miércoles, julio 28, 2010

La memoria de los objetos


Toy Story 3 (2010, Lee Unkrich)

Como toda persona nacida en 1988, lo mío con Toy Story 3 es generacional. Quiero decir, sentimental. Tenía la edad de Andy cuando entré en la sala de cine. Recuerdo perfectamente ver el tráiler antes de la épica El rey León. Recuerdo perfectamente alucinar como Woody con el plano de Buzz llegando a la cama del niño ya en la sala de cine y ya el día de su estreno. Recuerdo esperar a los juguetes y verlos tras la puerta para ver si en ellos había una vida privada. Recuerdo, y de esto no hace demasiado, redescubrir las películas en una clave existencial: el gran momento de poesía de Pixar cuando Buzz Lightyear se rompe. Es un momento profundo por dos razones: la primera es que el juguete se descubre objeto y no sujeto. La segunda, todavía peor, es que se descubre juguete en masa, se descubre relato publicitario y por lo tanto, carente de memoria real. La memoria, por cierto, es el tema rector de la trilogía, la memoria de los objetos, a la manera de Benjamin y encuentra una solución satisfactoria y perfecta en esta entrega.

Recuerdo pensar que en Toy Story estaban contenidas muchas de las películas de Pixar. La búsqueda del Hogar perdido (Buscando a Nemo), la dislocación del monstruo como alguien simpático (Monstruos S.A.), el superhéroe destruido por la normalidad (Los Increíbles), etcétera. Aclarado lo sentimental y puntualizado los motivos por los que conviene seguir viendo esta trilogía, no creo exagerado juzgar su última parte como una obra maestra.

Empieza capitalizando (hasta el infinito y más allá) aquella sentencia de Orson Welles, la del cine como el tren eléctrico más caro de mundo, y lo hace, precisamente, con un tren y un sinfín de géneros, con el atrevimiento de la apropiación que se desvela pronto poética propia e intransferible. Es apropiación hasta tal punto que reviste de un nuevo sentido las frases que los niños recitaron con entusiasmo en la primera entrega: Hasta el infinito y más allá; Hay una serpiente en mi bota; Somos los juguetes de Andy. Con el final descubrimos que esta saga no era la historia de unas sucesivas odiseas de vuelta a casa, sino el fragmento de vida de unos juguetes que fueron un día de Andy. Al final resulta imposible no rendirse ante el goce de estar triste, por decirlo en palabras de Borges, porque los juguetes, sin romperse, son lo más parecido al desafío a la muerte, a lo perdurable jamás creado. La memoria, la que puede prolongarse más allá de los dueños y reunirlos a todos, nos dice la película y lo hace con épica doméstica, aunque estamos en una película de la última etapa del estudio, una película en la que basta una mirada y un gesto para lanzar una mirada a la muerte, a la posibilidad de morirse y de hacerlo de alguna manera.

Quizá sea menos escalofriante que su triste segunda entrega, casi un tratado sobre muerte, abandono y vida eterna en los objetos, pero no es menos imaginativa, está tan bien dirigida como era de esperar en una película de Pixar, incluso más, se permite imaginería daliniana (¡ese señor patata deconstruido!), cachondeo a costa de Mattel y la naturaleza de Ken (y una desternillante escena de tortura protagonizada por Barbie), síntesis inmejorable del cine carcelario (Fuga de Alcatraz; La gran evasión, etc.) y corrección inmejorable de algunos personajes de la segunda entrega: al abandono de Jessie, le sigue el escalofriante reemplazo de Lotso, o la tragedia del juguete en serie, otra vez, y al entrañable viejo Walt le sigue el citado Lotso, mutado en villano que no quiere ser objeto de coleccionista sino habitante de un cielo eterno sin dueños, pero con infantes que juegan siempre pues son anualmente renovados. Debe admitirse la similitud con la entrega anterior, más inhóspita, pero también la diferencia: a Lotso no le horroriza el abandono tanto como el dolor de ser reemplazado, de no ser único. La creación de su paraíso artificial no responde al olvido sino a la derrota y su rabia pretende vencer al tiempo. Los objetos son su dueño y el dueño debe ceder el testigo. Casi como si fuera el final de Lost, los juguetes de TS3 han decidido que la memoria es ahora nuestra, conscientes de los quince años que separan la primera de la tercera entrega y del relato sentimental presente en muchos espectadores.

