Jordi Costa es, según sus palabras, un hombre de verbo incontinente. Si, molaría verle competir en un spellbound creativo y esquizoide con su colega Rodrigo Fresán, reinventando mitos e historias (sí, el Mostrenco Articulista prepara su novela y yo mi expectación).
Creo que Todd Solondz: en los suburbios de la felicidad es un triunfo memorable en el terreno tan pantanoso del ensayo. ¡El ensayo! Ese género que sólo podía ser bla-bla-blabeante y altisonante y tremendamente distante en incontables (demasiadas) ocasiones. Y también al de la entrevista. ¡Diantres! Costa es un periodista como la copa de un pino (a mi no me sorprende, a muchos de ustedes tampoco, en realidad tengo una teoría en la que cualquiera que desee ser un buen periodista cultural uno debe ser un discípulo mostrenco) y lo más jugoso de este maravilloso librito es como lleva a cabo todas esas cosas que dice, y eso no es ni mas que menos que dos cosas tan esenciales en un autor (¿no han leído sus críticas en Fotogramas? Es que lo es y con creces) que son personalidad y coherencia.
La apuesta estructural que este humilde lector aprecia por valiente, por coherente, por graciosa y por un montón de cosas más… no me terminó de funcionar. Y quizá sea culpa mía. Las piezas funcionaban estupendamente por separado, como apéndice al libro. Pero no con el libro. Las de no-ficción a veces eran las que mejor funcionaban (me quedó con doble F: Francisco Ferré y Fresán) sólo para mí. Supongo que para otros es estupendo, pero creo que a Costa le falta más jazz sense para darle un engranaje más lógicamente improvisado y lleno de cambios de ritmo.
Tampoco me pondré trágico: el tipo es aún joven y nos va a dar frutos más secos (no todos los libros van a ser tan sagrados como Vida Mostrenca), no obstante queda la certera sensación, sobretodo al terminar el libro que uno ha pasado un rato lleno de derroches de inteligencia, contaminantes y contagiosos, y a un trabajo de periodismo cultural que limpia el nombre desde abajo y no sólo por la modestia, sino por su innegable brillantez. En toda la conversación con Solondz invita cualquier aficionado de su cine a volver a mirar hacia otros lados y con profundidad de campo.
Así que sí, este libro es infinitamente recomendable porqué compensa sobradamente sus defectos con demasiadas virtudes y no son sólo las de Solondz. Su Mostrenca Majestad puede estar contento: acabo de darme cuenta de que quiero leer esa novela cuanto antes. Y por supuesto con la calma de un navegante volveré con lupa a este pequeño manual que ya se ha convertido (y no con tanta facilidad que podría deducirse bajo la excusa del “hay pocos estudios sobre el cineasta en castellano”) en un referente imprescindible para hablar, entender, leer esas dos palabras (Todd Solondz).
Plus.: Solondz-Costa por Portnoy.
PD.: Sepan ustedes que estreno del.icio.us y que les deseo muchos sustos, muchas películas de horror, mucha juerga teen, y muchas grotescas fiestas de disfrazes. Pasen un Halloween estupendo. Y elogien la tarea de los muchachotes que no pueden parar de clavarla .