jueves, mayo 07, 2009

Miyazaki a través del espejo


Ponyo en el acantilado rebusca en el imaginario infantil y la madurez de Miyazaki no se aleja de la que anunció y logró Picasso, y eso lo ha escrito muy bien Jordi Costa. Particularmente, me parece que lo brillante en esta película es su cercanía, al fin un terrible apodo que empieza a cobrar sentido, con el Pinocho de Walt Disney y más recientemente con Wall*E.

Aunque sea una versión absolutamente aniñada, en el punto de vista y en el desarrollo de la historia, de La sirenita de Andersen, esta película es un excelente programa doble junto a la cinta de Pixar en la que unos robots sacan a la humanidad de un crucero espacial y la obligan a reconstruir su Tierra, todo gracias al amor. Aquí una inundación saca a la naturaleza a flote y confirma el poder imposible del amor. Y como Pinocho esta es una historia de la metafísica de la bondad: no importa que sean muñecos de madera o niñas peces, hay una mutación, estupenda licencia poética, desconcertante y libérrima, que permitirá el cambio y conseguirá perdurar lo intangible.

También como Disney sabe que la animación es un asunto sinfónico, más aún con la naturaleza y se había visto en La princesa Mononoke y en su Nausicaa. Pero aquí el tinte wagneriano de Joe Hisiashi lleva al clásico desfile del imaginario casi interminable que propuso Disney en su perfecta Fantasía. La última deuda es, de nuevo, Lewis Carroll. Su película anterior, la adaptación de la popular novela juvenil llamada El castilo ambulante, alejó a Miyazaki de una visión carrolliana del asunto, por una más recargada, pero también más excesiva e interesante respecto a la edad y a la aventura. En Ponyo se precipita una sensación de caos, un palpitar travieso y juguetón de que la fantasía no es un orden de las cosas, sino ese caos es su propio desorden. Esto quedó bien explicado por el imaginario fértil del lógico y poeta Lewis Carroll en su Alicia en el país de las maravillas, referente casi imposible de escapar por el creador Miyazaki en sus, hasta Ponyo, dos obras magnas (Totoro y Chihiro).

La apuesta por la animación tradicional no se desvela ya trabajo artesanal meritorio e inolvidable, sino estilización radical, apuesta firme y casi vanguardista, que une la tradición y se iguala a los ambiciosos y únicos referentes a los que este cinaesta se ha referenciado en mayor o en menor medida. Ponyo es un personaje irrepetible, pero también una historia grácil, caótica y reconciliadora en su originalísimo tratamiento de los secretos de la metafísica de lo bondadoso. También Miyazaki sale del espejo: a la oscuridad misteriosa, tal vez melancólica de Chihiro ha dado paso una inocencia todavía más aventurera que la de Porco Rosso, la de un marinero infante llamado Sosuke. Y al secreto irrepetible de la visita de Totoro ha dado paso una niña pez rebelde, huidiza de progenitor, pero reconciliadora en lo maternal. Una delicia para revisitar en las salas tanto como dure en cartelera.

10 comentarios:

porlacara dijo...

Tengo ganas de verla, pero como suele pasar ultimamente no encuentro un cine cerca donde la programen. Esperaré a la salida en DVD dentro de 3 o 4 meses.

Ryu_gon dijo...

Gran texto para una película maravillosa. No hay nada más que añadir.

Ah, sí, que Miyazaki es dios.

Mycroft dijo...

Me temo que yo me quedé con Conan niño del futuro, una serie que me fascinaba de nano porque no comprendía su argumento para nada (era muy pequeño).
A mi el último Miyazaki me parece un cursi de cuidado.

Ubeinn dijo...

Para Mycroft:
No alcanzo a ver qué tiene de cursi una película como La Princesa Mononoke, por ejemplo.

Anónimo dijo...

Mycroft, di que sí. En las pelis de Muyazaki faltan chicas violadas por demonios con tentáculos. Menuda mierda.

porlacara dijo...

Jojojojo ese último comentario del usuario anónimo no tiene desperdicio... XD

Haciendo Amig@s dijo...

Por fin la he visto y es una maravilla, con momentos de pura animación que rozan lo abstracto, pero sin dejar de ser una película entendible hasta por los más pequeños.

Y sin embargo, debajo de su aparente infantilidad, la peli sorprende con continuos simbolismos sobre el despertar sexual femenino y la maternidad. El mar como fuente de vida personificado por una mujer, Ponyo y su pasión por el prota que implica el fin de la inocencia y el comienzo de la rebeldía, sus transformaciones físicas, la diosa madre marina, el bebé, las ancianas que recuperan la vitalidad en presencia de la diosa, etc.

sesi dijo...

A mi me pareció BONICA. Pero eso no me daría para una entrada en mi blog... XD

Parece que a éstas alturas nos tragamos cualquier cosa bajo el sello Miyazaki (por la calidad de sus anteriores obras, no es de extrañar), pero por muchas interpretaciones que leo de ponyo, me quedo en las mismas: Ponyo se disfruta por su animación (como todo lo que toca el viejo), pero se avorrece por contenido. Quizá no entrara en su juego en su momento, pero me sentí avergonzado y un pelín estafado, partícipe de un gran espactáculo de títeres encubridor, partícipe del arte más elitista, el que se forja en la crítica, y no en el lápiz del artista.

En el otro extremo, hace poco vi lo último de Kitano-san: Aquiles y La Tortuga. Me pareció una obra maestra capaz de devolver-nos, en uno, los 2 mejores Kitano's (el desgarrador y el "humorista amarillo").

Yo, por mi parte, he decidido no seguir persiguiendo a la tortuga (y amar Mi Vecino Totoro, Porco Rosso y Whisper of The Heart).

sesi dijo...

*Y el Miyazaki de la excelente Conan: El Niño del Futuro, que he visto que citaba Mycroft, claro.

dijo...

Una propuesta infantil renovadora y decente, por fin. Ante la escacez terminé llevando a mi hija a un concierto de death metal. Volveremos al cine a ver una peli para niños, y todo en su lugar.