Ultimátum a la Tierra (1951) fue una película clave en el desarrollo e incluso fundación de la ciencia ficción: nunca antes el género se había planteado trasladar el impacto de una invasión alienígena a la gran pantalla. El ejemplo más cercano es The Thing from Another World, película estrenada unos meses antes y codirigida por un Howard Hawks que hizo énfasis más en un detection film, marcado por su condición de grupo cerrado (y enfrentado entre sí en una variación de Hawks de su luego mejor perfeccionado esquema masculino) contra criatura misterios y de la sorprendente labor del debutante Christian Nyby. La película de Wise explicaba el impacto de una llegada alienígena a través de noticiario, buscando una narración inmediata y usando planos generales con menos grandilocuencia de lo esperado, no obstante su protagonista, el alienígena Klaatu, se pasará todo el metraje en la tierra y cristianamente convertido en Carpenter conseguirá lanzar un mensaje de paz mediante una amenaza de destrucción. Imaginativa en su trasfondo (una unión de planetas envía a Klaatu de emisario) y de gran fuerza icónica (el robot Gort y su rayo destructor de armas permanecen inalterables en el género) la cinta de Wise conisguió ser una de las primeras y más humanas películas de scifi, radicando ahí su mayor acierto, creando una atmósfera más cercana a través de una narrativa basada en informativos y que daban a tan extraordinario suceso, una condición magna pero a la vez creíble. La verosimilitud nunca abandonó a Wise y en sus dos siguientes incursiones serían claves: tanto en la película de Star Trek, para dar una sensación de política ficción espacial, como en la más lograda Amenaza de Andrómeda.
El remake dirigido por Scott Derrickson parece sufrir de una notable parálisis narrativa y, como en la cinta anterior de Derrickson, puntea el lo televisivo de una forma esta vez innecesaria, dado que se trata de una superproducción. En una escena Derrickson finge un zoom invertido, atravesando un cristal y el truco se desvela impostado, forzado, sin mucha correspondencia en su efectismo. En otra, juega al intimismo y dibuja en un plano general, un reencuentro familiar, casi digno de Shyamalan. No cuenta con la misma complicidad: la banda sonora no ayuda nada a crear algo, y cuando la película brilla, por el trabajo con las texturas de Tattersall (viene de la escuela Star Wars y las apariciones de la bola luminosa brillan por su trabajo digital, pero es mucho más convencional para abordar la cotidianeidad), se ve coartada por la falta de protagonismo urbano, la sustitución de Washington por una Nueva York impostada (Vancouver) no tiene casi potencial. Tampoco se aprovecha el robot Gort, disuelto de forma tosca tras una primera aparición ejemplar y destinada a rivalizar con Transformers.
Las mejores ideas del remake son colocar al frente a una Jennifer Connelly como bella mujer independiente, codazo a la secretaria del original, y a un Keanu Reeves que hace gala de una magnífica inexpresividad y un rostro tan alienígena como el del Bowie The Man Who Fell To Earth (de la que debería protagonizar un remake dirigido por un Darren Lynn Bousman YA). El momento más interesante está en su invasión dialogada en un McDonald's, el único que parece asumir el legado de Wise y también el de otras cintas posteriores (Men in Black, por ejemplo).
Ultimátum a la Tierra necesitó dos películas para ser reformulada y variada por Spielberg (Encuentros en la tercera fasey E.T.) en una reinvención que colocó a las visitantes del espacio exterior como motor de busquedas de cierta hondura metafísica, cercanas a la existencia de Dios o al papel del propio ser humano en su civilización. La película de Derrickson apenas pasa por ser una versión con alguna imagen más poderosa que el cursi romancero derivativo Starman (1984), realizado por un cineasta que fue capaz de abandonar la industria e iniciar una etapa de guerrilla inolvidable. Los créditos anteriores de Derrickson le certifican como correcto graduado en teología y todo un pionero en dar cameos neblinosos a la Virgen María. Esta película tampoco certifica mejora sustancial: la búsqueda del padre por parte del niño que encarna Jaden Smith, no completa ningún círculo ni carencia vital como ocurría en Señales, sólo parece diseñada para impostar un trasfondo a una película que se basa, en principio, en la interrupción de la rutina y su sentencia, algo para lo que Derrickson no parece idóneo.
6 comentarios:
Cuando Jordi lea esta entrada te va a preguntar por el padre de Keanu...
Ha sido un placer, titán, de veras.
El placer ha sido mio Sergi. Es usted un elegante detective.
Supongo que asegurar que Keanu "hace gala de una magnífica inexpresividad" es una muestra de ironía...
Esta película es perfectamente olvidable salvo que la reconvirtamos en ejemplo de aquello que no se debe hacer con un clásico. Con lo fácil que es mantener el guión original y filmarlo aprovechando los avances tecnológicos tan apropiados para la ciencia ficción, tienen que ponerse a enmendar la plana haciendo gala de su escasez de ideas...
Saludos y felices fiestas.
Me ha dicho mi pablo que se quedo dormido viendo la peli del Keanu Marrianu.
Feliz Culidad esa nuit!
Beso Lunero!
Parece un recetario dedicado a la mente colectiva, como diciendo "la crisis es el fin de esta civilización que somos, pero todavía queda humanidad para la esperanza". No habían alienígenas, ni naves de nada. No es cine, es un examen de conciencia al espectador. Yes, we can...
Premio al mejor titular del año. Poca broma. La película... pues me interesa más bien poquito.
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