moraleja que huele a naftalina por lo usada que está (¡otra vez los jewish como víctimas! ¡otra vez el horror del nazismo!) y un error de la misma envergadura que cada hallazgo que presenta, y por desgracia en este tira-afloja entre buenos y malos momentos (ej: el concepto del final del misterio sin resolver con la moraleja vs la resolución del asesinato y la poca profundidad en un personaje tan sugerente como Kalb; lo innecesarios que resultan los diálogos con Panicker contra lo brillante de presentar a un Holmes crepuscular decididamente icónico) parece que ganan los segundos.

Una madeja enmarañada:
El anciano, o sea Holmes, se encuentra con un extraño compañero en su retiro en la campiña inglesa: un muchacho judío y mudo llamado Linus Steinmann que lleva un loro llamado Bruno que recita extrañas combinaciones numéricas que muchos ven como códigos militares. Las cosas se complican cuando también, Mr. Shane, de la Oficina de asuntos exteriores que se negaba a informar sobre el asunto del loro y aparece asesinado. El anciano vuelve a la acción para resolver este doble misterio.

El informe:
“Muy bien. -El anciano soltó una risita reseca, dirigida enteramente a sí mismo-. He tomado en consideración las necesidades de mis abejas. Y creo que puedo perder unas pocas horas. Así pues, les ayudaré .Levantó un dedo largo a modo de advertencia-. A encontrar el loro del chico.-Laboriosamente, y con un aire que rechazaba de antemano cualquier ofrecimiento de ayuda, el anciano, apoyándose pesadamente en su bastn negro y lleno de muescas, se puso de pie-. Si por el camino no sencontramos al verdadero asesino, bueno, pues mejor para ustedes.”

Con Lupa:
“El anciano había vistado una vez con anterioridad Gabriel Parke; debió ser en algún momento de la década de 1890. Entonces también se había tratado de un caso de asesinato y, también había un animal de por medio: una gata siamesa, laboriosamente adiestrada para administrar un veneno malayo muy raro frotando sus biogotes contra los labios de la víctima”

martes, agosto 14, 2007

Dawn of the Ringtones

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Cell de Stephen King es un reencuentro con el entretenimiento más brutal: un page turner en toda regla que ejemplifica su crítica social como base misma del argumento y, ya al principio de esta odisea de supervivencia, cuando el politono Crazy Frog (como olvidar esos anuncios proféticos de Antena 3) se convierte en una especie de cantar de apocalipsis sabemos que la diversión está asegurada. O eso creemos.

Lo que no sabemos es que Clayton Riddell se va a pasar toda la novela (absolutamente toda) sufriendo por su mujercita e hijito. Y así todo un sentimentalismo cansino, innecesario, aburridísimo. Los zombis son kingianos al 100%: es decir, intertextuales. Tienen un líder (el Hombre Andrajoso otra variante más de Randall Flagg)y tienen zonas muertas, esto... telepatía. Aluviones de sentimentalismo cubren todo el desarrollo de la novela e incluso implican ciertas perdidas de interés: pero aquí llega Stephen King para regalarnos un buen mal final y demostrarnos que él tambien sabe darnos tensión cuando toca.

Cell pone en evidencia todas y cada una de las carencias de Stephen King pero divierte de una forma tan bella que es imposible resistirse: la sensibilidad pop de su autor me puede. Me explico, cuando se trata de asimilar a Richard Matheson (en concreto la obra de la que hablábamos), a quién va dedicado el libro, lo hace mediante un repertorio extensísimo que va desde Baby Elephant Walk hasta el clímax final ya de nuevo con Pachelbel. Pero esto también se le gira en su contra: el exceso de comparaciones con otras referencias pop en los diálogos, que da al relato un aire especial, puede cansar un tanto y denotar falta de tacto.

Lo peor de Cell es que la podría haber escrito Richard Bachman: entonces, posiblemente, el protagonista sería el Hombre Andrajoso. Y lo peor que queda es que podría haber sido una novela inteliguentísima, frenética y se conforma crear un apocalipsis de ida y vuelta más. Y tampoco podemos asegurar dos cosas: que no nos hayamos divertido
ni que esto sea un verdadero divertimento honesto. Ojalá.

sábado, agosto 11, 2007

Being Robert Neville

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Leo con calma Soy Leyenda de Richard Matheson antes de ponerme con Cell de Stephen King. El mal sabor de su última historia de Castle Rock me obliga a revisitar a Neville. Soy Leyenda tiene ese estilo entrecortado, justo ese, en una época en que la única narración seca de prestige era Hemingway. Sin embargo el estilo de frase corta, breve y contundente de Matheson no tiene nada que ver con el de Hem: el suyo es el estilo de lo cotidiano, el miedo que surge a través de lo monótono. Me parece gracioso que esta descripcion encaje casi a modo de búsqueda con el nombre de Raymond Carver y que también lo siguiente que lea sea, de nuevo, King. Es, de hecho, una especie de círculo cerrado.

