jueves, abril 30, 2009

Bela Lugosi ha muerto


Déjame entrar (2008, Tomas Alfredson)

El vampirismo en el cine había sido sombra nosferutiana, fundacional primer paseo icónico de la mano de otro poeta, Tod Browning e inapelable y mefistofélico amo del Deseo gracias a Fisher y la Hammer. Incluso en sus versiones ochenteras, ya sea el vampiro célebre en VHS por Noche de miedo o el originalísimo vampiro pecimpahiano de Kathryn Bigelow (siempre Near Dark), se había mantenido vivo. El asunto en el cine llegó a tal extremo que Francis Ford Coppola filmó una versión que vampirizaba a todo lo anterior, sin aportar nada nuevo, ni mucho menos de Bram Stoker. El último paseo digno fue dado por la deslumbrante Cronos (1993), el debut en el que Guillermo del Toro relee la condición inmortal del protagonista y lo somete a un perverso juego de adicciones (luego intentado de otro modo por un aburrido Abel Ferrara y divertido por un indie privilegiado como Michael Almereyda) y quizá, el mainstream se dio un garbeo en la divertida superproducción Entrevista con el vampiro, un neogótico que pese a acentuar la condición de trágicos, sexuales y condenados presente en la novela de Anne Rice no los desvestía de su nobleza icónica.

Lo cierto es que en tiempos de Crepúsculo el vampiro parece haber perdido su condición de relevancia con el auge del zombie y esto lo explica muchísimo mejor el maestro Repronto. Resulta irónica esta simbiosis puesto que Soy Leyenda de Richard Matheson fue la vampírica obra que dio inspiración al relevo de los zombies que despertó para quedarse un inspirado George A. Romero (y eso que mucho antes ya habían andado con ellos, pero fue después cuando nunca se detendrían).

Conviene tener en cuenta que Déjame entrar es una novela de John Ajvide Lindqvist bastante simpática, gamberra y a su manera un Stephen King con sordina sueca. Esto es mucho policial y unos toques de gamberrismo inusualmente divertidos. Lo mejor del asunto Lindqvist, el abuelo pedófilo recortado de esta versión, ha quedado fuera y da alas al remake dirigido por el muy inteligente Matt Reeves, director de la estupenda Cloverfield (2008).

Pero la película que nos ocupa, a pesar de su ritmo lacónico y europeo, a veces con alguna situación forzada, es una excelente revitalización de las criaturas de la noche hecha con un delicioso humor negro y una poética radical, perversa y única. Toda esta película supone un regreso al primitivismo folklórico del vampiro, de ahí su título y se respetan a rajatabla la sangre, los colmillos, los vuelos y el sol como arma para destruirles. La perspectiva es la historia de dos personas cuyos destinos se cruzan y ven en su unión sus deseos colmados: nuestro protagonista encuentra un inquietante lazo de sangre con la vampira y ambos emprenden un camino de outsiders progresivo, hasta unirse en un simbólico beso ensangrentado.

La primera vez que la vi aprecié más sus dos escenas magistrales (la inicial, jugando con la nieve y con la primera aparición "fantástica" de la vampira y el final, un clímax en la piscina en la que la elipsis y el salvajismo transcurren en off para culminar en una consoladora y terrible mirada de satisfacción, de salvación), pero me pareció que había menos de lo que parecía en su europeísmo latente y en su calculada dirección. En un segundo visionado, he apreciado mucho más sus hallazgos y sus fabulosos recursos (como el renunciar casi al CGI, dejando a la cámara un estupendo trabajo de tensión, de sugerencia, pero también de enrarecer la atmósfera de un lugar sueco, inhóspito, del que siempre vemos los mismos escenarios familiares) para llegar a construir una poética con hallazgos sobrecogedores (cfr. El plano que revela el "origen" de la protagonista) y que busca evaporar los ecos del correlato histórico (breves referencias al partido comunista, a la situación de la construcción) para transcurrir en un lugar indeterminado, como en el que van a vivir sus protagonistas.

También es que en la novela, adaptada por su autor, había mucha más descripción de personajes y una idea muy peculiar del gothic y que el eco pasado puede pasar por melodrama. Nada más lejos: el protagonista es un vampiro que secuestra las noticias de muerte, pero necesita ir un paso más allá. Ese paso, para dar sentido a su vida, será su nueva vecina. Alfredson usa los planos generales para buscar una distancia que muchos intuyen aparentemente bergmaniana (y no es tal), usa el humor negrísimo con esos gatos que son la banda sonora más memorable de este cuento de hadas e incluso pone el centro de su mirada en un huracán de gélidos y temibles deseos entre dos personas condenadas.

Es cierto que muchos se acercan a esta película buscando ciertos defectos, pero en su moralidad es absolutamente intachable: ágil, radical, elástica, ambigua y oscura. Queda claro que Bela Lugosi ha muerto o ha preferido proyectar su sombra en una pálida muchachada llamada Eli, ya glorificadas por la Hammer, e infante y da en esta singular pareja que recorre (y corroe) la Europa nórdica un contrapunto singularísimo a un mito que necesita levantarse y andar sin parecer zombificado.

4 comentarios:

Estrellita Mutante dijo...

Como peli de vampiros, creo que también da una interesante versión El Ansia.

Pero creo que Déjame entrar no es buena como película de género, sino simplemente como película.

Ubeinn dijo...

Disfruté mucho con la novela original, uno de los relatos más genuinamente enervantes y opresivos que he tenido el gusto de leer. Desde el abuelo pederasta, hasta la compaña de amigos alcoholizados, pasando por el momento de la "creación" de Eli, el autor desviste el relato de vampiros de todo su glamour habitual, convirtiéndolo en algo visceral, asfixiante, repulsivo y profundamente sórdido, llegando mucho más lejos de otros que ya hicieran algo similar como Stephen King en El Misterio de Salem's Lot. Visto este comentario sobre la película y otros que me han hecho, quedo con aún más ganas de verla. ¡Salud!

El Miope Muñoz dijo...

Le va a gustar. Pero dele oportunidades. Lindqvist es mitad Stephen King (esto es lovecraft y poe) sobretodo el de Salem's y algo del salvajismo de su alter-ego Bachman, mitad novela policíaca sueca con su documentalismo y demás. Eso da un aire muy muy disfrutable al libro.

La peli, que escribe el propio Lindqvist, no hace trampas: juega a la construcción poética (una perversa y bella) y el medio, el cine, es perfecto para ello. Y la consigue, vaya que la consigue.

Anónimo dijo...

alvy "sobretodo" es un abrigo!