viernes, diciembre 01, 2006

CONFUSOS, DÉBILES Y FRÁGILES (II): SOBRE ELEGÍA

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"En el estudio, se identificaban unos a otros con más facilidad por sus dolencias que por su pintura. ¿Cómo estás de azúcar? ¿Qué tal la tensión arterial? ¿Qué te ha dicho el médico? ¿Te has enterado de lo de mi vecino?"

No hay que confundir la sabiduría innegable que transmite Elegía con una banalidad llegada de Philip Roth: el autor no es grande porqué nos dice que no hay vuelta atrás ante la muerte. Eso ya lo sabíamos todos nosotros. De lo que nos habla Roth y no de una forma necesariamente ambiciosa o ampulosa es del corredor de la muerte que puede ser nuestra vida. Un pasillo y nada más.

Se puede entender la novela como una versión oscura y a órgano del Pecho. En aquella novela el hombre mediocre, Dave Kepesh, se veía convertido en un gigantesco pecho para regocijo de un Roth que reflexionaba a través de la kafkiana situación, de las ambigüedades del sexo. Y hay sexo aquí pero pintado por la impotencia, por la debilidad, por el recuerdo, por la vejez. Y la mórbida mirada de Kepesh a sus enfermeras, se transforma en la certera visión del protagonista ante sus cuidadoras.


Philip Roth prefiere examinar una vida no desde un monólogo interior de su protagonista, sino a través de una prodigiosa unión entre el estado físico y el anímico. Todo ese miedo ante la desaparición está en su protagonista: sufre el pesar de la existencia en brotes descontrolados, nerviosos, frenéticos pero que se resuelve en un magnífico final en el que Roth por encima de todo se revela un brillante estudioso de la condición humana.

El libro es en cierta medida un examen moral del protagonista en el que se enlazan las relaciones con los demás. ¿Existe la moralidad en nuestras vidas? ¿El tiempo pone a cada uno en su sitio? En este sentido la relación con Phoebe es un ejemplo perfecto de lo que responde el autor de Newark a todas estas cuestiones: no hay justicia en hacerse viejo.

"Lo que veía era una piedra, el gran peso de una losa pétrea y sepulcral que dice: La muerte es solo muerte... no es más que eso"

El encuentro final con su ex esposa carece de todo tópico: ella ha envejecido, casi se diría que peor que él, y a pesar de haber sido una esposa mejor, una mujer abandonada impunemente por el egoísmo de su protagonista el tiempo ha hecho igual mella (algo que tratamos de esquivar y fingir que hay una recompensa física por una buena moral). Roth lo pinta con la preciosa escena de los relojes del padre del protagonista, perfecta metáfora del mensaje central de la novela: el tiempo pasa, sin más.


“Tómalo tal como viene. Acéptalo sin más”.


Terminará con: Seize the day + Everyman.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi preferido. Buena tu selección de escritores

Anónimo dijo...

¿Elegía?
¿De dónde coño madres se sacaron ese título?

Francisco Ortiz dijo...

Elegimos la vía moral porque algo tira de nosotros, pero no porque sea la más adecuada ni la que dé mayores recompensas: Roth nos da otra lección.