viernes, mayo 25, 2007

Carlito's Edge

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Hay algo injusto en la valoración que se le da al díptico gang de Brian De Palma (Scarface / Carlito's Way) y viene muy relacionado (aunque sea de forma inconsciente) con la de sus compañeros generacionales. Dudo que cualquier crítico tenga la valentía, la osadía de situar a la misma altura el díptico que a la de , por ejemplo, Goodfellas o cualquiera de la tetralogía gansteril de Coppola (Cotton Club va incluida, claro) de Coppola.

Yo no es que tenga el mal hábito de querer situarlos a la misma altura ni caer en el cuadro comparativista pero si que me parecen dos acercamientos igual de importantes a nivel cinematográfico. El problem estriba en que las intenciones de Scorsese y Coppola si pueden parecer más hermanadas, aunque disten, claro. Francis Ford Coppola está muy interesado, siempre, en contemplar la génesis de la sociedad norteamericana. El buen pastor (con su producción ejecutiva) es un ejemplo perfecto de ello. Martin Scorsese parece más interesado en la analogía efímera y veloz de los habitantes de su país, en el descenso a los infiernoss de cada uno de esos personajes célebres que pueblan esa sociedad.

De Palma puede parecerse a ambos pero es realmente distinto (a menudo se le acusa de no profundizar, grandioso disparate ya desde su misma idea). DePalma nos habla de la redención en los infiernos morales y en cómo es imposible escapar de ese mundo (esa sociedad, comunidad) en el que uno parece dispuesto a arder. Por eso su maravilloso Scarface juguetea con la idea del ascenso y caída pero siempre desde el paso en falso. Si se observa con un mínimo de atención Scarface es la fábula de un hombre que es ético a destiemp, y que decide imponer un mínimo de principios de forma tardía.

Carlito's Way lleva a la gloria suprema esa fórmula. Carlito Brigante es un Tony Montana de acento crepuscular, final, bogartiano. Dispuesto a rehacerse, la película no es una clásica narración de moral católica de como el pecador regresa. DePalma complica más el asunto: Brigante es un personaje que se mueve por sentimientos honestos. La amistad que se revela en una deuda poco moral. Carlito quiere hacer las cosas lo mejor que sabe. Pero algo no le deja. Ese algo, tan divino, jodido y desesperante es una inversión del destino y de la verdadera redención católica. Y ese algo es el que jode a la crítica. Como también que DePalma sea el gran cuestionador. Todo el maravilloso final en Grand Central nace de la clásica anécdota de rodaje. Me gusta como DePalma la incorpora: el hecho de que no pudieran rodar en el World Trade Center y el cineasta repita en el escenario de su mítica reedición eisenstiana de Los Intocables (una cinta que es sumamente irregular y cuestionable, pero igual de interesante a nivel moral) provoca que se ponga en duda a sí mismo. En esta película el humor aflora en incontables ocasionales: el hecho de que DePalma admire a Buñuel o a Godard no es baladí. Toda su ficción se pone en duda y, no debería ser tan curioso, esto nos la hace más realmente cercana.


En parte, DePalma rescata muchas de las oportunidades perdidas en los Intocables en favor de otros intereses (no sé si de él o de Mamet). En la revisitación de las aventuras de Elliott Ness hay una mayor preocupación por la labor del héroe como represente incuestionable de la ley de un estado (y una frecuente parodia de ésto trasladada con las lógicas preguntas del periodista que proporciona además un maravilloso e irónico cierre depalmiano que delata con la línea final de Ness como un álter ego del italoamericano ante el encargo) proponía a Al Capone como un cínico no tan culpable del sistema como el propio sistema. Pronto se aleja de esta teoría para explorar más el lado oscuro del héroe (aunque esto queda empañado por la indecisión) y presentar a DeNiro como el villano a vencer.

Carlito Brigante está al límite. El pasado no ha terminado con él y lo interesante es como no puede confiar en nadie ni siquiera en la ley.Los dos policías que informan de la traición de su abogado a Carlito le chantajean como él hubiera hecho: el desencanto es doble pero tampoco maniqueo. La civilización es la más oscura de las rebeliones, nos decía Chesterton.

2 comentarios:

Señor Toldo dijo...

¡Bravo! Aquí otro que tampoco duda ni un ápice en colocar Carlito's Way a la par con El Padrino, Goodfellas o Once upon a time in America, que de dramón gansteril no se queda corta!

Todo lo que se puede decir de esta cima depalmiana (esto mismo ya sería suficiente) son alabanzas superlativas. Muy acertado lo del cuestionamiento, para ello me parece fundamental el impresionante plano secuencia final y su filmación cubista de Pacino por delante, por detrás, de lateral, por encima y de frente. Casi nada.

Mycroft dijo...

La clave en Carlito es la decepción anticipada que se nota le va embargando. No puede cambiar su rumbo y él lo nota, pero lucha porque la lucha por conquistar su destino es lo único que le queda. Todo se esfuma (poder, dinero, amistad) y él busca un redención en la mujer a la que amó como metáfora de la vida que habría podido ser y no fue, ni será.
Gran análisis.
(Me gusta que Depalma haga imposible esa redención, que tiene mucho de sueño ingenuo y romanticismo desencantado, si, pero un tanto naif en alguien tan curtido)