Soy Leyenda, por otra parte, es una novela muy, muy, poco política. Es interesante a un nivel poético: el apocalipsis al que se enfrenta Neville es una odisea de supervivencia sólo comparable, en grandeza, a la de Robinson Crusoe. No hay nada en ambas que haga presagiar que su historia sea memorable, pero finalmente lo resultan por motivos ajenos al heroísmo. Robert Neville es más que nada un hombre prágmatico antes que un héroe, consciente al borde de la muerte de lo dual de la naturaleza humana. Hay algo que también me sorprende ahora al releer Soy Leyenda es su inmediatez narrativa: no hay espacios para el sentimentalismo más allá de la angustia y el recuerdo que provocan una vida tenebrosamente cotidiana (porqué Soy Leyenda también podría ser leída, esencialmente, como una novela sobre una repentina nueva vida monótona) ni tampoco para un clímax final: todo lo que podríamos llamar épico brilla por su ausencia. Como cualquier obra maestra, la tercera adaptación al cine que lleva su mismo título y tiene en el aburrido Francis Lawrence como su director (autor de Constantine un folletin postMatrix de resenmblaje noir más aburrido y lánguido que su material de partida, un estupendo tebeo que parecía un himno horror punk en sus mejores momentos). Que Romero se inspirara en Matheson no es ningún secreto: la lectura de Romero era por apócrifa maravillosa, y convirtió en acierto el cambio: el pesar existencial de Neville por el malestar político.

viernes, agosto 10, 2007

Portrait of the cult film as an error

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El otro dia fui al videoclub que me proporcionó mis sesiones interminables en VHS de clásicos, primero mayúsculos y luego olvidados. Luego de mucho sin ir, el videoclub está cerrado, sin línea telefónica y con las películas llenas de polvo. Planet Terror es toda esa colección VHS (cortesías) (y salas de cine y pases de madrugada) sin lágrimas ni melodramas crepusculares: es un comeback en todo su esplendor.

jueves, agosto 09, 2007

Cosas (in)necesarias

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La Tienda de Stephen King es una pasable novela muchísimo más interesante en momentos puntuales que en su conjunto narrativo. King, me comenta Tones, parte esta vez de Ray Bradbury, La feria de las tinieblas, para crear su particular última historia de Castle Rock.

Por un lado encontramos las clásicas multirreferencias al Kingverso que nos dejan entre perplejos y satisfechos (aquí son la prisión de Shawshank, Thad Beaumont y su mitad Oscura y el perro Cujo) y por otro, las multirreferencias sutiles en los personajes: el de Leland Gaunt, figura ataviada de negra y hasta sobrenatural como afirma Brian Rusk, típicamente deudora de su ya clásico Randall Flagg.

El principal problema de la novela es que funcionan muchísimo mejor sus ideas que su mecánica narrativa: King parte de la premisa de parodiar los melodramas Peyton Place, insinuando que con esta técnica es capaz de resultar satírico con toda una comunidad: bien, el bueno de King se pierde y muchas veces el lector sospecha, demasiado, que la parodia se está tomando demasiado en serio.

Así, conviene recordar esta Tienda por sus momentos más maravillosos y locos (un duelo sangriento a la spaghetti western entre mujeres maduras y alteradas ; una rebelión de Baptistas Cristianos como si se tratara de zombis ; la figura de Elvis como el PLACER SEXUAL) que no por la insulsas love stories y todos esos personajes secundarios que, paulatinamente, nos resultan tan y tan innecesarios. No es ni de lejos el mejor King y logra entretenernos durante 900 páginas: no obstante, durante muchas, muchas de ellas uno tiene la sensación de estar asistiendo ante un serial alargadísimo (¿por qué pasan TAN pocas cosas? ¿por qué el clímax dura tan poco?). Puede que debamos pensar en La Tienda como un capítulo raro de la Twilight Zone de más de dos horas.... y esto sea suficiente.

