Dentro, con una expresión adusta, iban sentados dos empleados de la funeraria, el chófer y su acompañante, y detrás de ellos, en la superfície de carga, por decirlo de algún modo, en su ataúd reposaba, como era de suponer, alguna persona que se había despedido de la vida hacía poco tiempo, con el traje de los domingos, la cabeza apoyada en un pequeño almohadón, los párpados cerrados, las manos juntas y las puntas de los zapatos señalando el cielo.
WG Sebald,
Los anillos de saturno. Traducción de Carmen Gómez García y Georg Pichler.
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