lunes, marzo 26, 2007

Just before the war with the skimos

Estoy enamorado de Ginnie Mannox. La imagino siempre con su sombrerito dando tumbos por las avenidas del East Side. Y ya ven como fue su historia: Salinger nos hizo que descubriera al mesías. El chico sensible, lo saben. Ginnie tiene y tendrá para mí los ojos verdes. ¡Verdes! Su gorrito es, seguro, rojo y su sonrisa, fijo, un seguido de adjetivos superlativos a cada cual más bobalicón.

La historia de Ginnie no es la de todos nosotros. Nosotros somos la historia de Ginnie. Y aunque parezca un matiz bastante tonto, no lo es. Salinger nos cuenta como a través de una conversa, a través de lo miserable (el dinero que solicita del taxi, la deuda) Ginnie va a descubrir la clase de cosas que todavía no ha podido ver de cerca. Seguramente cuando coja el autobús entre la tercera y Lexington no va a volver a ser lo mismo.

Sigue The laughing man. Elija su camino:
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1 comentario:

Anónimo dijo...

que suerte tiene genni