viernes, agosto 03, 2007

DesencAjado

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-Spoilerísimos -

Qué gran película es Haute Tension. Vaya si lo es. Lástima, que sufra de dos males: el de las dos bipolaridades. Lástima que Aja se conforme con darnos una hora y 10 de thriller acojonante, auténtico deliverance que regresa a la Matanza de Texas. Hay otra película, otra muy francesa: una historia d'amour lesbiana y bizarra, toda ella muy existencial como dice el Maestro Tones. Y claro, la forma de mezclarlas no sale bien. Sale MAL. Sale FATAL. No podemos mezclar esas dos películas mediante el uale, pues no me lo esperaba, porqué es un truco cancerígeno y que, yo recuerde, sólo ha funcionado en Memento y Fight Club, películas que no entran en el marco estrico del horror y menos del american gothic.

Alta Tensión es que te desempalma justo al final de su clímax y de su figura asesina, desconocida, siniestra, rural: el fontanero convertido en tu peor pesadilla (o lo que sea). Pero, vaya, la cosa tenía que derivar hacia el giro inesperado. El caso es que una de las dos películas podria complementarse sin ese giro absurdo y el resultado hubiera sido una obra maestra.

Lo que queda no está nada mal pero Aja fue mucho más honesto en su siguiente película, aunque hay que admitir que las maneras de High Tension y toda esa forma de filmar el horror (su concepción de la irrupción del horror como si un dj se tratara me sigue pareciendo arrebatadora) lo convierten en un tipo todavía a tener en cuenta. Aún así, sería preferible que siguiera su carrera referencial por otros caminos que no fueran el de los remakes, por su bien o terminará completamente zombificado por la industria.

jueves, agosto 02, 2007

After you've gone

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Hombre, Una historia de Brooklyn viene por fin a destruir todas esas otras historias de Brooklyn que no me gustan. La memoria épica de Lethem por excesiva y porqué Lethem tiene talento, diantres. Y (casi) todas las novelas de Paul Auster, el residente de Park Slope. Y la basura de Nicole Krauss del amor. Nada, que el hijo de un novelista atípico (Jonathan Baumbach, halagado en su último libro de relatos por titanes como Robert Coover) llamado Noah, coguionista de la obra maestra Life Aquatic, nos ofrece un debut tan incómodo como poco conformista en un happy ending casi pedido a gritos y que, fíjense, tampoco desencajaría al público medio. Prefiero éste, el de la memoir gris, al revestimiento cinematográfico (convencional).

Para mí, el doblaje en español tiene un sentido: el de destrucción de todas las historias de redención y palmaditas en la espalda, en forma de realismo mágico, anteriores. Noah Baumbach le da un cameo a su padre, lo que visto como lo retrata bajo los poros de un Jeff Daniels que supera el hecho de que su papel-era-para-Bill (Murray) con sus (otros) registros y está tan bien (como en casi toda su carrera, vaya). El guión de la película tiene dos bazas maravillosas: que la historia ya empezó antes y que su humor es gustoso. The squid and the whale logra en su mayoria de veces un sentido del humor tan gloriosamente alejado de cualquier indiemovie al uso como también una sensibilidad personal. Tiene un par de gags visuales reverentes a Wes y un final muy woodyalleniano: la redención de la derrota (final).

The Movie The Mierda

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The Simpsons es una verdadera película mala: o sea es una película perversa, que hace El Mal al espectador inteligente que conserva a la creación de Matt Groening como la definición y hasta generador de nuestra cultura popular, como el más precioso retrato de toda una era (la postmoderna). Por lo que una película podia hacer dos cosas: o renovar la artrítica series por nuevas vias o arruinarse por el triunfo fácil. Está claro que es lo segundo ¿no?

Lo peor de Los Simpsons es que durante su primera hora se dedica a engañar al espectador respetable con un montón de bromas y gags que llevados hasta el final hubieran sido brillantes: el Presidente Schwarzennegger, Homer y EL CERDO (¿por qué se lo llevan?), etc. Pero el legado de los Simpsons es para Matt Groening un remix a modo de concierto de Green Day y cameo autoirónico de Tom Hanks adobado con mucho sentimentalismo a DEMASIADAS bandas. Esto provoca que se pierda la esencia de personajes como Bart y esto en un mundo como el de los Simpsons sobrepasa el llevar al límite a un personaje: se trata, realmente, de una traición en toda regla al concepto inicial para reconvertirse al mainstream. Y por muchas carcajadas que tuviera en su primera hora, el resultado global es descorazonador y deprimente. No tanto por el Burguer King sino porque, por el camino, Bart ha querido/necesitado amor paternal.