¿Se han fijado? [Rec] parece sostener que han costado ocho años para asumir El proyecto de la bruja de Blair. Y no cantaría yo victoria en su verdadero germen referencial: la base no está en el estilo de fiction(non)fiction del film se asemeja al reality de España Directo y demás, un estilo que tiene mucho de sensacionalismo y que ya implica una visión que no necesita construirse en un discurso crítico sobre los media obvio. Jaume Balagueró y Paco Plaza no sólo se suplen sus respectivos defectos aunando virtudes, sino que están con McLuhan: el medio es el mensaje. Y más: el uso de según que conceptos (antagónicos: decrepitud zombie primero e infanta igualmente mordedora después) beben directamente del survival horror y tenemos todo un abanico para abarcarlo (Silent Hill, Resident Evil o Devil Inside), pero respecto a eso Vigalounge o Tones tienen el deber de hacer un post en Lenguajes de Mondo Pixel.El final: pensemos en él. ¿No resulta sorprendente? [Rec] quiere unir referencialismo de una forma experimental. Su principio y su planteamiento de la situación, son como cualquier película rodada después de La noche de los muertos vivientes, canónicas. La situación de los protagonistas y el planteamiento de la trama podrían ser del Día de los muertos. Pero la forma en que se une a Romero y Fulci resulta apasionante: hiperrealismo cuarto milenio. Balagueró y Plaza, como si en su formidable forma de aunar horror inteligente y sensibilidad mediática, hablan, casi pro vez primera en el cine hispano de horror, de tú a tú al espectador contemporáneo, que en su grado mayoritario acudirá a la película para pasar terror (coartada un tanto estúpida). Usa el lenguaje de los programas de cabecera del público y subvierte completamente (a todos nos consta el fanatismo y conocimiento de causa de Balagueró) las tramas apocalípticas y demoníacas de las películas de Fulci (El Más Allá en la cabeza) o Lamberto Bava (Demons a la cabeza).
De hecho con Demons tiene una conexión perversamente inteligente: en una de sus mejores escenas Rec presenta una resurrección de los muertos rodada desde la mirilla de la ventana de una habitación interior. ¿No es acaso una prodigiosa metáfora de nuestra condición de espectadores terriblemente acojonados que miramos con el cojín tapando nuestros ojos y que, en este caso, nos obliga a mirar a la pantalla para ver TODO lo que ocurre, en un pequeño plano? Justo eso es el alma de la película: un perverso discurso sobre los consumidores de los media contemporáneos y la necesidad de alimentarles a través de violencia.















