Es una suerte contar con las películas favoritas. Pero hay una pregunta previa a este valioso descubrimiento ¿a qué se oponen, por lo general, nuestras películas favoritas? No tanto a las películas que detestamos - ¿recordamos en el fondo todas las películas malas o son las decepciones nuestras anfitrionas en el gusto negativo? - como a las películas que consideramos buenas, necesarias o interesantes pero, por razón alguna, no nos generan debilidad.
Esto podría ser explicado de un modo más sencillo y hasta tradicional. Podría decir que se trata de una separación entre gusto y juicio: puedo juzgar y pensar una película, puedo escribir sobre ella, pero tal vez no me guste demasiado.
Sin embargo, sabemos bien que no es así. Si bien el gusto puede tener inclinaciones, en la lista de películas favoritas habrá razones de las llamadas del tipo sentimental. El tipo sentimental sería una película que dejó una marca indeleble.
Pero en las películas favoritas no puede ser una si no un compromiso renovado, sea con un sentimiento de nostalgia o sea por el simple placer de ir volviendo a ellas. Entonces ¿Dónde aparece la suerte?
Vayamos entonces a un ejemplo práctico. La fiera de mi niña (Bringing Up Baby, Hawks, 1938). Estoy bastante convencido formar parte del nutrido ejército de admiradores que, generación tras generación, renuevan su animosidad y amor por la película. Famílias, amantes, amores: si esta película con Cary Grant y Katherine Hepburn requiriera su colectivo de fans, deberíamos decir que conquista estructuras enteras de amor.
¡Y qué fácil es juzgar la película! Todo se cae, todo sale mal, y el amor es una fuerza anárquica. Ciertamente, podemos decir, Hawks no pensaba igual que Ernst Lubitsch. Ni tampoco pensaba igual que su otra obra maestra de la screwball, Bola de Fuego (Ball of Fire, 1941) ni parece que le interesara mantener diálogo alguno con Frank Capra o George Cukor.
Y sin embargo, Grant y Hepburn cantan desesperados una vieja tonadilla de swing y entonces nosotros no podemos dar ninguna otra cosa excepto amor. Sea diáfana o no la revelación, como ese esqueleto y ese lugar donde todo se tambalea una vez más, no dejaremos de canta. La película tiene entonces su propia música interna. Como el amor.
1 comentario:
que curioso
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