Lo que toca ahora, creo, es revisitarlas una y otra vez.

miércoles, julio 21, 2010

Los Simpson de David Silverman (I)

Reprochado por la calidad menguante de la serie, Matt Groening discrepó y dijo que estaban haciendo cosas que nunca antes habían hecho y que la animación es más detallada que antes. En términos de color y detalle, el trabajo de Rough Draft no es nada malo, pero quizá se eche de menos la animación más libre y asilvestrada que había en las primeras temporadas, pero el trabajo de dirección del show es cada vez más sofisticado. Además de las continuas reescrituras de Stanley Kubrick y Alfred Hitchcock, creo que hay episodios dignos de estudio y no es casualidad que muchos de ellos estén dirigidos por David Silverman. A Silverman quizá se le recuerde más por participar en cintas animadas recientes, ya sean pequeñas intentonas sin interés (The Road to El Dorado) como triunfos memorables (fue codirector de la gema de Pixar Monstruos S.A.), pero como director suele dar algunas de las más ingeniosas soluciones visuales a la serie. Fue el director de la película de la família, un intento demasiado fallido a mi gusto, reescritura de episodios anteriores con traje de blockbuster, aunque diversión asegurada.

En su última etapa en la serie, Silverman no deja de sorprenderme como un tipo cargado de sabiduría visual y en perfecta sintonía con los guionistas (Jean, Swartzelder, et al). Además, ha dirigido algunos de los episodios fundacionales de la serie y es una parte vital de su imaginería más imprescindible. En todo caso, y al margen de su inexplicablemente rara labor en la película, Silverman rules y revisando el estupendo Treehouse Horror Special XVI
(o Especial de Halloween XVI, como prefieran) es absolutamente magnífico. Sus tres parodias van de lo contemporáneo (B.I. según el A.I. de Kubrick y Spielberg) a lo abstracto (I've grown a costum in your face, una fantasía en la que una bruja convierte a los habitantes de Springfield en sus disfraces de Halloween). El segundo es el mejor, a mi juicio, Survival of the Fattest, una parodia de The Most Dangerous Game, en la que Silverman muestra algunas de las repeticiones (y simetrías) más deliciosas de la serie.

El señor Burns, a la manera del malvado Zaroff, reúne a los hombres de Springfield para jugar a un perverso juego de caza con ellos. Entra en un comedor. Y ojito a la composición hecha desde el comedor.

El siguiente paso es hacia el señor Burns, siempre el zoom de énfasis, un recurso muy habitual en la serie.

El ángulo del comedor se explorará tres veces más.

En un recurso manierista, usará el ángulo, desde el otro extremo de la mesa, como punto de vista subjetivo ya que Burns acaba de disparar al tipo de la tienda de cómics.

Una incluso detrás de Burns, a la manera expresiva del cine clásico.

Por supuesto, mi gag favorito es el que pertoca a Lenny y Carl. Mientras que Barney recibe su nombre en un plano en solitario, Lenny y Carl ocupan un solo plano. Es la clase de broma visual que funciona y que no siempre es apreciada.

Como los ángeles que ve Lenny al final del episodio, puro cachondeo, a la manera de Giotto o del Paradiso Canto.


En términos de reescritura y variedad, Los Simpson dirigidos por David Silverman son un hallazgo.

martes, julio 20, 2010

Comedia adolescente y policías judíos

El documental Manual de comedia adolescente tiene a gente como Joaquín Reyes, Borja Cobeaga, Jordi Costa, Sergi Sanchez, Fausto Fernández, Miguel Martí, Venga Monjas, Raúl Minchinela, Flipy, Pepe Colubi, Carlos Areces y servidor haciendo de historiadores del subgénero (soy el de las gafas y la camiseta azul). Estoy particularmente satisfecho del trabajo, aunque no creo que hubiera estado tan bien sin la dirección de Nando Salvá y su estupendo trabajo de guión. Pueden disfrutarlo aquí.

