Hoy he visto uno de sus mejores episodios, La desaparición de la liga de detectives júnior en el que se propone una nueva vuelta de tuerca al concepto inicial: Conan y sus amigos se van a las afueras para ensayar su versión en títeres de Diez Negritos de Agatha Christie. Pronto los niños desaparecen conforme los negritos… Puede que debamos conformarnos con esta sugestiva y brillante idea, porque el resto del episodio tiene una resolución muy habitual en la serie: haciendo del golpe de efecto propio de la Christie algo entre arbitrario y chorra, desaprovecha toda la idea, pero no logra arruinarla. Hay al menos la habitual y deliciosa planificación visual, convirtiendo muchas veces el estatismo en una forma de narrativa paralela y emotional, y el habitual gadget post-Bondiano: en este caso una bamba capaz de arrancar rocas.
Lo interesante es como el anime de Aoyama es capaz de llevar un clásico (y por lo tanto unos mecanismos narrativos convencionales en su género) a un terreno barroco, digno del grand guignol, en el que los juegos de espejos puedan seguir sucediéndose de forma natural.
2 comentarios:
Hubo una época en que fui un fan declarado del manga de Aoyama. En ese momento, me sorprendió cómo cada capítulo aportaba pequeñas dosis de ingenio para niños y no tan niños y ponía en vilo a más de uno con los especiales de 2 o 3 capítulos, cuya resolución siempre era algo espectacular más propio de la ficción pura y dura que del reloj suizo que pretende ser Detective Conan en la resolución de los casos.
Por lo demás, la trama principal (que versa sobre la organización que convirtió a Shinichi Kudo en el pequeño Conan) se construye de una forma tan lenta y poco atractiva que termina por hastiar.
No obstante, un capítulo de vez en cuando siempre entra bien.
Saludos!
aquí en casa somos fans aunque es cierto lo que dice ryu_gon, la trama principal va más lenta que en perdidos
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