Cada mes publico mi columnita en Libro de Notas. La de Agosto será doble, aprovecharemos el (desértico) panorama cultural. Este mes, The yiddish policemen union de Michael Chabon y tres o cuatro pensamientos sobre su alegoría final.

lunes, julio 19, 2010

Las garras y la furia

Lobezno: Agente de Shield.

Mark Millar, John Romita Jr., Klaus Janson.

Traducción de Santiago García.

Panini, 2009, Toroella de Montgrí.

La etapa del guionista escocés Mark Millar de Lobezno, publicada originalmente en 2005, ve ahora la oportunidad de ser leída recopilada por Panini en lujosos volúmenes. Disfruté más de la primera entrega, seguramente porque era una diversión adolescente que se permitía interludios lapidarios para reafirmarse en su discurso. La construcción dramática aquí es prometedora, presentando un villano invencible que destaca siendo un niño como pintor, compositor de óperas, suicida frustrado, hasta que prueba la existencia de Dios mediante las matemáticas y se decide por convertirse en el villano de comicbook. Singular trayectoria que se lee como una broma del autor a costa de su nihilismo, definido por la Estrella del Norte como una cosa "natural" ya que "todos somos animales".

El villano de la función es japonés y la evocación es clara: las viejas historias de Chris Claremont y Frank Miller dedicadas al personaje. Una de las mayores influencias de Millar es el citado Miller, al que imita en su retórica intensa y emocional y en su planificación visual, sin embargo Millar es infinitamente más enfático y parece usar uno o dos recursos para cada escena, no demasiado más. Romita Jr., un seguidor del autor de Sin City en clave amerimanga, parece pues el dibujante ideal para esta aventura.

Mis problemas con el tebeo vienen con el postergado duelo final, más previsible y menos sincero que el de su entrega anterior. Lobezno dice contrariar a Estrella del Norte y cree que "somos animales con conciencia" y esto parece probarnos Millar con su clímax final, con el antihéroe de Marvel yendo a la tumba de una víctima humana, un niño (fan de Shonen Jump y de Gundam se nos describe) hijo de una pareja amiga. "¿Es aquí dónde está enterrado nuestro hijo? ¿En medio de la Nada?" Hay culpa y dolor, pero Lobezno parece seguro de haber dejado al mundo libre de una amenaza menos.

No es la primera vez que Millar aplica el contraste entre víctimas, inocentes, y superhéroes, caricaturescos y por tanto sujetos al duelo extremo, en un tebeo. Sin ir más lejos, su Civil War empezaba de ese modo.: con un salvaje atentado que abría un debate. Pero era el contraste y los matices entre sus superhéroes lo que provocaba en el conflicto una profundidad mayor. En su serie de la Civil War, Lobezno era un descarnado vengador, dispuesto a aniquilar a los líderes del atentado. Irónicas citas sobre la venganza, algunas en un tono crítico que sugerían una mirada vagamente existencial sobre el protagonista, abrían cada número escrito por Davis Guggenheim. Era la rabia lo que movía al tebeo y a su personaje y era la furia el único tema posible, antes que cualquier otro cuestionamiento.

Millar habla de víctimas humanas, pero el conflicto entre sus superhéroes es elemental, adolescente, hiperbólico y por lo tanto, simple. La (mala) conciencia del protagonista no se vive como una bienvenida dosis de madurez Millar, sino como un apaño ingenioso para preservar la emoción de la historia, su instinto de shock. El autor ha demostrado su valía como narrador experto en clímax basados en espectacularidad a gran escala, pero sus recursos emotivos desvelan una profunda incoherencia sobre su último trabajo: mientras que en el tomo anterior celebraba el simulacro y el formato (el comic book de superhéroes extravagantes), aquí se da paso al alma de un modo menos verosímil: su Lobezno está construido a través de otras representaciones del mismo, no de una recontextualización. Esta es la diferencia entre este (flojo y entretenido) tebeo y su Civil War o sus Ultimates: los desvelos no pueden estar en el shock (niños, mujeres aterrorizadas) sino en el mismo pathos de los superhéroes.

domingo, julio 18, 2010

El problema de las franquicias

Acabo de probar la demo de Crackdown 2 y compruebo que tras seis años…han repetido exactamente el mismo juego, con cambios pequeños, ingeniosos a lo sumo (se especifica en una pequeña barra como está el estado de cada habilidad; los progresos se convierten en cambios físicos). En Formspring, Aureal responde a la pregunta de por qué el juego es tan desastroso. Cambios de compañía incluídos, el relato de cómo Crackdown, un estupendo juego de moral foucaultiana y gozosa, se convierte en Crackdown 2 la clase de ultraviolencia insignifcante (y bastante tediosa) que cambia el poder subversivo del primer juego por rutinaria repetición del mismo gameplay y justifica la falta de narrativa por un aparente cinismo e ironía.

El problema de esta demostración no es que sea basura: en todo medio se publica una cantidad industrial de ella. El problema es que se trata de la clase de basura que estropea una franquicia prometedora y confirma tópicos sobre el medio mientras lapida un gran inicio, el equivalente al sandbox a la insolencia que destiló el Juez Dredd hace algunos años en las viñetas y capaz de disfrutarse en clave intertextual.

jueves, julio 15, 2010

You're so fucking special


Extraordinario nuevo tráiler de The Social Network (2010), nueva película de David Fincher, lo que viene a ser un acontecimiento. El spot hace un uso brillante de Creep y de la red social como replanteamiento de lo privado y lo público y sus nuevas fronteras. El cast de los actores más prometedores del momento y un relato que promete explorar el lado oscuro, veremos hasta qué punto sortearan los tópicos, pueden hacer el resto. Rara vez soy partidario de los tráilers, pero creo que la insolencia y la obra de Fincher son un motivo más que suficiente.

viernes, julio 09, 2010

Charlie Rose de Samuel Beckett


Este extraordinario tutubo presenta un gag beckettiano: Charlie Rose conversando consigo mismo sobre el futuro de la tecnología e Internet y la conversación le resultará muy familiar a los lectores de Malone Muere o el Innombrable. But…if…but. Tan preciso es el gag que se atreven a emular el tartamudeo beckettiano. Lo encontré en el blog de Lev Grossman y lo sigo rebobinando fascinado.

jueves, julio 08, 2010

Mi vecino Bender

Ha vuelto Futurama y es una de las grandes noticias del verano para cualquier persona con dos dedos de frente. El problema es que han vuelto con un tercer capítulo extraño, que funciona porque termina con un chiste sobre zombies consumistas, fórmula increíblemente graciosa, pero desaprovecha todas las posibilidades de descubrir algo nuevo tras el corporativismo y de humillarnos de un modo más divertido e inteligente. Es ingenioso, pero la forma se intuye todavía baja, cogiendo todavía una estructura de guión que debe negociar con estos años de vacío, la aparatosa forma de las películas no ayudó demasiado, y que cuenta con historias de Matt Groening para compensar tanta espera. No está nada mal para esperar a narrativas absolutamente redondas como las que colmaban las temporadas anteriores. Un ejemplo prometedor es el segundo episodio, titulado In-a-Gadda-Da-Leela, que propone una revisitación del Paraíso en clave de simulacro francamente memorable e incluye una reescritura del propio Zapp Brannigan en clave serial de los treinta. No hay en los créditos de esta temporada, por cierto, homenaje enciclopédico a los cartoons y recomiendo la feliz relectura de los textos de Noel Ceballos para Elitevisión.

En Io9, portal elegante para amantes de lo scifi, encuentro esta imagen: un Bender imaginado como parte del imaginario miyazakiano. ¡Ah! Y otra noticia más de Ghibli, al menos mientras esperamos su versión de los Borrowers, porque este verano los estadounidenses podrán ver en cine la irregular y bellísima Tales from the Earthsea, el punto más bajo (y fascinante) del Studio Ghibli, dirigida por Goro Miyazaki, cineasta lastrado por su apellido y por lo inmenso de su fuente literaria.